Entrevista sin palabras

Gabriela Mistral

Crónica de Francisco Ferrándiz Alborz

Suplemento dominical del Diario El Día

Año XXIII Nº 1104 - Montevideo, marzo 14 de 1954 versión en pdf.

Gabriela Mistral dialogando fraternalmente poéticamente,
con el maestro español de generaciones poéticas, Juan Ramón Jiménez.

Fue durante loa terribles años de la Guerra Española. Sombrío el horizonte de nuestro porvenir, sólo derrotas cosechábamos De nada nos valía el valor, la justicia de nuestra causa, el peligro que se cernía sobre el mundo si en la contienda resultaba vencida la República Española. Los mas obligados en ayudarnos nos abandonaron a los primeros días. Y quien voceaba su ayuda, la U.R.S.S., lo hizo para robarnos nuestro tesoro mercantilizando el heroísmo de nuestro pueblo.

En el derrumbe general de nuestras posiciones, nos impulsaba a seguir luchando el reiterado mensaje alentador de los más finos espíritus del mundo. Vivíamos convencidos de que los mejoren estaban con nosotros. No podíamos desertar de nuestra misión histórica. Llegariamos hasta el fin, aunque la derrota la sentíamos inminente, por el aire de claudicación traicionera que se respiraba en el mundo.

Que los mejores estaban con nosotros, lo expresaban elocuentemente adhesiones como las de Albert Einsten, en representación de la ciencia: Tomas Mann, en nombre de la alta literatura; Jarques Maritain, recogiendo el nuevo contenido filosófico de los católicos: Bernard Shaw efigie de un humor trascendente; John Dewey, con au magisterio de ciencia pedagógica: Waldo Frank, mensajero de la nueva inquietud americana; Bertrand Russell, filosofía y matemática al servicio del hombre; Julián Huxley en nombre de la biología, y tantos otros de Europa, Asia y América, soldados del pensamiento en la lucha contra los despotismos.

Pero lo que más nos reconfortaba era el menaje de los espíritus de nuestra estirpe, los intelectuales de Hispanoamérica. Ellos eran el testimonio de que el espíritu hispánico sólo en clima de libertad puede recrearse, por ser consubstancial con la libertad. Y cuando en uno de los tantos manifiestos de intelectuales, adhiriéndose a la causa de la democracia española, vimos la firma de Gabriela Mistral, entonces refirmamos la convicción de que nuestra causa era justa, digna de ser defendida. Gabriela Mistral, por sensibilidad, por vuelo de alma, por palpitación cordial, necesariamente debía situarse al lado de lea causas justes. Y con ella nos venia la gloria del verbo hispánico con perspectiva de Pompa, elevación de Andes, horizonte de Pacifico. Lo más grande en majestad de tierra y agua que haya recreado el verbo de un poeta. Y ella estaba con nosotros.

Esta adhesión bien nos reconfortaba por la derrota. ¿Acaso ella no había dicho, líricamente, como ella, sólo ella sabe decir las cosas, que España tenía la dicha de ser perdedora? Y afirmaba que esa virtud ignorada, despreciada por los hombrea, sólo la practicaban Jesucristo y España. Y perdimos nosotros, los de la España con dicha misionera de perder. Pero no importaba. El pueblo español daba sangre para que los poetas tuvieren nuevos motivos de canto, y Gabriela Mistral nos daba lo único que compensa la sangre de los mártires: poesía.

Los títulos de sus libros fundamentales definen su verbo: "Desolación" y “Ternura". Anunciados así, correlativamente, encierran una filosofía de la vida. Por la desolación interior se llega a la floración de la ternura. Y ella, así como estuvo con los desolados de siempre: los huérfanos, y con los que en contacto diario con la desolación de las criaturas ae imponen la misión de inculcar ternura en las almas los maestros: ella, por ley de gravedad espiritual había de estar con el pueblo más desolado del mundo en el vía crucis de su guerra: el pueblo español. Con su adhesión a nuestra causa, no hacía sino afirmar el contenido de su poesía.

