El locutor de los pobres |
Cuando un comunicador llega al “éxito” su programa radial es el más escuchado del dial, entonces está a punto para evolucionar y transformarse en un presentador televisivo. De no darse esta evolución el locutor radial puede envejecer siendo una voz sin cara, en un mundo en que hay muchas caras sin voz. Daniel había logrado pasar desapercibido en la primaria y la secundaria. Eso en un barrio marginal es garantía de supervivencia. Si nadie nota que estas , es menos probable que te maten. Solo una vez y por error llamó la atención. Habían organizado un partido de fútbol barrio contra barrio. Sus viviendas no tenían centro de salud pero obviamente no faltaba la cancha , las porterías e incluso los banderines del corner. Los gobernantes sabían hacer buena letra durante la campaña , un buen partido con número musical y chorizos y vino para el cierre tenía varias funciones, aplacar a las fieras y lograr votos. Lo segundo era más seguro que lo primero. Daniel no era mal puntero, es más era un gran jugador, pero sabía lo arriesgado de meter goles si uno no sabía artes marciales. Por lo que se esmeraba en caminar lo suficiente para no transpirar y para asegurarse que nadie rompería sus gafas. Sus compañeros de equipo lo condenaban a ser un eterno suplente más en ese partido en que se enfrentaban al equipo dirigido por el “Simio”. Para entender lo que eso significa es clave saber que aún siendo menor de edad Aníbal Ariel Humberto Pérez Duvalier (alias el Simio), manejaba el tráfico de las drogas del barrio, su enorme fuerza física estaban insinuadas en sus rasgos gorilescos, pero confirmadas en las cicatrices de bala que tenía en medio del pecho. Todos sabían que fue ese día cuando se ganó el respeto de toda la zona. Su cuerpo de niño de 12 años había recibido el impacto a quemarropa de cinco balas calibre 22. Esta frase llena de números marcó toda una época. “Chiquito Olarticochea”, el rey del barrio de aquellos días había querido castigar a su rebelde camello y se encontró con el renacer de un ser invencible y legendario. Aún en los barrios más pobres hay códigos. Balear a un niño del que depende toda una familia , con madre , padre borracho crónico y ocho hermanos, era una aberración casi tan grande como permitir que sobreviviese. El Simio fue un milagro de la miseria. Cuando salió del hospital luego de ser baleado lo metieron en el correccional, de ahí se escapó en reiteración. Y en cada salida cometía un crimen mayor. Robos, saqueos, ocupaciones de casas ricas (con gente adentro y todo), en fin , cualquier cosa menos violar. Estuvo cinco años en ese ciclo. Hasta que logró su segunda gran hazaña. Logró una modificación muy debatida de el código penal. Hasta salió en TV. El Simio fue el primer menor que con 17 años inauguraba la Cárcel Central. Su gran escuela. Lo que le faltaba por aprender se lo enseñaron los mejores, y sus contactos trascendían fronteras y rangos. En fin , un personaje común de esos paisajes. Mucho poder, y unas reglas muy particulares sobre la vida. “No escupir para arriba”, “No mear contra el viento”, “No tirarse un pedo más grande que el culo”, “cada perro que se lamba su pistola”, eran los mandamientos que significaban que no había que decir que nunca haríamos algo en el futuro, que no se podía ir contra el sistema siempre, que no había que ser ambicioso, y que cada uno debía limpiar sus miserias. Volviendo al partido , es importante saber que el Simio hubiera aceptado la derrota, incluso la humillación del cinco a cero. Lo que casi mata a Daniel fue que en el segundo tiempo se dejó tentar por el micrófono del escenario. Lo tomó, lo encendió y desde un costado de la cancha relató el partido a viva voz. Como los locutores de radio , con comentarios y todo , incluso falseaba el tono y decía la publicidad. Además de las risas que produjo al decir :”Este partido es largo como axila de serpiente” , o de publicitar “Compre un cerebro del presidente. Está sin uso. ¡0 Kilómetro!”... no dejó de comentar cualidades del equipo dirigido por el rey del barrio. -¡Este equipo solo juega contra la raya blanca!. -El portero funciona peor que el de mi edificio . -Simios, camellos ...pero que es esto señores!!! Yo los veo jugar como perros!!!. Se pasó un poco , es cierto. Supongo que era la adrenalina que producían los aplausos y las risas por los comentarios. De hecho el partido pasó a ser una anécdota , parecía que hacían cosas solo para lucir más el relato de Daniel. Por supuesto que al final, cuando todo terminó, y por fin se cayó el micrófono mi amigo quedó solo , frente a frente con el Simio y la parte más “pesada” de su banda. El primer golpe no dolió de inmediato. Fue sorpresivo y le dio tiempo a pensar , “debo haberme pasado, me está pegando él en persona”. Sin embargo , Daniel tuvo un gesto de los más valorados en la cárcel, se quedó inmóvil con los brazos bajos, sin defenderse mirando de frente a su agresor. Este le dio otro puñetazo que lo lanzó a unos metros. Ese dolió enseguida , fue como un choque con un tren. Así como cayó se levantó y quedó de nuevo de pie. Aceptando el castigo, sabiendo que si se defendía moría , pero sin estar dispuesto a correr para esconderse. Esto para el Simio era muy valioso, y lo demostró dejando a Daniel tranquilo, dando la deuda por saldada y el honor por recuperado. Incluyendo el gusto de tener un vecino con esos códigos tan valientes. Mi