El
presente artículo no pretende ser un riguroso estudio científico
sobre la causa de la crisis agrícola. Ni es el objetivo, ni su
autor está capacitado para hacer semejante tarea faraónica. Se
pretende únicamente dar una serie de datos que concitarán una
serie de conclusiones personales. Para ello, se analiza someramente
la crisis de la citricultura valenciana (España), que puede servir
como muestra de otras crisis en otros lugares. El autor proviene de
una familia fuertemente enraizada en la citricultura valenciana
desde hace varias generaciones y durante los últimos años trabajó
en un comercio de exportación de naranjas, lo que le permitió
conocer y palpar la crisis y la zozobra en primera persona. Además
ha vivido tres años en Centroamérica, lo que le ha permitido
conocer en mayor o menos grado la crisis agrícola en dicho
continente.
Justo
cuando se estaba redactando este escrito se produjo la triste
noticia del fallecimiento de Joan Brusca (secretario de la Unió
de Llauradors i Ramaders). Sirva este artículo de homenaje y de
recuerdo para este gran defensor del campo valenciano.
Las
buenas épocas.
La
naranja era fuente de riqueza que determinó la historia, progreso e
idiosincrasia del País Valenciano. Fue motor durante aquellos años,
no sólo de la economía valenciana, sino también de la española.
Vicente Caballer, Catedrático de la Universidad Politécnica de
Valencia, afirma al respecto que: “Los
españoles tienen una deuda histórica con los valencianos debido a
que la producción, comercialización y exportación de naranjas y
mandarinas puede ser considerada como la principal actividad económica
de España a lo largo de todo el siglo XX si tenemos en cuenta la
aportación al PIB, a la Balanza de Pagos y su carácter
social…”. Según el mismo autor, las
exportaciones de naranja suponían el 20% del total en España en el
año 1930 y el 16% en 1962, época en la cual irrumpe el turismo y
se moderniza la industria. En el año 2002, todas las exportaciones
del País Valenciano supusieron el 12% del total de la nación.
De
la misma manera, todas las labores asociadas al campo proporcionaron
trabajo a infinidad de personas ocasionando grandes flujos
migratorios hacia tierras valencianas. La naranja marcó también
las tradiciones, el paisaje, la lengua y la cultura propia,
condicionando festividades, aleccionando una serie de costumbres autóctonas,
etc. Sin rubor se puede afirmar que la naranja generaba trabajo y
futuro, y lo que es más importante, dicha riqueza se distribuía
entre mucha gente por cuanto las explotaciones eran minifundios en
manos de miles de pequeños agricultores. Los trabajos asociados al
campo repartieron el patrimonio a mucha más gente.
La
hecatombe.
La
otrora brillante y espectacular agricultura valenciana no es ni
sombra de lo que era. Las condiciones comerciales que sufren los
agricultores (productores), son inaceptables en cualquier país
desarrollado y democrático. Subrayar que la crisis la sufren los
productores, porque el resto de cadena productiva, especialmente los
distribuidores, gozan de excelente salud económica. Valgan algunas
cifras y datos para entender la dimensión de la tragedia:
-En
muchos casos, el agricultor no vende las naranjas con un precio
prefijado al operador (comercio privado o cooperativa.
Denominados también comerciantes. Compran las naranjas al agricultor,
las confeccionan, las envasan y las venden a un distribuidor,
mercado de abastos, centro comercial, supermercado, etc.). Existe un
contrato de compra-venta, pero no siempre se usa. El agricultor
entrega los cítricos y al final de temporada recibe una cantidad de
dinero del operador. Expoliar la renta del agricultor bajo esta
modalidad se denomina “Compra a resultas” o “Comercializar”.
-En
la campaña 2005-2006 el agricultor percibió el 68% menos respecto
a 1997, según la Unió de
Llauradors i Ramaders -asociación englobada dentro de la
nacional Coordinadora de
Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG). Para la Federación
Provincial de Agricultores y Ganaderos de Castellón (FEPAC)
-enmarcada en la Asociación Agraria Jóvenes Agricultores (ASAJA)-
los precios de dicha temporada fueron inferiores a los de hace 20 años. El agricultor ha sufrido
un aumento en los bienes de consumo que necesita para vivir, sobre
todo en la vivienda, mientras el valor de sus cítricos ha bajado
vertiginosamente.
-En
la misma temporada y con datos de la Unió
de Llauradors i Ramaders, los costes de producción aumentaron
casi un 12% respecto a la media de los últimos cinco años. Un estudio de la
Universidad Politécnica de Valencia, publicado en diciembre de
2006, establecía en 0,19 euros/ kilo el valor de los costos de
producción.
En esa misma época y según la FEPAC, la Conselleria
de Agricultura había fijado el
precio de dicha variedad en 0,19 euros/kilo en el campo,
aunque realmente algunos operadores estaban pagando cantidades que
oscilaban entre los 0,12 y 0,18 euros/kilo.
Estos datos muestran como los precios recibidos no cubrían ni los
costes de producción. El Comité de Gestión de Cítricos, la
Federación de Cooperativas Agrícolas y CITRUSAT, precisaron que el
precio justo a pagar al agricultor sería de 0,55 euros/kilo.
La realidad era más testaruda pues se pagaba una tercera parte de
dicho precio justo.
-Según
el Censo Agrario, el campo valenciano perdió casi el 50% de los
titulares de explotaciones entre 1989 y 2003. En 1989 se
contabilizaban 286.886, en 1999 bajó a 222.454 y para 2003 la cifra
sufrió una merma espectacular situándose en 149.207 titulares (En
el País Valenciano existen más de 4 millones y medio de personas).
En los últimos años, los titulares de explotaciones jubilados
aumentaron del 33,58% al 37,65%. Sólo el 1,7% de los agricultores
tiene menos de 30 años.
En Castellón (una de las tres provincias del País Valenciano), los
agricultores representan el 7% de la población activa.
-De
2000 a 2004 la superficie citrícola disminuyó un 5% gracias en
parte al negocio inmobiliario, que desgraciadamente supone la única
vía de escape ante la agonía. Evidentemente pocos se benefician,
aunque la metamorfosis del territorio ahí está: agricultura por
cemento.
-En
un estudio del Observatorio Ocupacional del Servicio Público de
Empleo Estatal, publicado en los medios en diciembre de 2006, la
agricultura había sido la única actividad económica con un
comportamiento negativo en Castellón. Los puestos de trabajo
ligados al campo fueron los únicos que descendieron en los últimos
tres años.
-En
la campaña 2006-2007 y según el Ministerio de Agricultura, el
descenso del precio de los cítricos para el agricultor fue casi 30
veces mayor que la media de los otros productos alimentarios. Esta
disminución sitúa al naranjero como el agricultor que más
ingresos perdió, aunque eso sí, la media estatal en el sector
agroalimentario fue también negativa.
-En
la finalizada campaña 2007-2008, la producción se vio mermada en
un 25% respecto al año anterior, lo cual debería haber repercutido
en una ligera subida de los precios. Sin embargo el aumento del
valor ha sido inexistente o pírrico en el mejor de los casos.
Muchos operadores han seguido comprando “a resultas”.
-Según
la FEPAC, entre un 5 y 10% de las fincas naranjeras castellonenses,
o se han abandonado o no están bien cuidadas. Siguen existiendo
productores que no han cobrado la naranja del año anterior y otros
asociados a cooperativas tuvieron incluso que pagar.
Los
motivos.
Existe
consenso generalizado entre agricultores, operadores y
organizaciones de diversa índole en cuanto a los motivos de la agonía
del campo valenciano. Destacaríamos tres principalmente, muy
relacionados entre si.
1-Concentración
de la demanda.
Vicent
Goterris, de la Unió de
Llauradors i Ramaders, advierte que “Cinco
grandes cadenas controlan el 40% de la producción y eso es una
barbaridad”.
Según la European Marketing
Distribution, en los próximos años, 10 cadenas de minoristas
podrían dominar el 70-75% del mercado alimentario europeo.
La
mayoría de naranjas y mandarinas que se produce en España van a
mercado europeo, y evidentemente esta concentración de la demanda
unida al exceso de oferta, derivan en prácticas abusivas por parte
de intermediarios y grandes cadenas, llegando a exigir los precios a
pagar y las características de las naranjas. Los operadores ven
estipulado y ahogado su precio de venta, aunque no lo defienden y
acaban trasladando dicha reducción al agricultor a quién compran
sin precio y tras hacer las cuentas le dan una pequeña limosna.
