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Ángeles en el callejón
Jorge Dos Santos
dossantosjorgedan@hotmail.com
 

 
 
 

Personajes

 

 

    Estela

    Julio

    Antonieta

    María Soledad

    Mauricio

    Leonardo

    Sarita

    Militar I (en off)

    Militar II (en off)

    Vecino I  (en off)

    Vecino II (en off)

PRIMER ACTO

 

ESCENA I: (Un living comedor de clase media en decadencia económica. Entra Estela desarreglada y con los cabellos negros mezclados con abundantes canas. Camina lentamente desde la puerta que esta al lado de la biblioteca y que da a la cocina y a los cuartos. Suspira y vuelve a suspirar. Viste  una ropa vieja y una frazada le cubre la espalda y ambos brazos. Es invierno. Frota sus manos para calentarse. La luz tenue de una lámpara que esta sobre una mesa de madera ilumina la escenografía. Un sillón roído por el paso del tiempo, una alfombra gastada por el uso, un mueble con un televisor y un DVD, una mesa con cuatro sillas al lado del sillón, una mesita pequeña con un teléfono, una biblioteca llena de libros. Avanza despacio en la penumbra y entre suspiros y el ruido de sus manos recorre todo el espacio tocando con suavidad cada uno de los objetos. Se sienta en el sillón y baja la cabeza. Suspira más fuerte. Mira hacia la puerta a la derecha que es la entrada a la casa y la puerta izquierda que da a un garaje sin auto. Se levanta y se dirige hacia una planta marchita que está en el centro de la mesa. Se detiene y comienza a acariciarla. Un foco de luz intenso surge y la ilumina al lado de la mesa)

 

Estela.- (Con voz tierna) Estás como yo, cada día más chiquitita… (Pensativa) A vos se te caen las hojas mientras que a mí el cabello se me pone cada vez más blanco. (Habla con ternura y amargura, y se encoge de hombros) Y bueno, es la vida… (Mira al público mientras su rostro está bajo la luz fuerte) Yo no sé para qué nace uno… Para recibir golpes y disgustos nada más. Mañana es el aniversario de mi casamiento con Julio y ¡yo en este estado! (Con tono de voz más alto) ¡Veinticinco años! (Agresiva y dolida) Y todo… ¿para qué? ¿Lo saben ustedes? ¡¿Saben lo que es casarse enamorada y soñar y tener esperanzas…?! (Irónica) ¡Esperanzas! (Dolida) Lo que tengo ahora son puros pedazos. Añicos que no se pueden juntar. (Se calma y permanece ensimismada) ¿Si soy feliz? Yo no sé nada de eso… (Tocando la planta) ¿Es ella feliz? Creo que si pudiera hablar gritaría y gritaría y diría todo lo que tiene atragantado en la garganta. (La voz va en un in crescendo) Un dolor profundo clavado en las entrañas, una sensación de no saber ya para qué estar y un deseo enorme de morirse y dejarlo todo atrás. ¡Sí! Descansar. Desaparecer. Diluirse en la nada más profunda y no ser ni siquiera un recuerdo… (Más calma) Sí, eso me diría… estoy segura. Me lo gritaría con la fortaleza de la poca sabia que le queda que no le ponga más agua y la deje secarse para siempre porque vivir así es inútil. Es secarse de a poco… (Suspira) Una agonía lenta e innecesaria. Y también me reprocharía por qué no la cuidé como era necesario. Sí, en sus marchitas hojas siento su reproche… su pensamiento… ¿para qué me compraste cuando era pequeña sino me ibas a cuidar y a regar todos los días? ¿Por qué me trajiste a tu lado y me ocultas de la luz a la que tanto amo y casi no veo? (Enfática) ¡La luz! (Nostálgica) Hace tanto que no la veo… (Suelta la planta y continúa dirigiéndose al público) Vivo encerrada entre estas húmedas paredes año tras año y los meses pasan y los días y yo aquí, presa dentro de los ladrillos malolientes de esta casa. Una mísera casa que me ha consumido y convertido en esto (Abre los brazos y muestra su cuerpo. Se cae la frazada) Un espantapájaros en un pantano. Un pájaro mutilado. Una miserable lombriz enterrada en el lodo (Cambia de tono y sonríe irónicamente) ¡Esta casa! Saben ustedes que este piso que me absorbe y succiona ni siquiera me pertenece. La compramos con Julio tres años después de casarnos pero todavía seguimos pagándola, todos los meses, juntando el dinero moneda por moneda y el esfuerzo se me lleva la sangre. (Ríe fuertemente) ¡Y la vida! Todo se ha ido, hasta yo me he ido de mí misma. ¿Creen que estoy viva? (Categórica) ¡No! Soy un cadáver que cada día se levanta de su tumba intentando revivir pero siempre vuelve a la putrefacta madera de su cajón. (Se toca los ojos) Tengo dos huecos en el rostro. Mis ojos azules me los arrancó el viento cuando se llevó los sueños. Los pocos que tenía, una familia, ser feliz, tener una casa modesta con muebles a sabor de hogar (Se dirige hacia el sillón y cae abruptamente, la luz la acompaña) ¡Lindo invento eso del hogar! ¡El infierno debería llamarse! (Se frota las manos por el frío) Que ironía, ¡vivo un infierno de hielo! (Se levanta, busca la frazada caída junto a la mesa, se la vuelve a envolver y se sienta otra vez) Julio debe de estar por llegar y no tengo nada preparado para la cena (Desanimada) Es que la heladera está más vacía que mi corazón. El pobre corazón que se extravió en el desierto sin darme cuenta cuando. (Recobrando un poco de fuerza) Voy a hacerle una tortilla. Papas y huevos creo que quedan todavía. A mí no me importa irme a dormir sin comer pero él trabaja todo el día y siempre llega hambriento. (Irónica) ¡Lindo día elegimos para casarnos! ¡Un veintinueve! (Ríe) ¡Un veintinueve! (Continúa riendo y sacude la cabeza desconcertada) No pensamos en aquél entonces que era una fecha inadecuada. ¡Justo a fin de mes! (Enfática) Sí, debimos de habernos casado un cinco o un seis y ahí sí podríamos festejar nuestro aniversario como dios manda todos los años. (Suspira) Pero quién iba a pensar que…que… la vida iba a golpear tanto… (Con tono intimista) Últimamente llegamos a fin de mes porque le acepto a veces el dinero que me ofrece Leonardo pero esto no lo sabe mi marido porque se avergonzaría mucho. (Hace un silencio) Y con lo que me da mi hija María Soledad, que ahora empezó los estudios nuevamente en el horario nocturno. (Intrigada) ¿Yo no sé cómo trabajando de cajera en un supermercado ella siempre tiene su dinerito guardado? (Alegre) Estoy orgullosa de mi hija. Ha sufrido mucho siendo tan joven pero lo ha superado. Ahora trabaja todo el día y a la noche estudia. Es poco común en estos tiempos. También de Mauricio estoy orgullosa, es un hijo adorable. (Se toca el estómago y queda triste) De este vientre nacieron ellos, dos soles que iluminan la oscuridad más profunda y me dan fuerza para seguir viviendo.  No sufrí nada al tenerlos porque los amé desde el momento mismo que me enteré ambas veces que estaba embarazada. (Triste) Ahora en cambio… (Siente un dolor en el vientre que se refleja en su rostro, envuelta con la frazada agarrándose el vientre se dirige lentamente hacia la biblioteca y detrás de unos libros saca un medicamento, toma dos comprimidos y va a buscar un vaso con agua que está en la mesita junto al teléfono. Al terminar de tomar la medicación mira hacia todo el escenario para cerciorarse de que no hay nadie) ¡Ay dios, que chiquitos que somos los humanos! (Se anima) Pero sin embargo ¡somos tan grandes al mismo tiempo! (Más calmada del dolor se sienta en el sillón nuevamente) ¡Y para colmo no tenemos calefacción! Yo antes trabajaba en un estudio de abogados y con el sueldo de mi marido vivíamos bien. Nunca me hubiera imaginado esta pobreza. Pero el estudio se fundió y quedé en la calle y a los cincuenta ya no había trabajo… Y ahí empezó a venirse todo abajo. Al principio no lo noté porque teníamos dinero ahorrado en el banco. Pero el dinero se terminó y solo quedó el sueldo de Julio. Y las cuentas siguieron llegando y llegando… (Mira hacia todos lados) ¡Y pensar que teníamos la casa tan linda y arreglada! Ahora ha quedado esto… paredes húmedas, despintadas y yo deambulando entre estos muebles gastados como si estuviera dando manotazos en el agua como un náufrago. ¡Sí! Estoy naufragando en un océano sin agua. Esperando y esperando… Pronto terminará esta pesadilla y me hundiré hasta lo más profundo del mar y seré solamente un cuerpo para alimento de los peces. Ya no seré más una sombra ni un fantasma… Seré un cuerpo inerte enredado entre algas despedazada por tiburones y otras especies acuáticas. (Hace una pausa. Con bronca) ¡Qué desgracia, Dios mío! Los pobres somos invisibles. Nadie nos ve. (Irónica) ¡Se hacen los que no nos ven! Y eso que somos trabajadores. ¡Eso es lo peor de todo! (Desanimada) El dinero no alcanza para nada. (Reconfortada) Pero a cambio tengo una familia maravillosa. Y esto debo agradecerlo.  (Permanece quieta y estira las piernas tapada con la frazada. Suspira dos veces. El silencio se rompe con el estruendo de varios disparos de un arma de fuego en el exterior de la casa, se sobresalta y queda arrolladita sobre el sillón tapándose los oídos) ¡Y este barrio lleno de traficantes, prostitutas y ladrones! (Con bronca) Y los tiros que suenan a cada rato. (Parece recordar algo) ¡Ay no! ¡No puede ser posible! (Oculta su rostro con las manos y grita estridentemente) ¡Julio! ¡Julio! ¡A mi Julio no! ¡A él no! (Se apaga el foco de la luz que la iluminaba y sale corriendo del escenario gritando a viva voz) ¡Lo mataron! ¡Dios mío, lo han matado! ¡Julio! ¡Julio!

 

ESCENA II: (La lámpara de luz que ilumina poco comienza a titilar. Entra la anciana Antonieta. Tiene los cabellos parados y un maquillaje extremadamente exagerado en el rostro. Es renga de una pierna pero camina rápido y con el cuerpo torcido)

 

Antonieta.- ¿Dónde está mi hijo? (Recorre el escenario y comienza a gritar) ¡¿Dónde está mi hijo?! Tengo que amamantarlo (Se tropieza con la frazada que quedó caída, cae al suelo, continúa gritando y golpeando el suelo con un puño) ¿Dónde están todos? ¿No hay nadie en esta casa? (Llama a alguien) ¡Mercedes! ¡Mercedes! (Nadie responde) No has limpiado nada. Hay polvo por todos lados. ¿Para qué te pago? ¡Mercedes! ¿Dónde te has metido? (Con tono más bajo) Seguro que está con el amante ese que tiene y está en la cocina manoseándolo todo… Sí, ya la he visto varias veces y se lo he prohibido pero es inútil (Golpea el piso y grita) ¡Mercedes! ¡¿Dónde está mi hijo que tengo que amamantarlo?! (Enfática) ¡Pero no oyes que te estoy llamando! (Entra Julio por la puerta derecha del escenario.  Tiene un traje gris viejo y un maletín de cuero gastado por los años. La              luz continúa titilando. Ve a Antonieta caída y corre hacia ella soltando el maletín)

 

Julio.- (Con voz suave y cariñosa) Pero mamá ¿qué le pasó? ¿qué hace caída en el suelo? (Se arrodilla y la acaricia tiernamente) ¿Se enredó con la frazada? A ver, vamos a levantarnos despacito (La agarra de los brazos y la levanta) A ver… sí… así, muy bien… despacito. Yo ya le dije que usted no puede caminar tan rápido, no sé por qué se le da por andar corriendo por toda la casa. A ver si me entiende, ya se rompió la cadera una vez, ¿quiere quebrarse nuevamente?

 

Antonieta.- (Asombrada) ¿Yo me quebré la cadera? Vos estás inventando. Además, ¿quién te conoce a vos? ¿qué haces en mi casa?

 

Julio.- (Tierno) Soy yo mamá, Julio, su hijo.

 

Antonieta.- (Asombrada) ¡¿Mi hijo?! ¡Pero eres un mentiroso! Mi hijo es un bebé y tengo que darle de amamantar y vos me estás haciendo perder tiempo y todavía Mercedes que no aparece por ningún lado.

 

Julio.- Mercedes se fue de la casa hace veinticinco años mamá. A ver si me entiende, usted ya está viejita y tiene que cuidarse.

 

Antonieta.- (Con rabia) ¡¿Yo vieja?! (Ríe a carcajadas) Deja de ser mentiroso y mírame a la cara. (El foco de luz fuerte comienza a iluminar a ambos al mismo tiempo que la lamparilla deja de titilar) A ver, dígame ¿dónde están mis arrugas? ¿Puede una vieja como dices arreglarse y pintarse el rostro para estar bella para su esposo? Anda a llamar a Mercedes y deja de mentir de una vez por todas.

 

Julio.- Pero mamá… Mercedes se fue cuando yo era niño. (Mira la habitación hacia todos lados) ¿Dónde está Estela?

 

Antonieta.- ¿Estela? (Pensativa) Estela… (Mira detenidamente el rostro de Julio) ¿Quién es Estela?

 

Julio.- Mi mujer, mamá. Mi mujer.

 

Antonieta.- (Con desprecio) Yo no sé de mujer ninguna. Yo sólo sé que tengo que amamantar a mi niño y que Mercedes no aparece por ningún lado. Cuando llegue Sebastián le voy a decir que la despida porque no limpia nada y mete hombres a mi casa creyendo que yo no me doy cuenta. (Aseverando) Sí, sí, se lo voy a decir. Que le diga ¡patitas a la calle! y ahí quiero ver si el verdulero ese con el cual pasa refregándose hace algo por ella.

 

Julio.- (Con cierta tristeza) Papá está muerto, mamá y Mercedes también. Tiene que entenderlo de una vez. Se han ido para siempre, ya no están más con nosotros.

