Joven bruja poseída |
Las ganas son
inevitables. Desde los arbustos
la hoguera parecía viva. El muchacho observaba las contorsiones del
escultural cuerpo sin importarle que la loca danza tenia ,evidentemente,
las peores intenciones. Deseaba con todas
sus fuerzas ser un demonio. Uno de esos que ella invocaba. Metersele
dentro de tal forma que cada parte de su cuerpo se doblegara a sus
impulsos. El vestido blanco
se movía con extraña independencia, nada podía atrapar la piel que
estaba en su interior. Si los demonios tuvieran olor, podría asegurar que
la mujer olía a infierno. Algo invisible
entró en ella. Lo supo por la expresión de sus ojos. Las malditas ganas
,si pudiera aguantarse. En todo el monte ,no había otros cuerpos además
de los suyos, pero el verano dejaba adivinar muchísimas almas que andaban
en la vuelta. En un momento la joven bruja se tiro al suelo. Comenzó a
tocarse. Ronroneaba. El muchacho sentía latidos en todo el cuerpo. Ella
abrió las piernas y su vestido se corrió como un velo sagrado. No se
movió más. El progreso de las acciones se detuvo, pero en su cabeza un caballo corría
cada vez más rápido, y más inalcanzablemente lejos. Eran las ganas.
Deben haber pasado diez minutos y nada en el ambiente se movía. La
ausencia de viento afectaba hasta la hoguera que por momentos parecía un
óleo sobre una tela invisible. "No aguanto más",pensó.
Salió de su escondite. Lentamente avanzó hasta el lugar donde el diabólico
ritual se llevaba a cabo. Se vio iluminado por el fuego frente a la
hermosa bruja que, acostada y de piernas abiertas ,lo invitaba a
quemarse. Dejó
pasar otros diez minutos y
dudando de lo ético de sus actos ,miró
para los costados ,se bajó los pantalones y la poseyó. Mientras moría de
placer en la cavidad de su inmóvil compañera, un
demonio con forma de humo azul se condenso
en ese útero y nadó contra la corriente de semen. Luego de
colarse por el estrecho esfínter ,el demonio comenzó a residir en aquel
miembro que reclamó placer. El joven se levantó
aturdido. La explosión no solo había sido inolvidablemente intensa sino
insólitamente prolongada. En su regreso
trajo una somnolencia que lo acompañó varios días. El recuerdo de la
mujer era como aquella linda pesadilla que no lo abandonó durante toda su
niñez. A la mañana
siguiente lo despertó una marginal sensación. Tenía una descomunal
erección que le hacia arder todo el pubis. Sus testículos eran dos
brasas infames. Se arrastró hasta el baño y se acribilló con agua fría.
Casi grita cuando el calor de su piel rechazo toda calma. Decidió salir,
comprar la posibilidad de apagar el incendio. La sucesión de obvios
episodios resultó en su cuerpo desnudo frente al de la prostituta. Al
avanzar hacia ella, como atravesando un muro de hielo su excitación
desapareció. La profesional no cuestionó la situación, solo intento(en
vano)resolverla, para luego retirarse del lugar con el cobro del servicio
que jamás concretó. Aún avergonzado
por los hechos fue a trabajar a la oficina de la que era mandadero. El
solo roce con sus compañeras de celda le dio la conclusión de su insólita
situación."Ella" elegía por él. Como con vida propia se sacudía
hacia alguna, se arrugaba frente a otras, señalaba rígido otra presa de
su agrado, ante el estupor de su cuerpo y la impotencia de su pobre y
desconcertada mente. Así tuvo que
terminar su adolescencia ,con
una satánica dictadura genital.
De todas formas, ninguna de sus eventuales compañeras notó
diferencia alguna entre su actitud y la de otros de su especie. Durante años su
carácter se volvió sombrío, teniendo por única alegría los larguísimos
juegos de seducción que con
empeño le dedicaba a su miembro ante cualquier desafío amoroso. Al tiempo ,cuando
era imposible encontrar luz en sus ojos, paso de pura casualidad por la
puerta de una iglesia y sintió un revuelo en su pantalón. Su falta de
religión le había impedido ver la simple solución."Necesito un
exorcismo",le dijo al cura. "Quizás
todos lo necesitemos",sermoneó el párroco. "Puede ser.
Pero a mi se me metió un demonio en el pito",afirmó. Es contradictorio
que un hombre de fe sea tan incrédulo. Echarlo no era precisamente un
acto de misericordia, más aún si, íntimamente se cree que un pene es un
buen lugar para que viva el diablo. Una breve
investigación lo llevó a la mejor exorcista del lugar. La misma
hermosura de la joven bruja tenía ahora
la sabiduría necesaria como para cabalgar en el más salvaje de
los deseos. La madura exorcista escuchó la historia con paciencia. La
capa mas externa de su piel era el manto protector de un ardiente cuerpo.
Las velas daban una luz que hacia danzar las sombras un pacifico baile
sobre las paredes. La mujer lo desnudó.
Lo acostó sobre una suave cama roja.
Susurraba palabras ,quizás oraciones. Sus manos no se sentían, pero su
boca recorría con fantásticos besos el cuerpo inmóvil del muchacho.
Obviamente el demonio se encogió intentando esconderse entre la selva,
pero fue atrapado con una tibia boca que lo sedujo. Dentro de ella el
diablo fue tentado por un cielo de calor, humedad, ritmo y promesa de paz.
Sintió una explosión. La eyaculación duró una eternidad, La boca seguía
como una firme jaula de placer, chupando toda posibilidad de escape. Abrió
los ojos como despertando de una pesadilla que termino siendo un sueño
maravilloso y la vio escupir un humo azul que se perdió en la habitación. La señora lo
despidió con palabras de aliento pidiéndole que aprendiera de lo
acontecido. Al irse notó que efectivamente ya no tenia poseído su pene, ahora era su corazón que no sabía como dejar de latir con el recuerdo de la mejor exorcista del lugar. |
Joaquín Doldán
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