Amigos protectores de Letras-Uruguay

Cantar de Túpac Amaru
Juan González Soto 
jgsoto@nil.fut.es

El “Cantar de Túpac Amaru”, de Manuel Scorza, en la tradición de “Canto coral a Túpac Amaru, que es la libertad” (1958), de Alejandro Romualdo y de “Tupac Amaru Kamaq Taytanchisman. Haylli-taki. A nuestro padre creador Túpac Amaru. Himno-canción” (1962), de José María Arguedas

Juan González Soto

 

Mientras Manuel Scorza recorre los Andes centrales como miembro del Movimiento Comunal, mientras lleva a cabo la labor de documentación que le conduciría a la escritura del futuro ciclo novelesco La guerra silenciosa, compone “Cantar de Túpac Amaru”.[1] Manuel Scorza, en conversación con Héctor Tizón, afirma: He escrito un largo poema épico sobre Túpac Amaru, que va a publicar próximamente la Universidad de San Marcos.[2]

No obstante, nunca llegó a publicarse íntegramente. En 1969, aparecieron algunas de sus divisiones poéticas numeradas en la revista limeña Cantuta (I, III, VII, VIII, XI, XII, XIV y XXI).[3] Fueron recogidas posteriormente en la reunión Obra poética (1990); no así en la de 1976, Poesía incompleta.

Según opinión de Anna-Marie Aldaz, este poema épico representa, en cierta medida, la transición del poeta al novelista.[4] Ciertamente “Cantar de Túpac Amaru” parece anunciar algunas de las claves de La guerra silenciosa.[5] Dos serían los rasgos que preludian el ciclo novelesco: el punto de vista de la voz narrativa y el empeño con que se hace hincapié en el omnímodo poder de los opresores.

En el ámbito de la poesía peruana, los más cercanos antecedentes de esta obra de Manuel Scorza se hallan en sendos poemas de José María Arguedas (”Tupac Amaru Kamaq Taytanchisman. Haylli-taki. A nuestro padre creador Túpac Amaru. Himno-canción”, 1962) y de Alejandro Romualdo (”Canto coral a Túpac Amaru, que es la libertad”, 1958); el más lejano, en un drama en verso de Luis Ambrosio Morante, Túpac Amaru (1821).[6] En el ámbito del continente también debe tenerse en cuenta Canto general que, editado en México (Ediciones Océano, 1950), sin duda conocía Manuel Scorza. Si bien es innegable que las raíces de esta extensa obra nerudiana se hallan en la experiencia humana del poeta, también debe reconocerse que en ella habitan, según afirma Emir Rodríguez Monegal, grandes dosis de liberación pedagógica y de intención política.[7] Pero, por encima de todo, Pablo Neruda se muestra constantemente en su doble papel de testigo del heroísmo ajeno y de las violaciones de América, y cantor de esos mismos hechos.[8]

En la parte IV de Canto general, designada con el nombre de “Los libertadores”, puede leerse un poema cuyo título es “Túpac Amaru (1781)”. Conviene considerar algunos versos de este poema, sobre todo aquellos en que se muestra más vívidamente una dimensión política. Porque posiblemente Manuel Scorza va a repetir ese mismo hálito de reivindicación social y política en su “Cantar de Túpac Amaru”. Pablo Neruda escribe:

Señor Inca...

               [...]

El indio te mostró la espalda

en que las nuevas mordeduras

brillaban en las cicatrices

               [...]

Era un sollozo y otro sollozo.

Hasta que armaste la jornada

de los pueblos color de tierra,

recogiste el llanto en tu copa

y endureciste los senderos.

               [...]

y Túpac es una semilla,

               [...]

y Túpac se guarda en el surco,

               [...]

y Túpac germina en la tierra.  

                                                         “Túpac Amaru (1781)” vv. 8-55  

Pero conviene volver a la poesía peruana. En 1962, José María Arguedas publica “Tupac Amaru Kamaq Taytanchisman. Haylli-taki. A nuestro padre creador Túpac Amaru. Himno-canción”.[9] Se trata de un texto bilingüe que traduce al castellano el propio José María Arguedas. Según sostiene Mario Vargas Llosa, éste es el primero de sus poemas escrito directamente en quechua (escribiría cinco más).[10]

La composición va precedida por una emotiva dedicatoria:

Lucanas india, mamay Doña Caytanaman, Auqa wasipi, wakcha warmalla kasiaqtiy, pay, urpi sonqonwan, khuyay weqenwan uywallawarqa. Tawantin Puquio ayllukunaq allin qarinkunaman. paykunapin qawarqani warma sonqoywan comunerupa kallpanta, imay mana ruway atisqanta.

