Entrevista sin palabras Carlos Sabat Ercasty Crónica de Francisco Ferrándiz Alborz Suplemento dominical del Diario El Día Año XX Nº 975 - Montevideo, 23 de setiembre de 1951 versión en pdf. |
Érase un hombre prendido a la poesía, érase un descomunal poeta. Pero, además de eso sentimos a su lado una sensación de recia humanidad. Fuente, hercúleo en la talla de su osamenta, como labrado a golpes de hacha. Con sus melenas y su rostro nos evoca un pionero con algo de pastor puritano, Biblia en una mano y esteva en la diestra marcando surco sobre la tierra virgen. Tiene también prestancia militar, con su mirada frontal, rectilínea, siempre a la altura del hombre. Su voz... Yo la oí antes de hablarle, la oí en la lejanía de mis recuerdos. La misma voz de bronce que brotaba del ventanal de un campanario aldeano en el crepúsculo de mis valles serranos. La oí también entre las sombras del crucero de las iglesias campesinas. Una voz clara de bajo, profunda de vibraciones subterráneas, y una risa franca de cascada de fuente sobre la piedra de la cordialidad. Todo esto, poesía, y aire, y voz, y risa, le viene por las rutas de su sangre. De la Cataluña costanera heredó la impronta lírica de su ritmo. La pastosidad prosódica de su verbo rutilante, tiene sabor a vino rancio de lagar casero y a corteza de pan de hogaza saturada de aceite de oliva. Pero si su alma, en la parcela paterna, tiene la medida y cadencia de una sardana, por la parte materna se saturó de retama, pino y vértigo de catarata pirenaica sobre los roquedos navarros. Ímpetu de torrente, grito de gesta, clamor de brazos rudos frente a la bestia bravía, y el pecho abierto contra los vientos y las acechanzas de los hombres.
Cuenta, como en narración didascálica, el entrevero de su mestizaje espiritual y
biológico. Su padre, un militar, compañero de pronunciamientos del general Prim.
La desgracia de los duelos políticos le obligo a cruzar el Atlántico, cerrando
con parentesis marinero la primera etapa de su vida. Pero abrió otro
paréntesis en la tierra uruguaya. Se hizo maestro de armas, y enseñó a un grupo
de militares a manejar sable y bayonetas, para que la muerte, en los campos de
batalla, no futra ya un degüello sino un duelo. El, también fue mano dura para
blandir espadas, y parece que desde entonces la luz de acero se le prendió en
los ojos, reflejándosele en el sentimiento para convertírsele en movimiento
poético Yo oí su grito. En Méjico, como un lazo tendido para los extremos de la tierra común, su "Alegría del Mar". En la isla de Cuba, con brisa de cocoteros y tifones de mar caliente, su "Alegría del Mar”. En las seis repúblicas istmeñas, con la amargura de las seis fronteras aisladoras de seis corazones, su ‘'Alegría del Mar". En Venezuela, con el mismo torbellino liberador heredado de Bolívar, hoy apagado, su “Alegría del Mar" En Colombia norteando ríos, de liberalismo ingenuo y conservatismo cavernícola, su "Alegría del Mar". En Ecuador, sobre el cráter central de su avenida de volcanes de cabeza nevada, su "Alegría del Mar". En Perú, con tradición, sierra y dictadura, su "Alegría del Mar”. En Bolivia, con indio, puna y quena, su "Alegría del Mar". En Paraguay, con misterio de tierra caliente y corazón de fuego, su "Alegría del Mar". En Chile, con dilatación de ala de cóndor, su "Alegría del Mar". En la Argentina de plurales ecos continentales, su "Alegría del Mar". En Brasil de selva y ríos como mares, su "Alegría del Mar", y en la España de la. dilatadas playas espirituales, hoy secas de jugo de alma, su "Alegría del Mar". Dio el altiplano de todo el continente y a los hombres de todas sus latitudes un rumor de ola refrescante. El mar se hizo, gracias a su poema, mensaje de verbo en la comunión de los pueblos hermanos, Y chocó contra las escolleras cordilleranas, deslizándose suave por los valles donde el cacao se hace piña y el café florece bajo las sombras de los plátanos. Miles de bocas sintieron sabor salino de ola. Incluso los hombres que vivían a la orilla del mar físico, descubrieron el ímpetu de la mar bravía, cuyas olas se rompen contra las rocas. Era una mar nueva, con alegría esforzada