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Sobre el hombro solitario,
Tan ligero de tan, duro,
(Mira a la aurora en
apuro.
Fuga del lirio precario)
Guarda luces de un acuario,
(Feria
marina en el cielo)
Ardua para el fiel desvelo,
Galatea, bella adrede.
(Mira a la aurora. Ya cede
Lirios al mar paralelo.)
Hacia el nombre
Se junta el follaje en ramo,
Y sólo sobre su cima Dominio visible ejerce La penetración de brisa.
Desplegándose va el fuste Primaveral. Ya principia La flor a colorearse
Despacio. ¿Sólo rojiza?
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No, no. La flor se impacienta, Quiere henchir su nombre: lila.
Cierro los ojos
Une rose dans les fúnebres Mallarmé
cierro los ojos y el negror me advierte Que no es negror, y alumbra unos
destellos Para darme a entender que sí son ellos El fondo en algazara de
la suerte,
Incógnita nocturna ya tan fuerte Que consigue ante mí romper sus sellos
Y sacar del abismo los más bellos Resplandores hostiles a la muerte.
Cierro los ojos. Y persiste un mundo Grande que me deslumbra así, vacío
De su profundidad tumultuosa.
Mi certidumbre en la tiniebla fundo,
Tenebroso el relámpago es más mío,
En lo negro se yergue hasta una rosa.
Electra frente al sol
un resto de crepúsculo resbala,
Gris de un azul que fue feliz. ¿Ceniza Nuestra? La claridad final,
melliza Del filo, hiere al bosque: fronda rala.
Cae talando el sol. ¡Cruel la tala,
Cruel! No queda tronco. Se encarniza La lumbre en la hermosura
quebradiza,
Y ante el cielo el país se descabala.
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¿Todo a la vez? Ahora van despacio Los juntos por su ruta de regreso.
Ya es íntimo, ya es dulce el día lacio.
Todo a la vez. Se encienden las primeras Luces humanas. ¡Ah, con qué
embeleso Ven al sol las nocturnas mensajeras!
ÁRBOL DEL ESTÍO
Todo el árbol irguiendo está su ansia de la raíz al canto.
se remontan Hacia la confidencia del susurro las hojas.
Por el viento Del estío adorable se encumbran los deseos.
Pende encima De la copa el azul que en el viento fascina.
Ved: el árbol Se tiende a la fruición de su azul inmediato.
ÁRBOL DEL OTOÑO
Ya madura La hoja para su tranquila caída justa,
Cae. Cae
Dentro del cielo, verdor perenne, del estanque. En reposo,
Molicie de lo último, se ensimisma el otoño.
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Dulcemente A la pureza de lo frío la hoja cede.
Agua abajo,
Con follaje incesante busca a su dios el árbol.
Los labios
Te besaré, total Amor, te besaré
—En torno a su retiro tan continua la fronda—
Hasta rendir por ímpetu de súplica los labios —Sin una nube el cielo
sueña con una flor—
A su más fervorosa crisis favorecida,
—Frenesí de clavel bajo el sol y el azul—
Al más irresistible paraíso evidente —A plomo el mediodía sobre nuestras
dos sombras— Que nos embriagará de inmortal realidad.
¡Tesón en la ternura, éxtasis conquistado!
Equilibrio
Es una maravilla respirar lo más claro.
Veo a través del aire la inocencia absoluta,
Y si la luz se posa como una paz sin peso,
El alma es quien gravita con creciente volumen. Todo se rinde al ánimo
de un sosiego imperioso. A mis ojos tranquilos más blancura da el muro,
Entre esas rejas verdes lo diario es lo bello, Sobre la mies la brisa
como una forma ondula, Hasta el silencio impone su limpidez concreta.
Todo me obliga a ser centro del equilibrio.
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¿Ocaso?
íntima y dúctil, la sombra aguardando aparece sobre las piedras y sobre
las brañas. Lo oscuro Se junta. ¿Fin? El silencio recibe en su alfombra
Los sones menguantes del mundo. Pozo de ocaso, Nada se pierde. La tierra
en su ser profundiza.
