Joven bruja poseída
Joaquín Doldán

Las ganas son inevitables.

Desde los arbustos la hoguera parecía viva. El muchacho observaba las contorsiones del escultural cuerpo sin importarle que la loca danza tenia ,evidentemente, las peores intenciones.

Deseaba con todas sus fuerzas ser un demonio. Uno de esos que ella invocaba. Metersele dentro de tal forma que cada parte de su cuerpo se doblegara a sus impulsos.

El vestido blanco se movía con extraña independencia, nada podía atrapar la piel que estaba en su interior. Si los demonios tuvieran olor, podría asegurar que la mujer olía a infierno.

Algo invisible entró en ella. Lo supo por la expresión de sus ojos. Las malditas ganas ,si pudiera aguantarse. En todo el monte ,no había otros cuerpos además de los suyos, pero el verano dejaba adivinar muchísimas almas que andaban en la vuelta. En un momento la joven bruja se tiro al suelo. Comenzó a tocarse. Ronroneaba. El muchacho sentía latidos en todo el cuerpo. Ella abrió las piernas y su vestido se corrió como un velo sagrado. No se movió más. El progreso de  las acciones se detuvo, pero en su cabeza un caballo corría cada vez más rápido, y más inalcanzablemente lejos. Eran las ganas. Deben haber pasado diez minutos y nada en el ambiente se movía. La ausencia de viento afectaba hasta la hoguera que por momentos parecía un óleo sobre una tela invisible.

"No aguanto más",pensó. Salió de su escondite. Lentamente avanzó hasta el lugar donde el diabólico ritual se llevaba a cabo. Se vio iluminado por el fuego frente a la hermosa bruja que, acostada y de piernas abiertas ,lo invitaba a  quemarse.

 Dejó pasar otros diez minutos  y dudando de lo ético de sus actos  ,miró para los costados ,se bajó los pantalones y la poseyó.

Mientras moría de placer en la cavidad de su inmóvil compañera, un  demonio con forma de humo azul se condenso  en ese útero y nadó contra la corriente de semen. Luego de colarse por el estrecho esfínter ,el demonio comenzó a residir en aquel miembro que reclamó placer.

El joven se levantó aturdido. La explosión no solo había sido inolvidablemente intensa sino insólitamente  prolongada.

En su regreso trajo una somnolencia que lo acompañó varios días. El recuerdo de la mujer era como aquella linda pesadilla que no lo abandonó durante toda su niñez.

A la mañana siguiente lo despertó una marginal sensación. Tenía una descomunal erección que le hacia arder todo el pubis. Sus testículos eran dos brasas infames. Se arrastró hasta el baño y se acribilló con agua fría. Casi grita cuando el calor de su piel rechazo toda calma. Decidió salir, comprar la posibilidad de apagar el incendio. La sucesión de obvios episodios resultó en su cuerpo desnudo frente al de la prostituta. Al avanzar hacia ella, como atravesando un muro de hielo su excitación desapareció. La profesional no cuestionó la situación, solo intento(en vano)resolverla, para luego retirarse del lugar con el cobro del servicio que jamás concretó.

Aún avergonzado por los hechos fue a trabajar a la oficina de la que era mandadero. El solo roce con sus compañeras de celda le dio la conclusión de su insólita situación."Ella" elegía por él. Como con vida propia se sacudía hacia alguna, se arrugaba frente a otras, señalaba rígido otra presa de su agrado, ante el estupor de su cuerpo y la impotencia de su pobre y desconcertada mente.

Así tuvo que terminar su  adolescencia ,con una satánica dictadura genital.

       De todas formas, ninguna de sus eventuales compañeras notó diferencia alguna entre su actitud y la de otros de su especie.

Durante años su carácter se volvió sombrío, teniendo por única alegría los larguísimos juegos de seducción  que con empeño le dedicaba a su miembro ante cualquier desafío amoroso.

Al tiempo ,cuando era imposible encontrar luz en sus ojos, paso de pura casualidad por la puerta de una iglesia y sintió un revuelo en su pantalón. Su falta de religión le había impedido ver la simple solución."Necesito un exorcismo",le dijo al cura.

"Quizás todos lo necesitemos",sermoneó el párroco.

"Puede ser. Pero a mi se me metió un demonio en el pito",afirmó.

Es contradictorio que un hombre de fe sea tan incrédulo. Echarlo no era precisamente un acto de misericordia, más aún si, íntimamente se cree que un pene es un buen lugar para que viva el diablo.

Una breve investigación lo llevó a la mejor exorcista del lugar. La misma hermosura de la joven bruja tenía ahora  la sabiduría necesaria como para cabalgar en el más salvaje de los deseos. La madura exorcista escuchó la historia con paciencia. La capa mas externa de su piel era el manto protector de un ardiente cuerpo. Las velas daban una luz que hacia danzar las sombras un pacifico baile sobre las paredes.

La mujer lo desnudó. Lo acostó sobre una suave cama  roja. Susurraba palabras ,quizás oraciones. Sus manos no se sentían, pero su boca recorría con fantásticos besos el cuerpo inmóvil del muchacho. Obviamente el demonio se encogió intentando esconderse entre la selva, pero fue atrapado con una tibia boca que lo sedujo. Dentro de ella el diablo fue tentado por un cielo de calor, humedad, ritmo y promesa de paz. Sintió una explosión. La eyaculación duró una eternidad, La boca seguía como una firme jaula de placer, chupando toda posibilidad de escape. Abrió los ojos como despertando de una pesadilla que termino siendo un sueño maravilloso y la vio escupir un humo azul que se perdió en la habitación.

La señora lo despidió con palabras de aliento pidiéndole que aprendiera de lo acontecido.

Al irse notó que efectivamente ya no tenia poseído su pene, ahora era su corazón que no sabía como dejar de latir con el recuerdo de la mejor exorcista del  lugar.

Joaquín Doldán

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