de hombre, con rumor de corazón filtrando sangre purificada. Fue un mensaje de intima aleluya que incitaba al entusiasmo y a la acción. De una violencia cósmica, sana de intenciones, con propósitos de vida en delirio constructivo. Y siendo su mar de oleaje de agua salina, da la sensación de remolino de selva sacudida por el huracán. Es un mar con pulpa de fruta tropical, durazno del sur y jugo de guayaba. En este poema, como en todos los suyos, hay un afán de eucaristía por la que los hombres y las se transforman en fuerza renovadora de impulsos, en hermandad de aspiraciones para el bien común. Siendo clara en el fluir frondoso de las imágenes, su poesía resulta misteriosa a la vez. Se desprende de ella el contrapunto de influencias teosóficas, panteístas, cristianas, de voluntad de potencia como la predicaba Nietzsche, ritmo libre, mas que libre desatado, como lo practicaba Whitman. ¿De donde le brota esa fuerza y esa frondosidad? La claridad de sus ojos nos muestra un ventanal de verdes panoramas. De la tierra, contacto de la tierra madre que le nutre y sobre sus plantas, raíces de carne y espíritu, se van nutriendo de la misma savia que las plantas y los animales. Pero el iris de sus ojos sabe a color azul de cielo despejado y a gris de mar costanero, un mar con sabor a tierra que arrastra los ríos con verde de camalote. Su fuerza es su tierra y su voluntad generadora de criaturas en patriarcal fecundación de clanes espirituales. Su fuerza es afán de dejar huella de su paso, conciencia de hombre y de artista, para quien el arte cumple una doble misión de deleite estético y de voluntad creadora. Porque el arte el deseo incontenible de recrear el mundo a nuestra imagen y semejanza, saturándolo de nuestro aliento, de nuestra caricia, de nuestra esperanza, hasta dar forma y sentimiento a nuestro sueño, ese sueño que todos los mortales llevan en el nido del corazón y que solo los predestinados dan vida nutriéndolo de su propia sangre. Su poesía es una constelación de estrellas para la prosodia de las anunciaciones anímicas. La muerte no deja huella sobre su verbo ni la vida es cosa que morir pueda en el interrogante de las renunciaciones:
"A veces, la Tierra, viejo y hambriento sepulcro y me vences con la ignota flor no abierta".
¿Que es mejor, y qué es peor? los tiempos yacentes que nos invitan desde la nada las horas no vendas desde las simientes del tiempo El tiempo es, el gran
sembrador, el indice valorativo de nuestra conciencia, pues en el tiempo
es que ella adquiere forma y juicio. Y de la semilla de esa conciencia
temporal, de la contradicción filosófica del acontecer en el tiempo y en el
espacio, brota la potencialidad dominadora de la poesía de Sabat Ercastv:
"Perduro ante el enigma de mi propia obra, No podría levantarme hacia ellas sin subir a ellas con mis propias muertes"
oh prodigioso, oh trágico, oh humano martirio, vengo a correr en el asombro y en la sombra sobre el filo de todos los presentes". Su poesía es una metafísica de la sensibilidad y de la intuición trascendente. No busquemos en ella la rima clásica ni la imagen que haga objetiva la comprensión. Si se nos preguntara cuál de sus poemas preferimos, nos veríamos en gran aprieto de selección. En un parque podemos distinguir un árbol, pero no así en la selva. Toda la poesía de Sabat Ercasty forma una selva en la que los árboles desaparecen, y aparece ante el pasmo de los sentidos la inmensidad verde, con brumas que brotan de su propia entraña de savias, dándole superficie de mar. Cuando las brumas se desvanecen, entonces los ríos — vertientes de su sangre cordial — cruzan el verde mar de su fantasía y resuena en nuestra ¡imaginación una sinfonía cósmica, como en rotación de estrellas. |
Crónica de Francisco Ferrándiz Alborz
Suplemento dominical del Diario El Día
Año XX Nº 975 - Montevideo, 23 de setiembre de 1951 versión en pdf.
Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación
Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)
Ver, además:
Carlos Sabat Ercasty en Letras Uruguay
Francisco Ferrándiz Alborz en Letras Uruguay
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