Cuando no toma café bebe licores. Le gustan con sabor a frambuesa, menta, yema o violetas, O toma vino “oscuro morado, negro, grave, fuerte, color esmeralda, turmalina y ciruela”. Con sus amigos y colegas “repasamos el mundo. En el Sorocabana lo hacemos mientras tomamos café. Los viernes tomamos algunos
whiskies, enfrente, en el Mincho. Los lunes, tomamos vino, en el Lobizón. Somos moderados, la discusión es cordial, con afecto y simpatía hacia todos. No podemos entender eso de las rivalidades, persecuciones, camarillas... Sabemos que ‘los días se van como hierba’ y que hay que encontrar la luz, permanecer en ella".
Los que la acompañan son Wilfredo Penco, Elías Uriarte, Teresa
Porzecanski, Silvia Guerra, Leonardo Garet —un poeta salteño—, Miguel Angel Campodónico, Juan
Introini, Amanda Berenguer, Luis Bravo, Juan Carlos Legido, Ramón Mérica, Ruben Loza
Aguerrebere, Roberto Genta, Alfredo Fressia y Roberto Echavarren, entre otros.
SE ENCIENDE LA LUZ. Y entre infusión, bebidas espirituosas y charlas, escribe. Escribir es para ella “todo“. Asegura que “todo lo que percibo de algún modo lo escribo. No es cosa de querer dedicarse a escribir sino escribir porque se siente que a eso, a sólo eso, se ha venido al mundo".
Sus primeros “contactos literarios” fueron “por correo” aunque, a su lado, había poetas como Enrique
Amorim, Julio Garet, Milans Martínez, Altamides Jardim, Walter Peralta, Gregorio Rivero Iturralde, Margarita Muñoa y Rondán Martínez, entre otros.
A pesar de que no le faltaba quien la aconsejara asegura que la primera persona que le dijo que escribía bien —y a la que siempre escucha— es a ella misma. “Siempre escuché a Marosa “, dijo, sonriendo. La confianza en sí misma la condujo a ser conocida no sólo en su país sino también en el exterior. A menudo recita en Buenos Aires, Rosario, Santa Fe, Bahía Blanca, donde tiene “un público adicto".
Los primeros textos suyos que consideró literatura fueron los que inician la antología Papeles salvajes (Arca, 1973) y que tituló “Poemas”. Para llegar a la perfección revisa, lee en voz alta, cuida que no se pierda el ritmo”. Pero escribir no le da trabajo pues “es mi vida, mi destino “. Cree que la experiencia de cómo se crea un poema — “algo que sucede de súbito como si se encendiera una luz “— no se puede transmitir porque se trata de “un acto solitario, íntimo, del cual sólo se puede compartir el resultado “. Donde se puede dar cierta “comunión" es en los talleres de poesía que cumplen la misión de orientar, informar, desbrozar. Pero sólo saldrá poeta el que nació como tal “.
Lo que sí tiene sentido para ella son los encuentros internacionales de poesía que “promueven la calidez, la difusión, la intercomunicación y la proximidad con el público “. Contó que en un encuentro que se realizó en Medellín, Colombia, “la gente nos seguía por la calle".
La recepción de los lectores le parece importante pero no dejaría de escribir si no tuviera éxito: “escribiría contra viento y marea “. Tener éxito como poeta puede no ser redituable económicamente.
Marosa, que vive sola desde que murió su madre, cuenta para vivir con sus derechos de autor, con una columna semanal que publica en la revista Posdata y con una pensión graciable otorgada por el gobierno. “Es una pensión respaldada por nuestras leyes en la que se reconoce una trayectoria destacada, sea en las artes o en las ciencias. Me fue concedida hace unos años por el presidente Sanguinetti y todo el parlamento “.
Otro modo de sobrevivir que tienen los poetas son los premios internacionales de poesía. Importantes ya que “los artistas necesitamos respaldo. Alguna seguridad, alguna vez “. Sin presentarse voluntariamente, Marosa ganó en Francia, en 1983, el premio de la Sociedad Petrarca por su libro “La flor de Laura”.
Y cuando no escribe, recita. “Son cosas diversas y emparentadas. Recitar es también una creación y una recreación. La poesía es escrita para ser recibida y esto puede suceder a través de un recitado. Me interpreto a mí misma con mucho gusto “.
Muchos de sus colegas uruguayos suelen ir a sus recitales. Con ellos, y con la obra de cada uno, la poeta tiene “un lazo de simpatía “. Entre los desaparecidos, prefiere a Delmira
Agustini, Julio Herrera y Reissig, Concepción Silva, Sara de Ibáñez y Felisberto Hernández, al que considera “un poeta en prosa “. Y si hay que elegir entre “los extranjeros “, se queda con “los poetas bíblicos, con los clásicos griegos y latinos, con los poetas celtas y los místicos como San Juan de la Cruz “.
También le gustan mucho Rainer Maria Rilke, Johann Christian Friedrich Hólderlin,
Novalis, Arthur Rimbaud y Emmanuel Swedenborg.
