Al mundo le falta que el batallón
de los humildes tome la tierra
que han acomodado para sí
la legión de soberbios encumbrados.
También le sobra al mundo
plazas en los que la venganza
se sirve como menú de héroe
para cerrar heridas abiertas.
Y es que las personas todavía
destruimos más que construimos,
ponemos armas en vez de alma,
y la sabiduría al servicio de la maldad.
Deberíamos saber otros saberes.
Saberes que nos hermanasen.
Sólo así las cuerdas de la existencia
pueden conjugar poesía con paz.
Por uno mismo empieza el bien,
a fuerza de amarlo se llega al punto,
donde a nadie le falta nada
y donde nada le sobra a nadie.
En esta ponderación está la luz
que se precisa para leer la vida,
y así descubrir que para ser feliz,
antes hay que volverse corazón,
y ganarse el verso con la donación de sí.
¿Quién pone el primer latido? |