La huella de Walt Whitman

por Guillermo de Torre

Suplemento dominical del Diario El Día

Año XXXVII Nº 1918 (Montevideo, 12 de abril de 1970) pdf

La vida y la obra de Walt Whitman han sido va suficientemente estudiadas. Terrenos más intactos que el de la rebusca biográfica y la paráfrasis de los versos puede ofrecemos el rastreo de sus huellas en la poesía europea y particularmente en la de nuestro idioma. Porque Walt Whitman, como cumple a su vastedad, a su anhelo de expansión plural (su universo es, en rigor, un “multiverso”, dice J. Cowper Powys en "The pleasures of literature”), a la exuberancia de gérmenes contenidos en sus cantos, ha sido uno de los poetas que mayor reguero dejaron. Con una inevitable jactancia profética, pero con indudable clarividencia, ya él mismo lo presagió, advirtiendo a los poetas futuros que él era un hombre que “divagando a lo largo, sin llegar a detenerse, deja a los venideros el cuidado de examinarle y definirle”.

Veamos, pues, primeramente algunos de sus reflejos en la poesía francesa. ¿Quién inventó el verso libre? —se preguntaba un historiador y antologista del simbolismo, Jethro Bithel en “Contemporary French Poetry”, 1912). Algunos —contestaba— dicen que fue Rimbaud en “Les Iluminations”, otros dan los nombres de Jules Laforgue y de Gustave Kahn, pero el primer ejemplo estuvo en las versiones de Walt Whitman, hechas por el poeta franco-norteamericano Vielé - Griffin. Por lo demás, el predicamento de Whitman en los primeros tiempos del simbolismo se halla reconocido por Rémy de Gourmont (“Promenades littéraires”) y consta en la famosa antología de Van Béver y Léautaud (“Poetes d’aujourd’hui”). Reflejos del verso whitmaniano se hallan también en los versículos de Paul Claudel, en el André Gide de "Les nourritures terrestres”, en el Emile Verhaeren de "Les villes tentaculaires”.

Pero aunque evidente desde 1889, la incorporación de Whitman a las letras francesas sólo adquiere amplitud cuando León Bazalguette publica, en 1908, una traducción completa de las “Hojas de hierba”, acompañada de una copiosa y entusiasta biografía, “Walt Whitman, L’homme et l’oeuvre”, 1926. Años después su influencia en la formación del unanimismo es, según varios críticos, capital. Sin embargo, yo estimo que ese decantado influjo es más formal que profundo. Tanto Jules Romalns como sus colegas de “l’Abbaye’’ unanimista (1908), Georges Duhamel —quien algo más tarde novelizó algo burlescamente el experimento en "Le désert de Biévres”—, Charles Vildrac. René Arcos y los demás tomaron únicamente de Whitman un vago anhelo de efusión plural, pero no su fuerte ímpetu democrático, su júbilo vital. Así, por ejemplo, seria difícil paralelizar las estrofas de “Drum - Taps” con las de “Europe”.

Mayor afinidad whltmaniana ofrecen las obras de otros poetas independientes. Así el cosmopolitismo de Valéry Larbaud en los hermosos "Poémes d’A. O. Barnabooth”; el afán de desdoblamiento plural visible en ApoHinaire, y no sólo en “Zone” —la inolvidable poesía que abre “Alcools”— sino en varios cuentos de "L’Hérésiarque et Cié” y de "Le poésie assasiné”. Como un homenaje de las letras francesas, a lo largo de dos o tres generaciones, puede considerarse la compilación de las traducciones de Whitman hechas por Laforgue, Fabulet, Gide, Larbaud, Schlumberger y Vielé - Griffin.

En este rastreo de pistas whitmanianas, anotemos ahora las que pueden advertirse en la poesía de nuestra lengua.

