Hombre - lobo montevideano |
La vio y lo flechó.
Los rocks lentos fueron el mar en el cuál navegaban entre caricias y
dulces palabras. Dejaron atrás las luces del baile
y caminaron de la mano. Al rato se apoyaron en la pared del
cementerio y casi hacen el amor. El silencio de la noche solo se cortaba
con algún aullido lejano. -Dejame llevarte a
tú casa-ofreció él con las mejores intenciones. -Gracias, ya lo
hiciste-dijo ella y con una carcajada lo apartó, saltó al interior y se
perdió entre las tumbas. Quedó petrificado
unos segundos ,pero cuando comenzó a correr dejó muy atrás la risa que
todavía se escuchaba. -Esta historia yo
la sabía-se reprochaba. De alguna casa
apareció un grupo de gatos. La imagen se detuvo. La noche empezó a
invadirse de maullidos que venían de todos los rincones. Por un momento
pareció que los felinos no iban a dejar ver el paisaje. Comenzó a
caminar pisando con cuidado entre la alfombra viviente que tapó la calle.
Algún pisotón desafortunado arrancaba gritos que comenzaban a
sobresaltarlo cada vez más. Nubes negras
camuflaban la luna. Una sospechosa brisa
las fue corriendo de a poco y la enorme esfera ganó el cielo. Su
luz sin brillo alumbró el
lugar. Sintió que los líquidos de su cuerpo eran atraídos hacia arriba
,quiso decir ,o quizás pensar algo pero una especie de rugido nacía de
su garganta. Los gatos salieron disparados, Espantados por la salvaje
amenaza que venía de alguna parte. El se asustó aún más cuando sintió
que esa parte estaba adentro suyo. Buscó un callejón pero acá casi no
hay, tampoco hay subterráneos u otro lugar as digno para que algo así te
pase. En una casa
cercana una solitaria enfermera se desnudaba para darse un baño. Entró a
la ducha y dejó que los múltiples chorros la golpearan. El cuarto se
llenó de vapor. El ruido del agua no la dejó percibir que alguien había
entrado en su casa. Tirado en la
alfombra del comedor, frente a la estufa a leña, se retorcía de dolor.
Su piel burbujeaba. Las manos se le acalambraban y torcían como garras.
Empezó a encorvarse y llenarse de pelos. Sus ojos pardos se destiñeron
en un frío celeste. Quiso gritar, pedir auxilio, y a cambio rajó las
paredes con un aullido. Ella se sobresaltó.
Luego quedó quieta bajo el agua caliente. Algo empujó la entornada
puerta del baño y se movía con sigilo. El vapor no dejaba distinguir la
forma que se acercaba. Abrió la cortina de golpe, y gritó: -Rocky, que
susto!..perro boludo ,camine a cucha.... La gran mascota
movió la cola ,y fue a tirarse al sofá . Comenzó a dormirse con atisbos de un sueño donde era un hombre, un Don Juan infiel en lugar de un sumiso animal que obedecía por techo y comida. |
Joaquín Doldán
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