Las
organizaciones de agricultores coinciden en señalar a estos dos
agentes (operadores y grandes cadenas de distribución), como
responsables de la tragedia de la naranja. Los que menos notan la
crisis son los grandes operadores y multinacionales agro
exportadoras, que al trabajar con volúmenes estratosféricos de
fruta pueden permitirse el lujo de vender barato y seguir obteniendo
beneficios. Por eso, a la paulatina reducción de agricultores también
hay que añadirle la desaparición del pequeño operador tradicional
al no poder competir.
Sin
embargo, falta el tercer y principal culpable en todo este caos: las
diferentes administraciones políticas escudadas en la ortodoxia
neoliberal. Se ha permitido y se ha facilitado que grandes
supermercados y centros comerciales vayan desplazando al pequeño
comercio familiar de toda la vida, monopolizando la distribución y
venta no sólo de las naranjas, sino de la mayoría de productos de
consumo. No se ha establecido ninguna legislación en materia de
precios agrarios. Se tolera vergonzosamente que los agricultores
reciban migajas a cambio de unas naranjas que llegan al consumidor a
unos precios astronómicos. Supuestamente esta es la tatareada
libertad de comercio, pero aún hay más.
En
una entrevista al “socialista” Josep Puxeu cuando era Secretario
General del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA),
se le relató la queja de las organizaciones agrarias sobre la
responsabilidad en la crisis de precios de las grandes empresas
distribuidoras y supermercados. Pues bien, el Sr. Puxeu, respondió
a esta queja de la siguiente forma: “Culpar
a la distribución en muy fácil y quedas como un campeón cuando lo
haces, pero el resultado que nos muestra el Observatorio de Precios
es que los márgenes que se aplican son estrechos y no indica una
posición de abuso.”
Al
analizar someramente los precios de la variedad clementina que ofrecía
el Observatorio de Precios del MAPA,
se percibió un primer punto que dejaba en entredicho las
afirmaciones del Sr. Puxeu: Dichos precios se calculan mediante
estudios en el mercado nacional, mas sin embargo los propios datos
del Observatorio indicaban que cerca del 60% de la producción de
mandarina española se exportaba.
El
Observatorio, para la campaña 2006-2007, determinó que el
productor obtenía el 10% del precio final en destino. Es decir, le
pagaban a 0,17 euros/kilo una fruta que llegaba al consumidor a un
precio de 1,62 euros/kilo. El mayorista se quedaba con el 31% y el
minorista con el 59%. Según FEPAC, el precio de la clementina en
los supermercados de Castellón, en la temporada 2006-2007, se
incrementó entre un 650% y un 1500% respecto al precio en el campo.
En un estudio de la Unió de
Llauradors i Ramaders del año 2005, se estipulaba el precio
medio que percibía el agricultor en 0,19 euros/kg. Con referencias
de la Universidad Politécnica de Valencia mencionadas por la Unió,
se indicaba que la clementina salía de los operadores a un precio
promedio de 0,47 euros/kilo. El precio final de venta en
supermercados era de 1,99 euros/kilo. Es decir, el agricultor obtenía
el 10% del precio final, el comerciante y la cooperativa el 15% y
los intermediarios y supermercados se llevaban el 75% del valor
final. Según las organizaciones
agrarias, en algunos lugares de Europa se llegaron a vender a 3
euros/kilo, lo que muestra una posición de abuso mayor hacia el
productor y el consumidor.
Contrariamente,
algunas cadenas de supermercados como Aldi
y Lidl vendieron naranjas a precios excesivamente bajos (incluso por
debajo del precio de coste) como una especie de reclamo para atraer
a potenciales clientes. Esta práctica, que obliga a otros
minoristas a bajar precios y que comprime más aún los márgenes de
ganancia, es repudiada por las organizaciones de agricultores que
incluso elevaron una denuncia a la Comisión Europea, aunque en abril de 2006
este organismo concluyó que no había posición de abuso de ambos
supermercados.
Pues
bien, ante este panorama de indefensión, despotismo y de
autoritarismo de las grandes cadenas, intermediarios y
supermercados, el hecho de defender un precio justo para el
agricultor fue tildado por un funcionario público de alto rango del
MAPA como “quedar como un
campeón”. Que el agricultor no cubra gastos y perciba de
media un 10% del precio final de venta al consumidor “no
indica una posición de abuso”.
2-Sobreoferta
de naranjas y mandarinas.
A-Aumento
de la producción
Un
pequeño comerciante entrevistado comentaba que él compraba y
manufacturaba naranjas para luego cederlas sin precio a un
intermediario. O sea, que los agricultores ceden sus naranjas sin
precio a un operador que, en algunos casos, las vende a los
intermediarios también sin precio. La gran pregunta es ¿Cómo se
ha llegado a esta dinámica? ¿Por qué los agricultores y
operadores no tienen la sartén por el mango?
Tomás
García Azcárate, Jefe de la División Hortofrutícola de la Unión
Europea, afirma: “Hay un
exceso de oferta. La producción de cítricos ha crecido mucho más
que la demanda…” Leopoldo Arribas,
periodista, escritor y experto agrícola declara que “…dado
el fardo de toneladas de producción con que contamos, y que, se
quiera o no, son la clave del problema. Es imprescindible condenar
un buen montón de toneladas para que la próxima campaña no
estemos aún peor en cuanto a producción en cantidad.”
Vicente Bordils, representante del comercio privado, sentencia “La
ley de la oferta y la demanda se ha roto. Sólo hay oferta y ése es
el drama.”
Cualquier agricultor a quién se le pregunte dice lo mismo: hay
mucha naranja, pero ¿Por qué hay tanta naranja? Indudablemente
porque no ha existido ningún tipo de planificación desde ninguna
administración.
Este
incremento ha sido dramático para el agricultor. Antes los
operadores buscaban al productor, ofrecían un precio y mandaban a
los recolectores Ahora a muchos se les queda la naranja en el árbol
y otros las recolectan ellos mismos y las transportan hasta el
operador.
Algunos
datos sobre las naranjas y mandarinas en España
|
1962
|
1973
|
2003
|
Producción
Nacional (toneladas)
|
1.327.000
|
2.680.100
|
5.194.500
|
Cantidad
Importada (toneladas)
|
10
|
5.060
|
387.380
|
Superficie
aprox. (hectáreas)
|
92.000
|
197.915
|
251.226
|
Fuente
FAO
y MAPA (Cit. p. V. Estruch)
A
este aumento de superficie y producción hay que añadirle otro fenómeno
paralelo: la disminución en el número de explotaciones. Entre 1989
y 1999 descendieron prácticamente en todas las zonas naranjeras de
España salvo en algunas donde el incremento fue insignificante.
Indudablemente el País Valenciano acogió la mayor parte de estos
abandonos.
Estos datos sugieren otro fenómeno más preocupante: se está
produciendo una concentración de la tierra. Si bien es cierto que
muchos agricultores han venido adquiriendo nuevas fincas, no son
menos ciertos los comentarios de la gente del sector que advierte
como grandes empresarios de la construcción, azulejeros, aristócratas,
grandes comerciantes, etc. se han convertido en nuevos y acaudalados
terratenientes. Incluso hay grupos de inversión dedicados a obtener
réditos a través del cultivo de nuevas fincas citrícolas. Los
datos hablan por si mismo: los minifunditas de toda la vida
desaparecen ante la crisis, mientras los ricos e inversionistas
acaparan cada vez más tierra, producción y beneficios.
Ante
estos hechos, una de las demandas de las organizaciones agrarias ha
sido exigir al gobierno español que prohíba nuevos plantíos. El
posicionamiento de éste quedaron reflejadas en las palabras de
Josep Puxeu, “número dos” del MAPA: “…pedir
que se limiten las plantaciones pues queda muy bonito, pero es difícil
que progrese porque las políticas de contingentación no valen en
la UE, que está apostando cada vez más por la liberalización.”
Hay
dos aspectos a destacar en esta declaración. El primero desde el
punto de vista técnico, al no ser verídico el razonamiento en toda
su extensión porque existen políticas de cupos en el marco de la
UE. Como segundo punto no se puede tolerar en un estado democrático,
que decenas de miles de personas pierdan su forma de vida porque así
lo establezca una doctrina económica destructiva, que desconocemos
y que nos están imponiendo sin consultarnos.
B-Importaciones.