Vida extrema
I
Hay mucha luz. La tarde está suspensa Del hombre y su posible compañía.
Muy claro el transeúnte siente, piensa Cómo a su amor la tarde se
confía.
...Y pasa un hombre más. A solas nunca, Atentamente mira, va despacio.
No ha de quedar aquella tarde trunca. Para el atento erige su palacio.
¿Todo visto? La tarde aún regala su variación: inmensidad de gota.
Tiembla siempre otro fondo en esa cala Que el buzo más diario nunca
agota.
¡Inextinguible vida! Y el atento sin cesar adentrándose quisiera,
Mientras le envuelve tanto movimiento, Consumar bien su tarde verdadera.
¡Ay! Tiempo henchido de presente pasa, Quedará atrás. La calle es
fugitiva Como el tiempo: futura tabla rasa.
¿irá pasando todo a la deriva?
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II
Humilde el transeúnte. Le rodea La actualidad, humilde en su acomodo.
¡Cuántas verdades! Sea la tarea,
Si del todo vivir, decir del todo.
una metamorfosis necesita Lo tan vivido pero no acabado,
Que está exigiendo la suprema cita: Encarnación en su perenne estado.
¡Sea el decir! No es sólo el pensamiento Quien no se aviene a errar como
un esbozo. Quiere ser más el ser que bajo el viento De una tarde apuró
su pena o gozo.
¿Terminó aquella acción? No está completa. Pensada y contemplada fue. No
basta.
Más ímpetu en la acción se da y concreta: Forma de plenitud precisa y
casta.
Forma como una fuerza en su apogeo,
En el fulgor de su dominio justo.
El final es —ni hermoso ya ni feo.
Por sí se cumple, más allá del gusto.
Atraído el vigía. Ved: se expresa.
¿cómo no ha de encontrar aquella altura Donde se yergue un alma en carne
presa cuando el afán entero al sol madura?
Ámbito de meseta. La palabra Difunde su virtud reveladora. clave no
habrá mejor que hasta nos abra La oscuridad que ni su dueño explora.
Disputas, vocerío con descaro, Muchedumbre arrojada por la esquina.
Lo oscuro se dirige hacia lo claro.
¿Quién tu sentido, Globo, te adivina?
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Revelación de la palabra: cante, Remóntese, defina su concierto,
Palpite lo más hondo en lo sonante, su esencia alumbre lo ya nunca
muerto.
Más vida imponga así la vida viva Para siempre, vivaz hasta su extrema
Concentración, incorruptible arriba Donde un coro entre lumbres no se
quema.
Llegó a su fin el ciclo de aquel hecho,
Que en sus correspondencias se depura, Despejadas y limpias a despecho
De sus colores, juntos en blancura.
¡Alma fuera del alma! Fuera, libre De su neblina está como una cosa Que
tiende un espesor en su calibre Material: con la mano se desposa.
Trascendido el sentir. Es un objeto. sin perder su candor, ante la vista
Pública permanece, todo prieto De un destino visible por su arista.
El orbe a su misterio no domeña.
Allí está inexpugnable y fabuloso,
Pero allí resplandece. ¡Cuánta seña De rayo nos envía a nuestro foso!
El tiempo fugitivo no se escapa.
Se colmó una conducta. Paz: es obra.
El mar aquel, no un plano azul de mapa ¡Cuánto oleaje en nuestra voz
recobra!
Y es otro mar, es otra espuma nueva Con un temblor ahora descubierto Que
arrebata al espíritu y le lleva Por alta mar sin rumbo a fácil puerto.
Y la voz va inventando sus verdades, Última realidad. ¿No hay parecido
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De rasgos? oh prudente: no te enfades Si no asiste al desnudo su
vestido.
Palmaria así, la hora se serena Sin negar su ilusión o su amargura.
Ya no corre la sangre por la vena,
Pero el pulso en compás se trasfigura.
Ritmo de aliento, ritmo de vocablo,
Tan hondo es el poder que asciende y canta. Porque de veras soy, de
veras hablo:
El aire se armoniza en mi garganta.