 

Antonieta.- (Con el mismo desprecio) Tu padre estará muerto, cómo lo voy a saber si ni te conozco. ¿Quién es tu padre?

 

Julio.- Se llamaba Sebastián y la quería mucho a usted y a mí, su único hijo varón.

 

Antonieta.- (Confundida) ¿Cómo sabes que me quiere mucho? Y ¿qué es eso que eres su único hijo?

 

Julio.- (La abraza) Sí, soy el hijo de un gran amor que usted no olvida. El suyo y el de mi padre Sebastián. Uno de los hombres más buenos del cual cualquier hijo estaría orgulloso. Pero también esta Sarita que es también su hija… ¿No la recuerda…?

 

Antonieta.- (Desconcertada por el abrazo y las palabras de Julio) ¿Cómo sabes que mi esposo es un gran hombre? Yo lo sé bien y por eso me casé con él. Pero vos… vos… ¿quién eres? (Hace una pausa) Pareces bueno… (Le pasa la mano arrugada por la mejilla a Julio) ¿Puedes traerme a mi bebito para alimentarlo? ¿O lo tendrá esa Sarita que me hablas?

 

Julio.- (Afectuoso) Está bien. No se preocupe. ¿Se lastimó cuando se cayó?

 

Antonieta.- (Se aleja de Julio y permanece indignada) ¿Yo me caí? ¿Cuándo? (Sorprendida) ¿Me va a decir usted de una vez por todas qué está haciendo en mi casa? (Entra en una crisis y con rabia desparrama con las manos la pintura excesiva de su rostro y habla enfáticamente) ¡Usted vino para llevarse a mi niño! Ahora lo entiendo. ¡Es un ladrón! Yo sentí gritar a una mujer y vine a ver qué pasaba. ¡Era Mercedes que usted la ha matado! ¿Qué ha hecho con esa pobre mujer? ¿Y con mi hijo, dígamelo, qué ha hecho? (Comienza a golpearlo en el pecho y a gritar) ¡Socorro! ¡Que alguien me ayude! (Totalmente exaltada) ¡Hay un delincuente en mi casa! ¡Socorro! ¡Se quieren llevar a mi hijo! (Entra corriendo Estela al escenario y habla sobresaltada)

 

Estela.- Julio, ¿estás bien? (Se dirige hacia él y le toca todo el cuerpo ante el asombro de Antonieta) ¿No estás herido? Recién hubo un tiroteo en la calle y ¡me asusté tanto mi vida! (Antonieta continúa gritando)

 

Julio.- (Mira a su madre que está fuera de sí mientras le contesta a su esposa) Estoy bien, amor, no te preocupes.

 

Estela.- (Al constatar que Julio está bien mira a Antonieta que continúa pidiendo ayuda a gritos) ¿Qué son esos gritos? ¡Otra vez  con sus ataques! Nos va a enterrar a todos y va a seguir gritando sobre nuestras tumbas.

 

Julio.- No hables así.

 

Estela.- Es que no doy más. No soporto más esta situación. Se la pasa hablando de personas que ni conozco y a mí que estoy pendiente de ella me escupe en la cara. Sí, cada vez que

voy a ayudarla me escupe.

 

Antonieta.- (Indignada y altiva) ¿Quién es esta mujer? Está loca. Yo me eduqué en los mejores colegios. Jamás escupiría a nadie. (Categórica) ¡Soy una dama!

 

Estela.- (Sobrecogida) Sabe una cosa, tiene razón. Vaya a darle de mamar a su hijo que está en el cuarto.

 

Antonieta.- ¿Y por qué no me lo habías dicho antes…? (Le escupe en la cara) ¡Bruja! (Se levanta y sale del escenario caminando rápido y rengueando de una pierna. Antes de salir definitivamente mira para todos lados desorientada) ¿Dónde queda el cuarto?

 

Estela.- (Nerviosa) ¡Ay Dios mío! No aguanto más.

 

Julio.- Por allí mamá. (Señala con el dedo una puerta despintada al lado de la biblioteca) Abra esa puerta y siga derecho que ahí está su cuarto. (Antonieta se da vuelta y mira con rabia a Julio al tiempo que comienza a gritarle)

 

Antonieta.- ¡No me digas mamá! (Se agarra los pocos cabellos blancos que le quedan intentando arrancárselos) Atrevido. (Sigue gritándole mientras se aleja) Si quieres una madre, ve y búscate una, yo ya tengo a mi niño. (Patea la puerta) ¡Cómo complican las cosas! ¿Cómo se abre esta puerta? (Logra abrirla y sale del escenario mientras se escucha su voz en off) ¡Ya mismo voy a llamar a la policía! ¡Ladrones! ¡Sinvergüenzas! Aprovecharse así de una pobre mujer que recién ha dado a luz a un hermoso niño. ¡Lo van a pagar caro! ¡Ya lo verán! (Su voz comienza a escucharse cada vez más débil desde el escenario) ¡Intrusos!

 

ESCENA III:  Estela.- (Mirando a Julio) ¿Ves? Es así siempre. Cada día que pasa está peor y nosotros sin un peso para remedios y comida (Se limpia el escupitajo de la cara con un pañuelo y dice desolada) La casa se nos está cayendo a pedazos Julio. La casa y todos nosotros.

 

Julio.- (Se encoge de hombros) Yo hago lo que puedo pero la docencia no da ganancia en ningún lado (Se oye desde fuera del escenario los gritos de Antonieta)

 

Antonieta.- (En off) ¡Mercedes! ¡Mercedes!

 

Estela.- Tenemos que hacer algo con ella. Cada vez más se olvida de las cosas y hace cosas que ya son peligrosas.

 

Julio.- (Con paciencia) No es para tanto Estela. ¿Quieres que la interne como quiere Sara?

 

Estela.- (Sobresaltada) ¿Qué no es para tanto? ¿Eso es lo que tienes para decirme? No has visto que ni nos reconoce, ya ni siquiera sabe moverse dentro de la casa, ni dónde queda su cuarto. El otro día prendió la cocina para calentar agua para el café pero se olvidó de encender la hornalla. Por suerte sentí el olor a gas y fui a ver lo que pasaba. Tuve que abrir las pocas ventanas que tenemos para ventilar todo y no morirnos intoxicados. ¿Te parece poco eso? ¡Contéstame! (Se calma y permanece un instante pensativa) Tu hermana se la podría llevar algunos días. Ella está mejor que nosotros. ¿Hace cuánto que no viene a verla? (Indignada) ¡No! La señora vive en su mundo de oro y algodones y no puede ni levantar el teléfono y decir “¿Necesitan algo?”

 

Julio.- ¿Plata quieres? ¿Es eso?

 

Estela.- (Aún más indignada) ¡No! Lo que quiero es que se preocupe por la madre. Es tan madre de ella como de ti… Y ella sabe bien que nosotros no tenemos nada. Con tu sueldito de profesor llegamos a mitad de mes y después… después… (Enérgica) ¡Nada! Nada en la heladera, nada en el estómago, solamente eso, la nada absoluta.

 

Julio.- (Paciente) Hay que tomarse las cosas con calma.

 

Estela.- (Irónica) ¡Calma! Eres demasiado bueno, eso es lo que eres. ¡Así nos va también! Eso de hacer las cosas bien y trabajar hoy día es puro cuento. El mundo está en manos de los que no tienen vergüenza.

 

Julio.- Yo sí tengo vergüenza. (Enfatizando) Y dignidad. Y la tendré hasta el día que me muera.

 

Estela.-  (Irónica) De hambre, seguramente.

 

Julio.- ¡Por favor, Estela! Cambiemos de tema. Hoy ha sido un día agotador.

 

Estela.- (Irónica) ¡¿Cambiar de tema?! ¡Como si eso fuera muy fácil! La que tiene que estar con tu madre y administrando el poco dinero que entra a esta casa soy yo. Vos por lo menos salís y das esas clases de historia que ni sé si le interesan a alguien.

 

Julio.-  (Sereno) A mí sí me interesa.

 

Estela.- ¿Y a tus alumnos?

 

Julio.- Yo hago mi trabajo.

 

Estela.- Y yo el mío y recibo un escupitajo en la cara como recompensa. (Agotada, baja la cabeza y se tapa la cara con las manos) No doy más Julio, te lo juro por nuestros hijos, no doy más. Sino fuera porque te amo y por ellos creo que ya me hubiera suicidado. (Se quita las manos del rostro, dos focos de luces fuertes comienzan a iluminarlos, Andrés la abraza y le acaricia el cabello) Lo que me sostiene es el amor. Y hasta que no vea a Mauricio recibido de periodista  y a María Soledad con un buen trabajo y un hombre honrado a su lado la pobreza no le va a ganar al amor.

 

Julio.- Eso es Estela. Ahora estás hablando como la mujer de la cual me enamoré. (La abraza con fuerza y sonríe)

 

Estela.- (Contenta) ¡Mañana cumplimos la boda de plata! (Cariñosa) ¿Recuerdas el día en el parque cuando me propusiste matrimonio? Me sentí tan feliz. (Nostálgica) ¡Éramos tan jóvenes y teníamos el mundo por delante…! (Mira a Julio a los ojos y apoya su cabeza en su pecho) Y el mundo nos fue comiendo de a poco hasta dejarnos como dos secas pasas de uva.

 

Julio.- (Continúa abrazándola fuerte y acariciando su cabello) ¿Eso piensas mi amor?

 

Estela.- (Tarda en responder) No se… a veces no sé lo que pienso. (Con voz temblorosa) Yo sobrevivo… (Comienza a lagrimear) Trato de hacer lo posible para seguir adelante a pesar de todo.

 

Julio.- (Tierno) No llores mi vida. Lo importante es que pese a todo como dices estamos juntos y lo estaremos siempre.

 

Estela.- (Se seca las lágrimas con las manos) Yo no lloro de tristeza. Lloro de nostalgia y por lo que dices porque aunque me acueste alguna vez sin comer sé que vas a estar a mi lado en la cama para abrazarme como ahora. (Levanta la cabeza y mira a Julio a los ojos) ¿Sabes una cosa? Cuando me abrazas por las noches me siento una niña y todos los problemas se diluyen. Y ahí me doy cuenta que todo valió la pena.

 

Julio.- ¿Lo dudaste alguna vez?

 

Estela.- No, nunca. Pero a veces estas paredes me sofocan y me siento muerta como si fuera un fantasma recorriendo una casa que en otro tiempo fue bella y reluciente. (Tierna y nostálgica) ¿Te acuerdas lo linda que era esta casa…? (Lo besa y se alegra) No importa. Tus abrazos son dos gigantes que me sostienen. Y a pesar que a veces me siento mal y protesto, tenemos un hogar. (Conformada) ¿Cuánta gente no tiene ni siquiera un cuarto dónde dormir? Yo en cambio tengo tu cuerpo caliente junto al mío todas las noches y la pasión encendida después de más de dos décadas de convivencia. (Julio le devuelve el beso) Han pasado veinticinco años y me sigue latiendo el corazón cada vez que me besas. (Ríe) Estoy feliz. ¡Sí! Feliz! Eres un gran hombre Julio. Y eso está bien. No hagas caso de lo que te dije antes, aunque el mundo marche para otro lado al de tus principios, vos seguí por el tuyo que es el correcto. La decencia es nuestro tesoro. El único, es cierto, pero es un tesoro valioso.

 

Julio.- Ser decente es lo normal amor, no tiene que ser una excepción (Se oyen nuevamente disparos que rompen el clima intimista)

 

Estela.- (Sobresaltada) ¿Lo ves? El mundo está perdido. Todos los días tengo miedo que te pase algo cuando vuelves del trabajo o a María Soledad ahora que está estudiando por las noches. Esos tiroteos constantes me están asustando cada vez más, más incluso que los gritos y las agresiones de tu madre cuando se descompensa. Ella por lo menos está enferma y no es consciente de lo que hace pero esos traficantes ahí afuera sí lo saben y son un claro ejemplo de que el mundo se mueve únicamente en función del dinero. (Hace un silencio) Hoy llegaste una hora más tarde y estaba preocupada. Antes de llegar escuché tres disparos y creí que alguna bala perdida te había matado. No sabes cómo me puse. Comencé a gritar y salí corriendo a mirar por la ventana a ver si te había sucedido algo, corrí tanto que me golpeé con el sillón (Señalando su pierna) Mira el machucón que me hice.

 

Julio.- (Cariñoso) Bueno, todo está bien. Estoy aquí sano y salvo, abrazadito a mi hermosa esposa.

 

Estela.- ¡Sin ti mi vida no tendría sentido! (Sonríe y pone inocentemente un dedo en su boca) Quiero hacer algo.

 

Julio.- (Con una mirada traviesa) ¿Qué quieres hacer?

 

Estela.- (Alegre) No seas malpensado (Se ruboriza) Quiero bailar. Sí, quiero bailar el vals como en nuestra boda (Julio sonríe, ella se levanta, enciende el televisor, selecciona un CD y lo coloca en el DVD. El vals “Danubio azul” de J. Strauss comienza a sonar. Ella se mueve al son de la música y estira sus brazos hacia Julio) ¡Ven! Vamos a bailar. (Julio se levanta y se dirige hacia ella sonriente)

 

Julio.- ¿Qué es todo esto mi vida?

 

Estela.- Lo tenía todo planificado para mañana pero quiero bailar ahora mismo como en nuestro casamiento. Ven, no seas tímido. (Él la toma del brazo y  por la cintura y comienzan a danzar a lo largo de todo el escenario iluminado por una luz violeta. La música va en un in crescendo mientras los cuerpos se vuelven cada vez más ágiles. Suena el teléfono e interrumpe la danza. Estela apaga la música con el control remoto, la luz violeta desaparece y surge el foco de luz intenso que la ilumina a ella al levantar el tubo del teléfono)

 

Estela.- Hola (No se escucha nada lo que le hablan) Sí… ¡Claro hijo! Sí… Pero te digo que sí… Pueden venir. ¿Cómo? (Alegre) ¡Una torta! ¿Qué tienen una torta para nuestro aniversario? Bueno, sí… mañana los esperamos. Un beso y abrígate bien que está haciendo mucho frío. ¿Cómo…? ¿Qué no me preocupe por eso que tienen un regalo para nosotros? Pero Mauricio no se hubieran molestado… ¿Si tu padre va a ir al colegio mañana? No lo sé, llegó hace poco y aún no le he preguntado. Está bien… Sí, cuídate  tu también querido. Hasta mañana. Saludos a Leonardo. Gracias por acordarte, por la torta y el regalo. Un beso hijo (Cuelga el teléfono y se sienta en una de las sillas de la mesa. Julio permanece de pie en el lugar exacto donde dejó de bailar)

 

Julio.-  ¿Era Mauricio?