En
las importaciones se pueden distinguir dos canales de entrada. El
primero correspondería a la fruta manufacturada que entra
directamente en los mercados europeos. Los productores en la cuenca
del Mediterráneo se agrupan en una organización denominada CLAM,
que engloba a países como España, Francia, Italia, Grecia, Turquía,
Israel, Egipto, Túnez, Argelia y Marruecos. En la temporada
2003/2004 y según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación (FAO), estos países fueron
responsables del 17% de la producción mundial de naranjas y del 25%
de mandarinas. Dentro de los países CLAM, España producía
aproximadamente un tercio de las naranjas y la mitad de las
mandarinas. En cuanto a exportaciones y según la misma fuente en la
misma temporada, a la zona CLAM le correspondía el 55% del total
mundial en naranjas y el 72% en mandarinas.
Según datos del propio CLAM citados por Vicent Estruch, Profesor de
Economía y Ciencias Sociales de la Universidad Politécnica de
Valencia, en las últimas temporadas España ha exportado el 50% de
las naranjas y el 70% de las mandarinas de la zona mediterránea, lo
que supone si comparamos con temporadas de los años 80, un aumento
en la exportación de naranjas y el mantenimiento de la cuota en las
mandarinas.
A nivel mundial, esto supondría que España exporta alrededor del
25% de la naranja mundial y el 50% de la mandarina. Los mercados de
destino han sido los europeos, salvo porcentajes irrelevantes a
Estados Unidos y Oriente Medio. Comparar las cifras actuales con
otras más antiguas, permite concluir que España ha mantenido su
cuota de exportación a nivel mundial en naranjas y mandarinas. Por
lo tanto, este canal de importaciones no ha influido en la crisis de
la naranja valenciana.
Existe
una segunda vía de entrada de naranja de otros lugares del mundo, a
través de operadores españoles. Ximo Tirado y Doménec Nàcher,
secretario de comunicación y secretario técnico de la FEPAC
respectivamente, explican como los propios comerciantes y
cooperativas compran naranja del exterior para mantener sus mercados
y clientes una vez finalizada la campaña y la producción española,
evitando así que otros se adueñen de dicho espacio.
Aunque
destacan que dichas importaciones se suelen efectuar fuera de
temporada, es cierto también que al principio y final del período
éstas se han solapado con la producción nacional. De hecho es una
realidad la existencia de producción extranjera en plena campaña
como bien destaca Joan Brusca, secretario de la Unió
de Llauradors i Ramaders, quién afirmó en el momento álgido
de la temporada 2005/2006, que las importaciones habían aumentado
un 34% respecto al año anterior. Concluyó diciendo que "El
sector siempre ha tolerado este tipo de importaciones porque, en un
principio, se producían en contra estación y mantenían los
canales de distribución de nuestros operadores comerciales, pero
ahora conllevan problemas como plagas o el aumento de la competencia
como herramienta comercial para presionar los precios".
Tirado y Nàcher ratifican las afirmaciones de Brusca sobre la
calidad y los problemas fitosanitarios de la producción foránea, y
sobre todo, su utilización como argumento de chantaje hacia el
productor local. Huelga decir que este tipo de importaciones en
otros tiempos talvez no hubieran supuesto un quebradero de cabeza,
pero en épocas de crisis como ahora representan un obstáculo más
para el agricultor tradicional valenciano.
Hay
que especificar que la importación de naranjas del exterior no
tiene porque beneficiar a los agricultores de los países del sur.
Este falso axioma, perifoneado muchas veces por las propias ONG’s,
hay que analizarlo caso por caso y en materia citrícola se
derrumbaría ante ciertos datos. El 75% de las explotaciones citrícolas
valencianas (país del norte) son de menos de 10 hectáreas y tan sólo
el 2,5% superan las 20.
Según el Instituto de Comercio Exterior, en Marruecos (país del
sur), “El 75% de la
superficie agrícola marroquí corresponde a pequeñas explotaciones
familiares, dedicadas prácticamente a una agricultura de
subsistencia. El 25% restante lo constituyen grandes explotaciones
agrícolas de regadío, modernas y con una clara vocación
exportadora.”
Por lo tanto en Marruecos, el pastel de la agroexportación está
en manos de unos pocos afortunados con grandes superficies de las
mejores tierras, entre ellos la propia monarquía marroquí.
Paradójicamente también hay agricultores españoles que han
“deslocalizado” su producción porque “Mientras
que un bracero cobra en España 40 euros de media por jornada, en
Marruecos reciben cinco. El agua, cuando la hay, aquí cuesta 30 céntimos
de euro el metro cúbico. Allí, 10 veces menos. Lo mismo pasa con
el gasóleo para los camiones: un 25% menos en Marruecos. Y, encima,
la gran extensión de tierra que va a tener le permite abaratar
muchos costos.” Como dato curioso,
el 80% de las exportaciones freseras marroquíes estaban en manos de
empresarios españoles.
Como se verá más adelante, los agricultores del sur que destinan
su producción a la exportación tienen el mismo problema que los
valencianos: el intermediario. Por tanto, cabe afirmar que la
exportación de productos agrícolas desde Marruecos beneficia a un
mínimo de latifundistas, aristócratas y extranjeros; mientras que
la exportación de cítricos desde el País Valenciano fue una
actividad que proporcionó futuro y trabajo a cientos de miles de
personas.
3-Problemas
estructurales del sector.
Para
Ximo Tirado y Doménec Nàcher, la sobreproducción no es tan grave
ahora. Lo puede ser en un futuro inmediato y por eso, junto a otras
organizaciones agrarias, han solicitado a las autoridades que
limiten la superficie de cultivo.
En
teoría, el problema de la compra “a resultas” surge con el
nacimiento de las cooperativas. Éstas recolectan la producción de
sus asociados y al final de temporada reparten beneficios. Por su
manera de funcionar están obligadas a recoger toda la producción,
incluida la fruta de menor calidad. Si a ese hecho se le suma el
incremento de producción de los últimos años, la consecuencia es
clara: se generan grandes cantidades de fruta que van llenando las cámaras
frigoríficas y que tienen que salir a un mercado que monopolizan
unos pocos intermediarios. Este fenómeno se ve agravado por la
desorganización varietal, ya que una sola variedad de mandarina se
cultiva masivamente lo que obliga a los operadores a lanzar al
mercado cientos de miles de toneladas en tres meses. Antes, algunos
comercios detenían los envíos cuando los precios bajaban a la
espera del incremento de las cotizaciones, pero las cooperativas
rompieron esa dinámica y los comercios privados se vieron obligados
a copiar prácticas como comprar sin precio o enviar masivamente
fruta sin consideración alguna. Y lo hicieron con suma alegría,
pues al comprar sin precio al agricultor pueden pagarle a final de
temporada lo que quieran. Si los ingresos totales han sido menores
porque los precios en el mercado fueron bajos, los operadores restan
a esos ingresos los otros costes de producción existentes, se
quedan con su porción de beneficios y el resto lo reparten al
agricultor. Como advierte Estruch, esta táctica genera un efecto
perverso ya que el operador está dispuesto a comprimir el precio de
venta por kg., siempre y cuando logre cubrir costes y asegurarse una
ganancia mínima. Luego podrá aumentar esa ganancia si logra
incrementar la cantidad de Kg. vendidos. Por eso al operador le
interesa sacarse de encima la mayor cantidad de producción sin
defender los precios. La gran cantidad de fruta y la nula cooperación
entre los operadores desembocan en una competencia entre éstos por
reducir al máximo los precios para poder vender la naranja. El
resto ya lo saben: pasotismo gubernamental.
Además
Estruch pone de manifiesto la opacidad de la compra “a
resultas”, cuando señala que el comercio privado, al final de
temporada, establece el precio a pagar al agricultor pero no explica
cómo lo obtuvo. Se desconoce el preció al que vendió la fruta,
los costos de producción y su margen de ganancia por Kg. El riesgo
es mínimo.
Para
Tirado y Nàcher este es el caldo de cultivo que desemboca en la
actual crisis del productor. El problema no es ni la filosofía de
las cooperativas ni la presencia de muchos operadores, ya que en décadas
pasadas había más y sin embargo el sector progresaba y sembraba
bienestar. El caos se origina porque el mercado está en pocas manos
y los operadores (que son muchos) no se ponen de acuerdo en
establecer un precio mínimo de venta y más bien compiten entre
ellos. Si se añade el problema de la sobreproducción apuntado por
otros expertos, se va conformando un trágico cuadro clínico de la
crisis naranja.
