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Los desafíos del turismo solidario. |
El África sub – sahariana atrae
relativamente pocos turistas en comparación con la multitud de viajeros
a nivel mundial. Tanto diversos gobiernos como diferentes organizaciones
no gubernamentales, tratan de promover un turismo “solidario” o
“equitativo”, respetuoso de las culturas locales y del entorno natural.
Sin embargo, no es fácil conciliar la valorización de las tradiciones y
el interés turístico. |
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crecimiento demográfico y la degradación ambiental han hecho desaparecer una gran parte de la fauna, que sólo abunda hoy, verdaderamente, en los parques naturales. Y los más importantes están situados en África del Este y el Sur. El turismo cinegético existe siempre y un poco en todas partes, en el conjunto del continente. Pero los “trofeos” son muy limitados, a causa de los costos y de la imagen negativa que la caza mayor ha terminado por adquirir en Occidente. El concepto de safari, hoy, se relaciona con visitas a parques naturales y con las fotos de los animales que allí pueden encontrarse. |
Esta forma de turismo puede desarrollarse, también, en países que han tenido, hasta hoy, poca infraestructura, siempre que sepan cómo mostrar el valor de la fauna que todavía está presente en su territorio. Es así como, en el curso de los últimos años, Rwanda ha logrado desarrollar una actividad turística en torno a la observación de los últimos gorilas de montaña, protegidos en el macizo de Virunga. En 2011, esta única actividad turística trajo al país 252 millones de dólares. Si la mayor parte de los estados se ha dotado de parques naturales, pocos son aquellos que han logrado luchar eficazmente contra los cazadores furtivos. Los principales motivos de la caza furtiva son, por un lado, las incesantes guerras civiles en ciertas regiones: la “carne silvestre” sirve para nutrir las milicias de los combatientes; por otra parte, la matanza tiene como estímulo el tráfico de productos extraídos a los animales muertos, como los cuernos de los rinocerontes o las defensas de los elefantes. Únicamente los países que han desarrollado parques naturales desde hace tiempo y que atraen importante afluencia turística, han conseguido el modo de impedir la caza furtiva. |
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Son estos mismos países, que cuentan con mayores espectáculos paisajísticos, los más susceptibles de atraer caminantes. Los macizos montañosos y los grandes lagos se concentran en África austral y oriental, mientras que el resto del África sub - sahariana está constituida por relieves y planicies y es pobre en grandes extensiones de agua. Por consiguiente, el turismo paisajista es rentable sobre todo para los países que tienen grandes parques naturales, lo que refuerza el lugar de África del Sur, de Kenia, de Tanzania y Namibia, de Botswana, en relación con el resto de la zona. |
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Si el África sub - sahariana es rica en patrimonio natural, no está bien provista en lo que concierne al patrimonio arquitectónico y arqueológico. En la zona del Sahel, las construcciones se realizan en tierra seca, lo que exige un mantenimiento costoso y limita el número de monumentos que pueden ser de interés turístico. (El Sahel es una zona eco – climática y bio –geográfica de transición entre el desierto del Sahara, en el norte, y la zona sudanesa, en el sur.) Entre las mezquitas construidas en el conjunto de regiones del río Níger -Mauritania, Níger y Mali-, que constituyen los principales edificios hechos en tierra, no hay más de una decena que merezcan ser visitadas. En la zona tropical y ecuatorial, la humedad ambiente provoca la degradación acelerada de las construcciones. Fuera de la célebre acrópolis del gran Zimbabwe, hay pocas construcciones monumentales autóctonas, hechas en piedra y susceptibles de desafiar el tiempo. La arquitectura colonial, de inspiración árabe, luego portuguesa, francesa y británica, está presente en todas partes del continente; pero se concentra sobre todo en las ciudades portuarias. |
En cambio, el patrimonio inmaterial de África sub-sahariana es extremadamente rico. Los numerosos ritos que ritman la vida de las sociedades africanas han sido objeto de estudios etnológicos. La recolección de objetos rituales, las grabaciones de cantos, de música y danza se han realizado en épocas en las cuales esas manifestaciones aún eran portadoras de un sentido evidente para las poblaciones que las practicaban. Algunos pueblos, que se volvieron célebres gracias a la difusión de los trabajos etnológicos que las concernían, decidieron utilizar sus tradiciones culturales con fines de atracción turística, con riesgo de alterar su sentido; así, ese patrimonio se ha transformado en una especie de folklore anticuado que ya no se inscribe en la realidad social que las había producido. Es el caso de los Dogones de Mali, estudiados por grandes etnólogos franceses como Marcel Griaule o Jean Rouch. Entre algunos pueblos dogones al menos, se realizan danzas de máscaras, cada vez que llegan turistas, en períodos que ya nada tienen nada que ver con las circunstancias en que debían producirse: comienzo o fin de los trabajos agrícolas, funerales, iniciaciones de jóvenes. Bajo la influencia occidental, se han desarrollado algunas formas modernas de valorización del patrimonio inmaterial, en particular en lo que concierne a los festivales donde, a veces, pueden desplegarse, juntas, las manifestaciones tradicionales y las creaciones contemporáneas. |