 

Estela.- (Contenta) Sí, dice que Leonardo nos hizo una torta para nuestro aniversario y que vienen mañana a la tarde. Me preguntó si habías pedido el día libre mañana y no supe responderle.

 

Julio.- Claro que pedí el día libre, veinticinco años de casados no es cosa de todos los días. (Se acerca hacia Estela y se sienta en otra silla. Pensativo toca la planta que está en el centro de la mesa) ¿Crees que es feliz?

 

Estela.- Yo hace poco, antes que vos llegaras me estaba preguntando lo mismo. A la pobre le hace falta más agua y más luz. Y sobretodo cuidado de mi parte.

 

Julio.- (Sereno pero preocupado) Te pregunto por nuestro hijo. ¿Alguna vez te dijo que es feliz con Leonardo? (Se hace un silencio prolongado, Estela se arregla el cabello y demora en responder) ¿Te lo dijo?

 

Estela.- Decirme, como decirme, no… pero creo que son felices, me atrevería a decirte que son muy felices. Hace cuatro años que viven juntos y jamás los vi discutir por nada. Basta mirarlos a los ojos cuando están juntos para darse cuenta que se aman profundamente. Leonardo siempre está pendiente de nuestro hijo ¡y tienen un apartamento tan lindo! La primera vez que entré y vi la decoración me di cuenta enseguida que no tenía por qué preocuparme. Y cuando Leonardo me abrazó y me dio la bienvenida al hogar de ellos comprendí  que nuestro hijo había encontrado a la persona adecuada, a un hombre trabajador, sincero y generoso. Ya que has tocado el tema por primera vez en esta casa, tengo que confesarte algo que te he estado ocultando.

 

Julio.- ¿Qué? Dímelo que quiero saber.

 

Estela.- (Con cierto temor) Leonardo me llama por teléfono bastante seguido preguntándome si necesitamos algo y como sabe que vivimos tan austeramente me ha ofrecido dinero en varias oportunidades… Al principio le decía que no, pero una vez llamó y no había nada de plata en la casa y se le habían terminado los remedios a tu madre y entonces acepté. A la media hora estaba él golpeando la puerta y me puso los billetes en la mano y me cerró el puño. Después siguió llamando insistiendo en ayudarnos y yo cuando lo necesité acepté lo que tan sinceramente me ofrecía… Nunca te lo dije para que no te sintieras humillado… (Estela baja la cabeza. Julio la toma de las manos, la acaricia y habla con voz preocupada)

 

Julio.- Tengo miedo Estela.

 

Estela.- ¿Miedo de qué?

 

Julio.- De que nuestro hijo sufra.

 

Estela.- ¡Pero es feliz! Es cierto que Mauricio nunca me lo dijo con palabras pero una madre se da cuenta de esas cosas… Leonardo es un poco mayor que él, tiene cuarenta y nuestro hijo veintinueve pero ¡se complementan  tan bien! Es él con su trabajo de arquitecto que le paga los estudios de periodismo a Mauricio y a nosotros nos quiere mucho… ¿Qué es lo que te preocupa?

 

Julio.- (Avergonzado) No sé… Yo sé que Leonardo es una excelente persona y también que no va a hacer sufrir a nuestro hijo. De eso estoy seguro.

 

Estela.- ¿Y entonces?

 

Julio.- Es del mundo que yo hablo. No ha evolucionado lo suficiente como para aceptar… (Estela lo interrumpe y se para)

 

Estela.- ¿Ahora tu me hablas del mundo? Todo ha cambiado mucho ya te lo he dicho, la mayoría para mal pero en este sentido ha evolucionado para bien. Hace cuatro años que alquilaron el apartamento y son respetados en todo el edificio. Eso sí se lo pregunté a Mauricio y me dijo que todos los aceptan como si fueran un matrimonio heterosexual. No debes preocuparte, hoy las familias ya no son como antes. Vos mismo me lo has comentado varias veces cuando me cuentas algo de tus alumnos y hablas de familias disfun… ¿Cómo era eso que me dijiste varias veces?

 

Julio.- Disfuncionales.

 

Estela.- Eso mismo, familias disfuncionales. Al menos en ese sentido el mundo se ha vuelto más tolerante (Julio permanece ensimismado y pensativo) ¿Qué estás pensando Julio?

 

Julio.- En nada…

 

Estela.- A veces no te entiendo y no sé en qué piensas. Pasas el día entero metido en ese maldito colegio. Al menos hoy, en vísperas de veinticinco años de convivencia puedes decirme lo que piensas.

 

Julio.- Es que… (Tierno) ellos no tuvieron su vals de casamiento. El mundo sigue siendo tan prejuicioso como siempre. Por eso tengo miedo. No quiero que sufra. No lo soportaría (Permanece en silencio. Estela vuelve a sentarse y le agarra las manos)

 

Estela.-  (Comprensiva) Te conozco Julio. ¿Qué pasa? Me estás ocultando algo.

 

Julio.-  No… Nada…

 

Estela.- (Enfática) ¡Julio! ¡que te conozco!

 

Julio.-  Hoy llegué tarde porque hubo un problema en el colegio.

 

Estela.- ¿Qué problema?

 

Julio.- Un alumno… Un adolescente gay fue apuñalado al salir del colegio por otros chicos (Comienza a llorar) ¡Estaba tan ensangrentado! No me voy a olvidar más del rostro de los padres cuando llegaron y su hijo estaba tirado en el piso, muerto y  todo ensangrentado. (Desesperado) ¡Muerto! ¡Asesinado por unos miserables! (Continúa llorando mientras Estela se levanta, se para detrás de él y lo abraza) ¡Unos monstruos le dieron siete puñaladas sin piedad alguna! (Con rabia golpea la mesa) Hacía meses que le hacían bromas y ni yo ni ninguno de los otros profesores hicimos nada. Un día cuando entramos a clase le habían colocado un consolador en su mesa. Él se avergonzó tanto que salió corriendo del salón y yo traté de hablar de la tolerancia y el respeto pero no entendieron nada. ¿Te das cuenta? Si unos niños actúan así imagínate las atrocidades que pueden hacer los grandes.

 

Estela.- Ven Julio, vamos a sentarnos en el sillón. Trata de calmarte. Eso no le va a ocurrir a nuestro hijo (Julio se sienta junto a su mujer y como un niño apoya su cabeza sobre el vientre de ella) Ha sido un caso aislado. Tu no tienes la culpa ni los demás profesores. ¿Cómo se iban a imaginar que iba a ocurrir algo así? Quédate tranquilo que a nuestro hijo no le va a suceder nada. Leonardo lo cuida mucho y ya te dije que son muy respetados.

 

Julio.- Eso no lo sabemos. Yo nunca quise admitirlo pero hoy me di cuenta que tienes razón. El mundo es un gran basurero. Ya no hay compasión… ni cariño…ni solidaridad… ¡Solo puñaladas y tiroteos! Tu sabes bien que he pasado por muchas cosas y que sufrí en épocas difíciles para el país pero tenía esperanzas. Ahora vivimos en democracia pero es tan solo una palabra. En realidad vivimos en una selva en donde todo es posible, incluso las cosas más atroces. Hoy lo vi con mis propios ojos y no pude hacer nada… El mundo ha perdido el rumbo…ya no tengo casi esperanza que todo se vuelva a arreglar. Está todo al revés.

 

Estela.- (Lo acaricia y le seca las lágrimas) El mundo se ha vuelto un lugar inhóspito y la vida algo difícil de sobrellevar, es cierto, pero si nosotros lo hemos vencido todo con el amor, estoy segura que Mauricio y Leonardo con el amor que se tienen también vencerán las dificultades. (Cariñosa) La vida no es fácil para nadie Julio y eso no tiene nada que ver con la condición sexual de las personas. Y en cuanto al vals es solamente eso… un vals (Tratando de alegrarlo) ¿Quién te dice que no lo bailaron cuando estaban solos en la noche de su luna de miel?

 

Julio.- (Resignado) ¡Ay Estela! (Suspira) Espero que tengas  razón. Pero la mentalidad de la gente no cambia de un día para otro. Te lo vuelvo a repetir hoy lo vi con mis propios ojos. ¡La naturaleza humana en su aspecto más salvaje, sin raciocinio ni comprensión! Nadie ayudó al joven mientras dos o tres animales lo apuñalaban sin piedad una y otra vez a la salida del colegio (Con la voz entrecortada) ¡Fue horrible! ¡Había tanta sangre…! Yo creí que eso era cosa del pasado y que vivíamos en tiempos nuevos. Pero por desgracia el ser humano no cambia de un día para otro. Sentí tanta pena por el jovencito como nunca lo había sentido antes. Ni siquiera cuando escuchaba los gritos de gente desconocida cuando me llevaron aquellos miserables estando tu embarazada de Mauricio.

 

Estela.- (Le acaricia el rostro y sacude el suyo indignada) Trata de olvidarlo Julio. También hay gente buena en el mundo (Se levanta de la silla) Espera que te voy a traer un vaso con agua. Lo estás necesitando (Al levantarse Julio la agarra de un brazo y le pregunta con preocupación)

 

Julio.- A nuestro hijo ¿no le va a pasar nada verdad? (Estela lo besa en la frente y va a buscar el vaso de agua del cual ella había tomado)

 

Estela.- Bebe, te va a hacer bien (Julio toma el agua y sus manos tiemblan) Tienes que calmarte. A Mauricio no le va a pasar nada (Se para detrás de Julio, le saca el saco y le hace masajes en los hombros) ¿Mejor ahora? (Julio suspira, levanta su cabeza y la contempla con ternura)

 

Julio.- Tienes razón. Mauricio es feliz. Desde que se fue a vivir con Leonardo yo  también supe que era feliz. Simplemente te pregunté para tratar de olvidar lo que vi hace poco… (Ensimismado) Yo no soportaría la muerte de un hijo.

 

Estela.- ¿Y quién lo soportaría?

 

Julio.- Los padres de Nicolás tienen que seguir viviendo sin su hijo. ¿Te das cuenta lo doloroso de eso? Era su único hijo y el mejor estudiante que he tenido en los últimos años. (Hace un silencio) En realidad no pedí el día libre mañana… El colegio no abre por duelo. El funeral es a las cuatro de la tarde.

 

Estela.- ¡Qué desgracia, Dios mío!

 

Julio.- (Más calmado pero escéptico) Yo doy clases de Historia  y solo se como dice siempre el profesor de Literatura citando un pensamiento de  Eliot en una de sus obras que las mismas cosas se repiten una y otra vez. Lo peor de todo es que la intolerancia señorea el mundo… Hace poco me preguntaste si a mis alumnos les importaba mis clases y la verdad  es que ya no  soy optimista. ¿Qué les hago estudiar todos los días? (Molesto) ¡Guerras y más guerras! (Desilusionado) Esa es la historia del hombre… (Hace una pausa, abraza a Estela y permanecen unos segundos en silencio)  Creo que me voy a jubilar, Estela. Ya he pasado por muchas cosas, lo sabes muy bien, es hora de estar más a tu lado y ayudarte con mi madre. (Sereno)  Disfrutar un poco la vida, lo que quede, pero vivir tranquilo. (Estela lo besa y permanecen abrazados. Los gritos de Antonieta fuera del escenario rompen el silencio)

 

Antonieta.-  (En off) ¡Mi bebé! ¿Dónde está mi niño? ¡Socorro! ¡Ayuda! ¡Ayuda! (Se apaga totalmente la luz en escena)

 

 

SEGUNDO ACTO

 

ESCENA I: (Es de día. Julio, Estela y Antonieta están sentados alrededor de la mesa desayunando. Hay una cafetera, una tetera, una jarra de leche y otra de agua, un azucarero, una panera con pan rebanado  y  una mantequera)

 

Julio.- (Cariñoso) Sírveme un poco de café, Estela. (Estela le sirve café a su esposo y también a sí misma ante la mirada desconcertante de Antonieta que tiene el cabello revuelto y continúa con la pintura desparramada en la cara. Julio levanta bien alto su taza de café y habla con alegría) ¡Feliz boda de plata mi vida! (Estela alza la suya y la choca con la de esposo a modo de brindis. Tiene el cabello recogido y luce un lindo y colorido vestido)

 

Estela.- (Feliz) ¡Por todos los momentos felices que hemos vivido! (Ríe) ¡Y también por los otros!

 

Antonieta.- (Mira a ambos) ¿Podrían servirme leche porque tengo que estar fuerte para amamantar a mi bebé? (Julio y Estela se miran entre sí y se ríen) ¿De qué se ríen ustedes? (Entra corriendo y apurada María Soledad con unos libros en la mano. Se dirige hacia la mesa arreglándose la ropa y besa a sus padres)

 

María Soledad.- (Apurada) ¡Feliz aniversario para ambos! (Desenfadada) ¡Qué aguante el de ustedes! ¡Veinticinco años acostándose y levantándose juntos! (Con tono de broma) ¿No se aburren?

 

Julio.- (Sonriendo) Más respeto hija que somos tus padres.

 

María Soledad.- Era una broma, papá (Se dirige hacia Estela, abre la cartera, saca dinero y se lo da) Esto es para que compren cosas ricas para esta tarde así celebramos todos juntos (Mira a su padre y pregunta) ¿Mauricio y Leonardo vienen? (Habla rápido) Mamá, compra bastante saladitos, mira que vamos a  ser seis para comer.

 

Estela.- (Contando el dinero) Hija, pero ¡esto es  mucho dinero! No puedo aceptarlo.

 

María Soledad.- Es mi regalo para ustedes. Lo estuve juntando desde hace tres meses (continúa apurada) Me tengo que ir porque llego tarde al trabajo (Se aleja) Los quiero. Son los mejores padres del mundo.