A doña Cayetana, mi madre india, que me protegió con sus lágrimas y su ternura cuando yo era un niño huérfano alojado en una casa hostil y ajena. A los comuneros de los cuatro ayllus de Puquio en quienes sentí por vez primera la fuerza y la esperanza.

El poema, recientemente reeditado por la revista Anthropos,[11] es un largo y hermoso poema de aliento épico con intermedios líricos. Una voz plural, la del pueblo indio contemporáneo, exalta la memoria del hijo del Dios Serpiente, Túpac Amaru, y la angustia alejada de toda resignación:  

Qaparisianin, llaqtaykin kani, runayki; qanpa mosoqmanta ruwasqaykin nunay, weqey, mana tanisqa kiriy. Qan rimasqaykimanta, yawar mikuqjierroespañolwan maqanakusqaykimantan, uyanta toqasqaykimantan, yawarniki timpuq allpapi timpusqanmqntan manaña sonqoypi qasilla kanñachu. Rupayllañan kan, amaru cheqniyllañan kan, supay weraqochakunapaq, sonqoypi.

(v. 3)  

Estoy gritando, soy tu pueblo; tú hiciste de nuevo mi alma; mis lágrimas las hiciste de nuevo; mi herida ordenaste que no se cerrara, que doliera cada vez más. Desde el día en que tú hablaste, desde el tiempo en que luchaste con el acerado y sanguinario español, desde el instante en que le escupiste a la cara; desde cuando tu hirviente sangre se derramó sobre la hirviente tierra, en mi corazón se apagó la paz y la resignación. No hay sino fuego, no hay sino odio de serpiente contra los demonios, nuestros amos. (v. 3)  

El poeta también pone de relieve la comunión entre el mundo andino y la naturaleza:  

Mayun takisian,

tuyan waqasian,

wayran muyusian,

ichun, tuta punchay sukasian.

Wamanikunaq, apukunaq kirunpi, riti sutusian.

hatun mayunchijmi qaparisian.

¡Maypitaq kantu ñoqayku rayku wañusqaykimanta!

(vv. 4-10)  

Está cansado el río,

está llorando la calandria,

está dando vueltas el viento;

día y noche la paja de la estepa vibra;

nuestro río sagrado está bramando;

en las crestas de nuestros Wamanis montañas, en sus dientes, la nieve gotea y brilla.

¿En dónde estás desde que te mataron por nosotros?

(vv. 4-10)  

Y convoca al Dios Serpiente. Le convoca a escuchar la violencia y la opresión desatadas que recorren el continente. También nombra Cerro de Pasco que vivía, en los años de publicación del poema, las revueltas que posteriormente se novelan en La guerra silenciosa:  

Uyariy, papay, Amaruy, uyarikuy:

balan sipisian,

metrallan yawarta toqyachisian,

jierro cichullun runaq aychanta kuchuchkan,

cawallun, irrajinwan, upa, llasaq chakinwan umayta, wiksaykuta ñitisian,

kaypipas maypipas:

chiri wasa Cerro de Pasco orqokunapi,

riti pampa allpaykipi,

rupaq, chin niq yunka, qomer kanchariy yunkakunapi.

(vv. 23-31)  

Escucha, padre mío, mi Dios Serpiente, escucha:

las balas están matando,

las ametralladoras están reventando las venas,

los sables de hierro están cortando carne humana;

los caballos, con sus herrajes, con sus locos y pesados cascos, mi cabeza, mi estómago están reventando,

aquí y en todas partes;

sobre el lomo de las colinas de Cerro de Pasco,

en las llanuras frías, en los caldeados valles de la costa,

sobre la gran yerba viva, entre los desiertos.