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El patrimonio cultural inmaterial permanece como uno de los raros triunfos de las poblaciones más pobres para atraer un turismo que pueda serles directamente rentable. Conscientes de los efectos contraproducentes del turismo de masas, una cierta cantidad de actores asociativos o políticos, tanto africanos como extranjeros, han buscado formas de turismo cuya meta sea, a la vez, evitar la degradación del entorno, natural y cultural, de las poblaciones y aportarles un beneficio directo, en forma de bienes de intercambio con los visitantes. A este turismo se lo ha bautizado con los nombres de turismo solidario, eco – turismo, turismo equitativo o humanitario. Esta forma turística tiende hoy a encontrarse un poco en todas partes de África sub- sahariana. El turismo solidario representa una reacción contra las prácticas de ciertos viajeros que desarrollan la fórmula del all inclusive. Los mismos no disfrutan del contacto con las poblaciones locales ni son proclives a encuentros inter –culturales. Concentrado en las zonas balnearias, ese tipo de turismo permite una rápida rentabilidad de las inversiones y crea un cierto número de empleos locales. Pero, a menudo, tiene incidencias negativas sobre el entorno, con un consumo excesivo del agua potable por parte de los turistas, en detrimento de la población local; y una mercantilización de las relaciones con los autóctonos que, en casos extremos, llega al turismo sexual. Algunos estados africanos han reaccionado contra la degradación de las relaciones entre los turistas y los autóctonos, causada por una cierta irresponsabilidad de los primeros y una falta de preparación de los segundos. Sin embargo, estos gobiernos no desean disminuir la afluencia turística, que genera ganancias importantes, aun si éstas son muy mal re - distribuidas. Siempre a la busca de ayudas externas para asegurar el desarrollo de las zonas más pobres de los territorios que administran, estos gobernantes son sensibles a las oportunidades que pueden ofrecer las iniciativas de un turismo solidario o equitativo, aun si la mayoría de las mismas vienen de países occidentales y reflejan sobre todo las ideologías de desarrollo propias de la opinión occidental. El advenimiento del turismo solidario en el marco de la cooperación francesa Es difícil precisar en el tiempo las primeras iniciativas en términos de turismo solidario o equitativo, más aún cuando existen muchas palabras que se asocian a esta forma turística cuya meta es, a la vez, el desarrollo de las zonas visitadas, la preservación del entorno natural, la valorización de su patrimonio cultural y el permitir un encuentro, lo más auténtico posible, entre personas que vienen de contextos económicos, sociales y culturales extremadamente diferentes. Así, se habla de « eco - turismo » cuando se quiere poner el acento, especialmente, en la preservación del entorno; de “turismo humanitario”, cuando se trata de ayudar a las poblaciones locales a salir de su pobreza; o de “turismo cultural”, cuando se busca conocer un patrimonio inmaterial o material que, hasta hoy, sólo los etnólogos han podido apreciar en su originalidad. Se puede considerar, sin embargo, que el turismo equitativo o solidario ha aparecido como un componente del comercio equitativo, cuyo objetivo era, antes que nada, favorecer el desenvolvimiento económico en los países en vías de desarrollo, comprando su producción a un precio ventajoso. De ese modo, se trataba de evitar volverlos todavía más dependientes de las ayudas externas, distribuidas por los países “ricos”. Sin ser, directamente, el fruto del movimiento de “alter – globalización”, aparecido a comienzos de los años ‘80, en los países del sur contra la deuda de los países pobres; y, en los países del norte, en torno a la busca de alternativas en relación con el crecimiento destructivo y el consumo energívoro, el turismo solidario o equitativo se encuentra en la misma línea ideológica. Como la alter - globalización, se apoya, sobre todo, en organizaciones surgidas de la sociedad civil, que buscan reaccionar frente al tipo de globalización impuesta por los grandes actores de la economía, que los Estados parecen incapaces de controlar. Eso no impide que los actores institucionales se interesen por el turismo solidario, para intentar hacer un eje con sus políticas de desarrollo en dirección de los países partenaires. En Francia, su desarrollo está vinculado a un cierto reajuste del modelo de cooperación que se había desenvuelto a partir de los años ’60 con los países llamados de “campo”, es decir, las antiguas colonias de África sub - sahariana. Esta cooperación, que se hacía esencialmente de Estado a Estado, se volvió, con el tiempo, el objeto de numerosas críticas de orígenes diversos. La izquierda la acusó de existir, antes que nada, para mantener la influencia francesa en las instancias internacionales, aun a riesgo de favorecer la conservación de regímenes dictatoriales en tales colonias. La derecha le reprochaba su ineficacia en relación con los objetivos de desarrollo económico. Sin cuestionar de nuevo fundamentalmente una cooperación que, de todos modos, ha asegurado una relativa estabilidad a los países africanos y permitido a Francia la conservación de una cierta influencia en el plano internacional, se ha decidido facilitar una mejor definición de los objetivos de desarrollo y de actuar más directamente junto a las poblaciones en cuestión. Para ello, ha parecido pertinente delegar una parte de la responsabilidad en las colectividades territoriales: regiones, departamentos, comunas, comunidades de comunas, etc. La Agencia Francesa de Desarrollo, principal instrumento del Estado francés en materia de cooperación, justifica así el recurso a la « cooperación descentralizada »: « Con la multiplicación de los procesos de des - centralización que se están desenvolviendo en numerosos países en desarrollo, el papel de las colectividades francesas se ha vuelto cada vez más pertinente, a causa del apoyo que aportan a sus homólogos para asumir y reforzar sus competencias. A la legitimidad política se agrega, en efecto, aquella de la experiencia concreta. La cooperación des - centralizada reconstruye, igualmente, los intereses comunes para beneficio de los dos territorios partenaires. Permite intercambios entre agentes territoriales, electos y sociedades civiles. A través de esas solidaridades y de esas relaciones humanas, la cooperación descentralizada permite re – encontrar vínculos, comprensión y estima.»[2] La ley del 25 de enero de 2007, en su artículo L1115-1, precisa así, los derechos y responsabilidades de las colectividades locales. «Las colectividades territoriales y sus agrupamientos pueden, en el marco del respeto a los compromisos internacionales de Francia, concertar convenciones con autoridades locales extranjeras, para llevar a cabo acciones de cooperación o de ayuda al desarrollo. Esas convenciones tornan preciso el objeto de las acciones enfrentadas y el monto preventivo de los compromisos financieros.» Si bien las colectividades locales mantienen la responsabilidad que les confiere la definición de las acciones de cooperación, a menudo la delegan a organismos especializados, en general Organizaciones No Gubernamentales, cuya competencia ya han experimentado en sus territorios. Así, en la región Ródano-Alpes, cerca de 300 colectividades locales se han hecho partenairs con diversas colectividades africanas, principalmente con Mali, Senegal y Burkina Faso. Cerca de 1500 organismos están implicados en las diversas actividades generadas por esas cooperaciones y, entre ellos, algunos se especializan en el turismo solidario. Originariamente, esos organismos han trabajado en Francia, en el medio rural, para desarrollar allí un turismo de proximidad, destinado a proporcionar ingresos complementarios a aquellos agricultores que albergaban a los visitantes, los recibían a su mesa y les explicaban la vida rural. Las regiones de montaña, donde la agricultura da un rendimiento bajo, se han beneficiado particularmente con este turismo de proximidad, que se orienta, asimismo, a la valorización de las tradiciones locales, organizando encuentros y festivales en torno a acontecimientos vinculados con los ritos de las estaciones, como la fiesta de la trashumancia, que tiene lugar, cada año, en ciertas comunas situadas al pie de los Alpes, en el momento en que los rebaños parten hacia las pasturas, en alta montaña. Ese savoir faire, ha podido contribuir a mejorar el nivel de vida en las zonas rurales desheredadas, y a evitar la desaparición de las tradiciones asociadas con los ritmos de la vida de montaña. Por consiguiente, apareció como proclive a ser exportado hacia aquellas regiones de África con las cuales las colectividades Ródano – alpinas habían desarrollado una relación de partenaires. Sin embargo, las diferencias entre las regiones menos desarrolladas de Francia y sus homólogas africanas no dejan de ser considerables. Las culturas tradicionales de la Francia rural sobreviven sólo a un nivel folklórico, susceptible de generar espectáculos atractivos y más o menos rentables. Pero tales celebraciones ya no ponen en juego la cohesión social de la comunidad. En cambio, en el África sub - sahariana, aunque el hecho esté disminuyendo, las tradiciones se encuentran vivas; sus modos de expresión reflejan los valores y creencias de las sociedades que las producen. Transformar esas tradiciones en recursos turísticos supone el riesgo de tener impactos negativos sobre las sociedades en cuestión, aun si el despliegue de sus ceremonias les permite mejorar sus condiciones de vida material. Como lo ha observado UNESCO en su programa « Cultura, turismo y desarrollo», lo que se pone en juego entraña riesgos. En el mencionado programa, la propuesta es « luchar contra las disparidades regionales, estimular un desarrollo durable y equitativo para una valorización equilibrada de los patrimonios de las comunidades»[3]. No obstante, para responder a esos criterios de respeto, rentabilidad y equidad para las poblaciones locales, que debe ser, asimismo, de ética, educación y solidaridad, este programa estipula que el turismo debe adaptarse a las Culturas anfitrionas. Ahora bien, las exigencias de las industrias turísticas no son sistemáticamente compatibles con esos criterios. El turismo industrial puede llevar a la “folklorización”, hasta a la marginalización de aquellos patrimonios que estructuran, profundamente, las sociedades de las que surgen. Más allá de la toma de conciencia, todo queda para hacer. El ejemplo que expondremos a continuación ilustra bien la complejidad del turismo equitativo, con sus oportunidades de encuentro entre culturas pero con sus riesgos de herir a las más frágiles.
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Senegal oriental:
una región económicamente pobre pero culturalmente rica. |
Bassari Initiation Part I |
Bassari Initiation Ceremony Part II |
Ese rito, llamado koré, tiene
lugar en los últimos días de abril y los primeros de mayo que, para los
Bassari, marcan el fin de la estación seca. Los Bassari son una
población del grupo etno – lingüístico tenda, que se dan a sí
mismos el nombre de Belyan. Tal población, que ha vivido mucho tiempo
aislada en un hábitat troglodítico, ha conservado una organización de
tipo matrilneal, estructurada en clases etarias. Sin embargo, este rito
no aparece sino tardíamente. Posiblemente, empezó a practicarse en el
siglo XIX, después de la invasión del país bassari por los Peúles,
venidos de Fouta Jallon. Algunas de sus fases, como las llegada de las
máscaras al pueblo, tienden a recordar la invasión guerrera de los
peúles. También, los combates organizados entre los jóvenes iniciados y
las máscaras, que vienen a subrayar la capacidad de resistencia de los
jóvenes Bassari contra los eventuales invasores. A las mujeres les está
prohibido ver la mayoría de las fases de este ritual. Según los relatos
tradicionales, esta interdicción se debe a que un hombre reveló las
etapas de ese rito a las féminas. Y, como consecuencia, las desgracias
se habrían abatido sobre los Bassari y su país habría sido invadido por
los Peúles, los que los obligaron a replegarse a las cavernas de la
montaña durante varios años. Para conjurar la falta cometida por el
hombre que reveló los secretos de iniciación a las mujeres, era
necesario sacrificarlo. Todos los pueblos Bassari disponen, en la
brousse, de un lugar sagrado, llamado E-keb, constituido por un montón
de piedras, bajo las cuales estaría enterrado el cadáver del joven
indiscreto. La víctima expiatoria simbólica pertenece, casi siempre, al
clan de los Bianquinch (o Beyanxedi, según algunas ortografías),
constituido conforme con la tradición de extranjeros raptados de su
pueblo original y asimilados a los Bassari. En consecuencia, son también
los miembros del clan de los Bianquinch los que deben oficiar sobre el
E-keb para redimir la falta de sus ancestros. La presentación de los
jóvenes iniciados al E-keb de su pueblo, es una etapa importante en el
ritual de Koré. Hasta hoy, permanece estrictamente prohibido a los
varones iniciados, el contar a las mujeres lo que han vivido durante la
iniciación; y las mujeres no deben ver los combates que oponen los
iniciados a las máscaras. Se considera que ellas deben huir,
atemorizadas, cuando tales máscaras llegan al pueblo. Esta prohibición
se extiende, asimismo, a las mujeres extranjeras, que no pueden asistir
a los combates. En consecuencia, está prohibido filmarlos, por temor de
que las mujeres puedan verlos. De hecho, todo evoluciona mucho. Las
mujeres bassari saben bien en qué consiste la iniciación de los hombres
quienes, en cambio, no saben con precisión en qué consiste la iniciación
de las jovencitas, la cual se ha mantenido secreta y, al parecer, hasta
ahora, nunca ha sido estudiada por los etnólogos. En lo que concierne a
los turistas extranjeros, si pagan un precio alto, su presencia puede
aceptarse, sin inconvenientes, alrededor del círculo donde tienen lugar
los combates. |
Jacques Barou
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