 

Julio.- Gracias. Eres la mejor hija que un padre puede tener. ¿Y esos libros para qué los llevas al trabajo? ¿Te vas directo del supermercado al colegio?

 

María Soledad.- Es por si tengo algún tiempo en el trabajo y así leo algo para una prueba que tengo esta noche.

 

Estela.- Sí, hija, estamos muy orgullosos de ti y de tu hermano (Mira hacia arriba y levanta los brazos) Dios nos ha bendecido con ustedes (María Soledad ya casi fuera del escenario se despide con un beso lanzado con su mano)

 

María Soledad.- ¡Los amo!

 

Estela.- Pero ¿no vas a desayunar? No puedes ir a trabajar sin nada en el estómago. Y además estudiando tanto…

 

María Soledad.- (Se detiene ya casi fuera de escena) No tengo tiempo mamá, llevo una manzana en la cartera y con eso me arreglo (Mira el reloj) Me voy, ya estoy llegando tarde y no puedo perder el trabajo (Sale rápido  del escenario)

 

Estela.- No puede seguir así, se va a enfermar. Se levanta temprano todos los días y corre hacia el trabajo. Después viene a la casa apenas media hora, se baña y vuelve a salir a la calle nuevamente para ir  a terminar sus estudios (Mira a su esposo) Julio, tienes que hablar con ella y explicarle que debe alimentarse bien para poder llevar esa vida que tiene. 

 

Julio.- Sí, tienes razón. Hoy que no tengo que ir al trabajo voy a pasar por el supermercado donde  trabaja a visitarla y darle una sorpresa… y ahí hablo con ella (Pensativo) ¿Dónde queda ese  super Estela?

 

Estela.-  Hace tiempo me  anotó la dirección en un papel. Después lo busco y te lo copio. Espero encontrarlo porque no me acuerdo donde lo puse. Durante dos meses le pregunté dónde quedaba su trabajo y nunca me lo decía, insistí tanto que me lo escribió en una hoja. Me dijo que tenían prohibidas las visitas porque las cajeras no se pueden distraer. Me dijo que la dejan solamente una vez al día ir al baño. Son muy exigentes y con lo poco que le pagan… Yo quería saber la dirección por cualquier emergencia y ella me insistió mucho que no fuera si realmente no pasaba algo grave. No se si le va a gustar que vayas…

 

Antonieta.- (Desconcertada) ¿De dónde salió esa jovencita? (Risueña) ¡Parece medio loquita! (Pensativa) ¿Habrá sido ella que se llevó a mi bebé?

 

Julio.- (Cariñoso) No es ninguna loquita mamá. Es su nieta y es muy responsable. (Mirando a su esposa) No te preocupes, amor. Solo voy a pasar un segundo para verla. No la voy a molestar porque lo que menos quiero es que la echen. Estoy muy contento que se haya recuperado de lo que le pasó. Tiene que mantener la cabeza ocupada. Eso está bien. Muy bien.

 

Antonieta.- (Toma un pedazo de pan y lo unta con manteca) Pero entonces ¿quién se llevó a mi niño del alma?

 

Estela.- (Afectuosa) No se lo ha llevado nadie. Está sentado junto a su lado.

 

Antonieta.- (Mira a ambos lados) ¿Dónde? Me están haciendo confundir… Un bebé no puede estar sentado en esta mesa (Tira el pan sobre la mesa)

 

Julio.- Está bien, mamá. Yo siempre voy a ser su bebé aunque tenga más de cincuenta años.

 

Antonieta.- (Desconcertada) ¿Vos mi bebé? No te creo nada ¡Eres un viejo!

 

Estela.- (Guarda el dinero que le dio María Soledad en un bolsillo del vestido. Se arregla su cabello mientras mira a Antonieta escuchando atentamente el diálogo)  Sabe una cosa, hoy festejamos la boda de plata de su hijo (Alegre y enfática) ¡Estamos de fiesta!

 

Antonieta.- ¿Fiesta? Entonces tengo que ir a la peluquería y arreglarme el cabello (Estela intenta reírse ante la respuesta de Antonieta y se cubre la boca con una de sus manos)

 

Estela.- No se preocupe, yo misma la voy a peinar  y a maquillar. Va a quedar como una verdadera dama.

 

Antonieta.- ¡Soy una dama! (Rezongando) Pero vos que vas a saber de peluquería y maquillaje (Comienza a alzar la voz) ¡Yo quiero ir a la peluquería! ¡A la peluquería!

 

Julio.- (Tranquilizándola) Sí, mamá, yo la voy a llevar hoy a la tarde. ¿A qué hora quiere ir? A las cinco tenemos visitas.

 

Antonieta.- (Sorprendida) ¿En serio harías eso por mí?

 

Julio.- Ni lo dude mamá.

 

Antonieta.- Yo a vos no te conozco pero por el tono de tu voz te creo (Pensativa) Te pareces tanto a Sebastián… (Cambia de tema) Yo a la peluquería voy siempre al mediodía. Es la hora que hay menos gente y entonces se toman su tiempo para atenderte y dejarte bien linda como siempre estoy (Permanece contenta y vuelve a tomar su taza de leche con el pedazo de pan que había tirado sobre la mesa. Julio contempla el rostro de Estela y le hace un guiño de complicidad. Se levanta de la silla y se acerca a su esposa. Le extiende la mano para que se levante)

 

Julio.- (Coloca su mano en el bolsillo del pantalón y saca un anillo de plata) Para ti Estela (Se sorprende y emociona. Julio le toma una mano y le coloca el anillo) Que éste anillo permanezca en tu dedo otros veinticinco años para colocarte uno de oro (A Estela se le caen lágrimas de emoción mientras sonríe contemplando el anillo en su dedo)

 

Estela.- ¡Gracias mi amor! ¿De dónde sacaste el dinero? Bueno, eso no importa. No quiero hablar de dinero en este momento (Se seca las lágrimas, y lo abraza fuerte y afectuosamente) ¡Te amo tanto Julio! (Pensativa) Yo no te he comprado nada… ¿Qué hago ahora?

 

Julio.- (Sonriente) Algo que no tienes que comprar. Darme un beso, ese sería el mejor regalo (Estela lo besa con entusiasmo y dulzura)

 

Antonieta.- (Contemplando la situación comienza a gritar riéndose) ¡Viva los viejos enamorados! (Cantando) ¡Son novios…  ! ¡Son novios… ¡ (Julio y Estela sonríen, se dan un último beso y vuelven a sentarse. Antes de hacerlo, Julio se acerca a su madre y le habla bajo al oído)

 

Julio.- Sí, somos novios para toda la vida.

 

Antonieta.- Eso mismo se lo digo todos los días a Sebastián.

 

Estela.- (Tierna) Gracias amor.

 

Julio.- (Serio) Gracias a ti que me has acompañado a lo largo de mi vida respetando y compartiendo mis principios en este mundo en que tener valores es casi un pecado… Y gracias por los hijos maravillosos que me has dado (Hace un silencio) Disculpa si no pude darte una vida mejor… Me hubiera gustado que nunca tuvieras que haber trabajado, comprarte muebles nuevos, pintar y arreglar esta casa que se que te ahoga y asfixia y también me hubiera encantado complacerte en los típicos caprichos femeninos, regalándote vestidos y ropas nuevas.

 

Estela.- (Emocionada) Me diste una vida digna y eso no tiene precio… Me diste tu amor incondicional… tu fidelidad… tu respeto… los abrazos de todas las noches… me diste a María Soledad y a Mauricio… (Con la voz trémula) ¿Te parece poco todo lo que me has dado?

 

Julio.- Te he dado  todo lo que he podido pero si tuviera un sueldo mejor…

 

Estela.- ¡Me has dado mucho! ¡Mucho!

 

Julio.- (Pensativo) No sé… dinero muy poco.

 

Estela.- Ayer pensaba en el dinero y su importancia y ahora, pocas horas después, he comprendido que no tiene ninguna importancia ¿Acaso es feliz tu hermana con los lujos que le da su marido conseguido con sus negocios sucios? (Tierna) Ahora comprendo que si hay amor verdadero como el nuestro no importa ni que no haya comida para poner en un plato (Lo mira a los ojos) Y cuando digo amor verdadero hablo de la fuerza que une a dos personas más allá del  tiempo y de las dificultades (Tierna) Hablo de nosotros Julio (Se emociona nuevamente) De nosotros…

 

Antonieta.- (Al ver emocionada a su nuera) ¿Le sucede algo señora? (Calmada) Dígamelo, si tiene algún problema yo podría ayudarla (Estela se sorprende ante la palabra de su suegra y mira a su esposo)

 

Julio.- (Tocándole la mamo a su madre) Gracias mamá. No tiene ningún problema, es que está emocionada porque está feliz.

 

Antonieta.- (Sin entender) ¡Ah! Es eso…

 

Estela.- (Mirando a su esposo y hablando bajo) ¿Te has dado cuenta de algo? No me ha escupido. Hoy no lo ha hecho como lo hace todas las mañanas (Pensativa contempla a Antonieta que sigue desayunando y vuelve a mirar a Julio) Tal vez entienda algo…

 

Julio.- Sí cariño, claro que entiende que estamos felices.

 

ESCENA II: (La conversación se corta porque timbran a la puerta. Julio se levanta y la abre. Se oye la bocina de un camión que  trae muebles mientras un hombre parado en la puerta pero dentro de la casa le entrega un papel para que lo firme)

 

Julio.- Disculpe, pero yo no puedo firmar. Yo no encargué esto que dice acá. No compré ningún juego de living, ni lámpara de pie, ni estufa… (Mientras sigue leyendo) Tampoco una alfombra.

 

Hombre.- Señor, ¿ésta es su dirección? (Señala con el dedo el papel)

 

Julio.- Sí, la dirección es correcta.

 

Hombre.- ¿Usted es Julio González Díaz?

 

Julio.- Sí, soy yo (Desconcertado) Pero no entiendo… debe de haber algún error…

 

Hombre.- La dirección y el nombre son suyos ¿es así o no?

 

Julio.- (Sorprendido) ¡Sí! ¡Sí! (Explicando) Pero yo no tengo dinero para pagar esto.

 

Hombre.- No tiene que preocuparse. Solo tiene que firmar aquí (Con impaciencia le señala un lugar en el papel) Todo esto ya está pago y estamos haciendo la entrega a domicilio (Julio llama a Estela que durante toda la escena preguntaba desde la mesa qué estaba sucediendo)

 

Julio.- Estela, ven un momento (Ella corre hacia la puerta. Antonieta continúa comiendo) ¿¡Qué es todo esto Estela!?

 

Estela.- No lo sé… No entiendo

 

Julio.- Este hombre dice que tiene la entrega de un juego de living, una lámpara, una estufa y una alfombra para esta dirección y a mi nombre.

 

Estela.- (Sorprendida) Yo no encargué nada.

 

Julio.- Dice que firme el papel para hacer la entrega a domicilio (Asombrado) Todo está pago.

 

Estela.- (Pensativa) Ah… Sí… ¿Te acuerdas que Mauricio llamó ayer por teléfono? Bueno, me dijo que él y Leonardo tenían un regalo para nosotros y que era una sorpresa. No quiso decirme nada. Lo debe de haber comprado Leonardo como regalo para nuestro aniversario.

 

Hombre.- (Cada vez más impaciente) ¿Van a firmar o no? (Julio mira a Estela, ella asevera que si con la cabeza y firma el papel) Ahora tenemos que sacar las cosas del camión y entrarlas a la casa.

 

Julio.- (Abre la puerta que queda a un lado del escenario) Está bien, pueden descargar (Tres jóvenes comienzan a entrar a escena con  todos los muebles por la puerta que está a la derecha)

 

Estela.- (Mira a Julio) Tenemos que sacar el juego de living viejo y la alfombra para poner los nuevos en su lugar (Corre hasta el lado izquierdo del escenario y abre otra puerta que da a una habitación vacía que no se  ve. Julio asevera que sí con la cabeza. Los regalos entran por la puerta derecha mientras que los objetos viejos van siendo sacados por la puerta izquierda del escenario. Mientras Antonieta canta una canción y come en la mesa, una moderna estufa, una fina alfombra y un living nuevo,  iluminados por una lámpara de gran pantalla  cambian por completo la imagen de pobreza del escenario)

 

Hombre.- ¿Está todo correcto? (Señala la ubicación de los objetos ya instalados)

 

Estela.- (Alegre) Sí, está todo perfecto (Feliz) ¡Maravillosamente perfecto…!

 

Julio.- Sí. Gracias por todo.

 

Hombre.- De nada. Que tengan un buen día (Sale de escena.  Julio y Estela  comienzan a acercarse lentamente al nuevo juego de living. Estela avanza más rápido, toca el tapizado  y observa el color)

 

Estela.- ¡Es hermoso! Ven Julio, mira este tapizado. Tócalo. Es de muy buena calidad. ¡Y el color! ¡Es tan bello! Me encanta la combinación naranja de los sillones y el blanco inmaculado de la alfombra. (Julio se detiene por un momento, permanece de pie por unos segundos y camina lento hacia su esposa. Al llegar a ella la abraza y la besa)

 

Julio.- Tenías razón como siempre. (Contemplando extasiado los regalos) Mauricio es y va a ser muy feliz. Solo una persona muy buena como Leonardo podría hacer una cosa como esta.

 

Estela.- Leonardo es un ser excepcional. Y tiene que amar demasiado a Mauricio para preocuparse incluso por nosotros (Asombrada mira todo a su alrededor y se pasa las manos por la cara) ¡No lo puedo creer…! Sabía que era una persona muy buena y generosa pero nunca creí que fuera a darnos semejante sorpresa… Ahora entiendo lo misterioso que estaba Mauricio cuando habló  anoche por teléfono. (Mira a Julio con alegría y ternura)

 

ESCENA III: (Julio la abraza nuevamente, la toma de la mano, le besa el anillo que le regaló y se sientan en el sillón grande. Al hacer el movimiento para sentarse, Estela se agarra el vientre y pone cara de dolor)

 

Julio.-  ¿Qué te sucede Estela? ¡Estás pálida!