Las
modalidades de saqueo se han perfeccionado. Antes el distribuidor
llamaba por teléfono a diferentes operadores a ver quién ofrecía
el producto más barato, ahora hay un distribuidor que incluso
dispone una página web donde los operadores ingresan y ofertan a la
baja sus naranjas y mandarinas. En la web se indican las características
exigidas por el comprador, los operadores pujan y se va observando
como el precio decrece progresivamente. |
Conclusiones
y comentarios:
1-
Hay dos visiones contrapuestas
de entender la agricultura. La primera, la visión simplista y
mecanicista del agro como un gran negocio en la era de la
globalización. Sometido sin previo aviso a la ortodoxia del mercado
y a sus falsas leyes de libertad, y que está o pretende estar en
manos de unos pocos. En la otra banda, la agricultura de
subsistencia y a pequeña escala. Conformada por cientos de millones
de personas que siembran para alimentarse y para tener un trabajo
generando a la vez bienestar y futuro. Que garantizan la seguridad y
la soberanía alimentaria, mantienen vivo el tejido rural,
enriquecen la diversidad cultural y ofrecen mayor protección y
equilibrio al medio ambiente. Ambos modelos son incompatibles pues
el primero busca maximizar y acaparar la riqueza desplazando al
segundo.
2-El
tan cacareado libre
mercado es una falacia. Sus pilares teóricos no se aplican por
igual y su funcionamiento no es autónomo y ajeno a la intervención.
Se manipula en beneficio de los grandes intereses. Como dice Noam
Chomsky (profesor de Lingüística en el Instituto Tecnológico de Massachusetts y ensayista político): “Son programas neoliberales para las víctimas, pero no para los
manipuladores. (…) La gente que trata de imponer los principios
del neoliberalismo en el tercer mundo y en los slums (barrios bajos)
de nuestras ciudades, no quiere esos principios para ella misma.
Quiere un poderoso estado nodriza para protegerlos, como siempre.”[39]
Es una ilusión pensar en el neoliberalismo como una coyuntura donde
todo el mundo puede participar y beneficiarse. Jean Ziegler, el ex
relator especial de la ONU para el derecho a la alimentación,
recuerda que “La liberalización total equivale a la organización de una pelea
entre el campeón mundial de boxeo Mike
Tyson y un desnutrido desempleado bengalí. Para decir después
al estilo de la OMC
que las mismas reglas valen para los dos, que los dos tienen los
mismos guantes y que seguramente el mejor ganará. (…) El
neoliberalismo en sí es un sistema asesino.“[40]
La
paulatina concentración de los productos de consumo, los procesos
de producción, las materias primas y los servicios en manos de unos
pocos y la cada vez más precaria situación de la clase trabajadora
y agrícola, es la clara evidencia de qué es y para qué sirve el
neoliberalismo. Alberto Montero, Profesor de Economía Aplicada de
la Universidad de Málaga, lo explica así: “Yo
creo que el problema actual obedece a que con la liberalización de
determinados sectores para favorecer una mayor competencia que
redunde en mayores beneficios para el consumidor (fundamentalmente,
precios más bajos y mejor servicio), se suele generar el fenómeno
opuesto al esperado porque las empresas lo que hacen es, en
primer lugar, tratar de expulsar a los competidores más débiles
para, una vez controlado el mercado por unas cuantas, esto es,
llegados a una situación de oligopolio, repartirse el mercado y
fijar precios mediante comportamientos colusorios.”.[41] En el caso de la citricultura valenciana, se ha
visto como la intermediación está en manos de unos pocos y al paso
que vamos la tierra y la comercialización también lo estará. Esta
es la trampa del libre comercio.
3-La
agricultura valenciana
es víctima del libre mercado. Dicha doctrina postula la no
intervención del estado en la economía. Esto deriva en que el
gobierno no gobierna y no puede plasmar las exigencias y soluciones
que desde las asociaciones de agricultores se proponen, dejando a éstos
a la deriva. No se pueden establecer precios mínimos, ni frenar los
oligopolios y abusos de la distribución, ni crear un fondo de
crisis, ni limitar la producción y en general, no se puede
intervenir hacia una solución integral de la crisis citrícola.
Joan Brusca dejó entrever este punto cuando dijo: “Esa
reacción popular contrasta con las de las diversas administraciones
que no quieren saber nada del asunto de los precios, echando balones
fuera y desviando las culpas hacia otras direcciones como si ellos
no fueran gestores públicos de la cosa agraria”.[42]
Cristóbal Aguado, presidente de la Asociación Valenciana de
Agricultores, coincidió cuando denunció que “El
sector está planteando importantes propuestas para atajar la
crisis, pero todas chocan contra la ineficacia y la dejadez del
Ministerio, que parece haber abandonado el sector a su suerte.
Tenemos un gobierno que agrícolamente no gobierna, sin rumbo, que
no atiende a las peticiones de los agricultores y que, por el
contrario, va a su bola conformándose con lo que la Comisión
Europea le pone delante y pensando en hipotéticas reflexiones
globales cuando el campo necesita desesperadamente unas soluciones
eficaces y urgentes.”[43]
4-El concepto de
libre mercado
sitúa en tela de juicio el concepto de democracia. Por ejemplo, al
preguntarle a Josep Puxeu sobre controles en la producción para
evitar la sobreoferta, él negó esa posibilidad amparándose en la
liberalización económica emprendida en el seno de la UE. La
conclusión es clara: el pueblo es abandonado, la democracia se
desvirtúa, el mercado se antepone a un demos
sin cracia. Atilio Borón,
Profesor de Teoría Política y Social de la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad de Buenos Aires y ex Secretario Ejecutivo
del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, afirma:
“…el debilitamiento de los Estados nacionales facilitado, por un
lado, por la extinción práctica de la idea de nación
-supuestamente subsumida bajo la corriente "civilizatoria"
de la globalización- y, por el otro, por el imperio de las políticas
"orientadas hacia el mercado" culmina en la degradación
de la nación al rango de un mercado. Además, lo anterior significa
aceptar (…) que los hombres y las mujeres de la democracia son
despojados de su dignidad ciudadana y se convierten en instrumentos,
en simples medios, al servicio de los negocios de las empresas.”[44]
Sin embargo, esa libertad de mercado que acaba con el sustento de
miles de personas, no se aplica a todos por igual.[45]
Recientemente, Estados Unidos estudiaba la mayor intervención
estatal de la historia por un monto de 700.000 millones de dólares,
a fin de para salvar el sistema financiero. Por las mismas fechas,
en una muestra de cinismo sin parangón, la patronal española pedía
al gobierno “un paréntesis en el libre comercio”. Es decir, no
quieren intervencionismo para que no se obstaculicen sus negocios,
pero cuando lo revientan todo tiene que ir “papa estado” para
apagar el fuego con dinero público. Privatizando los beneficios y
socializando las pérdidas.
5-En otras
partes
el neoliberalismo también ha devastado la agricultura. En América
Latina, el principal problema con los tratados de libre comercio y
demás acuerdos neoliberales estriba en la reducción de los
aranceles en algunos productos, que ha permitido la importación de
los excedentes subvencionados desde Estados Unidos a unos precios más
competitivos. Además los gobiernos han ido abandonando a los
agricultores a su suerte, de manera similar a lo acaecido con los
citricultores valencianos. Esto ha producido el desplazamiento de la
producción local y la consecuente ruina de millones de personas.
Según datos de Hernán Pérez Zapata,[46]
Colombia antes podía auto abastecerse de su propio trigo hasta que
el estadounidense fue invadiendo sus mercados. En 1966 el país
sudamericano producía 160.000 toneladas e importaba 120.000. En
1990 cultivaba 20.000 e importaba 1.200.000. En el 2004, la
importación superó 1.800.000 toneladas. En el maíz, de 1990 a
2002, el país pasó de importar 20.000 toneladas a 1.800.000.[47]
Cabe recordar que el maíz, el trigo y el arroz representan el 60%
de la alimentación mundial y en algunas sociedades son la base
nutricional de la ciudadanía. Si además tenemos en cuenta que de
la agricultura depende el 75% de la población en China, el 77% en
Kenia, el 67% en la India o el 82% en Senegal; se puede observar
perfectamente que esta serie de medidas económicas pueden arrastrar
a la miseria, hambre y ruina a cientos de millones de personas.[48]
En México, la Confederación Nacional Campesina denuncia que a diez
años del Tratado de Libre Comercio entre USA, Canadá y México
(NAFTA)“…sólo
quedan 5 mil 200 productores de arroz en todo el país, cuando hace
una década eran casi 30 mil, y si antes se sembraban unas 250 mil
hectáreas, la superficie actual apenas llega a 70 mil.”[49]
Y en ese mismo país
“Investigadores de varias
universidades mexicanas como Alma Ayala Garay aseguran que
aproximadamente emigran al año 40.000 habitantes de las zonas
rurales y de esos, muchos se dedicaban a los cultivos de frijol y maíz”.[50]
6-Hay que acabar con
mitos y estereotipos tales como “agricultores del sur” y
“agricultores del norte”. Más adecuado sería distinguir entre
pequeños y grandes agricultores, o simplemente entre ricos y
pobres. Vía Campesina lo dice bien claro: “…el
verdadero conflicto -en torno a los alimentos, la agricultura, la
pesca, las fuentes de trabajo, el medio ambiente y el acceso a los
recursos- no es entre el Norte y el Sur, sino entre ricos y pobres.
