Cada punto de aire es un punto de belleza.
Sólo hay que mirar y saber mirar.
Nada tiene que ver con el culto al cuerpo.
Cada cosa tiene su verso y el verso es uno.
Y uno tiene que hallarse y quererse.
Descubrirse en la verdad, ser la verdad.
Porque el abecedario de la hermosura,
más que encendernos nos trasciende:
es un estado de gozo, un estadio de gloria.
No hay mejor ruedo que la belleza humana
amándose a corazón abierto,
ni ánimo más vivo que el florilegio
del alma y el florecimiento del amor. |