De "La flor de lis" |
Pasaba un santo.... |
Pasaba un santo. Pasaba un santo con algunos pecados como todos los santos, unos pecados gruesos como rosas en este caso. Yo le decía: -¡Adiós, santo...! Adiós, bello! ¡Adiós! ¡Dame una rosa! ¡Dame un pecado! Él no miraba, iba lejos; extendía manos anacaradas (de nácar blanquísimo) y eran larguísimas manos, siempre rectas hacia delante; manos que medirían casi un metro. Yo insistía: -¡Adiós... santo... ! El viento arremolinaba la alameda, pasando por los brezales, y el alero de la casa donde vivían pájaros grandes, negros, desde hacía años, pájaros que no se iban, no volaban, sólo piaban. Y ya era de noche. Y yo seguía gritando: ¡Adiós... santo! Pero él ya se había colgado del cielo y era una estrella más. |
Marosa di Giorgio
La flor de lis
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