Es un conflicto que gira en torno a los diferentes modelos de
producción agrícola y desarrollo rural, un conflicto que está
presente tanto en el Norte como en el Sur. Es un conflicto entre la
agricultura industrializada centralizada, controlada por las
corporaciones y orientada hacia las exportaciones, por un lado, y la
producción campesina y familiar sustentable y descentralizada
principalmente destinada a los mercados nacionales, por otro.”[51]
¿Acaso
se benefician los pequeños agricultores marroquíes de la exportación
citrícola? Se ha visto que no y es más, salen perjudicados como
indica Aakik Driss,
secretario general del Sindicato de Campesinos de Aoulouz (provincia
de Taroudant):“El
régimen marroquí defiende siempre los intereses de los compradores
y de los grandes propietarios en la llanura de Souss, quienes, tras
arrancar los arganes, ocuparon las tierras colectivas de los
campesinos pobres en la zona. Todo ello para implantar campos de
hortalizas y cítricos, o lo que es lo mismo, para impulsar una
agricultura capitalista destinada a la exportación hacia Europa. El
embalse se construyó con el sudor y la sangre de los campesinos
pobres de Ouzioua que perdieron sus tierras, su único medio de
subsistencia, a cambio de indemnizaciones ridículas…”[52]
En la otra banda tenemos la citricultura valenciana, que aún hoy
aunque cada vez menos, está conformada por miles de minifundistas.
Unos pocos viven de sus cosechas y el resto tienen otros trabajos,
aunque oxigenan con la tierra la cada vez más apretada economía
familiar. Muchos cultivan en sus parcelas otros alimentos para
consumo doméstico. ¿Quién sale perdiendo en esta coyuntura? Sin
duda alguna, minifundistas y campesinos valencianos y marroquíes.
7-Esta
división
geográfica errónea desemboca en un segundo mito que convendría
revisar, defendido incluso por algunas ONG’s. Me refiero a la
petición de eliminación de los aranceles en el norte. Si tenemos
en cuenta que la mayoría de agricultores del sur practican
agricultura de subsistencia, venden en mercados locales o tienen que
tratar con intermediarios ¿Les beneficia en realidad que los
aranceles del norte se desarmen? ¿Este hecho no sería un nuevo
espaldarazo a la agroexportación en detrimento de la soberanía
alimentaria? ¿Cómo se puede combatir la injusticia liberalizadora
con más liberalización? ¿Acaso olvidan que en el norte también
hay pequeños agricultores y en el sur grandes terratenientes y
transnacionales agroexportadoras con poder y voracidad? Que se lo
pregunten al matrimonio de los Kirchner, que durante años criaron a
cuervos sojeros que ahora les están sacando los ojos. Y también
que se lo pregunten a los pequeños campesinos que son expulsados de
sus tierras por la avaricia de unos pocos. También a los bosques
que ven avanzar imparablemente la frontera agrícola. Gustavo Duch,
director de Veterinarios Sin Fronteras, dice al respecto que “Es
preocupante la defensa que desde algunos medios de comunicación y
de algunas ONG de desarrollo se hace del comercio internacional situándolo
como herramienta casi mágica para asegurar el desarrollo. Y desde
esos discursos de lucha contra la pobreza se defiende el papel de la
OMC (se anima a los gobiernos a participar en las cumbres) si es que
acepta introducir medidas regulatorias; o se criminalizan las políticas
arancelarias que pueden proteger a los pequeños campesinos frente a
la dura competencia de los agronegocios. En las políticas agrarias
el comercio internacional no puede figurar como prioridad. Así lo
defienden las familias campesinas integradas en la Via Campesina, y
los hechos lo demuestran. Los beneficios de la exportación del azúcar
antaño o de la soja ahora nunca rebosan hacia los pequeños
productores.”[53]
En
julio de 2004 pude asistir al IV Foro Mesoamericano por la
Diversidad Biológica y Cultural, celebrado en el municipio
salvadoreño de Carolina. Durante varios días pude entrevistar a
agricultores y expertos de varios países americanos diferentes. Les
pregunté sobre los problemas que ellos enfrentaban u observaban.
Juan Rojas, del Instituto de Permacultura de El Salvador, destacaba
la importación de productos subsidiados y las pésimas políticas
gubernamentales. Macario Santizo, maya quiché guatemalteco,
mencionaba como existe una concentración de las tierras fértiles
mientras que el campesino pobre tiene las peores. Santizo apuntaba
también a la entrada de agroquímicos y sus plagas, así como al
cambio en los patrones climatológicos consecuencia directa del
cambio climático. La mayoría de estos campesinos no disponen de
sistemas de regadío y dependen de la lluvia. Ellos han constatado
distorsiones en las fechas de las estaciones lluviosas y también
han sido víctimas de violentos temporales.
Artemio
Aguilar y Romi Palacios, técnicos agrícolas guatemaltecos que
trabajan con agricultores pobres, resaltaron también los problemas
climatológicos, la dependencia hacia los insumos derivados de la
revolución verde y la inexistencia de financiamiento. Sobre el
modelo agroexportador reinante señalaron que “Te
han impuesto los precios, la demanda, los volúmenes de compra,
etc.”. Es muy curioso como señalaban un problema que,
alucinantemente, es el mismo que padecen los citricultores
valencianos: el intermediario. Dicen de él que “Es una figura bien conocida y nosotros lo denominamos de otra manera:
El coyote. El que tiene menos riesgos en la inversión y el que más
gana es el intermediario.” Generalmente el coyote se aprovecha
de que el agricultor no tiene vías de comunicación, transporte
para sus productos y un mercado seguro (Posiblemente indefenso ante
las importaciones subsidiadas). La incertidumbre generada por estos
factores obliga al campesino a vender de cualquier manera al coyote,
que ofrece transporte y salida al producto. Algunas veces de un
intermediario local que transporta la cosecha, se pasa a uno
regional que la procesa y luego a otro nacional que la exporta. El
agricultor, al igual que en Valencia, paga caro el paso por esta
cadena pues el coyote se acaba embolsando entre el 50 y el 75% del
valor final.
Cesar
Morales es mexicano, concretamente de Chiapas. Cuando lo
entrevistaba era miembro de un comité cívico de carácter local
que tenía vínculos con el campesinado. Morales coincidió con sus
compañeros al señalar problemas como la inexistencia de políticas
públicas. No existen subsidios ni créditos, solamente para amigos
y conocidos de personas bien ubicadas en el poder. Hasta las
instituciones que apoyaban a campesinos se han desmantelado. También
subrayó los factores meteorológicos asociados al cambio climático,
que no son solventados con el regadío porque por regla general no
existe. Morales criticó fuertemente los tratados neoliberales que
impiden el financiamiento público y desarman los aranceles
permitiendo la entrada de productos subsidiados. También porque
privatizan los recursos (biopiratería). Finalmente habló del
intermediario con escepticismo:
“El famoso coyote, donde quiera existen.”
Con
las declaraciones de Teófilo Martínez, del Consejo Cívico de
Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH), se fue
conformando un patrón al señalar prácticamente lo mismo que sus
compañeros. Reprochó duramente el neoliberalismo especialmente las
importaciones subsidiadas, al intermediario y el pasotismo
gubernamental. La palabras de Lorenza Pichinte, campesina salvadoreña,
aportaron una nueva dimensión al mencionar ciertos problemas
estructurales como la pobreza, el analfabetismo, la doble carga
laboral para la mujer campesina, etc. Sin lugar a dudas estos
factores son un lastre molesto para el agricultor pobre. Mencionó
por ejemplo que frecuentemente los padres de las comunidades tienen
que pagar materiales de educación básicos como pupitres o
pizarras. Si a esta realidad se le añade los problemas y
dificultades que se han ido desgranando, el cuadro final es dramático.