 

Estela.- (Dolorida y disimulando) No es nada… el café con leche me debe de haber caído mal ante tanta emoción… (Apenas puede respirar. Aún disimulando su rostro muestra dolor y no deja de agarrarse el estómago. Su cara comienza a cubrirse de sudor. Se acomoda lentamente y con cuidado en el sillón apoyando su cabeza en el respaldo)

 

Julio.- (Preocupado) Se te ve muy mal Estela. Algo te está pasando (Saca un pañuelo del bolsillo y le seca el sudor del rostro) ¿Te duele algo? ¿Es el estómago?

 

Estela.- (Hablando bajo) ¿Puedes traerme un vaso de agua? (Julio corre hacia la mesa donde Antonieta sigue cantando una canción infantil y comiendo. Sirve un vaso de agua. Mientras Julio pone el agua en el vaso, Estela saca dos comprimidos de algún lugar del vestido sin ser vista por su esposo y se los coloca en la boca. Rápidamente Julio le alcanza el vaso, ella toma el agua  y los medicamentos se deslizan por su garganta) Gracias querido.

 

Julio.- ¿Qué está sucediendo Estela?

 

Estela.- Nada… es solo un malestar estomacal. Ya va a pasar amor. No te preocupes… (Antonieta se levanta, deja de cantar y se dirige rengueando hacia su hijo y su nuera)

 

Antonieta.- (Asombrada ve el juego de living nuevo y los demás objetos) ¿Quién se llevó mis cosas? Sebastián se va a enojar mucho cuando llegue del trabajo y no vea su sillón favorito… (Observa a Estela que está temblorosa, pálida y nuevamente con sudor en el rostro. La contempla en silencio y voltea su cabeza hacia Julio. Por primera vez comienza a hablar con tono sereno y coherente) Señor, cuide de esta señora porque está muy enferma. ¡Con el frío que hace y ella sudando de esa forma…! Si le pasara a mi esposo yo llamaría inmediatamente a la emergencia (Se aleja despacio caminando torcida hacia la derecha hablando sola mientras se va alejando hacia la puerta que está al lado de la biblioteca al fondo del escenario) ¿Por qué tarda tanto en llegar Sebastián…? Nuestro bebé tiene que ver y sentir a su padre también (Su voz se oye cada vez más suave mientras desaparece de escena) Sí, mi niño… Ya voy a amamantarte.

 

Julio.- (Sentado junto a Estela continúa secándole el sudor) Estás mal, amor. ¡Esto no es un simple malestar estomacal! (Le toca la frente) ¡Dios mío! ¡Estás ardiendo en fiebre!

 

Estela.- (Sujetando su vientre con sus manos) Ya va a pasar… Debo de estar por engriparme. No tiene importancia… (Con el rostro dolorido sonríe y contempla el rostro de Julio) No te asustes mi vida… La que se asustó fui yo cuando en el 79 los militares te dejaron tirado en la puerta de nuestra casa después de haber desaparecido un mes. ¿Te acuerdas? Esto es una pavada comparado con lo que te hicieron…

 

Julio.- (Preocupado) No hables. Descansa cariño.

 

Estela.- Cuando desapareciste ese mes fue el peor momento de mi vida. Creí que te habían asesinado como a tantos otros… pero a pesar de todo tuviste suerte, te soltaron y te dejaron completamente ensangrentado en los escalones de la entrada a la casa que hacía poco nos habíamos comprado. ¡Tenías tanta sangre que no podía ver las heridas! Te llevé en mis brazos hasta el baño y te pasé suave la esponja con jabón por todo tu cuerpito golpeado y denigrado. Recuerdo que no hablabas nada… Solo te quejabas alguna vez  cuando el agua y el jabón tocaban alguna herida profunda… Al quejarte comencé a imaginarme los métodos salvajes que te habrían aplicado los mercenarios que formaron parte de la Operación Cóndor en estos países latinoamericanos. Venían a mi mente imágenes terribles, las presiones que te habrían impuesto por creerte un subversivo ¡Y ahí emergían espantosas visiones! ¡Tu cuerpo colgado de una roldana hacia un tanque de agua pútrida! ¡Las quemaduras de cigarrillo al interrogarte para averiguar los nombres de las demás personas que compondrían la célula de la cual nunca formaste parte!  ¡La picana eléctrica  estremeciendo tu cuerpo! ¡Las duchas de agua congelada, además del método submarino…! (Suspira y comienza a temblar más fuerte)

 

Julio.- (Consternado) No hables. Estás mal… Espera un segundo que voy a traerte un abrigo (Intenta prender la estufa nueva pero no lo logra porque es muy moderna y no sabe encenderla. Se enoja) ¡Muy linda esta estufa pero no puedo ni siquiera prenderla! (Sale corriendo de escena, vuelve con una frazada y le cubre todo el cuerpo. En el instante que  Julio va a buscar la frazada Estela toma dos comprimidos más y deja el vaso con un poco de agua en el mismo lugar para que su esposo no perciba que ha tomado la medicación) ¿Estás mejor así?

 

Estela.- Sí, gracias.

 

Julio.- ¿Qué te está sucediendo Estela? Hace poco estabas tan bien y tan contenta en el desayuno y después con los regalos de Mauricio y Leonardo.

 

Estela.- (Disimulando el dolor) Estoy feliz. Muy feliz. Esto es algo pasajero… Nervios, tal vez, ¡porque esperaba tanto este día! (Lo mira fijamente a los ojos) Quiero que sepas que te amé desde el primer día que te conocí. Enseguida supe que eras el hombre de mi vida y el padre de mis hijos.

 

Julio.- (Intimista) Y yo cuando vi tus grandes ojos azules creí que eras un ángel que estabas de paso por la tierra. Al verte tuve que reprimir el impulso que tuve de besarte.

 

Estela.- Antes que te torturaran eras un hombre muy alegre y extrovertido… Después te fuiste volviendo más cayado. Te internaste dentro de ti mismo por eso te dije que a veces no sé lo que piensas…

 

Julio.- (Cariñoso) Solo pienso en vos, en nuestros hijos y en mi madre. Mi vida es el hogar y la enseñanza… Pero no es momento para hablar de esto ahora.

 

Estela.- Sí, lo es. Yo siempre te amé desde cuando eras joven y seductor hasta después que te volviste introvertido y taciturno….Yo nunca dudé de nuestro amor… quiero que lo sepas (Siente un dolor muy fuerte que no logra disimular) ¡Ay… ¡

 

Julio.- (Comienza a llorar) Estela, por amor a Dios, ¿Qué te pasa? ¿Te duele mucho? Voy a llamar al médico.

 

Estela.- No. No es necesario. Fue un calambre… Tal vez al ayudar a correr los sillones hice demasiado esfuerzo (Lo mira dolorida) No llores Julio. No me gusta verte así.

 Ahora tienes que calmarte así me ayudas a recuperarme.                                                       

 

Julio.- (Más tranquilo) Está bien… Está bien…

 

Estela.- ¿Sabes una cosa?

 

Julio.- ¿Qué?

 

Estela.-Aquel día que los militares te tiraron frente a la casa, después de limpiarte la sangre y curarte las heridas, te llevé apoyándote en mi hasta la cama. Y a pesar de los cortes, los machucones y lo que te hizo la picana, tu cuerpo desnudo sobre la sábana limpia era tan bello que comencé a  acariciarte y terminamos haciendo el amor… Con dificultad pero lo hicimos. Estoy segura que esa noche fue concebida María Soledad.

 

Julio.- (Tierno) ¿Y cómo estás  tan segura amor?

 

Estela.- Cosas de mujeres. Una sabe… Tengo la certeza que  ella comenzó allí, sobre aquella cama… (Cambia de tema) Julio, ¿Te has olvidado todo lo que te hicieron o te lo guardas y no dices nada para no dañarme?

 

Julio.- A veces tengo pesadillas… (Se hace un silencio. Los personajes cierran los ojos y permanecen  inmóviles. La acción se estatiza en escena. Diferentes luces de colores a modo de rayo laser giran en el escenario. Una marcha militar comienza a sonar cada vez más fuerte)

 

Militar I.- (En off) ¡Confesá carajo!

 

Torturador.- (En off) ¡Decí el nombre de tus compañeros, ¡subversivo de mierda! ¿Te gusta tener la cabeza metida en el agua podrida?

 

Militar II.- (En off) ¡Se va a morir ahogado! ¡Sáquenlo del agua o vamos a perder la información!

 

Julio.- (En off) Yo no sé nada, nada… ¡No sé de lo que me hablan…! Tengo un hijo recién nacido, no me metería en nada peligroso.

 

Militar I.- (En off) ¡Todavía le queda fuerzas para hablar al cabrón! ¡Traigan la picana eléctrica a ver si habla de una vez por todas!

 

Torturador.- (En off) ¡Con esto sí que vas a cantar todito!

 

Julio.- (En off) ¡No! ¡Por favor! ¡No! ¡Noooo! ¡Ay!,  ¡ay!, ¡ayyyy…! ¡Yo no sé na-daaaa…!

 

Militar I.- (En off) ¡Cantá maldito o no verás más a tu esposa y a tu hijo!

 

Torturador.- (En off) ¡Cómo aguanta el desgraciado! ¡Si será hijo de puta!

 

Militar II.- (En off) ¡Este no sabe nada! ¡Pónganle una venda y tírenlo cerca de su casa! Y acordate ché que si llegás a abrir la boca no vas a ver más a tu mujer ni a tu hijo. (Las luces que estaban en constante movimiento desaparecen al igual que los gritos en  off. La acción que se había detenido en el escenario vuelve a resurgir, retomando Julio el diálogo con su esposa como si nada hubiese ocurrido porque todo estaba en su mente)

 

Julio.- Pero cuando más me acuerdo es al enseñar. Te dije que la historia del hombre era guerra tras guerra. Bueno… Yo enseño Historia para que mis alumnos aprendan que la violencia no sirve para nada. Por eso me dedico tanto al colegio, para que a través del estudio de las incesantes guerras, los adolescentes aprendan el valor de ser solidario.

 

Estela.- (Con amor) Eres único Julio.

 

Julio.- Soy un hombre normal. Ya ves que no he logrado mi propósito. Hoy a las cuatro hay un funeral. ¿Dónde quedó la solidaridad?

 

Estela.- Tu no tienes la culpa. Vivimos tiempos violentos.

 

Julio.- (Termina de secar el sudor de su mujer) ¿Estás mejor? (Le toca la frente para cerciorarse si la fiebre  bajó) La fiebre ha bajado y ya no estás tan pálida.

 

Estela.- Te lo dije. Fue algo pasajero… No como lo que te hicieron a vos…  (Cambia de tema) ¿Viste que para el desayuno saqué la vajilla que nos regalaron cuando nos casamos?

 

Julio.-(Sonriente) ¡Hoy tuvimos una mesa lujosa! Tal vez por eso mamá te trató bien y no te agredió en toda la mañana.

 

Estela.- Fue ella quien nos regaló la vajilla ¿Quién sabe qué produjo en su mente volverla a ver después de  tantos años?

 

Julio.- ¡Vaya uno a saber!

 

Estela.- Julio, ¿Te puedo pedir un favor?

 

Julio.- Por supuesto mi vida ¿Qué quieres?

 

Estela.- (Con ternura) ¿Puedes ponerle un poco de agua a la plantita que está en el centro de la mesa? La necesita porque se está muriendo y quiero que en este día sea  feliz como lo somos nosotros.

 

Julio.- Ya mismo le voy a dar de beber. Queda tranquila ¿Quieres descansar un rato?

 

Estela.- Sí. Dormir aquí, un poquito, estrenando el sillón que nos regalaron ¡Hoy he sido tan feliz! El gesto de María Soledad al darnos sus ahorros, tu alianza reviviendo la llama de nuestro casamiento veinticinco años atrás, los regalos de los chicos… ¡La vida ha sido muy buena conmigo! Y yo todavía siempre quejándome…

 

Julio.- No más de lo necesario. Duerme un rato para estar fuerte a la tarde y poder probar esa famosa torta de Leonardo que nuestro hijo tanto ha promocionado (La besa, le arregla la frazada y se dirige a regar la planta. Desde la mesa mira a Estela que comienza a dormirse en el sillón. Sin hacer demasiado ruido para no despertarla sale del escenario en el cual queda solamente Estela dormida. Al salir Julio, timbran a la puerta y Estela se despierta dolorida, se levanta con dificultad y abre la puerta)

 

ESCENA IV: (Al abrir la puerta observa a su cuñada Sarita que irrumpe alegre y muy bien vestida. Tiene un tapado de piel, un gorrito de gamuza negro, botas con taco alto y guantes de cuero. Estela la mira de arriba abajo y se pasa la mano por sus cabellos con cierta vergüenza)

 

Estela.- Hola, Sara.

 

Sarita.- Hola, darling. (Se hace un silencio y se dan un beso) ¿Me vas a invitar a pasar o tengo que quedarme parada en la puerta?

 

Estela.- Sí, claro, pasa. Discúlpame… es que no sabía que venías y como no llamaste para avisar y hace tanto que no vienes por acá. (Sara entra y sus botas resuenan sobre el escenario. Se desprende el tapado de piel y tiene un trajecito rosa. Está alegre y se dirige hacia el sillón del living y queda sorprendida al ver el cambio de muebles)

 

Sarita.- My God, parece que renovamos la casa. Yo creía que no tenían plata pero veo que las cosas les están marchando bien.

 

Estela.- No estoy para ironías, Sara. Mauricio y Leonardo que consiguió un muy trabajo nos regaló este juego de living porque no creo que sepas pero hoy estamos cumpliendo veinticinco años de casados con tu hermano.

 

Sarita.- Bueno, Darling. Very good… felicitaciones amorosa, veinticinco años aguantando al imbécil de mi hermano no es poca cosa.

 

Estela.- En mi casa se habla español, así que termínala con el inglés. ¿A qué viniste? ¿A insultar a tu hermano y a humillarnos como siempre?

 

Sarita.- Veo que estás muy susceptible hoy cuñadita. ¿Te sientes bien? Estás muy pálida, Estela.

 

Estela.- Estoy perfectamente, dime de una vez a qué has venido. Si te llega a ver Julio, no se lo que podría suceder.