Pero... nuestra gran Poetisa, nuestra en cuanto españoles, además de lo otro, no sabemos si por haber perdido su desolación ha perdido también su ternura. No queremos decir que el Premio Nobel de Literatura la haya envanecido hasta el grado de desarraigarse de su propia raíz vital. No es eso. En realidad, Gabriela Mistral es de los pocos laureados que honran al premio, y nada necesitaba de él para su consagración definitiva. Es fácil que su injusticia —la que ha cometido con loa españoles— obedezca a una reacción incontenible contra la otra España. He aquí el caso:

Hace ya bastante tiempo, en “La Nación" de Chile, se publicó una entrevista que el catedrático chileno Juan Urbe Echeverría hizo a Gabriela Mistral, quien, reaccionando violentamente contra los sondeos que le vienen haciendo los agentes del franquismo para conseguir su adhesión al oficialismo español, dijo:

“Siempre me dicen estos Felipitos —porque todos los españoles se creen Felipes Segundos— que yo les debo la lengua y la sangre Yo no les debo nada. Yo soy india y vasca”.

Gabriela Mistral esta en su derecho de querer ser lo que quiera ser. Su nombre de pila es Lucila Godoy Alcayaga, ascendencia vasca ¿India? ¿Por qué no? Pero a lo que no tiene derecho es a querer que sean los demás lo que a ella se le antoje, entre otras cosas, que seamos todos los españolea Felipes Segundos. Ella sabe que España y los españoles hemos sido los más señudamente perseguidos y diezmados por los Felipes Segundos que el cesarismo germánico sembró en España, endiosado por el espíritu inquisidor de un vasco, Ignacio de Loyola. Contra ellos viene luchando el pueblo español, desde las Comunidades de Castilla hasta nuestros días. ¿Nada representan el millón de demócratas españoles muertos en la Guerra Española, entre ellos medio millón asesinados, bendecidos los asesinos por la iglesia católica? Pues el inquisidor general del reino falangista es el obispo de Madrid-Alcalá, Eijo-Garay, vasco por los cuatro costados y ex agente comunista contra el liberalismo de su pueblo.

Sabe también Gabriela Mistral que, en el siglo XIX, fue en el paía vasco y en Cataluña, que los llamados requetés, soldados del pretendiente don Carlos, asolaron dichas regiones en guerras fratricidas, pretendiendo nada menos que establecer la monarquía absoluta, precisamente la de Felipe II, y que los carlistas vascos fueron los más sanguinarios perseguidores del espíritu liberal en aquel período histórico de España. Le recodamos las palabras de un vasco, Miguel de Unamuno, que a su vez recordaba la indignación de un cura vasco gritando a sus fieles: “No aprendáis el castellano, que es la lengua de los liberales”.

Sería injusto olvidar a los vascos que en la Guerra Española lucharon codo con codo con los demás sectores del pensamiento democrático español. Pelearon como bravos, supieron sufrir y morir con dignidad. Pero en su misma tierra hallaron sus verdugos. La barbarie del fanatismo vasco alcanzó aberraciones que espantan por su monstruosidad, pues en ellos se halla arraigado el espíritu vesánico de los Felipes Segundos.

“Porque todos los españoles se creen Felipes Segundos". ¿Lo cree así Gabriela Mistral? Recuerde, recuérdelo bien nuestra gran poetisa! Desde el corazón del Sahara, en las orillas del Tchad, desparramándose luego por el Norte de África, bajo las banderas de Le Clerc y Montgomery, decenas de miles de españoles lucharon y murieron. Desembarcaron en Italia y Francia empujando a la barbarie nazi-fascista. Fueron los primeros en liberar a Paris. Siguieron avanzando por Alemania, habían luchado en Narvik, siendo los últimos en la retirada de Dunquerque. Toda la Europa liberada se halla sembrada de tumbas de españoles. Hace poco, en la ciudad de Annecy (Francia), se ha erigido un monumento cuya dedicatoria dice: "A los españoles muertos por la libertad". ¿Cree usted que eran Felipes Segundos? Pues si usted lee los nombres y apellidos de los miles y miles de estos muertos, verá usted que en su casi totalidad no son vascos, precisamente.

En buena hora indígnese usted contra los botafumeiros de falange, pero no sea injusta. Si hay algo, principio, teoría o sistema, que no comulga con el espíritu español, es precisamente ti cesarismo absolutista, que siempre se nos ha impuesto desde fuera: la Santa Alianza con los cien mil hijos de San Luis en el siglo XIX y en el XX con los cuatrocientos mil hijos de Mussolini, Hitler, Mahoma y Pío XIL.