¡Oh corazón ya música de idioma, oh mente iluminada que conduce La
primavera misma con su aroma Virgen a su central cénit de cruce!
La brisa del follaje suena a espuma:
Rumor estremecido en movimiento De oscilación por ondas. ¡Cuánta suma
Real aguarda el paso del atento!
La materia es ya magia sustantiva.
Inefable el secreto —con su estilo.
¿Lo tan informe duele? Sobreviva Su fondo y sin dolor. ¡Palabra en vilo!
Palabra que se cierne a salvo y flota,
Por el aire palabra con volumen Donde resurge, siempre albor, su nota
Mientras los años en su azar se sumen.
Todo hacia la palabra se condensa.
¡Cuánta energía fluye por tan leve Cuerpo! Postrer acción, postrer
defensa De este existir que a persistir se atreve.
Aquellas siestas cálidas de estío Lo son con sus fervores más intensos.
Se acumula más frío en ese frío De canción que en los tácitos inviernos.
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No finge la hermosura: multiplica Nuestro caudal. No es un ornato el
mundo De nuestra sed: un vino está en barrica. ¿Es más de veras el
brebaje inmundo?
Poesía forzosa. De repente,
Aquella realidad entonces santa,
A través de la tarde trasparente,
Nos desnuda su esencia. ¿Quién no canta?
He aquí; Late un ritmo. Se le escucha.
Ese comienzo en soledad pequeña Ni quiere soledad ni aspira a lucha.
¡Ah! Con una atención probable sueña.
Atención nada más de buen amigo.
Nació ya, nacerá. ¡infiel, la gloria!
Mejor el buen silencio que consigo Resguarda los minutos sin historia.
Minutos en un tren, por alamedas,
Entre doctores no, sin duda en casa.
Allí, lector, donde entregarte puedas A ese dios que a tu ánimo
acompasa.
Entonces crearás otro universo —Como si tú lo hubieras concebido—
Gracias a quien estuvo tan inmerso Dentro de su quehacer más atrevido.
¿El hombre es ya su nombre? Que la obra —Ella— se ahínque y dure todavía
Creciendo entre virajes de zozobra.
¡Con tanta luna en tránsito se alía!
Eso pide el gran sí: tesón paciente Que no se rinda nunca al No más
serio. Huelga la vanidad. Correctamente,
El atentado contra el cementerio.
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—Se salvará mi luz en mi futuro.
Y si a nadie la muerte le perdona, Mis términos me valgan de conjuro. No
morirá del todo la persona.
En la palpitación, en el acento De esa cadencia para siempre dicha
Quedará sin morir mi terco intento De siempre ser. Allí estará mi dicha.
III
Sí, perdure el destello soberano A cuyo hervor la tarde fue más ancha.
Refulja siempre el haz de aquel verano.
Hubo un testigo del azul sin mancha.
El testigo va ahora bajo el cielo como si su hermosura le apuntase —con
una irradiación que es ya un consuelo— El inicial tesoro de una frase.
colaborando la ciudad atiza Todos sus fuegos y alza más ardores Sobre el
gris blanquecino de ceniza. chispean deslumbrados miradores.
Cal de pared. El día está pendiente De una suerte que exalte su carrera.
¡Algo más, algo más! Y se presiente con mucha fe: será lo que no era.
impulso hacia un final, ya pulso pleno,
Se muda en creación que nos confía Su inagotable atmósfera de estreno.
Gracia de vida extrema, poesía.
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Presagio
Eras ya la fragancia de tu sino.
Tu vida no vivida, pura, late Dentro de mí, tictac de ningún tiempo.
¡Qué importa que el ajeno sol no alumbre jamás estas figuras, sí,
creadas,
Soñadas no, por nuestros dos orgullos!
No importa. Son así más verdaderas Que el semblante de luces verosímiles
En escorzos de azar y compromiso.
Toda tú convertida en tu presagio,
Oh, pero sin misterio. Te sostiene La unidad invasora y absoluta.
¿Qué fue de aquella enorme, tan informe, Pululación en negro de lo
hondo,
Bajo las soledades estrelladas?
