De "La flor de lis" |
Era una fiesta nocturna
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Era una fiesta nocturna en el bosquecillo al lado de la casa.
Andaban mezclados, susurrando, parientes, vecinos, peones, conocidos, desconocidos.
Estrellas construidas adentro, subían, se quemaban y volvían a ser hiladas y a salir.
Yo titilé aguardando el carro. Sabía que vendrían las tías.
Mamá tejía rápidamente varias estrellas más, y los peones venían a buscarlas y las izaban.
Yo gritaba en silencio: ¡Llegan las tías!
Aun mucho antes de que eso aconteciese.
Hasta que pasó.
Se vio la fantástica carretilla, donde transitaban las tres tías: Joacina, Adelia María, Cocuyo. ¡Tía Joacina! ¡Tía Adelia María! ¡¡Tía Cocuyo!!
Mamá las saludó levemente:
-Joacina. -Delia. -Cocuyo.
Bajaron con vestidos bellísimos. El de Cocuyo era blanco como nieve; siempre iba vestida de novia.
Yo grité: Mamá, mamá!!
Y lloraba prendida al vestido materno. Yo quiero ser la tía Cocuyo!
Mamá decía: -No tolero la envidia.
No era envidia. Yo quería ser mi tía Cocuyo. Y entonces vi que la carretela en la que vinieron no tenía caballo, sino un cabritillo, un antílope- No. Un unicornio. Y pose la vista en el cuerno solo, edificado con muchísima perla y que tenía también un rosetón de rubí, o alelíes, abajo, en la base, en la nuca.
¿...Cómo transcurrió... toda... aquella noche...?
Sólo recuerdo al unicornio inmóvil en el esplendor. Y a la tía Cocuyo detrás, con traje de novia. |
Marosa
di Giorgio
La flor de lis
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