 

Sarita.- No te preocupes Darling. Ah, perdón, querida, es que estoy practicando el inglés porque mi hija Clarita se está por casar con el embajador de los Estados Unidos y tengo que estar familiarizada con el idioma. En cuanto a mi orgulloso hermanito no te preocupes que al bajarme del taxi vi que salía de la casa. Sabes que tuve que dejar el auto en casa y tomarme un taxi como te estaba diciendo porque este barrio sale en los noticieros todos los días. No sé cómo pueden vivir en un lugar así, esto se ha convertido en un antro de perdición, drogas, prostitución y ajuste de cuentas a todo momento. Pero no te preocupes por mi querida. No, no digas nada. Yo me arreglo. Llamo por teléfono a un taxi para que me venga a buscar. ¿Tienen teléfono todavía o se lo han cortado por falta de pago? (Estela intenta hablar pero Sara no la deja porque continúa monologando) ¡Ay, perdón si te ofendí Darling! Ya estoy viendo el teléfono. No va a haber problema ninguno. Vamos a conversar y luego me voy tranquila sin poner en riesgo el auto que recién lo he cambiado por un cero kilómetro. ¿Sigue tan orgulloso Julio? No, no me digas nada. Supongo que esta igual. Yo por el bien de ustedes le propuse poner a mamá en un internado para que estuviera cuidada y tu puediras vivir un poco más tranquila pero no, el señor orgullo no quiso y llegó hasta llamarme de mala hija. ¿Mala hija yo? Yo, que siempre quise lo mejor para mamá y además era una clínica de primera y los gastos iban a correr por mi cuenta. Para él soy la mala de la película, pero pienso en ustedes, esa es la pura verdad. Tu has sido testigo que le he ofrecido dinero para ayudarlos con los remedios y la comida y todos los gastos que genera una enferma en una casa, hasta una enfermera quise contratar para que tu puedas disfrutar un poco de la vida porque la verdad ahora que te observo bien veo que estás muy demacrada, parece que estuvieras enferma… Pero en fin, si tu dices que estas perfectamente así será. ¿Y María Soledad pudo superar lo del aborto? La última vez que vi a esa chica estaba muy mal. Pero habla mujer, te quedas callada y me haces hablar a mi solamente.

 

Estela.- Es que tu no me dejas hablar…

 

Sarita.- ¿Cómo está mamá? ¿Dónde está ahora? Debe estar en su camita, después de todo ella los ayudó a hacer una entrega cuando empezaron a comprar esta casa. Por cierto, ¿les falta mucho todavía para terminar de pagarla? ¡Cambia esa cara mujer! Si tu marido hubiera aceptado el dinero que tantas veces le ofrecí ya tendrían muchas cosas resueltas incluso el tema de la casa. Pero el señorito no me perdona que me casé con un General y se bien que es por eso que nunca quiso aceptar nada de lo que siempre le ofrecí. Es cierto que él tuvo problemas con los militares pero yo conocí a Alejandro antes que comenzara la dictadura y además él nunca se metió en esas cosas tan desagradables que hablan. Tu tienes que imponerte, cuñada, porque sino mi hermano te va a terminar destrozando la vida.

 

Estela.- Tu hermano me ha salvado la vida y es lo más hermoso que me ha pasado. Ahora vas a tener que marcharte porque él va a volver enseguida y la próxima vez te pido que llames antes de venir. (Un dolor fuerte en el estómago vuelve a surgir y Estela cae casi desvanecida sobre el sillón ante la mirada perpleja de Sara)

 

Sarita.- No tienes que ser tan grosera, yo siempre quise ayudar… Y tu tienes que cuidarte porque te ves realmente mal. ¿Puedo utilizar el teléfono para llamar un taxi? ¡Estás sudando demasiado, Estela! ¿Necesitas algo, dime, cuenta conmigo con lo que sea y no seas tan orgullosa como mi hermano? (Levanta el tubo del teléfono y llama un taxi) Bueno, veo que no quieres hablar, yo ya me voy marchando, veo que los veinticinco años de convivencia con el obstinado de mi hermanito te ha contagiado con su orgullo. La verdad que no entiendo a los pobres. Les ofreces un plato de comida y aún estando hambrientos te lo rechazan… Cosa del subdesarrollo, por suerte, estamos planeando con Alejandro irnos a vivir a Estados Unidos cuando se case nuestra hija y su novio diplomático vuelva a su país. Quiere hacer carrera política allá y dejar la diplomacia porque tiene que estar de un país a otro. Su padre es dueño de una de las más grandes multinacionales y problema para financiar su carrera en la política no tiene. Cuídate Darling, creo que el taxi ha llegado… ¡Ah me olvidaba! Un beso para mamá de mi parte cuando se levante. Pensándolo bien, Julio tiene razón, acá está bien cuidada y los ayuda con la pensión de papá que les debe hacer falta con ese sueldito miserable que tiene como profesorcito de historia creyendo que va a cambiar el mundo metiéndoles ideas raras a unos pobres adolescentes que lo único que quieren es tener un buen futuro para sus vidas…

 

Estela.- Vete, Sara. ¡Eres un monstruo! Y vete bien lejos, no solo de esta casa sino del país y del mundo. ¡Desaparece de mi vista ya! Ya conoces el camino de salida, agarra ese maldito tapado de piel, póntelo y ya sabes donde esta la puerta… yo no puedo levantarme, me voy a quedar quieta en el sillón.

 

Sarita.- ¡Qué horror! ¡Qué modales! Está bien, me voy… hasta nunca cuñadita, veo que mi hermanito encontró su perfecta otra mitad. Tal para cual. ¡Pobre mamá viviendo en esta casa con personas como ustedes…! (Agarra su tapado de piel, se lo pone y sale con paso firme hacia la puerta de calle. Un bocinazo le indica que el taxi ha llegado. Se va sin despedirse golpeando la puerta. Estela toma  varios comprimidos y respira hondo. Se seca el abundante sudor y se acuesta a lo largo en el sillón hasta que el dolor empieza a desaparecer y ya más aliviada se duerme)

 

 

TERCER ACTO

 

ESCENA I: (Un tiroteo se oye próximo a la casa. Estela se despierta sobresaltada. Mira el reloj y son las cuatro de la tarde)

 

Estela.- ¡Las cuatro! ¡Me dormí profundamente! Mauricio me dijo que venía a las cinco. Y yo no he comprado nada… (Se toca el vientre y suspira sonriente) El dolor ha pasado por suerte. Descansar me ha hecho bien. (Mira hacia todos lados y no ve a nadie) ¡Julio! ¡Julio! (No hay respuesta) Debe de haber ido al entierro de su alumno (Siente otro tiro en la calle y conversaciones de sus vecinos que hablan muy fuerte. Se para, se acerca a la puerta que da hacia la calle y comienza a escuchar)

 

Vecino I.- (En off) ¡Este barrio así no da para más!

 

Vecino II.- (En off) ¿Qué ha pasado? ¿Mataron a alguien esta vez?

 

Vecino I.- (En off) A una pobre vieja que venía de hacer las compras.

 

Vecino II.- (En off) ¿Sabes quién es? ¿Es de la cuadra?

 

Vecino I.- (En off) No lo sé. La policía ya tapó el cuerpo y no deja acercarse a nadie. Yo ya estoy buscando casa para mudarme bien lejos de aquí.

 

Vecino II.- (En off) ¿Y quién le va a comprar la casa que tiene acá? La tendrá que regalar porque nadie quiere comprar en esta zona por esos malditos narcotraficantes.

 

Vecino I.- (En off) Es cierto. Pero no quiero que maten a mis hijos. Ya no se puede salir a la calle a ninguna hora. Antes por lo menos los tiroteos eran a la noche pero ahora es a cualquier hora del día.

 

Vecino II.- (En off) Tiene razón. Hay que irse. Y pensar que yo compré mi casa hace treinta años por lo tranquila que era esta zona.

 

Vecino I.- (En off) Sí, yo también. Pero ahora los policías no pueden con ellos. Y si agarran a alguno, los jueces lo sueltan porque son menores de edad. ¡La pasta base les está quemando las neuronas!

 

Vecino II.- (En off) Tiene razón. Los menores son más peligrosos que los mayores.

(Estela  escucha atentamente la conversación que se oye como si fuera dentro de la casa)

 

Estela.- (Preocupada) ¿Hablaban de una anciana muerta? ¡Antonieta! ¿Está bien? ¡Antonieta! (Siente temor) ¿Acaso…? (Irrumpe desde la puerta al costado de la biblioteca María Soledad)

 

María Soledad.- ¿Escuchaste esos tiros? ¿Y a la gente que hablaba en la calle?

 

Estela.- (Aún más preocupada) Sí, sí. Los escuché. ¿Dónde está tu abuela?

 

María Soledad.- (Categórica) Durmiendo como un tronco.

 

Estela.- (Más aliviada) ¡Gracias a Dios! Pensé que podría haber sido ella la anciana que acabaron de matar. ¿Escuchaste que asesinaron a una mujer mayor?

 

María Soledad.- Sí, lo escuché (Irónica) Nuestros vecinos hablan tan alto que pareciera que tantos tiroteos los ha vuelto sordos a todos. ¿Por qué gritan en lugar de hablar?

 

Estela.- Con estas cosas no se bromea, hija. Están asustados como lo estamos todos nosotros.

 

María Soledad.- No es para tanto. En todos los barrios es la misma cosa… Yo entro y salgo de esta casa a cualquier hora y nunca me ha pasado nada.

 

Estela.- ¡Gracias a Dios! Rezo todas las noches por ti y por tu padre. Siempre tengo el corazón en la boca con el presentimiento que algo puede pasar en el momento menos esperado.

 

María Soledad.- No se preocupe, mamá. Yo me sé cuidar muy bien.

 

Estela.- Todo cuidado es poco.

 

María Soledad.- Cuando llegué vi que estaba durmiendo y no quise despertarla (Sagaz) ¡Muchos tiros y tiros… pero usted y la abuela entregadas a los dulces sueños!

 

Estela.- (Sacude la cabeza) Nunca pierdes el humor, hija. Es que estuvo tu tía Sara y habló tanto que me dejó mareada y me recosté un ratito y me dormí.

 

María Soledad.- No me tomo las cosas tan a pecho como usted, es eso nada más (Estira cómicamente sus labios hacia arriba con los dedos de ambas manos) ¿Ve? ¡Esto es lo que hay que hacer! ¡Reírse! Hasta los médicos lo recomiendan para una no arrugarse. Así lo dijo el psiquiatra cuando José me dejó embarazada y no quiso saber nada del niño. (Triste) Y al final hice lo que hice… (Volviendo a sonreír) Pero el médico tenía razón, la vida nos pone muchas pruebas y no podemos derrumbarnos ante situaciones límites porque la propia vida es un gran peligro. Y hablando de peligro, al fin se dignó a venir ¡la gran dama! (Con ironía) ¡Qué horror!

 

Estela.- (Ensimismada) ¡Los médicos! ¡Los mé-di-cos…!

 

María Soledad.- (Percibe algo extraño en las palabras de su madre) ¿Qué pasa con los médicos? No la entiendo… Usted anda muy rara últimamente.

 

Estela.- (A la defensiva) ¿Rara yo? No, es que esto de cumplir veinticinco años de casada es bastante… (Ensimismada) bastante…(Se calla)

 

María Soledad.- ¿Bastante qué?

 

Estela.- (Sin haber escuchado a su hija) ¿Cómo? ¿Qué me decías?

 

María Soledad.- Ve como está rara. Usted siempre está atenta a todo y a todos y ahora apenas habla y no escucha lo que uno dice.

 

Estela.- Perdón hija. Es que estoy medio dormida todavía. Me desperté de golpe con los tiros y los gritos de los vecinos.

 

María Soledad.- ¡Está bien mamá! (Mirando los muebles nuevos) ¿Y todo esto qué es? Cuando entré a la casa ni la reconocí. Una mano de pintura y es otra. ¿Qué sucedió? ¿Nos sacamos la lotería y quedamos ricos de golpe?

 

Estela.- Leonardo y Mauricio nos enviaron todo esto como regalo por la boda de plata.

 

María Soledad.- (Ríe) ¡Cómo la mima su yerno!

 

Estela.- ¿Estás celosa? Me quiere mucho, es solamente eso (Con cierto mal humor) ¿Está mal eso?

 

María Soledad.- No es para enojarse. Era una broma ¿Todavía no conoce a su hija? ¿O prefiere verme llorando por los rincones como antes?

 

Estela.- (Con tono dulce y calmo) Perdóname María. Estuve mal en contestarte así. Eres una hija única y tan generosa como Leonardo, cada cual dentro de sus posibilidades. Para mí vale lo mismo todos estos muebles juntos que el dinero que juntaste los últimos meses para regalárnoslo esta mañana.

 

María Soledad.- No tengo nada que perdonarle mamá. Usted es todo en esta casa (Se acerca a ella y la abraza afectuosamente) ¿Compró bastantes saladitos como le dije?

 

Estela.- No, no sé que me pasó pero me dormí y recién me he despertado.

 

María Soledad.- (Sorprendida) ¿Y ahora qué vamos a hacer? No entiendo cómo pudo olvidarse. Bueno, voy yo a comprarlos y vuelvo enseguida.

 

Estela.- (Preocupada y enfática) ¡No! ¡Tu no sales de acá! Recién mataron a una persona en esta cuadra. No quiero que te pase nada simplemente por un poco de comida.

 

María Soledad.- (Se encoge de hombros) Está bien (Se sienta en uno de los sillones individuales) ¡Qué cómodos que son! ¡Con razón se durmió profundamente! ¡Y qué lindos! Leonardo tiene un gusto exquisito para las cosas.

 

Estela.- (Con orgullo) Es arquitecto.

 

María Soledad.- Sí, eso explica su gusto por la decoración. La felicito mamá, la casa quedó irreconocible (Cambiando de tema) ¿Y papá?

 

Estela.- Fue al entierro de un alumno que lo asesinaron a la salida del colegio. Algo

 muy triste…Y también iba a pasar por el supermercado para visitarte. ¿No se vieron?

 

María soledad.- (Indignada) ¿Cómo? (Nerviosa) Pero ¿usted no le dio la dirección, verdad?

 

Estela.- Sí, se la di.