(vv. 23-31)  

También debe tenerse en cuenta como antecedente del “Cantar de Túpac Amaru” de Manuel Scorza el poema que Alejandro Romualdo publica el año 1958 en la obra Edición extraordinaria.[12]

Los treinta y nueve versos de “Canto coral a Túpac Amaru, que es la libertad”, sus efectos de simetría y sus reiteraciones confieren al conjunto un ritmo y una sonoridad vivamente entroncados con la letanía. El poema va precedido de una cita: “Yo ya no tengo paciencia para aguantar esto” (Micaela Bastidas).[13]

A continuación se transcribe el poema de Alejandro Romualdo:  

Lo harán volar

con dinamita. En masa,

lo cargarán, lo arrastrarán. A golpes

le llenarán de pólvora la boca.

Lo volarán:

¡y no podrán matarlo!

 

Lo pondrán de cabeza. Arrancarán

sus deseos, sus dientes y sus gritos.

Lo patearán a toda furia. Luego

lo sangrarán:

¡y no podrán matarlo!

 

Coronarán con sangre su cabeza;

sus pómulos, con golpes. Y con clavos

sus costillas. Le harán morder el polvo.

Lo golpearán:

¡y no podrán matarlo!

 

Le sacarán los sueños y los ojos.

Querrán descuartizarlo grito a grito.

Lo escupirán. Y a golpe de matanza

lo clavarán:

¡y no podrán matarlo!

 

Lo pondrán en el centro de la plaza,

boca arriba, mirando al infinito.

Le amarrarán los miembros. A la mala

tirarán:

¡y no podrán matarlo!

 

Querrán volarlo y no podrán volarlo.

Querrán romperlo y no podrán romperlo.

Querrán matarlo y no podrán matarlo.

 

Querrán descuartizarlo, triturarlo,

mancharlo, pisotearlo, desalmarlo.

 

Querrán volarlo y no podrán volarlo.

Querrán romperlo y no podrán romperlo.

Querrán matarlo y no podrán matarlo.

 

Al tercer día de los sufrimientos,

cuando se crea todo consumado,

gritando ¡libertad! sobre la tierra,

ha de volver.

 

Y no podrán matarlo.  

El poema, transparente en apariencia, alude a dos símbolos y en ellos se sustenta. Por un lado, Cristo y el sacrificio; por otro, la tradición incaica, la tortura de Túpac Amaru a manos de sus verdugos en la plaza del Cuzco.[14] Más allá del tenso dramatismo y de la desgarrada violencia con que es contemplada y se expresa la tortura y el aniquilamiento del líder rebelde, un verso repite un único y pertinaz son de bordón: ¡y no podrán matarlo! Obstinadamente, se repite, tras cada estrofa, un anuncio de esperanza.

Según la opinión del crítico Antonio Melis, que prologa la edición de Poesía íntegra, la obra poética completa de Alejandro Romualdo, en un momento de crisis y cambio este texto representa la asimilación creativa de la lección vallejiana. Romualdo intuye la solución para una poesía política que no sea celebración del presente o lamentación sobre el pasado, sino proyección utópica hacia el provenir.[15]

El poema de Manuel Scorza apenas nombra a Túpac Amaru más que en el título; sin embargo, su espíritu es invocado como la fuerza que empuja a las comunidades indias a levantarse contra la opresión. Se inspira en la figura de José Gabriel Condorcanki Noguera (1738-1781). Cacique de Pampamarca, Tuangasuca y Surinama, tenía un origen ilustre: descendía en línea recta de doña Juana Pilcowaco, hija del último inca Túpac Amaru, ajusticiado por el virrey de Toledo en la plaza del Cusco el año 1572.[16]

Según afirma Joseph Pérez, gestionó y consiguió, ante la Audiencia de Lima, ser reconocido por la corona heredero de los señores que fueron de estos reinos.[17] Adopta, así, ante la historia, el nombre con el que entre los suyos ya era reconocido, Túpac Amaru.

