Calambreaban todos mis músculos. Conocer al yo. Exactamente no presentía el efecto. Todo era cuestión de columpiarse en el destino. Quería ver del fondo.
El pozo era profundo. Tantas veces me había acercado a él y ninguna me llegué a asomar. ¿Por qué? El agua reflejaba las vacilaciones, los miedos, los trucos cotidianos para sobrevivir. El agua también reflejaba esos deseos acurrucados en el vientre de los sueños. Aireaba pequeñeces descontroladas. Hacía revivir relajaciones frente a las disposiciones bien dispuestas. Irradiaba la propia insignificancia. Agua escalofriada. Agua repleta de símbolos, de sinestesias, de epanadiplosis, de onomatopeyas. Agua vestida de fugacidad. Agua sincera.
Emborroné mis prejuicios. Taché del atlas mis cegueras. Di unos pasos al frente. Quise dejar atrás al muchacho grillo. Cri, cri. Me escondía tras un arbusto. Cri, cri. Nadie escuchaba mis criqueos. Faltaba energía en mi voz. No más muchacho grillo. Muchacho engullido por el bosque-sombra. Muchacho llama. Muchacho anhelante de caricias.
Primera visión. Espanto. Lógica debilidad. Se ha quebrado el mar del mundo. Pataleo. Duerme la nostalgia. Despierta la extrañeza. La inocencia muere. Y yo solo. Indefensión conjurada por un hilo de burbuja. ¿Resentido? Soy un títere en cuerda floja. Una cometa sin mano. Un tarareo sin letra. Algo por definir.
Me diluyo en el enigma. Aspiro el brillo reflejado. El contacto envuelve mis fronteras. Ya no puedo parar. Tengo que sumergirme por completo. Frío. Calor. Tristeza. Dicha. No sé si levantarme o entregarme a la verdad desorbitada. La vida se ha vaciado de recatos. Las luces han fruncido un cuestionario. ¿Quién soy? Dímelo agua. Dímelo espejo. Demasiada ambición llegar al fondo. La vida es huraña con las preguntas. Y quedan demasiadas.
Ya no canto en susurros. He descongestionado mis pulmones. Ya no oculto mi desarmonía. Sigo buscando huellas. Soy un hombre palabra. Un hombre piel. Un hombre que se busca. Como todos. |