Las estrellas insignes, las estrellas No miran nuestra noche sin
arcanos. Muy tranquilo se está lo tan oscuro.
La oscura eternidad ¡oh! no es un monstruo Celeste. Nuestras almas
invisibles conquistan su presencia entre las cosas.
El cielo que es azul festividad
La acumulación triunfal En la mañana festiva Hinche de celeste azul La
blancura de la brisa. ¡Florestas, giros, suspiros En islas a la deriva!
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Pies desnudos trazan vados Entre todas las orillas Que Junio fomenta,
verdes Liberales y garridas.
Y los aros de los niños Fatalmente multiplican ondas de gracia sobrante,
Para dioses todavía.
¡Tanta claridad levantan Las horas de arena fina!
Los enamorados buscan, Buscan una maravilla.
¡Qué bien por el río bogan!
¡Al mar! Ya el mar los hechiza Pero los cielos difusos Luces agudas
enviscan. Caballos corren, caballos Perseguidos por las dichas. ¡Vientos
esbeltos! Sus ángeles, Que un frescor de costa guía, Aman a muchachas
blancas, Blancas, pleamar divina. Pleamar también del mar Corvo de
animal delicia: obstinación de querencia Turnos de monotonía,
Pero en ápice de crisis Que tiende choques en chispas Al azul, aunque
celeste, Vivacísimo en la brisa.
¡Júbilo, júbilo, júbilo!
Y rinde todas sus cimas —Fuerza de festividad—
Todo el resplandor del día.
redondez
Restituido a su altura Más cóncava, más unida,
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Sin conversiones de nubes Ni flotación de calina,
El firmamento derrama,
Ya invasor, una energía Que llega de puro azul Hasta las manos ariscas.
Tiende el puro azul, el duro, Su redondez. ¡Bien cobija!
Y cabecean los chopos En un islote de brisa Que va infundiendo a la hoja
Movilidad, compañía, Situadas, penetradas Por el mismo azul de arriba.
Azul que es poder, azul Abarcador de la vida,
Sacro azul irresistible: Fatalidad de armonía.
ardor
Ardor. Cornetines suenan, Tercos, y en las sombras chispas Estallan.
Huele a un metal Envolvente. Moles. Vibran Extramuros despoblados En
torno a casas henchidas De reclusión y de siesta.
En sí la luz se encarniza.
¿Para quién el sol? Se juntan Los sueños de las avispas. ¿Quedará el
ardor a solas Con la tarde? Paz vacía,
Cielo abandonado al cielo,
Sin un testigo, sin línea.
Pero sobre un redondel Cae de repente y se fija, Redonda, compacta,
muda,
La expectación. Ni respira.
¡Qué despejado lo azul,
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Qué gravitación tranquila!
Y en el silencio se cierne La unanimidad del día,
Que ante el toro estupefacto Se reconcentra amarilla. Ardor:
reconcentración De espíritus en sus dichas. Bajo Agosto van los seres
Profundizándose en minas. ¡Calientes minas del ser, Calientes de ser! se
ahíncan, se obstinan profundamente Masas en bloques: canícula De bloques
iluminados, Plenarios, para más vida. Todo en el ardor va a ser, Amor,
lo que más sería.
¡ Ser más, ser lo más y ahora, Alzarme a la maravilla Tan mía, que está
aquí ya, Que me rige! La luz guía.
La isla
encanto
La tarde que te rodea,
Bellísima, rigurosa,
Dispone a tu alrededor Penumbra, silencio, fronda.
¡Cuánta lontananza para Quien al amor se remonta!
Aunque en la ciudad persista Flotando una batahola De rumor enardecido,
El verde al silencio adora.
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¡Qué apartamiento de valle,
Qué palpitación de corza!
Fatal la dicha, completa,
No puede no ser. Ahora Todo a punto exactamente,
Paso a paso, ya se logra.
¡Respirar es entender,
Cuánta evidencia en la atmósfera!
Cumbre de tiempo, el instante Se resuelve en una obra Que ante nosotros,
humildes,
Llega a perfección, se posa.