Según afirma Antonio Cornejo Polar, la rebelión que promovió es la manifestación mayor de cuantos movimientos son genéricamente reconocibles por sus raíces indígena y campesina.[18] Pero no sólo eso, en palabras de Carlos Daniel Valcárcel, una de las voces más autorizadas sobre el levantamiento de Túpac Amaru según opinión de Antonio Urrello,[19] la rebelión de Túpac Amaru es el movimiento anticolonialista, reivindicador y precursor de justicia social e independencia política más importante que haya tenido el Perú.[20]

Puede decirse que comienza con una protesta contra la tiranía colonial. Le sigue la gestión pacífica dentro del marco de la ley. Cuando los cauces administrativos han sido agotados, Túpac Amaru ensaya la reclamación judicial. Silencio, ineficacia, desinterés son los sucesivos encubrimientos de una doble respuesta: mal gobierno e injusticia. El sábado 4 de noviembre de 1780 estalló la gran rebelión.[21]

Según opinión de Arturo Andrés Roig, la lectura de los documentos del levantamiento muestra dos facetas en el pensamiento y la acción de José Gabriel Condorcanqui Noguera.[22] Por un lado, los documentos exponen, de manera minuciosa, la injusta explotación a que está sometida la población indígena, sobre todo en las minas y en los obrajes textiles. Por otro lado, propone la primera gran utopía de la unidad continental, la idea de una Sudamérica; lo hace a través de un texto solemne.[23]

Alberto Flores Galindo opina, por su parte, que el movimiento de Túpac Amaru reunió una serie de rasgos y características muy diversas, incluso antagónicas. Contenía un programa antifiscal, un propósito integrador, la lucha anticolonial, una base mesiánica y, también, un germen de revolución social. A su parecer, la sublevación de 1780, aun a pesar de los propósitos conscientes y originales de sus líderes, terminó siendo, con la destrucción de iglesias, haciendas y obrajes, con el papel protagónico y violento de las masas campesinas, una “revolución social”.[24]

Ya se ha dicho que el “Cantar de Túpac Amaru” que compuso Manuel Scorza nunca se ha publicado en su integridad, tan sólo pueden leerse ocho de sus divisiones poéticas numeradas. Cuanto pueda decirse sobre esta obra es, pues, provisional. Pero hay aspectos muy concretos que pueden ser comentados.

El poema se abre con una invocación a las comunidades indias, a los hombres que las integran, a los peruanos que viven bajo la injusticia. Son convocados al canto, a escucharlo:

¡Reuníos, reuníos!

¡Hombres del Perú, hombres perseguidos como piojos, hombres pisoteados, hombres tallados a sablazos, hombres que tienen una sola camisa!

¡Escuchad el cantar de la Guerra de los Pobres, oíd el cantar de Túpac Amaru!

(I, vv. 30-32)

 

Este aspecto, el imperativo con que el poeta desea reunir ante sí a quienes convoca, no ya a un auditorio en su mero valor retórico, sino al lector, es una clara muestra de que el poema podría ser inscrito dentro de una poesía de sentido político. Antonio Melis, que ha estudiado los rasgos de que participa este tipo de poesía en el Perú, opina que la profusión de imperativos establece una relación unilineal con el lector.[25] Otro de los rasgos de la poesía política es el empleo de un repertorio metafórico en el que predominan las imágenes convencionales. Éstas, en su alternancia con las provenientes de ámbitos surrealistas, redundan aún más en la anulación de la participación activa del lector. He aquí un ejemplo, la breve división poética III:  

Era invierno.

Era invierno,

en los pasos

aullaba el año famélico.

¡Sólo encontraba carroña!

Era invierno cuando chisporroteó la Rabia.

¿Y dónde humeó la pelea?

¿En Lima, la Tapada?

¿En Huamanga, la Beata?

¿En Trujillo, la Florida?

¿En el Cuzco, por sus tesoros famosa?

 

¡En Tungasuca, la Mendiga, empolló su flamígero huevo la Revuelta!  

Manuel Scorza no quedó satisfecho con esta obra que –quizá– quedara incompleta. Lo cierto es que el poema, en contra de lo que el poeta pretendía, avanza por una vertiente de índole política y no épica. Es en verdad significativo que el poema no llegara a ser incluido por Manuel Scorza en la reunión poética Poesía incompleta. En 1978, le decía a Josep Sarret: No sé si lo voy a publicar [...] tengo ciertas vacilaciones; no estoy seguro de haber logrado dar la auténtica dimensión de Túpac Amaru.[26]  

Juan Gonzalez Soto  

jgsoto@nil.fut.es

Ir a índice de Europa

Ir a índice de González Soto, Juan

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio