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I
Arriba,
sobre la opaca lámina de vidrio
las manzanas.
Más abajo,
encima de una rojiza madera de haya,
en su flamancia
el desbordado y humeante pocillo de café.
Delante,
midas en otra dimensión
en la rinconada el ratón,
doméstico,
imprudente,
dueño de casa
lame su hocico húmedo y reluciente.
II
Mucho después,
en la edad media de los años cincuenta
ese ratón,
ajustándose a la gordura de mi empeine
rectificaba distancias,
la senda,
el nuevo mundo,
dando punzantes toquecitos
en los corvejones de la bestia.
En ese entonces era yo hidalgo
ascendiendo la colina
hacia el ignoto paso de fronteras.
III
Delante,
a semejanza del ratón dueño de casa,
con vísceras dentro,
con vísceras fuera,
llameante relucía la revolución.
Por debajo,
el mosquitero de la noche anterior
cruelmente agujereado
por el contundente material de obús,
perteneciente a la guerra anticipada
que se olvidó,
lucía como ajuar de una novia
que también se olvidó.
IV
Ahora,
en este instante,
desde arriba ruedan las manzanas
sobre la vieja haya colorada,
llevándose con su ímpetu el pocillo de café.
Más arriba,
retorció la metralla el pálido techo de tejas
haciéndose la luz.
V
Abajo,
junto a los corvejones de la bestia ya tumbada
se lame el hocico aquel ratón.
La casa en ese entonces
había dejado de ser mía y de ser suya;
casa que fue y dejó de ser,
sin siquiera haberse transformado
en otra cosa. |
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