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El quejido de la biblioteca

por Ramón Gómez de la Serna

 

Precisamente entre los numerosos tomos que abrigaban las paredes de la Biblioteca era enjugado todo ruido como si le hubieran aplicado una densa pared de papel secante.

Tan extraño era el fenómeno de aquel "¡ay!" que conmovía a veces la nave atestada que el lector impenitente se había achacado a sí mismo aquel suspiro que encapirotaba la flor de un “¡ay!”.

Pero lo evidente, lo último, lo acabado de desglosar era aquel ¡ay! insistente, escape anfisemático de los pulmones de las hojas.

¿Quizás el reloj? Pero el reloj estaba parado como un almanaque de hacía años.

Las rendijas de las ventanas también suelen hablar, lanzando sutiles cosas a través de sus labios semicerrados. Las observó pero solo emitían hojas de papel de viento sin ningún ruido.

El ¡ay! fantasmal y verdadero era un suspirar de lechuza escondida.

¿Quizás en la lámpara, como escape de la luz que espera la noche con ansia de que llegue cuanto antes? Observó la dirección de la lámpara para poder apreciar si salía el suspiro y el ¡ay! de su globo.

Al poco rato comprobó que no, que el ¡ay! suspirado brotaba de detrás de él, de entre los propios libros.

Repasó los títulos por si encontraba alguno tan sentimental que fuesen sus páginas las sensibleras, pero todos eran libros históricos y de heráldica.

El ¡ay! a intervalos desiguales y largos, reaparecía como si contase las treguas de un aburrimiento o una tristeza muy humana.

No podía trabajar con aquella espera del ¡ay! al filo de cuya próxima exhalación se sentía siempre. Ya se dedicó a vigilar aquel ¡ay!, a apostar que volvía.

No pudiendo más se levantó y salió en busca del Marqués dueño de la interesante Biblioteca.

El Marqués escuchó sus observaciones y atraído por el misterio se dirigió con él hacia la biblioteca. El no había podido oír aquel ¡ay! porque nunca hacía estancias largas por aquel sitio enrarecido de su palacio.

Los dos caballeros guardaban silencio y a poco surgió el ¡ay! entonado, que parecía escapar, aplastado como un pensamiento, de entre las páginas de un libro.

—Sale de aquí — dijo el lector.

El Marqués se acercó a aquel plúteo y tomando en sus manos un libro con algo de devocionario para la primera comunión, dijo al lector:

—Aquí está el secreto... Este libro está encuadernado con el descote de una dama a la que quiso mucho mi padre...

El suspiro estuvo desaparecido mientras miraron el libro, acariciando la tersura de la encuadernación, con algo de mano muerta. El ¡ay! se había replegado al sentir la indiscreción. Los dos comprendieron el fenómeno de extremo pudor del libro encuadernado en piel de mujer y como para hacer la última observación dejaron el libro en su sitio y se dedicaron de nuevo al silencio.

Entonces irrumpió un suspiro con un ¡ay! doble, reforzado, como si hubiera estado contenido un largo rato.

 

Ramón Gómez de la Serna
"Martín Fierro" Periódico quincenal de arte y crítica libre

Buenos Aires, agosto 31 / noviembre 15 de julio 1927

Digitalizado y editado por el editor de Letras Uruguay el día 26 de mayo de 2017, se agrega foto

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