¡Junio en torno, para mí Contigo, tú le coronas!
Déjame que espere aún,
Que mi pensamiento absorba,
Mientras a ti me abandono,
Lo profundo de tu aroma.
¡Te quiero así, desnudez, Rendidamente remota!
Déjame que todavía Te sueñe como una ópera Que de pronto se encendiera
Para mí, deslumbradora,
Mágica ante mi embeleso,
Y aunque tan real, tan próxima,
Entre sus luces se alzara Siempre inaccesible: diosa.
(¡Tu más divina hermosura Canta en secreto victoria!)
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invocación
Sabes callar. Me sonríe,
Amor, desnuda tu boca.
Una espera —como un alma Que desenvuelve su forma— sobre los labios
ondula, se determina, se aploma.
Yo quiero profundizar, Profundizar —imperiosa; Encarnizada ternura—
En tu frescor, en sus conchas.
Con el beso, bajo el beso Te busco, te imploro toda,
Esencial, feliz, desnuda,
Radiante, consoladora.
Consuelo hasta el más recóndito Desamparo de la sombra, Consuelo por
plenitud Que a la eternidad afronta.
Sabes callar. Me sonríe,
Amor, desnuda tu boca.
Mesa y sobremesa
El sol aumenta Su íntima influencia. Rubén Darío
...energía de normalidad.
Alfonso Reyes
Luce sobre el mantel, más blanco ahora,
El cristal —más desnudo.
Yo al amarillo ruboroso acudo.
Para mí se colora.
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Fruta final. Un rayo se recrea Dentro de nuestro juego,
Íntimo se perfila. Yo me entrego.
¡Color, perfil, idea!
En más placer la idea se nos muda,
Y de amigo en amigo Rebota hacia la dicha que persigo:
Normalidad aguda.
¡Tanto verano generoso lanza Sus fuerzas al concierto De este sabor
total! Mi mundo es cierto. Casa con mi esperanza.
¡Oh diálogo ocurrente, de improviso Luz en la luz vacante,
Punto de irisación en el instante De gracia: Dios lo quiso!
A través de un cristal más sol nos llama ¡Suprema compañía!
Tan solar es el vaso de alegría Que nos promete fama.
Humo hacia el sol. El aire se concreta: Jirón gris que yo esbozo.
Calladamente se insinúa el gozo De una gloria discreta.
El tiempo se disuelve en la delicia De un humo iluminado Por ocio de
amistad. ¿No es el dechado Que el más sutil codicia?
Se redondea el borde de la taza También para la mente.
Lúcida ante el café, se da al presente,
Y a la verdad se abraza.
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¡Posesión de la vida, qué dulzura Tan fuerte me encadena! ¿Adónde se
remonta el alma plena De la tarde madura?
Arroyo claro
El arroyo
se rinde a su destino: lo más bello es muy poco.
Trasparencia.
Por el arroyo claro va la hermosura eterna.
No, no hay ninfas.
La claridad es quien descubre la delicia.
Clara el agua A los ojos propone profundidad de fábula.
Y unos peces,
De súbito relámpagos, soñándose aparecen.
Mar - Olvido
El mar extiende un gris interrumpido Por los profusos trémolos de
espuma. Tanta inquietud a tal vigor se suma Que el mar rechaza su
incesante olvido.
A través de la ola sucesiva se mantiene el rumor como un jadeo Que
resonando y resonando esquiva La suave somnolencia sin deseo.
Por su cumbre la ola es verde y clara Mientras va amoratándose el
umbrío,
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Balanceado valle, que no para De volver a sentir su escalofrío.
Pero el gris se rehace, ya más llano,
Refiere su amplitud al horizonte,
Y a su color reduce aquel arcano
Que brega hacia una luz que lo remonte.
Y el oleaje se repite, suena
Como si fuese el mismo, soñoliento,
Monótono, rendido a su cadena,
De sí olvidado a cada movimiento.
de Clamor
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Ilustración: Dibujo de Pablo Picasso
Editor: Fernando Maqueo
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