Unamuno, en un capítulo de “El espejo de la muerte”, titulado “El canto adánico". capta magistralmente el sentido —uno de los sentidos— de la poesía whitmanlana. Replicando a un amigo que le preguntaba si eran poesía “esas enumeraciones de hombres y de tierras, de naciones, de cosas, de plantas”, contenidas en las “Hojas de hierba", le replica: “Cuando la lírica se sublima y espiritualiza, acaba en meras “numeraciones, en suspirar nombres queridos. La primera estrofa del dúo eterno del amor puede ser el “te quiero, te quiero mucho, te quiero con toda el alma”; pero la última estrofa, la del desmayo, no es más que estas dos palabras: ¡Romeo! ¡Julieta! ¡Romeo: ¡Julieta! El suspiro más hondo del amor es repetir el nombre del ser amado, paladearlo haciéndose miel la boca”.

Reflejo confesado de Walt Whitman hay en uno de los mejores poemas que ha compuesto Ramón Pérez de Ayala: se trata de “La última novia”, en su libro “El sendero innumerable”. Traduce literalmente varias estrofas del “Canto a mi mismo” y parafrasea otras, transformándolas en el sentido central de su propia composición. También el mismo autor, en un capitulo de otro libro, “Hermán encadenado”, y al glosar el concepto antropocéntrico de Whitman, testimonia su comprensiva devoción al gran poeta.

Más tarde, en los primeros tiempos del movimiento ultraista, hubo algunos poetas que pretendiendo aplicar su inspiración a los motivos dinámicos del mundo occidental, marcaron su dilección por Whitman. Sin embargo, para encontrar algún equivalente del tono whitmaniano, necesitamos llegar a un poeta desvinculado de aquel grupo, no obstante sus intenciones afines. Aludo al malogrado Ramón de Basterra y a su libro “Vírulo: Mediodía”. Basterra, superado el primer momento futurista de pasmo admirativo ante las máquinas, y su consiguiente e ilírico reflejo directo en la poesía, llega a algo más, a su traslación, a su recreación poemática en nuevos símbolos. Reléase —léase, puesto que es casi ignorada— su serie titulada ‘‘Nuevo fabulario”, cuya ambición épica evoca por momentos el poema “Crossing Brooklyn Ferry” de Whitman. “Al palpar a las grúas / yo me sentía Esopo entre otros animales”, canta Basterra.

Ahora bien, quien puede recabar el más noble y acusado abolengo whitmaniano es León Felipe. Lo evidencian sus admirables libros desde “La insignia” hasta “El gran responsable”, pasando por “Español del éxodo y del llanto”. "El poeta —tal su certero "slogan”— habla desde el "nivel exacto del hombre”. Y, como Whitman, aspira a identificar su voz con la voz plural, al cantar las gestas y derrotas del hombre español en los últimos tiempos.

Finalmente, como testimonio marginal, en las secuencias whitmanianas, recordaré el de Federico García Lorca. En su “Oda a Walt Whitman", de “Poeta en Nueva York”, se asoma audazmente a cierto misterio aciago de aquella vida —que aquí, y como los testimonios son contradictorios, he preferido rehuir—. mezclándolo con una patética visión urbana neoyorkina, para terminar en tono de absolución: “Y tú, bello Walt Whitman, duerme a orillas del Hudson / con la barba hacia el Polo y las manos abiertas. / Arcilla blanca o nieve tu lengua está llamando / camaradas que velen gacela sin cuerpo”.

Guillermo de Torre

Suplemento dominical del Diario El Día

Año XXXVII Nº 1918 (Montevideo, 12 de abril de 1970)

Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación

Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)

Ver además:

                      Walt Whitman en Letras Uruguay                   

                                                      Guillermo de Torre en Letras Uruguay

Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce   

Email: echinope@gmail.com

X: https://twitter.com/echinope

facebook: https://www.facebook.com/carlos.echinopearce

instagram: https://www.instagram.com/cechinope/

Linkedin: https://www.linkedin.com/in/carlos-echinope-arce-1a628a35/ 

 

Métodos para apoyar la labor cultural de Letras-Uruguay

 

 

 

Ir a página inicio

 

Ir a índice de Ensayo

 

Ir a índice de Guillermo de Torre

 

Ir a índice de autores