Regresando
al presente, en agosto de 2008, Vía Campesina realizó un
llamamiento porque líderes de
la organización en Honduras estaban siendo hostigados. Así
mismo son conocidas las presiones y expulsiones por la fuerza de
campesinos en Paraguay, Argentina, Brasil, etc. Estos desalojos,
extorsiones, presiones, secuestros e incluso asesinatos, son
constantes en muchos países del mundo, pero sin embargo son
desconocidos por la opinión pública. Ciertas transnacionales de la
solidaridad que se jactan de defender los derechos humanos, miran a
otro lado y centran sus pomposas campañas en países como China, Irán,
Venezuela o Cuba, ya que su producto solidario es más vendible para
la ciudadanía primermundista que en el fondo es quién paga la cuota de socio o
apadrina niños.
Por
lo tanto y resumiendo: A- Suprimir los aranceles del norte supondría
un impulso al agronegocio que en el sur también está controlado
por grandes propietarios, coyotes y transnacionales. Este hecho
alimentaría la avaricia del terrateniente por apoderarse a la
fuerza de más tierra, impulsaría la agroexportación y sería un
obstáculo para la soberanía alimentaria. B- La propiedad de la
tierra y su consiguiente reforma agraria, la integridad de los
campesinos, la ortodoxia neoliberal, el intermediario y los
agroexportadores, el cambio climático, el efecto tóxico y
alienante de ciertos insumos, el financiamiento, las políticas públicas,
la pobreza, la protección de productos estratégicos mediante
aranceles, etc. son sin duda alguna cuestiones más perentorias que
la supresión de aranceles en el norte.
8-El problema
que se aborda, como se ha visto, tiene unos orígenes políticos y
comerciales. Por lo tanto sus soluciones tienen que partir desde
esos ámbitos. Intentar suplir la injusticia del comercio con la
tecnología es una decisión irresponsable, falaz y que posiblemente
busque o al menos logre el efecto contrario. El Instituto Valenciano
de Investigaciones Agrarias intentó diseñar un robot para
recolectar naranjas.[54]
Esta tecnología generaría desempleo y sólo se la podrían
permitir unos pocos, con lo que se puede vislumbrar hacía que
intereses dirigen los políticos los fondos públicos. Los transgénicos
son otro ejemplo. Profetizar con que pueden ser la solución al
hambre y los problemas de los campesinos del mundo resulta una
afirmación engañosa, tendenciosa y malintencionada. Según
el Servicio de Estadística Agrícola Nacional de Estados Unidos,
entre los años 1997 y 2002 dicho país perdió más de 85.000
explotaciones agrícolas.[55]
Argentina, en 1988 albergaba 421.221 explotaciones y pasó a 333.533
en 2002, según los Censos Nacionales Agropecuarios elaborados por
el Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República.[56]
Ambos países, en 2002 sumaban el 85% de la superficie de cultivos
transgénicos del mundo y como se observa dicha tecnología no evitó
el abandono de la tierra.
Existe otro matiz que me
gustaría comentar relacionado con ciertas tecnologías como los
transgénicos. Antes se apuntaban los testimonios de campesinos
centroamericanos. Entre otras cosas reconocían que muchos
agricultores carecen de transporte básico y en muchos casos sus
tierras están mal comunicadas lo que dificulta la salida de sus
cosechas. En Jalapa, zona montañosa del norte de Nicaragua, pude
ver como se cargaba el techo y el pasillo de un autobús con sacos
de frijoles. En otros muchos casos, las cosechas dependen de unas
lluvias que ya no llegan con la misma puntualidad que antes y frente
a esto no existen sistemas de regadío. Por el contrario, en el País
Valenciano aún se siguen utilizando canalizaciones y acequias que
construyeron los árabes hace unos 8 o 9 siglos atrás.
Es muy curioso y a la vez
sospechoso, que se presente una tecnología de última generación
como los transgénicos como una herramienta al hambre y la pobreza,
a unos campesinos, que carecen de tecnologías o infraestructuras
decimonónicas que en otros lugares hace siglos que existen. Dicho
de otra manera, es extraño que a un campesino se le quiera embaucar
en paquetes tecnológicos y “semillas milagrosas” propiedad de
empresas transnacionales, cuando no dispone de una mísera carretera
por la que poder transportar su “cosecha milagrosa”. ¿No da la
sensación de que alguien quiere construir la casa por el tejado? ¿O
será que ciertas tecnologías se crearon para perpetuar el actual
modelo y beneficiar a unos pocos? Además, desde organismos
multilaterales y desde el politiquismo corrupto se ensalzan las
propiedades sobrehumanas de estas semillas, mientras propugnan e
implantan ajustes fiscales que asfixian a países e impiden que éstos
puedan ayudar a sus campesinos e invertir en agricultura y en
infraestructuras básicas, públicas, elementales y sobre todo
estratégicas y necesarias para el desarrollo. ¿No son paradójicos
y contraproducentes estos hechos?
9-Como conclusión final, tanto en el norte como en el sur los
agricultores tradicionales están en peligro de extinción. Ni los
unos ni los otros se benefician de la actual situación y es
infructuosa la distinción por razón geográfica. Más bien es
urgente la cohesión y cooperación a nivel mundial para señalar
claramente el problema y exigir a las autoridades soluciones políticas
reales, cuyo eje principal sería excluir a la agricultura de la
ortodoxia liberal. Canalizar dicha lucha será tarea de las
organizaciones agrarias y ante la falta de voluntad política habría
que plantearse de una vez por todas medidas de presión más fuertes
que además fueran coordinadas e implementadas por las diversas
organizaciones agrarias del mundo. No hacerlo supondría escurrir el
bulto y plegarse ante el fundamentalismo del mercado. |
Epílogo:
la crisis de alimentos de 2008 deja a cada uno en su sitio.
En más de 40 países del
mundo se estuvieron produciendo altercados ante el aumento vertiginoso en
los precios de los alimentos. Según la Unión Internacional de
Trabajadores de la Alimentación (UITA), los alimentos a nivel mundial
subieron un 90%, se duplicó el valor del trigo en un año y otros granos
y alimentos básicos sufrieron espectaculares aumentos. El propio Fondo
Monetario Internacional (FMI) augura 100 millones de posibles hambrientos.
Sin duda alguna, el modelo
hace aguas por todas partes y se empieza a ver la verdadera cara de esa
libertad de mercado que prometía mejores precios y bienestar. Se atribuye
la crisis a la suma de varios factores, aunque varía la importancia que
cada autor le confiere a un factor u otro. La subida del precio del petróleo
sería una causa importante en algunos lugares del mundo, pero por ejemplo
en Europa dicho incremento se debería contrarrestar parcialmente con un
euro cada vez más potente. Además tampoco explicaría los vertiginosos
aumentos acaecidos en un periodo de tiempo reducido. Otras causas puestas
en el tapete han sido las malas cosechas en algunos puntos del globo
motivadas por sequías y temporales consecuencia del cambio climático.
Sin embargo UITA resta importancia arguyendo por ejemplo que la mala
cosecha de granos en Australia “…no
ha agregado más del 1,5% al precio mundial del trigo”.
El aumento en el consumo de carne y leche en países como India y China
también se señala como motivo del incremento. Pero para UITA este hecho
no justifica la crisis por cuanto “…la
demanda creciente de proteínas de origen animal ha sido constante y no
explosiva. No puede explicar el incremento del 31% en el precio del arroz
que ocurrió apenas en los últimos días de marzo o el incremento del
400% en el precio de las tortillas mexicanas”.
Hay
dos factores que sí suman más consensos: por una parte la especulación
en el mercado alimentario, y por otra parte, el cambio del rol de la
tierra impuesto desde la óptica liberal que microniza la seguridad
alimentaria en beneficio del agronegocio. O sea, la tierra ya no debe
parir alimentos, sino aquello que sea más rentable ¿Y qué es aquello más
rentable? Pues paradójicamente productos que acaban en el primer mundo.
Tres casos destacaré.
Primero,
los agrocombustibles (mal
llamados biocombustibles). Desde hace años miles de organizaciones
agrarias, ecologistas, ONG’s, etc. han advertido que la transferencia de
alimentos del estómago al depósito del coche iba a elevar el precio de
la comida. Los países del norte bien saben que para llegar a los
objetivos de producción de agrocombustibles que ellos mismos se han
establecido, necesitan inexorablemente los campos y las tierras del sur,
lo que significa una reducción de la superficie para alimentos. El
arrollador aumento del valor del maíz en México a principios de 2007,
fue simplemente un aviso de lo que estaba por venir.