¿No cree nuestra poetisa que saris conveniente armonizara su racismo de ahora, que nada debe a los españoles, según usted, con su propio espíritu? Porque usted se llama Lucila Godoy, nombre armonioso, auténtico nombre poético por su eufonía. Sin embargo, usted buscó otras resonancias para lanzar su misión poética. Cambió su nombre por el del Ángel de Fortaleza bíblico, semita, con declinación femenina, y como apellido el símbolo de una cigarra mediterránea, provenzal. Como si en su alma anidase una contradicción entre lo que es por su sangre, vasca o india y lo que desea ser por espíritu. Pero siempre estará a tiempo para armonizar esta contradicción, acomodando su poesía a su nombre de pila. Y para mayor armonía esperemos comience a escribir poesía en vasco y en araucano. Lo decimos sin reticencia, convencidos de que no es el lenguaje lo que da alma a las criaturas ni a los pueblos, sino el estilo, y el estilo de Gabriela Mistral, aunque le pese, es español, rotundamente español. Chileno naturalmente, hispanoamericano por ley de expansión, ecuménico por su panteísmo sensual, pero español por herida del corazón.

¿Lo considerará esto como un desdoro? Es una de sus prerrogativas. Pero en español, y no como lenguaje, sino como estilo de vida expresaron Bolívar y Artigas, y San Martín, y el cura Hidalgo, y Martí, su mensaje liberador de pueblos. Con sangre vasca o no vasca los forjadores de la independencia de Hispanoamérica hablaron un estilo de vida hispánico, liberador. ¿Fueron ellos también Felipes Segundos reaccionando como reaccionaban como españoles al enfrentarse con el destino de América?

¿Fueron Felipes Segundos Don Quijote y Sancho, y cuantos símbolos rebullen en la cultura universal, sacados del venero cuantioso del alma popular española, con su Celestina golpeando los repechos de la duda, y Don Juan desafiando el poder del dios teológico de los dogmas? Y este morir desde siglos buscando aventura para la  afirmación de la personalidad, dando vuelta al mundo y dejando huella imborrable de paso por todas las latitudes, ¿es precisamente alma de Felipe Segundo, cuya ambición se estrechaba en el recinto de una sacristía con un monumento de escorias para recuerdo, aunque el arte lo sublimara para testimonio de la historia?

Gabriela Mistral, fuerte y beata, llena de gracia. Déjese de indignaciones negativas. ¿Cree usted merece la pena indignarse porque los desalmados entronizados por la brutalidad, crean que la pesía puede ser patrimonio de los brutos? La quieren catequizar, parece que en ellos es domesticar. Almas serviles, consideran al hombre como una entidad servil. Desprécielos,. pero, por favor, no rebase los limites de su ¡indignación y desprecio, hasta el grado de ofender su propio estilo de vida. Como dice el pueblo, no escupa al cielo. El estigma caería sobre su propio rostro y se deformaría, perdiendo lo que desde hace tantos años hemos visto y sentido quienes le seguimos con afán penitente de poesía: un duro metro de madre de España a la que el dolor e infortunio de sus hijos le han quitado la posibilidad de lágrimas porque sólo llora para adentro, mordiéndose les lágrimas.

 

Crónica de Francisco Ferrándiz Alborz (Especial para EL DIA)

Suplemento dominical del Diario El Día

Año XXIII Nº 1104 - Montevideo, marzo 14 de 1954 versión en pdf.

Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación

Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)

 

Ver, además:

 

                     Gabriela Mistral en Letras Uruguay

 

 

                                                      Francisco Ferrándiz Alborz en Letras Uruguay

 

Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce   

Email: echinope@gmail.com

Twitter: https://twitter.com/echinope

facebook: https://www.facebook.com/carlos.echinopearce

instagram: https://www.instagram.com/cechinope/

Linkedin: https://www.linkedin.com/in/carlos-echinope-arce-1a628a35/ 

 

Métodos para apoyar la labor cultural de Letras-Uruguay
 

Ir a índice de crónica

Ir a índice de Francisco Ferrándiz Alborz

Ir a página inicio

Ir a índice de autores