Ángeles sin alas
- Niños del mundo |
El trabajo infantil es un mal social mayor. Para la OIT, erradicar la explotación infantil por el trabajo comprende programas de educación y de ayuda contra la miseria y el hambre. En América Latina, la eliminación del empleo costaría alrededor de unos 76.600 millones de dólares; y un beneficio previsto para el 2020 de 407.200 millones de dólares. Jazmín Santiago, niña que desde muy temprana edad tuvo que ganarse la vida vendiendo caramelos y limpiando parabrisas en la Ciudad de México, participante en el Congreso de Florencia, nos dice: “Este congreso fue una gran experiencia para mí, porque compartí con otros ideas y opiniones. Hicimos propuestas y esperamos que ahora los gobiernos las escuchen y nos tomen en serio, o sea, que no sólo nos prometan cosas que, como siempre, no cumplen”. El investigador Human Rights Watch reveló, en un estudio realizado en Ecuador en el año 2001, que la contratación de mano de obra infantil en la industria bananera expone a los pequeños a potentes pesticidas, y a trabajos de gran peligrosidad. Es un hecho constatado que las economías avanzadas no siempre garantizan el desarrollo social; paradójico, que algunas de las naciones más empobrecidas estén gestando mayores progresos en la defensa de los derechos de la infancia – Informe sobre el Desarrollo de las Naciones de UNICEF (1998) -, porque “hacen de las necesidades más elementales de los niños una auténtica prioridad”. Si echamos una mirada atrás en el tiempo a la Historia, ésta nos relata que los niños han trabajado desde siempre, pero con una abismal diferencia. Miles de estos niños, por cientos de años, han trabajado para ellos mismos, para mejorar sus posibilidades de vida, haciéndolo dentro del ámbito familiar o en su comunidad, unidos por un bien común a sus propios gremios o asociaciones como sistemas de protección. Existe toda una lógica perversa para atrapar al menor en las redes de la explotación laboral porque son imprescindibles allí donde el trabajo que han de ocupar los adultos es bajo o no existe; para quienes contratan, al cobrar menos y carecer de gastos de protección social. Todo ser humano, concienciado y angustiado por este drama, sabe que es necesario y prioritario hacer lo imposible por acabar con él. Y se ha de hacer desde el más bajo escalón social hasta al más alto peldaño donde los gobiernos gestan informes y cifras cuando deberían aplicar medidas reales. La sencilla acción de colocar un distintivo especial en todos los productos confeccionados por medio del trabajo infantil, removería las conciencias que se pierden en la rutina del día a día. Una etiqueta de garantía social en la ropa o el calzado… nos avisaría. Aunque no erradicáramos totalmente esta lacra, pondríamos individualmente en marcha nuestra particular cruzada… Lo que es impropio y cruel es que a miles de niños y niñas de todo el mundo se les estén condenando a una lenta e irremediable muerte, porque son reos sobre patíbulos que unos adultos construyen y muchos otros, dentro de la impotencia o la desidia, pretenden ignorar. A diario se consumen en todo el planeta cantidades cuantiosas de productos fabricados por la mano infantil, por niños a quienes se les ha robado el tiempo de los sueños… |
M. Ángeles Bernárdez
Directora de Revista Literaria La Fuente
Almería, 4 de febrero 2007
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