A través de los cristales del almacén y despacho de bebidas empañados del noble polvo de la tierra, Chichín Álvarez, uno de sus dueños, vio llegar a don Lino, el gaucho forastero, que en ese momento se acercaba al palenque para apearse y dejar allí su caballo. Por eso, como era su costumbre, se adelantó a servirle su habitual copita de grappa Valle Viejo.
El recién llegado saludó al comerciante y a los parroquianos que estaban en las mesitas del salón y mientras de tanto en tanto tomaba un sorbito del alcohol de su preferencia, empezó a hablar de bueyes perdidos, hasta que uno de los parroquianos le preguntó qué noticias tenía de su amigo el Cholo, personaje legendario a quien nadie conocía, salvo el propio don Lino.
-¡Ah, tá que lo tiró qué Cholo este! Al él le gusta la guerra, la acción y no puede vivir un momento en paz. Primero se mandó la guerra de la Tirpe Alianza, que lej conté a ustedej la vej pasada, y después se fue a la Segunda Guerra Europea.
Un parroquiano que al parecer no sabía de los errores y tergiversaciones del gaucho forastero (que desde luego no cometía de mala fe, pobre hombre) que los demás toleraban generosamente, le observó:
-Usted quiere decir la guerra de la Triple Alianza, no Tirpe Alianza, don Lino.
-¡No, no, mi amigo! ¡La Tirpe, la Tirpe Alianza! ¡Usté está mal informa o está!
-La Tri-ple, don Lino, la Tri-ple.
-¡Y bueno, la Tirpe, la Tirpe! ¿Y yo qué dije? ¡Ni que habláramos en japonés!
El parroquiano movió la cabeza con resignada paciencia, agregando:
-Pero eso fue hace mucho tiempo y ni el Cholo ni nosotros habíamos nacido. En cuanto a la Segunda Guerra, fue Mundial, no Europea como dice
usted. Y esa también terminó hace mucho y tampoco el Cholo y nosotros habíamos nacido.
-No, mi amigo, veo que usté está muy mal informao. El Cholo intervino en esa guerra de la Tirpe Alianza y apenas terminó, y supo de la Segunda Guerra Europea se jué para allá y se enroló en las tropas de Benito Musolino. Lo mandaron a peliar al frente alemán contra el ejército de Jítlere y el de De Gol, al que llamaban El Zorro del Desierto, y yo me arrecuerdo de eso como si juera hoy . Después agarran y lo destinan a Rusia a las órdenes de José Stalino. Y al final regresa a Buenos Aires sin ningún rajuño. Porque algunos vuelven estropeados, sin una pata o sin un brazo, pero él no, vino lo más pancho como si hubiera ido a comprar fósforos al kiosco de la esquina.
Tras tomar el resto de su grapa y pasarse el reverso de la mano por los bigotes y los labios, añadió:
-¡Tá que lo tiró qué Cholo este! Él no puede estar un momento tranquilo, en paz. Es como el Ches Guevara ese, que después se copió de él.
Tras esto, saludó con un panorámico ademán a todos los presentes y se fue. No pagó porque era costumbre clásica en ese boliche que todo el mundo pagara a fin de mes.
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