amigo luego del primer golpe no se había enterado de nada, no recordaba donde estaba, le costó recordar su nombre , y como sus gafas habían volado ni siquiera vio contra que chocó la segunda vez, quienes estaban frente a él y por que de repente se quedó solo en la cancha. Solo sabía que le dolía mucho la cabeza. En fin y más allá de detalles , no solo sobrevivió a ese día sino que su famosa audición fue grabada por “Cinco dedos” , el dueño- locutor- operador de la radio comunitaria. Una emisora clandestina que trasmitía todas las noches en la zona. Esa radio (que en realidad funcionaba de forma clandestina) fue su escuela. Con solo un equipo , un emisor , un micrófono y un par de grabadores hacían programas bastante buenos, reportajes, difundían novedades y sobre todo , escapaban. Era el Ejército de la República en persona el encargado de reprimir esas radios, las localizaba con un sofisticado equipo y requisaban los aparatos además de encarcelar a sus operadores. En tres años, nunca , lograron capturarlos. Escaparon por azoteas, alcantarillas, muros altos, pequeños alambrados, con todo el equipo a cuestas, perdiendo cintas, renunciando a algún disco , pero nunca los atraparon. Daniel sospechaba de la mano mágica y peluda del Simio que en más de una ocasión o frenaba a los milicos o les avisaba diez minutos antes con una llamada anónima. Así fue el inicio pero el gran salto fue sensacional. El Simio estaba una vez más recluido en la Cárcel Central, pero esta vez había llevado su poder al máximo, hacía tres días que estaban todos los presos amotinados. Estaban en la planta superior , con un grupo de periodistas que estaban haciendo un informe especial , muchos guardias, el director del recinto y los principales jefes de la mafia margina. El tema estaba poniéndose muy duro. Un gran despliegue de medios cubría el suceso desde afuera, y parecía que todo el ejército, policía y bomberos estaba rodeando el talego ubicado en pleno centro de la ciudad. Daniel estaba en el bar del gallego Manolo, único en su especie en aquel barrio cuando entraron unos policías buscándolo. Como él solía estar limpio nadie se alarmó, incluso asociaron en seguida el hecho a lo que estaban pasando por Tv. Efectivamente, el Simio lo había mandado llamar , para comenzar las negociaciones pedía que el locutor de su barrio hiciera la cobertura periodística desde dentro. Caminó solo por la cárcel destruida pensando en que lugar de su sistema nervioso estaba aquella dosis de valor y de inconciencia, mezclada con estupidez y fanfarronería. Pero se imaginó exactamente lo que había pensado el Simio: -Te voy a hacer famoso flaco. Las risas y los gritos de todos los de azul , lo recibieron tan solo cuando se asomó por la pequeña puerta. La frase que gritó el Simio fue profética. Todo el país vivió la cobertura que Daniel hizo en directo. Con un temple insólito para alguien tan joven y solo con experiencias periodísticas clandestinas, o justamente por eso. Hay que tener temple para hacer un programa de radio con el ejército buscándote. En fin, el papel del locutor del barrio fue fundamental, sobre todo logró que la reivindicación de los presos fuera clara, certera, realista. Logró trasmitir las miserias de vivir en la pobreza, las ansias de supervivencia, el rechazo constante de las autoridades. Con gran sensibilidad describió la vida en un laberinto en el cual se aprende , no solo la ausencia de escape, sino la falta de respeto hacia la vida y sobre todo a la posibilidad de ser feliz. En ese día hubo de todo, disparos, gritos, reflexiones, reportajes y un final feliz. Daniel logró que la audiencia llamara en forma constante, hasta bloquear los teléfonos de los medios. El Simio, por primera vez en su vida, tenía la opinión pública a su favor. Cuando se entregaron, luego de la agotadora jornada, dos policías se llevaban esposado al rey del barrio, en un gesto que Daniel guardaría en el corazón el Simio lo miró y sonrió. Mi amigo hubiese jurado escuchar un crujido, supongo que era la primera vez que el preso usaba esos músculos. Lo que vino después superó todas sus expectativas, la noticia del botín fue solo el marco para resaltar la figura del locutor talentoso y valiente, un héroe del periodismo que había logrado superar la crisis sin ninguna baja. Bueno , casi sin ninguna, pasó un año antes de que sus ahora constantes ocupaciones profesionales le permitieran a Daniel ir a la cárcel para ver como estaba su promotor. Al parecer el Simio , poco después del motín se había suicidado. “Eso es de ricos”, comentó otro preso. El tampoco lo creía. Nadie burla a la muerte de forma tan extrema y dolorosa como para quitarse la vida justo cuando su reinado adquiere popularidad. A partir de entonces a Daniel no le faltó el trabajo, tuvo un programa nocturno de gran éxito llamado así : “El locutor del barrio”. Hablaba con la gente, hacía reportajes a artistas callejeros, ponía en aprietos a políticos importantes, y cada tanto hacía pequeños homenajes a personas olvidadas. Nunca habló del Simio, era un delincuente peligroso, pero muchas veces pensó en aquella única y última sonrisa. Se culpó cuando creyó ver , en forma tardía que el rey sabía que le iban a hacer pagar caro su osadía, y su sonrisa era una pequeña seña cómplice, digna de un mártir de un pobre barrio, escondido en un pobre país. |
Joaquín Doldán
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