Tierra y paisaje

Crónica de Francisco Ferrándiz Alborz

Grabados de Hugo O’ Neill Hamilton

Suplemento dominical del Diario El Día

Año XXVII Nº 1367 - Montevideo, marzo 29 de 1959 versión en pdf.

"Arroyo Minas" Grabado de Hugo O´Neill Hamilton

Un reciente viaje por algunos caminos del (Uruguay, tierra con sabor de tierra, y la meditación ante unos trabajos del grabador uruguayo Hugo O’Neiil Hamilton, tierra elevada a categoría de paisaje, nos inducen a monologar sobre lo que la tierra y el paisaje son como elemento artístico. La tierra es, naturalmente, el elemento básico del paisaje, no hay paisaje sin tierra. Pero, ¿qué es la tierra? Vaya una anécdota sobre lo que la tierra es.

"Castillos. Camino Los Indios. Palmeras" Grabado de Hugo O´Neill Hamilton

En uno de mis viajes de Europa a América, murió en el barco una inmigrante española. Como faltaban cuatro días para tocar el primer puerto americano, el  dilema era fatal. El cadáver debía ser arrojado al mar. S» sacudió el espíritu sentimental del pasaje de tercera, y como la conservación del cadáver requería cierto trabajo con los consiguientes gastos, a escote contribuimos para que el cadáver de la infortunada española fuera enterrado en Chile, donde la esperaba el marido. Un buen cura se había convertido en paladín de esta empresa. Nos hicimos amigos. Para estimular mi contribución me argumentaba en estos términos:

—“Fíjese usted que tristeza, lanzar el cadáver al océano, ese océano inmenso, al que nunca podrá llegar el testimonio afectivo de sus familiares por no saber el lugar preciso del descenso- Mientras que en tierra. . .

—“Disculpe, padre — le ataje — pero el océano también es tierra.

—‘‘Es cierto — me replicó — pero no es esta ocasión para enseñar geografía o cosmografía a esta pobre gente dolorida.”

Me convenció. (Recuerdo que en aquella ocasión, un negrito venezolano, sobre cubierta se golpeaba el pecho, gritando: “Porque nosotros los latinos no podemos permitir esta ofensa (la de arrojar el cadáver al océano) a uno de los nuestros". Por la emoción que expresaba aquel negrito, era mas latino que Mussolini, que por aquellos días hacia alarde de su latinidad cainita).

Para el conocimiento vulgar el océano no es tierra, como tampoco lo es el aire que hace posible nuestra supervivencia sobre la corteza terrestre. Mas, ¿hasta qué punto el arte, en su expresión de paisaje, es una concesión obligada a la tradición obsecuente de los hombres, mutilando casi siempre la expresión total de su mundo interior? ¿Se puede hacer paisaje de abstracción y no de realidades, más allá de las etimologías tradicionales? En función histórica la tierra es la morada del hombre, y en función histórica, función del hombre, es que la tierra sí convierte en paisaje. Por ser función histórica el paisaje es una proyección espiritual que el hombre da al lugar que habita. Donde no hay hombre no hay paisaje, aunque haya tierra. Acaso los místicos, con su “peisaje interior, paisaje del alma”, expresan el contenido terrígeno, súper terrígeno y ultra terrígeno «del arte al enfrentarse con los mundos interior y exterior. En definitiva, todo arte puro es mística, y una nueva mística trasciende del arte contemporáneo. En arte se ha superado la edad de las formas para llegar a la edad de las esencias. Para los pintores del siglo XIX el paisaje se refería exclusivamente a la tierra. Cuando el pintor pintaba al mar hacía “marinas”, como algo diferente al paisaje. Había —se nos ha hablado de ello — una tortura de los paisajistas, marinistas y pintores figurativos ante las dificultades de captación de la autenticidad de la tierra, del mar o de la figura. Un pintor obcecado podía pasar meses, y aun años, para la acabada expresión de unas manos, de una rama de árbol, etc. ¿Y ahora?

Ahora nos encontramos ante la paradoja de que ya no hace falta el color para hacer pintura, como si dijéramos, que ya no hacen falta las palabras para hacer literatura. Un pintor contemporáneo, un Piet Mondrian, por ejemplo, después de su primera época, ya no necesita del color para expresar las cosas en el espacio, sencillamente porque se dedica a desentrañar la autenticidad de las cosas. Lo que le importa es llegar al “número kantiano” (permítase el término), y para ello los puntos y las líneas son más expresivos que los planos, y como todo color implica superficie, Mondrian se evade de ella para darnos lo que entiende como punto de arranque del ser formal, el punto y la línea. Una tortura de esta naturaleza es mucho más tortura que la de los pintores figurativos, pues se trata de la más grande de las torturas, la intelectual.

