Manuel Benítez Carrasco Carlos Benítez Villodres |
En
esta época del siglo XXI en la que vivimos, la inmensa mayoría de la
Humanidad se halla inquieta, atribulada, por determinados acontecimientos
actuales, que le afectan directa o indirectamente. Ante ellos, la
impotencia y la desconfianza y la inseguridad arraigan férreamente en la
vida del ser humano. Muchos políticos y
poetas distancian aún más sus respectivas órbitas, por lo que la
política y la poesía dejaron de hablar el mismo idioma. “Si hubiera más
políticos que supieran poesía, refiere John F. Kennedy, y más poetas
que entendieran de política, el mundo sería un lugar un poco mejor para
vivir en él”. Al recordar estas palabras del político estadounidense,
evoco también, junto a ellas, aquellas otras del poeta granadino Manuel
Benítez Carrasco: “Mientras los políticos no se identifiquen con los
poetas y éstos con los que ejercen democráticamente la política, los
pueblos del mundo sufrirán, en casi la totalidad de sus células, los
efectos del desamor y de las injusticias, de las falsedades y de la
insolidaridad…”. Para ir a la cuna / una lágrima y un /
biberón de luna. // Para ir a la infancia / una canción de abril / y una
flor de acacia. // Para andar por la vida / un sol en la cartera / con
cuatro lagrimitas. // Para ir a la muerte / una alforja de barro. /
Suficiente.
Así se marchó, sólo “con una alforja de barro”, el insigne
poeta granadino Manuel Benítez Carrasco. Pero Manolo, aunque se marchara,
continúa viviendo. Ahí está su obra, sus versos..., cada día más
luminosos, más presentes, más amados. Porque el poeta nunca jamás se
marcha definitivamente, sino “a dormir un rato”. Quiero dormir un rato, / un rato, un minuto, un siglo; / pero que todos
sepan que no he muerto. Federico
García Lorca nos manifiesta en estos tres versos que el poeta no muere,
que el poeta duerme, que el poeta vive eternamente, aunque su cuerpo
penetre en el reino de la Nada. A ese imperio de las sombras y del
silencio absoluto con olor a tierra y a raíces, que tiene un lugar en
Granada, llegó el 26 de noviembre de 1999, a los 77 años, el eximio
poeta Manuel Benítez Carrasco. En su Granada querida, en su Granada
sumamente ensalzada en sus versos, en su Granada a la que siempre llevó
en su corazón y en su mente..., duerme, descansa Manolo. Dejo
mi bien ganada, aunque pequeña, / riqueza de tristezas / a quien sepa
gastarlas, compartirlas, / como yo acostumbraba, / con las tardes, las
lluvias, / las acequias, los ríos / y otros amigos de apacible vida. //
Dejo mi todavía / abundante riqueza de alegrías / a quien sepa
gastarlas, / pero sin grandes pretensiones; / sencilla y llanamente / que
es como a mí me dieron resultado. // Y las serenas singladuras / que aún
me quedan pendientes / las dejo al sueño de un poeta. // Ojalá que, en
su día / él redacte también / un testamento parecido al mío. (Fragmento del poema “Testamento” de Manuel Benítez
Carrasco). ¡Con
lo que le gustaba a Manolo estar rodeado de gente! Seguramente desde el más
allá el poeta ya ha escrito un nuevo poema para contar en el otro mundo,
de cómo le siguen amando y le siguen visitando en este planeta, donde el
ser humano se encuentra con la vida al adquirir la conciencia adulta. Lo
que sí puedo afirmar es que Manolo sigue vivo ya que fue el mismo quien
inmortalizó con su pluma su presencia en este mundo. A nuestro querido e
inolvidable poeta albaicinero podemos recitarle aquellos versos de Neruda:
He vivido tanto que un día tendrán
que olvidarme por fuerza / borrándome de la pizarra, mi corazón fue
interminable / pero porque pido silencio no crean que voy a morirme / me
pasa todo lo contrario, / sucede que voy a vivirme.
Sí, Manuel Benítez Carrasco sigue vivo en sus versos, en la
memoria y en el corazón de quienes lo conocimos, y siempre, mientras
vivamos, lo querremos, aunque no lo veamos, ni podamos conversar y reírnos
con él. Hagamos nuestras aquellas hermosísimas palabras de San Agustín:
“Señor, no te pregunto por qué te lo has llevado, sino que te doy las
gracias porque me lo diste”. Sí, Manuel Benítez Carrasco fue, es un
regalo que Dios hizo no sólo a Granada, a Andalucía, a España..., sino
a toda la Humanidad en sus generaciones presentes y venideras. Como
esta tarde, quisiera / que el final de mis latidos / final de tarde
tuviera. // Marcharme así, sin premura, / lentamente; / dejarme ir a las
sombras, / buenamente. // Con manos de mansedumbre, / ir apagando las
cosas, / irme quedando sin lumbre. // Y en plena paz, sin alarde, / cerrar
los ojos cansados / y morir como la tarde.
(Poema “Deseo” de Manuel Benítez Carrasco). Antes de finalizar es mi deseo dejar aquí grabado un poema de Manolo titulado “La gran faena”, que un buen amigo mío de Ronda, José Luis Jiménez Sánchez, lo atesora con sumo cariño por ser de Benítez Carrasco, con quien mantuvo una gran amistad, y por tenerlo escrito de su puño y letra: ¡Quién había de decir / que el toreo empezaría / en el ruedo de aserrín / de aquella carpintería! // En el ruedo nazareno / con albero de madera, / el torerillo divino / ensayaba su faena. // Y hacía en pequeña escala, / de los mandiles, capotes, / de las virutas, muletas, / de las puntillas, estoques.// La Virgen, espectadora, / tenía, sin darse cuenta, / en sus manos un nevado / pañuelo de Presidenta. // Y la Virgen no sabía, / mejor que no lo supiera, / que su hijo moriría / en un ruedo de madera. // Moriría para darnos / una barrera de sol / en la plaza venturosa / de nuestra resurrección. // Que no en vano, entre tinieblas, / mató a volapié de luz, / a la muerte, aquel torero / en el ruedo de una cruz. (“En Torremolinos, a mis compadres Haydée y Joaquín, ante el tendido de espuma del mar malagueño, cariñosamente Manuel Benítez -firma y rúbrica-, 1 Septiembre 1994”). |
Carlos Benítez Villodres
cbenitezv@yahoo.es
Málaga (España)
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