 

María Soledad.- (Cada vez más nerviosa) Pero yo le dije que no podemos recibir visitas en el trabajo. Ser cajera es una responsabilidad muy grande… (La voz le tiembla) Yo le di la dirección a usted solo por un caso de extrema emergencia. Se lo expliqué bien clarito ¿o no se acuerda?

 

ESCENA II: (El diálogo se interrumpe porque timbran la puerta. Estela corre hacia ella. Se da vuelta y mira a su hija)

 

Estela.- ¡Deben de ser ellos! (Mientras llega a la puerta y la abre María Soledad permanece inmóvil y muy nerviosa. Entran por la puerta derecha del escenario Mauricio y Leonardo. El hijo tiene los ojos azules de su madre y es muy bello. Trae en sus manos bebidas y saladitos. Leonardo aparenta tener menos de cuarenta y tiene una inmensa torta sostenida por ambas manos) Pasen, pasen… (Muy contenta besa a Mauricio y también a Leonardo pero con dificultad por la torta de tres pisos que está sosteniendo) Entren rápido (Mira a Leonardo) Deja la torta sobre la mesa, debe de pesar mucho (Se agarra la cara y ríe) ¡Es hermosa! Gracias Leonardo (Lo besa) No tengo palabras para agradecerte toda la felicidad que me has dado este día (Señala los muebles nuevos y toma a su hijo del brazo) ¡Miren que lindo quedó todo! ¡Debe haber costado una fortuna! No era necesario gastar en tantas cosas. Podrían utilizar ese dinero para algo que necesiten ustedes (Muy alegre) De todas formas muchas gracias (Toma con el otro brazo a Leonardo y les da un beso a ambos)

 

Leonardo.- (Siempre sonriendo y muy bien vestido) Ustedes se merecen esto y mucho más. Nosotros ahora estamos bien económicamente, ¿por qué no puedo darles una alegría?

 

Mauricio.- Sí, mamá. Leonardo está trabajando muy bien en este momento. Nuestros días austeros comenzaron a acabarse. ¿En serio te gustó el juego de living? ¿Adivina quién lo eligió?

 

Estela.- (Mirando a la pareja de su hijo y riéndose) ¡Leonardo!

 

Mauricio.- (Enfatizando) ¡E-xac-to! Pero yo no me quedé atrás… La lámpara de pie de bronce con las finas tulipas de opalina y la estufa las escogí yo. ¿Te gustaron?

 

Estela.- Mucho, hijo. Mucho (Mira a María Soledad que continúa inmóvil sumergida en su propio interior) ¡Hija! ¿No vas a saludar a tu hermano y a Leo? (María Soledad reacciona y va hacia el encuentro de los tres)

 

María Soledad.- (Disimulando su nerviosismo besa a su hermano y a Leonardo) ¡Estás lindo, hermanito! Esa chaqueta de cuero te queda perfecta. Y vos, Leo, no te quedas atrás ¡parecés un príncipe! (En tono de broma) Las mujeres deben de estar locas por vos ¿o me equivoco?

 

Estela.- ¡Basta hija! Ese tipo de bromas no me gustan.

 

Leonardo.- (Siempre sonriendo) No se preocupe suegra. Yo ya conozco cómo es María (Aseverando) Además tiene razón. Todas las mujeres quieren engancharme (Ríe y mira a Mauricio) Pero el amor de mi vida es este jovencito.  (Se acerca a él y lo besa en la boca)

 

Estela.- (Medio avergonzada) Vamos a sentarnos… Vengan a ver lo cómodo que son estos sillones.

 

María soledad.- (Contemplando a su hermano y a su pareja) ¡Ustedes se quieren tanto! (Seria por primera vez) ¡Estoy tan feliz por ustedes! ¡Se lo merecen los dos! (Pensativa) ¡Ojalá algún día yo… yo… (Emocionada) encuentre … encuentre el amor!

 

Mauricio.- (Se acerca a ella y la abraza) Estoy seguro que lo vas a encontrar. No tengas dudas (Sonriendo con picardía) Aunque no me gusten las mujeres sé reconocer cuando son bellas y despiertan el deseo de los hombres.

 

María Soledad.- (Seria y tierna) Yo no hablo del deseo. Hablo del amor. Del amor verdadero… como el de papá y mamá o el de ustedes dos…

 

Leonardo.- (Se aproxima a ella y también la abraza) Ya verás que lo vas a encontrar. Todavía eres muy joven. Yo estaba muy solo y de repente apareció tu hermano y desde ese momento no nos separamos más.

 

Mauricio.- (Aseverando sonriente) ¡Y no nos separaremos nunca!

 

Estela.- ¡Qué feliz que soy, Dios mío! Estoy orgullosa de la familia que tengo. Debo estar agradecida a la vida (Mira hacia la mesa y contempla la torta) ¡Es hermosa Leonardo! Parece comprada en una confitería. Si mi hijo no me hubiera dicho ayer que la habías hecho tu te juro que no lo creería.

 

Mauricio.- ¡Leo tiene una mano para la cocina!

 

Leonardo.- (Sonriendo y dirigiéndose a Estela) Su hijo exagera. A mí solamente me gusta cocinar cuando tengo tiempo porque me gusta inventar recetas e innovar con ingredientes nuevos recetas viejas. Pero últimamente cada vez tengo menos (Mira como quedaron los muebles en la habitación) ¿Le gustó el color de los sillones?

 

Estela.- Sí, hijo. Me encantó. Pero, vengan, vamos a sentarnos, quiero mostrarles algo (Los cuatro se sientan. Estela estira su mano y muestra con orgullo el anillo de plata nuevo) Me lo regaló Julio esta mañana ¡Me sentí la mujer más amada de la tierra! (María Soledad, Mauricio y Leonardo miran detenidamente el anillo)

 

María Soledad.- ¡Guardadito lo tenía el viejo! Tan calladito y te da semejante sorpresa… ¡Es hermoso, mamá!

 

Leonardo.- ¡Si, hermoso!

 

Mauricio.- ¿Y dónde está ahora? ¿Y la abuela?

 

Estela.- Tuvo que salir pero vuelve enseguida. Tu abuela está durmiendo. Por suerte hoy se levantó en uno de sus días buenos. Está bien, dentro de lo posible…

 

Leonardo.- El alzheimer es una enfermedad perra e injusta. ¿Cómo es posible perder progresivamente la memoria y que las células nerviosas se mueran y atrofien en el cerebro? La vejez debería ser para disfrutarla y recordar todo lo vivido y no una pérdida de lo que se ha sido. Vivir sin saber dónde se está ni con quiénes, debe ser terrible, tan terrible como perder incluso los recuerdos más felices (Mira a Estela, le guiña un ojo sin que los hijos lo vean) ¡Pero hoy es un día de fiesta y no de enfermedades! (Sonriente) ¡Hoy las enfermedades no existen…!

 

Mauricio.- ¿Comemos algo? Traje unos saladitos para chuparse los dedos. Voy a la cocina a traer vasos y  platos ¿Les parece bien o quieren esperar a papá?

 

Estela.- Está bien, hijo. Empecemos ahora, tu padre está por llegar en cualquier momento (Mauricio se levanta y sale del escenario)

 

María Soledad.- (Dirigiéndose a Leonardo) ¡Me encanta verlos juntos! Y que las cosas hayan mejorado económicamente para ustedes. Te lo mereces más que nadie… ¿Se van a mudar del apartamento que están viviendo? Es muy lindo pero un poco pequeño.

 

Leonardo.- (Siempre sonriendo) Sí, estamos buscando una casa con Mauricio. Ahora podemos hacer una entrega grande de dinero y después pagar el resto en cuotas… (Hace una pausa. Muy contento) Necesitamos un lugar más amplio porque  tengo una noticia para darles (Estela y María soledad lo contemplan con expectativa) ¡Vamos a adoptar un niño con Mauricio!

 

María Soledad.- (Sorprendida y alegre al mismo tiempo) ¡Esa sí que es una buena noticia! Me encanta la idea (Se toca el pecho) ¡Voy a ser tía!

 

Estela.- (Emocionada) ¡Un nieto…! (Dirigiéndose a Leonardo) ¿Pueden adoptar legalmente sin problemas?

 

Leonardo.- Empezamos a asesorarnos con un abogado hace una semana y nos dijo que no había problema alguno. La idea de adoptar un bebé la teníamos hace tiempo pero estábamos esperando a tener un buen trabajo. La idea fue de su hijo y yo quedé muy entusiasmado.

 

Estela.- ¡Es la mejor noticia que he escuchado en los últimos años!

 

María Soledad.- Además es el momento justo porque mi hermano ya está terminando su carrera y pronto será periodista. Será el niño más mimado del mundo.

 

Leonardo.- También pensamos en eso (Feliz) ¡Va a haber un nuevo integrante en la familia! (María Soledad se levanta, lo abraza y lo besa en la mejilla)

 

María Soledad.- ¡Los felicito! Hay tantos niños  esperando  a alguien que los adopten… ¡Serán unos padres maravillosos!

 

Estela.- (Emocionada) Sí, maravillosos… ¡Y responsables!

 

Leonardo.- Me alegro que les haya gustado la noticia ¡Estamos tan felices! (Pensativo) A veces tengo  miedo que ocurra algo porque ¡es tanta la felicidad!

 

María Soledad.- ¿Qué puede ocurrir? Nada. Ustedes se aman mucho más que la mayoría de los matrimonios que conozco (Con voz tierna) ¡Y quien ama así como lo hacen ustedes están bendecidos! (Comienza a salir de escena  dejando solos a Estela y Leonardo) Voy a la cocina para ayudar a mi hermanito con las cosas (Desaparece por la puerta que está al lado de la biblioteca)

 

María Soledad.- (En off) ¡Mauricio está peinando y maquillando a la abuela!

 

ESCENA III: (Se hace un silencio. Estela mira a Leonardo y comienza a llorar)

 

Estela.- (Con voz baja) El dolor es cada vez más fuerte. Y más seguido…

 

Leonardo.- (Preocupado) ¿Está tomando la medicación como le indicó el médico?

 

Estela.- Sí, pero he tenido que aumentar la dosis ¡El dolor es muy intenso! No me deja ni siquiera respirar.

 

Leonardo.- Mañana la vengo a buscar y la acompaño como la primera vez para hacer una nueva consulta.

 

Estela.- No nos engañemos Leonardo. Sabemos bien como termina todo esto. El médico fue muy claro cuando vio los resultados de los análisis. Si tu no estuvieras a mi lado cuando me dio la noticia no sé lo que habría hecho.

 

Leonardo.- (Tratando de calmarla) Tiene que estar más tranquila, tiene que cuidarse y no hacer esfuerzos.

 

Estela.- (Más calma) ¡Te agradezco tanto lo que has hecho por mí! Y principalmente que guardaras el secreto.

 

Leonardo.- ¿Está segura de seguir manteniéndolo? Su familia tiene derecho a saber lo que le está sucediendo.

 

Estela.- (Contestando rápido) ¡No! No quiero que sepan que me estoy muriendo… ¡Prométeme que no le vas a decir nada a nadie! ¡Y menos a Mauricio porque es el más sensible de todos!

 

Leonardo.- Cuando se entere de la verdad y sepa que yo lo sabía todo y no se lo dije nunca, creo que se enojará conmigo.

 

Estela.- No lo hará. Yo le explicaré todo lo que me apoyaste…Pero se lo diré cuando sea el momento adecuado. Ahora es nuestro secreto (Triste) ¡Nuestro terrible secreto…!

 

Leonardo.- (Preocupado) Mañana la acompaño y usted le explica al médico que los remedios ya no le están haciendo efecto. Seguramente se los cambiará por otros.

 

Estela.- Hoy cuando entraron tus regalos tuve que ayudar a los jóvenes a acomodarlo todo. Al sentarme sentí un dolor tan fuerte que no pude disimularlo. Julio se dio cuenta que algo me pasaba pero yo tomé varios comprimidos y poco a poco me fui recuperando. Ahora sabe que tengo algo, me conoce desde hace más de veinticinco años.

 

Leonardo.- ¿Y usted qué le dijo?

 

Estela.- Que tenía síntomas de gripe. El sudor me ayudó con la mentira pero en el fondo sé que no me creyó ¡Nunca antes había sudado tanto!

 

Leonardo.- ¿Y si la llevamos al exterior a un buen especialista para ver un nuevo diagnóstico?

 

Estela.- Gracias, hijo, pero ya todo es inútil. Estoy en el callejón. No tengo salida. Lo que me queda ahora es seguir haciéndome la quimioterapia y esperar… (Llora) esperar hasta que el dolor ya no sea soportable y empezar con la morfina.

 

Leonardo.- ¡Tenemos que hacer algo! No piense así, se lo ruego. Muchos le han ganado al cáncer. Y los que le ganaron lo hicieron aferrándose a la vida con uñas y dientes.

 

Estela.- En mi caso es diferente. Ya tengo metástasis y varios órganos comprometidos seriamente. Los dos médicos que consultamos fueron muy claros con el diagnóstico al observar los resultados de los estudios. Ambos dijeron que no era operable, que ya estaba muy avanzado…

 

Leonardo.- (Con la cabeza baja) Usted no se merece esto.

 

Estela.- (Resignada) ¿Alguien se lo merece? No. Nadie (Molesta) ¡Y pensar que uno tiene los días contados…!

 

Leonardo.- Usted es joven todavía, ¡tiene que luchar!

 

Estela.- Lucho todos los días al levantarme y lo vivo sin saber si puede ser el último.

 

Leonardo.- ¡No es justo! ¡No es justo!

 

Estela.- ¡La vida es injusta! Por eso no me pregunto ¿por qué yo? Y no me lo pregunto porque hay millones de personas en el mundo que están pasando por lo mismo  (Deja de llorar y mira detenidamente a Leonardo) Quiero que me prometas que siempre vas a ser feliz con mi hijo y que lo vas a cuidar cuando yo ya no esté más en esta vida. ¿Me lo prometes?

 

Antonieta.- (En off) No saben lo linda que estoy quedando.

 

Mauricio.- (En off) ¡Quédate quieta abuela que no puedo maquillarte si te mueves tanto!

 

Leonardo.- ¡Se lo prometo por la memoria de mis padres! Su hijo es lo más importante para mí. Puede quedar tranquila. Yo siempre estaré a su lado.