Después
no ha existido debate, la propaganda oficial ha ensalzado las discutidas
propiedades ecológicas de los agrocombustibles y los medios de comunicación
de masas, una vez más, han silenciado las voces disidentes y han sido
parciales en su información. En países como España, el gobierno de
seudo izquierdas de Rodríguez Zapatero permite situaciones deplorables
como que la que sufren los citricultores tradicionales valencianos,
mientras subvenciona y patrocina a bombo y platillo el cultivo de
agrocombustibles. El mensaje es tan claro como desolador: “Sr.
agricultor, si quiere vivir de la tierra deje de producir alimentos y
cultive gasolina”.
Ahora,
los avisos que las organizaciones de la sociedad civil proclamaban años
atrás, son refrendados hasta por reverendos del libre mercado como el
presidente del Banco Mundial Robert Zoellick u organizaciones como la OCDE
o el FMI. El ex relator especial de la ONU para el derecho a la alimentación,
Jean Ziegler, llegó a afirmar que “Es
un crimen de lesa humanidad quemar alimentos para generar agrocombustibles”.
Sin
embargo, la seguridad alimentaria no se ha visto afectada únicamente por
el cultivo de agrocombustibles. De la tierra donde antes brotaban
alimentos ahora también lo hacen cultivos destinados a forraje
para las granjas del primer mundo. Antes Argentina era conocida como el
granero del mundo, ahora peyorativamente se le denomina “republiqueta
sojera” porque con datos de febrero de 2008, más de la mitad de la
superficie cultivable del país alberga soja que en un 95% es exportada.
Es el primer país del mundo en exportación de harina y aceites de soja,
primero en girasol, segundo en maíz, tercero en soja y cuarto en trigo.
Este modelo agroexportador ha generado una entrada de divisas pero ¿Cómo
ha repercutido en la sociedad?
Según
datos del Informe Sobre Desarrollo Humano 2007-2008 del PNUD, Argentina
tenía menos del 2,5% de población desnutrida entre los años 1990-1992 y
ascendió al 3% entre 2002-2004,
debido a la fuerte crisis de finales de 2001. Si bien datos más recientes
reducen el porcentaje de desnutrición, numerosas organizaciones como la
Central de Trabajadores de la Argentina o el Movimiento Nacional de los
Chicos del Pueblo, desconfían de las cifras oficiales y afirman que
siguen muriendo personas de hambre (sobre todo indígenas).
En los últimos años y según los diversos informes “Panorama Social”
que anualmente edita la Comisión Económica para América Latina y el
Caribe (CEPAL), Venezuela y Argentina fueron los países en América que más
disminuyeron la pobreza. En el año 1999, el 23,7%
de los argentinos era pobre. Dicha cifra se duplicó en 2002 por la
espectacular crisis, para luego bajar de nuevo al 26% en 2005 y al 21% en
2006. Sin embargo, diversos analistas entrevistados por la agencia IPS
indicaron que durante el año 2008 la tendencia se podría revertir por el
alza de los precios de los alimentos. Para finales de año la pobreza podría
escalar a un preocupante 30% y el sector indigente podría tener más
dificultades para adquirir alimentos que en la crisis de 2001-2002. La
inflación en el último año, calculada por estos expertos, es 3 veces
mayor a la publicada por el gobierno, es de las más elevadas del
continente y está fuertemente influenciada por el alza de los alimentos.
Teniendo en cuenta estos datos ¿A quién beneficia que Argentina sea el
primer exportador a nivel mundial de girasol, segundo de maíz, tercero de
soja y cuarto de trigo?
GRAIN
advierte que en los países del sur “…las
tierras fértiles fueron reconvertidas de la producción de alimentos para
abastecimiento de un mercado local a la producción de commodities
mundiales para la exportación o cultivos
de contra estación y de alto valor para abastecer los supermercados
occidentales. Si las cosechas se destinaran para los estómagos,
posiblemente se podría alimentar al doble de la población mundial. El
problema es que un porcentaje muy elevado se desvía hacia los caprichos
del norte. El estado español por ejemplo, importa un 66% más de
alimentos que hace diez años y muchos de ellos podrían producirse
localmente.
Esta metamorfosis del campo y la supremacía del agronegocio, presionan
los precios de los alimentos y como informa GRAIN “Hoy, aproximadamente el 70% de los llamados países en desarrollo son
importadores netos de alimentos. Y de las 845 millones de personas con
hambre en el mundo, 80% son pequeños agricultores y agricultoras.”
Según la FAO, en el último año los países pobres gastaron un 40% más
de dinero en importar alimentos. Respecto a 2000 dicho gasto podría
multiplicarse por cuatro.
El no cultivar alimentos y el paulatino exterminio de la agricultura
tradicional sitúa en riesgo de hambre a muchas personas. ¿A quién ha
beneficiado la transformación de la tierra de los países del sur en
factorías y huertos del primer mundo?
Sobre
la especulación en el mercado agrícola, la organización GRAIN cita una
fuente que estima que el dinero especulativo en alimentos creció de los
5.000 millones de dólares en 2000 a los 175.000 en 2007. Según esta
misma organización, unas pocas transnacionales de granos, semillas,
agroexportadoras, productos agroquímicos así como grandes cadenas de
supermercados, lograron el año pasado y siguen generando ahora
extraordinarios beneficios gracias a que conforman oligopolios y controlan
toda la cadena productiva. Detenerse a pensar fríamente
es espeluznante, pues no se llega a entender como existen personas que están
dispuestas a enriquecerse a cambio de hambre. Tampoco se entiende porque
la clase política no interviene los mercados para frenar esta práctica
terrorista. Con estos datos se vislumbra quién se beneficia y quién sale
perjudicado gracias a la sacrosanta y falsa libertad de mercado. Además
el patrón se repite en otros sectores de la economía. Los precios del
petróleo y de la vivienda están por las nubes mientras grandes
multinacionales petroleras y constructores se hacen multimillonarios.
Durante
este trabajo se ha hablado varias veces de la figura del intermediario.
Sería injusto dejar fuera del mismo la figura de las multinacionales
agroexportadoras, que en el fondo son grandes intermediarios que, o bien
tienen sus fincas en el sur, o bien acaban comprando la producción local
para luego exportarla. Algunas de sus prácticas pueden conocerse en mi
libro “El parque de las hamacas”, que analiza el caso de miles de
personas enfermas por el contacto con el peligroso agroquímico DBCP, que
tuvo lugar en las fincas bananeras de América Latina durante los años
70. Muchas de estas empresas fueron responsables de que a muchos países
se les denominara peyorativamente “Repúblicas bananeras”, pues eran
gobernados por ellas y sus intereses. Dichas compañías protagonizaron
matanzas, golpes de estado y en fechas recientes alguna fue condenada por
traficar con armas. La UITA o la Coordinadora de Sindicatos Bananeros de
América Latina (COLSIBA), tienen documentados infinidad de informes y
denuncias por las prácticas de las agroexportadoras.
En
algunos cultivos como el propio banano, unas pocas transnacionales manejan
casi todo el pastel del comercio mundial de dicha fruta. Esto les confiere
una posición de privilegio que no dudan en explotar. Han sido señaladas
por comprar a precios bajísimos a productores locales, y en sus fincas o
en aquellas que les venden la producción, la animadversión por los
sindicatos alcanza cotas esquizofrénicas.
Regresando
a la crisis de los precios, otro factor influyente viene dado por la
dependencia a los fertilizantes y productos químicos que están
acaparados por unas pocas empresas, lo que ha derivado en aumentos
espectaculares en sus precios de venta. Según ejecutivos de Bayer y
Monsanto, los fertilizantes suponen el 35% de los costos de producción y
en un año el valor de éstos se ha duplicado.
En México, desde la desnacionalización de la industria petrolera no se
fabrican fertilizantes. Ahora son suministrados por multinacionales y el
precio de se multiplicó por seis en dos años.
Este hecho también ha contribuido a la subida de los precios de los
alimentos y junto al peligro para las personas (como queda patente con el
caso del DBCP), el medio ambiente y la extrema dependencia al petróleo de
los agroquímicos, plantea la necesidad urgente de fomentar y dirigir
recursos hacia una agricultura ecológica, local y a pequeña escala.