El proceso artístico de esa dramatización lo podemos comprender también en el Uruguay, donde algo queda, en alguna capilla, de imaginería colonial, en la que las figuras iban hacia la sublimación de lo natural. Luego, en la plenitud del siglo XIX, Blanes, pintura naturalista de expresión histórica, expresa la estructura feudal, o estanciera, de nuestra sociedad. Podríamos señalar a Federico Carlos Sáez como expresión de una etapa inmediata, retratos de una nueva era política, la de la burguesía, en la que el hombre ya no es imagen sublimada hacia la divinidad ni evocación histórica, sino él por si mismo. Con Figari aparecen las masas olvidadas, las oprimidas, las ofendidas y humilladas, y es como una nueva luz de paisaje espiritual que se apodera de la tierra para darle nueva dimensión. Hundidas las imágenes, en el altar los héroes, descompuesto el buen burgués. Figari descubre al hombre auténtico, fermento de la nacionalidad: blancos, negros, mulatos, mestizos, el hombre como síntesis de una integración nacional sin retoricismos. Figari se adelanta a literatos — excepción de Eduardo Acevedo Díaz— sociólogos, juristas, a todas los intelectuales, para mostrarnos nuestra realidad en fusión y función de sociología y de política, de arte y de historia. El arte ha sido una gran fuerza catalizadora de las reacciones sociales, pero con la diferencia de que él mismo ha sufrido transformaciones a la par de haberlas provocado en la sociedad. Y así se explica el advenimiento de Rafael Barradas. Su vida pictórica transcurrió en España, pero llevó a la corriente modernista europea Lo que ya alumbraba en el seno de su intimidad uruguaya; la afonía de un mundo que desaparece y el alumbramiento de un nuevo mundo. En primer lugar, su preocupación por la plástica pura y luego la mutilación do loros* de las imágenes, pues ellas son de un patetismo que no puede expresarse con e! grito de la boca m con el pasmo -de los ojos; él comienza a hacerlas aparecer modas y ciegas. Barradas es un místico, un no conformista, ni con el arte por el arte ni con la vida, y murió ftacrifíesdo por su propia tortura de inconformidad. No se ha hecho justicia a Barradas Esperemos que algún día se le haga creando su museo para lección de los artistas del futuro. Y en esta gradación de creaciones artísticas, consecuentes con un mundo en descomposición y recomposición, aparece Torres García. Su constructivismo es de especulación intelectual. Lo fundamental parn él es saber qué es lo que se quiere y cómo expresarlo. Nos hallamos ya en la cima de un proceso de creaciones esenciales, superando los aspectos accidentales del arte.

"Sembrado" Grabado de Hugo O’ Neill Hamilton

"Sierra" Grabado de Hugo O’ Neill Hamilton

¿Qué relaciones guarda todo esto con la tierra y el paisaje? Sencillamente, que si bien no diremos como Oscar Wilde en la paradoja de que “la naturaleza imita al arte'". es evidente que el arte acompaña a la historia en las grandes transformaciones — se adelanta a ellas en los tiempos de crisis — y que todo cambia en su valoración; naturaleza, tierra y paisaje Nuevas ideas, consecuentes con nuevos hechos, modifican el mundo de los artistas, por lo que el paisaje ya no es sólo el pedazo de tierra que recreamos sino nuestra propia sensibilidad sobre un detalle de la naturaleza.

A la par de este aspecto revolucionario, cambiante, del arte, hay otro, que podríamos llamar meditativo, de contemplación de la naturaleza en sí, como en el caso del grabador uruguayo Hugo O’ Neill Hamilton, algunas de cuyas obras reproducimos O’ Neill nos ofrece serenidad, objetividad, sencillez, naturalidad más que naturalismo. Y lo tan difícil de conseguir en el grabado: aire y luz, y una línea suave para llegar a la melancolía del paisaje en la contemplación de cada hora.

El paisaje uruguayo está pidiendo a gritos la comunidad de los artistas plásticos. Más allá de las teorías, de las escuelas y de las abstracciones, hay una realidad que pide teoría, escuela y abstracción para ser representada artísticamente. El paisaje uruguayo es de una suavidad deleitosa, suave de línea, sí, pero tenso en las perspectivas, con un dramatismo de grises bajo el sol que constituyen problema de difícil solución pictórica. Pero no es esta dificultad la que aleja a los artistas sino el desamor a lo nuestro, la falta de emoción y de espíritu ante el panorama de nuestra propia tragedia, a la vez que un desprecio burgués, rastacuero, por lo que brota de la sencillez de los hombres y de la luz natural de nuestro paisaje.

 

Crónica de Francisco Ferrándiz Alborz

Grabados de Hugo O’ Neill Hamilton

 

Suplemento dominical del Diario El Día

Año XXVII Nº 1367 - Montevideo, marzo 29 de 1959 versión en pdf.

Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación

Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)

 

Ver, además:

 

                     

                    Francisco Ferrándiz Alborz en Letras Uruguay

                    

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