Anoche realicé el retorno; todo sucedió como lo
preví. El plantío de hortensias. La Virgen -
paloma de la noche- vuela que vuela, vigila
que vigila. Pero, los plantadores de hortensias,
los recolectores, dormían lejos, en sus chozas so-
litarias. Y mi jardín está abandonado. Las pa-
pas han crecido tanto que ya asoman como ca-
bezas desde abajo de la tierra y los zapallos, de
tan maduros, estiran unos cuernos largos, dul-
ces, sin sentido; hay demasiada carga en los ni-
dales, huevos grandes, huevos pequeñitos; la
magnolia parece una esclava negra sosteniendo
criaturas inmóviles, nacaradas.
Toqué apenas la puerta; adentro, me recibieron
el césped, la soledad. En el aire de las habitacio-
nes, del jardín, hasta han surgido ya, unos pla-
netas diminutos, giran casi al alcance de la ma-
no, sus rápidos colores.
Y el abuelo está allí todavía ¿sabes? como un
gran hongo, una gran seta, suave, blanca, fija.
No me conoció. |