A
estas causas se podría añadir otra desgranada en este trabajo: la
desaparición en las últimas décadas de millones de agricultores y la
consecuente concentración de la tierra y el agronegocio en manos de un
oligopolio que establece las condiciones y especula. O dicho de otra
manera, el cambio de paradigma que el neoliberalismo ha introducido en la
agricultura: de la tradicional donde millones de pequeños agricultores
cultivaban para comer y/o trabajar, de una manera más respetuosa con el
medio ambiente, conservando variedades autóctonas, fomentando los tejidos
rurales, enriqueciendo la diversidad cultural, participando en el
desarrollo de sus comarcas, generando puestos de trabajo y contribuyendo a
la seguridad alimentaria en sus territorios; se ha pasado y se fomenta la
agricultura donde la premisa única y fundamental es el negocio, la
concentración y la acumulación paranoica del capital. Para ello se ha
fomentado el agronegocio industrial desde organismos multilaterales y
gobiernos cipayos. Los créditos a pequeños agricultores se han
ralentizado o congelado, se ha tolerado que fueran expulsados de su tierra
y que sus cosechas naufragaran ante la producción externa. Se engatusó a
los países del sur para que abandonaran el cultivo de alimentos en favor
de unos agrocombustibles y commodities que
generarían ingresos para importar la comida. La inversión pública
en agricultura de estas naciones adelgazó considerablemente. Según Jacques
Diouf, Director General de la FAO,
“…la ayuda otorgada a la agricultura en el ámbito del
desarrollo pasó de 8000 millones de dólares (usando como base el año
2004) en 1984 a 3400 millones de dólares en 2004, (…) En porcentaje,
durante el mismo período, disminuyó la proporción de la ayuda pública
al desarrollo correspondiente a la agricultura, que pasó del 17 % en 1980
al 3 % en 2006. En los presupuestos de las instituciones financieras
internacionales se registró una drástica reducción de los fondos
destinados a las actividades que constituyen el principal medio de vida
del 70 % de los pobres del mundo. En un caso revelador, el porcentaje de
la cartera de préstamos asignado a la agricultura por una institución
pasó del 33 % en 1979 al 1 % en 2007.”
Ante
semejante caos, en lugares como Europa las autoridades derrochan grandes
sumas de dinero público subvencionando a grandes terratenientes, aristócratas,
monarcas, etc. Apuestan ciega e incondicionalmente por tecnologías
como los transgénicos, que en un pasado fueron publicitados como una
especie de criaturas divinas y milagrosas. Amigos de la Tierra ha
publicado recientemente un interesante informe donde se descubre el buen
rollo existente entre altos cargos de la Comisión Europea y EuropaBio
(lobby de la biotecnología). Este curioso compadreo no dispersa los
nubarrones de la actual crisis alimentaria y ofrece una explicación más
convincente al fanatismo biotecnológico de las autoridades europeas.
Por
el momento, se han escuchado dos propuestas para frenar la crisis. Una se
podría definir como un “peligroso parche caritativo” de urgencia
consistente en aumentar el dinero que se destina a la compra de alimentos
a través del Programa Mundial de Alimentos. Decir que con una gran parte
de ese dinero se compra los excedentes de granos generados en USA para
llevarlos a los países necesitados. En algunos casos se ha denunciado que
esa comida llega a los mercados desplazando la producción local. Además
hay un razonamiento que salta a la vista: Lo más lógico sería comprar
esa comida en el mismo país donde va a ser consumida o en países
cercanos, y no comprar la sobreproducción estadounidense fruto de políticas
proteccionistas que los integristas del mercado prohíben tajantemente en
el sur.
La
segunda medida es el anuncio de que debe aumentar la superficie agrícola
para producir más alimentos, lo cual no tiene mucho sentido si tenemos en
cuenta que supuestamente hay cultivos para alimentar a 12.000 millones de
personas. Además si se eleva dicha superficie la frontera agrícola
avanzará sacrificando bosques y selvas. Es decir, se cultiva agrogasolina
para supuestamente reducir las emisiones de CO2 pero se encarece el precio
de los alimentos; para frenar el incremento se aconseja aumentar la
superficie de cultivo, pero esto redundará en un avance de la frontera
agrícola y los bosques talados para cultivar dejarán de absorber CO2 y
el carbono fijado en su interior regresará a la atmósfera. He aquí un
caso típico donde una muy buena pescadilla se muerde terca y ferozmente
la cola.
En
Europa, a finales de mayo, las autoridades revisaron la Política Agraria
Común (PAC) en busca de soluciones a las crisis. El rechazo fue evidente
por parte de algunas organizaciones agrarias. COAG advirtió que este
“chequeo médico”: “…sigue
en la línea del desmantelamiento de la única política común de los 27,
profundizando en las principales medidas que sirvieron de base en la
reforma de la PAC de 2003: liberalización, desregulación,
desacoplamiento de las ayudas (no ligadas a la producción) y recortes
de los apoyos para el sector agrario. La experiencia ha hecho visibles las
negativas consecuencias que este patrón está teniendo para agricultores
y consumidores: el precio de los productos básicos se ha disparado, provocando
problemas de acceso a los alimentos para la mayoría de la población. Al
mismo tiempo, los agricultores y ganaderos reciben precios que no les
permiten cubrir los costes de producción (que en el último año han
subido de medio más de un 60%), de ahí que muchos estén abandonando una
actividad que es fundamental para el mantenimiento de nuestros pueblos.”
El
resentimiento también se hizo patente tras la Cumbre de la FAO en Roma,
celebrada a inicios de junio. Las organizaciones sociales que realizaron
su propio foro, Terra Preta, se
mostraron fuertemente decepcionadas tras los acuerdos conseguidos por los
“representantes de los pueblos”. Algunas afirmaciones de éstas
fueron: “La declaración final no
llenará ningún plato. Las recomendaciones de más liberalización
provocarán más violaciones del derecho a la alimentación”, “Los
reclamos de los movimientos sociales de más protección y apoyo a los
productores en pequeña escala sostenibles, de reforma agraria y de
medidas concretas contra la especulación financiera, han sido totalmente
ignorados por los gobiernos”, “Es una gran decepción que los
gobiernos todavía no reconozcan que la crisis actual es resultado de décadas
de ajuste estructural que ha violado sistemáticamente el derecho a la
alimentación”, “Es una vergüenza que algunos gobiernos no impidan a
las compañías internacionales procesadoras de semillas, granos y
alimentos aprovechar la crisis alimentaria para aumentar sus beneficios”.
¿Y
que se podía esperar de la cumbre del G-8 celebrada en el mes de Julio en
Japón? Pues más de lo mismo, pero como espectacular guinda a este
bochornoso espectáculo, varios agricultores coreanos de Vía Campesina
que habían viajado a Japón, fueron detenidos, deportados y señalados
como posibles perturbadores de la cumbre.
Nadie
con poder se plantea hasta el momento lo que miles de organizaciones
reclaman desde hace años: que no se apliquen los criterios neoliberales
que desplazan al agricultor, concentran la oferta, favorecen la exportación
y desatienden el cultivo de alimentos. Es necesario para frenar
situaciones como las que se viven en la actualidad que las autoridades
intervengan para garantizar la seguridad y la soberanía alimentaria de
los pueblos. Vía Campesina lo dice así: “La
crisis actual pone de manifiesto que no se puede jugar con la alimentación
y que la regulación de los mercados tanto a nivel internacional como a
nivel europeo es indispensable para la seguridad alimentaria de las
poblaciones.”
COAG va en la misma línea: “La UE
debe cambiar su política neoliberalizadora radical de abandono de la
regulación de mercados y debe reinstaurar los mecanismos que eviten la
fluctuación de los mercados agrícolas y garanticen unos precios a los
agricultores que superen sus costes de producción.”
Esta
crisis de la alimentación y sus causas no son coyunturales sino
claramente estructurales. Este modelo agrícola en particular y de
desarrollo en general está agotado. Tengan en cuenta que será muy
complicado que el año que viene el petróleo se abarate, que cambien los
patrones de consumo, que cesen los temporales y sequías consecuencia del
cambio climático, que se impulse la seguridad alimentaria en detrimento
del agronegocio y que los inversores dejen de enriquecerse a cambio de
hambre y miseria. Por lo tanto, es hora de que los estados intervengan
para dar soluciones positivas y efectivas que redunden favorablemente en
los consumidores, agricultores, ganaderos, pescadores, etc. Y si los
estados no adoptan estas medidas, las organizaciones sociales,
especialmente las agrícolas, deberían pensar seriamente tomar las calles
y las carreteras porque desgraciadamente, en las democracias burguesas
esta medicina es la única que entiende la corruptela del poder.
Algunos/as,
los y las políticamente correctos, ya estarán pensando que soy un
radical. Para mí que tienen la escala de valores un poco oxidada. Para mí
radical es un mundo donde cientos de millones de personas sufren la
zozobra del hambre porque unos cuantos agroterroristas quieren acaparar más poder y capital. Donde se
despoja al campesino, se le expulsa de la tierra o se le sumerge en
huracanes doctrinarios que no comprende. Para mí eso sí que es radical,
pero, allá cada uno con sus principios.
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