 

Estela.- (Pasándose un pañuelo por el rostro) Adopten como quieren hacerlo ¡Los hijos siempre traen felicidad a sus padres!

 

Leonardo.- Lo haremos. No se preocupe (Mete la mano en el bolsillo y saca dinero) Esto es para pagar la luz porque la estufa consume mucha energía y en sus condiciones no puede pasar frío (Le alcanza el dinero)

 

Estela.- (Rechaza con sus manos la plata) No puedo aceptarlo. Me has dado todo. Lo único que te pido es que cuides y consueles a mi hijo.

 

Leonardo.- (Insistente) Pero lo va a necesitar. Para la luz y para los remedios…

 

Estela.- Ya es demasiado tarde… Guarda ese dinero para la compra de la casa ¡Compra una con jardín para que pueda jugar el niño (Se abrazan y lloran. Entra al escenario María Soledad con unas bandejas, vasos y copas. Ve la escena y se detiene. Avanza  unos pasos y coloca todo sobre la mesa)

 

María Soledad.- (Asustada) ¿Qué está pasando? ¿Por qué lloran?

 

Leonardo.- (Tratando de resolver la situación, se seca las lágrimas y sonríe) No es nada. Mi suegrita querida que se emocionó por la boda de plata y el cariño que le hemos brindado todos durante este día.

 

María Soledad.- (Intrigada) ¿Y tu por qué lloras? Nunca te había visto llorar. Siempre te vi sonriendo.

 

Leonardo.- Es que lloro de alegría. Muy pronto tendremos un hijo con tu hermano y tu madre me contagió su emoción.

 

María Soledad.- Entonces basta de lágrimas ¡y a celebrar! (les muestra un CD) Vamos a ponerlo, escuchar música ¡y a bailar! Hoy es un gran día (Alegre y aplaudiendo con las manos) ¡A celebrar! (Coloca el CD en el DVD, enciende el televisor y la canción “Burundanga” comienza a sonar fuerte. Al mismo tiempo distintos focos de luces de colores inundan el escenario) ¡Venga mamá! Esta música la va a sacar de ese estado y la va a hacer reír ¡Ya verá cómo esta canción revive hasta un muerto! (Ella misma comienza a cantar y después se le suma Leonardo) “Zongo le dio a Borondongo. Borondongo le dio a Bernabé. Bernabé le pegó a Muchilanga, le echó a Burundanga, le hincha los pies”.

 

Leonardo.- (Se suma a la canción entonando) “¿Por qué Zongo le dio a Borondongo? Porque Borondongo le dio a Bernabé” (Estela se levanta y ríe. Entran a escena Mauricio abrazado a Antonieta elegantemente vestida, muy bien peinada y maquillada correctamente)

 

Mauricio.- (Canta mirando a Leonardo) “¿Por qué Borondongo le dio a Bernabé?  Porque Bernabé le pegó a Muchilanga” (Todos se toman de las manos y con alegría comienzan a danzar y cantar) “¿Por qué Bernabé le pegó a Muchilanga? Porque Muchilanga le echó a Burundanga. (Cada vez cantan más alto acompañando la música) Porque Burundanga le hincha los pies”

 

ESCENA IV: (Se siente un ruido de llaves en la puerta. Entra Julio con cara seria. Dejan de cantar y las luces de colores desaparecen de escena. Todos permanecen quietos contemplando la extraña actitud de Julio que lentamente se acerca a su hija María Soledad y le da sin ninguna explicación una fuerte cachetada en el rostro)

 

Julio.- (Después del gesto violento y mirando a su hija comienza a gritar) ¡Prostituta! (Fuera de sí) ¡Mi hija es una puta! ¡Una maldita puta!

 

Estela.- (Sin entender nada) Pero Julio... ¡¿qué estás diciendo?!

 

Julio.- (Con rabia) Lo que dije. Lo que todos ustedes escucharon… Que descubrí que esta mentirosa no trabaja en ningún supermercado ni tampoco estudia por las noches (Se agarra el pecho por sentir un fuertísimo dolor. Mira a su esposa) ¿Cómo crees que siempre tenía dinero? ¿De un sueldito de cajera de supermercado? No. ¡El dinero salía de las braguetas de los hombres que ella abría todas las noches! De solo pensarlo… de solo pensarlo… ¡Ay!, ¡¡Ayy!! (Siente un dolor cada vez más fuerte. Se agarra el pecho y se desmaya sobre el sillón. Estela corre hacia él mientras Mauricio abraza a su hermana que llora desconsoladamente. Antonieta continúa danzando como si la música siguiera y está ajena a todo lo que ocurre. Leonardo corre hacia el teléfono y llama a la ambulancia) 

 

María Soledad.- (Llorando y mirando a su hermano) Yo lo hacía por ellos… Para que entrara un poco más de dinero a la casa. Papá cobra tan poco en el colegio… Y es  verdad que empecé a estudiar, lo hago durante el día mientras mentía que trabajaba en el supermercado, es en las noches que… que… (Llora desconsoladamente y corre hacia el cuerpo desmayado de su padre) ¡Papá! ¡Papá, no te mueras! ¡No te mueras…! (Mauricio la aparta y la sienta en uno de los dos sillones individuales donde permanece llorando. Leonardo pone el cuerpo de Julio sobre la alfombra y trata de revivirlo dándole respiración boca a boca y golpeando su pecho)

 

Estela.- (De rodillas junto a Julio) ¿Por qué tanta desgracia? ¿¡Por qué!?

 

Leonardo.- (Sin haber logrado resultado se acerca preocupado a Mauricio) Creo que es un infarto. La ambulancia llegará en cualquier momento.

 

Estela.- (Desesperada)   ¡Un infarto no! ¡Un infarto no!

(Se oye desde el escenario el ruido de la sirena de la ambulancia en forma estridente. Entran dos médicos  que intentan revivirlo. Le dan choques eléctricos y respiración  boca a boca. Julio permanece igual. Lo colocan en una camilla con extremo cuidado. María Soledad desaparece de escena al salir corriendo y llorando por la puerta que conduce hacia la cocina. Estela se sienta débilmente y permanece callada. Mauricio y Leonardo acompañan a Julio que es conducido en la camilla hacia la calle donde está la ambulancia. De pronto se produce un tiroteo afuera. Se escuchan varios disparos de arma de fuego y gritos angustiantes mezclados con el sonido de la ambulancia que comienza a alejarse. Se produce un silencio… Estela en escena se sostiene la cabeza con las manos y al levantarla ve a Antonieta retirarse por la misma puerta que salió María Soledad. Entra a escena Mauricio todo ensangrentado sin decir una palabra por la puerta que da a la calle)

 

Estela.- (Se levanta sorprendida) Hijo ¿Qué ha sucedido? ¿Y esa sangre? (Le toca todo el cuerpo desesperada) ¡Contesta! ¿Estás herido? (El escenario comienza a oscurecerse y un foco de luz tenue ilumina el lento caminar de Mauricio en absoluto silencio) ¿Leonardo fue en la ambulancia con tu padre? Contéstame, hijo. ¿Ha muerto Julio? ¡Oh Dios mío! ¡Dios mío! (Iluminado por la luz tenue Mauricio comienza lenta y mecánicamente a sacarse la ropa, prenda por prenda, hasta quedar completamente desnudo. Su camisa y su pantalón ensangrentados caen sobre el sillón grande del living. Su cuerpo desnudo se deja caer suavemente sobre la blanca alfombra de oso polar y permanece caído en el piso en posición fetal)

 

Estela.- (En la oscuridad se oye su voz) ¡¿Qué ha sucedido?! ¡¿Qué!? ¡Ay! ¡Ayyyy que ya no aguanto más!  ¡Qué alguien me ayude! ¡Ayuda! (Gritando) ¡Ayuda!

(La luz tenue continúa iluminando el cuerpo caído de Mauricio arrolladito como el de un bebé. Entra Antonieta rengueando y torcida al escenario. Se aproxima al cuerpo de Mauricio que es lo único que está iluminado, se arrodilla con dificultad y comienza a acariciarlo con inmensa ternura) ¡Mi bebé! (Con alegría) ¡Mi dulce bebé! (Le acaricia el cabello y el rostro) ¡Al fin te he encontrado! ¡Qué alegría! ¿Dónde estabas? ¿Te había llevado Mercedes a algún lugar? Sí, debería de estar mostrando a mi hermoso niño a todo el barrio. (Mira hacia el resto del escenario que permanece oscuro) ¡Mercedes! ¿Has llegado? ¿Adónde te habías llevado a mi hijo? Sabías que tenía que darle de mamar… (Continúa acariciando el cuerpo desnudo de Mauricio creyendo que es Julio cuando era bebé) Ahora te voy a alimentar y te voy a cuidar. Sí, le diré a Mercedes que me pida permiso para sacarte de la casa. ¡Ay que alegría! ¡Mi bebé ha vuelto! ¡Ha vuelto a mis brazos de madre! (Mauricio continúa inmóvil y en silencio. Suena el teléfono y Estela corre a atender en la oscuridad del escenario)

 

Estela.- ¿Hola? (Cada vez más desesperada) ¡No! ¡No puede ser verdad…!

 

Doctor.- (En off) Lo siento señora. Su esposo ha fallecido.

 

Estela.- (Fura de sí, totalmente desesperada) ¡Ay Dios… ¡¿por qué este castigo?!

 

Doctor.- (En off)  Tampoco pudimos hacer nada con el Sr. Leonardo Gómez. Una de las balas fue fulminante.

 

Estela.- ¿Cómo? ¿Qué está diciendo…?

 

Doctor.- Lo siento mucho señora. ¿Señora…? ¿Está usted ahí…? ¡¿Señora…?! (Se siente el ruido del teléfono que cae al suelo. Antonieta comienza a levantarse y besa a Mauricio en la frente)

 

Antonieta.- Voy a traerte un conjuntito nuevo que te compré.   Un bebé puede estar desnudo solo en verano  pero no en invierno. Hace mucho frío y no tienes ninguna ropita puesta. Seguro que Mercedes te debe haber lavado y ahora debe de estar buscando algo para ponerte. ¡Le voy a decir que esto no se repita más! ¡No puede dejarte sin ropa con tanto frío!  (Se termina de levantar y comienza a salir del escenario mientras Mauricio permanece en la misma posición fetal totalmente ensimismado. La luz tenue que lo iluminaba desaparece al irse Antonieta y el escenario queda en absoluta oscuridad)

 

ESCENA V: (Han pasado tres meses. Sentada en una silla de ruedas Estela tiene el rostro pálido y demacrado. Un pañuelo en la cabeza le cubre la ausencia de cabellos. Tiene una carta en sus manos y la mira una y otra vez sin abrirla. Suspira largamente. Besa la carta y la abre)

 

Estela.- (Emocionada y taciturna) Carta de Mauricio… La primera carta que recibo de mi hijo desde que se fue del país… (Comienza a leerla) “Querida mamá. Hace dos meses que estoy en España. Acá tengo trabajo como periodista y las cosas si bien al principio fueron difíciles ahora se están encaminando. Comparto el apartamento con tres latinoamericanas y nos llevamos muy bien. Prometo escribirle más seguido y quiero que usted me responda para saber cómo está de salud (Hace una pausa y continúa leyendo) Siempre pienso en Leonardo. Fue lo más hermoso que me pasó en la vida. Creo que no volveré amar a nadie más como lo amé porque lo llevo siempre en el corazón. Estoy vivo gracias a él porque cuando vio que los tiros se dirigían hacia mi cuerpo se puso adelante y recibió él los impactos… En mi memoria permanece vivo para siempre… (Suspira y continúa leyendo) Un amigo de la Facultad  me dijo que usted estaba pasando muy mal económicamente… En cuanto me recupere y logre acumular algún dinero se lo enviaré. Creo que será pronto. Por el momento no tengo pensado volver. Allí no tengo nada. Lo perdí todo… solamente la tengo a usted y sepa que la amo con toda el alma. La quiero mucho, no lo olvide nunca… (Deja de leer porque entra María Soledad)

 

María Soledad.- (Le arregla el suero que tiene en un brazo y le acomoda la frazada sobre las piernas) ¡Su bendición mamá! Vuelvo tarde… (Mirando la carta que tiene  su madre en la mano) Usted no se preocupe que pronto vamos a visitar a Mauricio. Estoy juntando la plata… Claro que no puedo juntar mucho porque entre los remedios, la comida y las cuentas se va casi todo el dinero… (Triste) Pero algún día viajaremos, se lo prometo… (Cambiando de tema y hablando con ternura) ¿No le duele nada? ¿Ya vino la enfermera para darle la morfina?

 

Estela.- Estoy bien, hija. Anda tranquila…Y ten cuidado porque la noche está cada vez más peligrosa… (María Soledad la besa y sale del escenario por la puerta que da hacia la calle. Antes de irse definitivamente, siente la bendición de su madre) ¡Dios te bendiga, hija! (Se da vuelta, mira con los ojos humedecidos el estado desmejorado en que está su madre y se va, cerrando la puerta. Estela deja la carta sobre el sillón y permanece pensativa)    Hoy es veintinueve… Hace veinticinco años y tres meses que me casé con el hombre más maravilloso del mundo. Se llamaba Julio…mi querido Julio…Con él tuve un hogar. Con el paso de los años y la ausencia de dinero yo creía que era un infierno… y sin embargo era el paraíso… Sí, el  paraíso… ahora me doy cuenta. Tuve el cielo dentro de éstas húmedas paredes y fui feliz… muy feliz…. He sufrido mucho a lo largo de mi vida pero aprendí  que pese a todo vivir es un verdadero milagro… Y conocí gente maravillosa…Ángeles que habitaban a mi alrededor en el callejón  en que yo creía que vivía…Pronto me reuniré con mi esposo en algún lugar y desde allí protegeré a mis hijos… ¡Mis hijos del alma…! (Comienza a tener dificultad para hablar) Amo… tan- to… a mis hi- jos… (No puede mantener los ojos abiertos pero hace un esfuerzo. Los cierra definitivamente. Su cabeza cae hacia un costado mientras una lágrima cae por su rostro)

                                                                                  

                                                                                               FIN

Jorge Dos Santos
dossantosjorgedan@hotmail.com
 

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