En sus dos últimos libros publicados, Misales (Cal y Canto, 1993) y Camino de las Pedrerías (Planeta, 1997) “inscriptos y editados como relatos eróticos”, Marosa incursionó en la prosa poética. En sus trabajos hay, según ella, “una sexualidad salvaje y delicada, realizada y vivida en la escritura apasionadamente. Mi literatura es intensamente femenina: el signo sexual se perfila en toda obra sea del rubro que sea”.
Entre las creaciones de esta mujer —que no escribe a máquina ni con computadora, sino con sus manos que son “como mi alma ya que con ellas tracé mi historia”— no figuran los hijos. “Si los hubiera tenido los hubiera criado mamá. Porque yo estoy así; en vuelo
Tampoco se casó pero puede hacerlo en cualquier momento. “Puedo casarme hoy, mañana o pasado. Son cosas del destino. Tengo vocación de soledad. Pero estoy, como siempre, en la plenitud”. Aún se sigue enamorando “como siempre. Son amores platónicos: no me animo a cruzar el río “. Y por si alguien lo duda, confiesa que actualmente está enamorada.
Menos que el amor, le interesa la política, sobre la cual opina que “constituye un arte y una ciencia que no es para mí. Creo elemental conocerse y saber por dónde transitar”. La dictadura no afectó su creatividad porque escribe “en medio de la luna “.
A pesar de ser católica, Di Giorgio se considera pagana “en el sentido de lugar, de comarca. Toda la naturaleza es una gran comarca. Es como si hubiese un ángel, un santo, en cada sector: el ángel de las neblinas, la santa de las violetas, la virgen del rocío, el santón de las ciruelas... “. Además de escribir le gusta cocinar “productos de la tierra. Voy al mercado y elijo berenjenas, zapallos, tomates, ajíes y los hiervo “. Los vigila mientras hierve hasta “que se esponjan, se empluman, hacen como un gritito. Esto da un poco de pena, luego me los como “. Cocinar budines como los que aparecen en sus relatos, le hace recordar a “los de la antigua mesa, temblantes y dorados “.
PARTE DE LA INFANCIA. Los budines son parte de su infancia, la que considera su sitio “en el inmenso universo. El punto único e irrepetible donde se originó mi vida y donde pude escribir”. Cuando era niña “leía y paseaba, de un modo casi obsesivo, pero también distraído, pero también atento, a lo largo de duraznos, ciruelas, almendros, rosales, morenas,
vides, olivares. Iba y venía “. En su casa, sus padres veían su conducta “como algo natural". Marosa paseando entre los árboles. Así comenzaron los Papeles salvajes.
A la vuelta de las caminatas, en su casa, la esperaban revistas extranjeras. “Eran publicaciones finas algunas en italiano a las que mi abuelo Eugenio Médici estaba suscripto “. También había revistas españolas, muchos diccionarios, libros de poesía, “novelas y novelas modernas “. El camino de los gatos, de Hernán
Suderman, era su novela preferida.
Actualmente lee “de todo. Eligiendo, claro “. Lee tanto que, a veces, se dice a sí misma que tiene que descansar. Aprendió a leer en su casa y en la escuela Nº 13, agraria, y la Nº 8, de Salto. En la escuela le enseñaron “labores” pero no le atraían mucho. “No tenía habilidad. Mamá me impulsó a bordar unos pañuelos pequeños de gasa casi transparentes. Había que usar hilos de colores: oro, verde-luz. Era un trabajo lento, exquisito, que se me fue de las manos. Cursó el bachillerato en el Instituto Politécnico Osimani y Llerena, de Salto. En el mismo instituto estudió arte escénico con la profesora Nydia Arenas que originó el movimiento teatral de esa ciudad. Luego del bachillerato se inscribió en la Facultad de Derecho donde cursó primer año. “No llegué a los exámenes. Vi que no era mi camino “. Actualmente, si tiene que elegir entre la educación académica y autodidacta, prefiere “una formación organizada y también aventurera”.
Extraña Salto y, a veces, vuelve “como quien vuelve al altar”. La vida en el interior le parece igual que la de Montevideo pero ésta tiene “horarios más estrictos “. Allá fue oficinista “durante mucho tiempo” y cronista de sociales y culturales en el diario Tribuna Salteña. “Anduve en eso durante cinco años. Siempre traté de hacer las cosas bien, que ese algo lunar que llevo conmigo no se interpusiere demasiado “. Lo que más recuerda de esa época es “el sol y las estrellas y los nidos de búhos y palomas”. Sobre todo elemento en que “cruzaba el puma, con su oscura tez, su boca de esmeralda: el minuto más intenso “. Al lado de Salto, Montevideo le parece “extraña y agazapada. Con alas grandes, veteadas, manchadas. A medio abrir”.
De la infancia, “ese lugar en el que estábamos casi todos vivos “, extraña sobre todo a su madre. Cuando “mamá desapareció, quedé sola con su lecho vacío al lado “. Para tenerla siempre presente escribió Diamelas a mi madre, su último libro que será editado en agosto, en Buenos Aires, bajo el sello Adriana Hidalgo Editora.
El poeta argentino Daniel Helder, integrante del Diario de Poesía rosarino, fue quien la relacionó con este nuevo sello. “Una de estas cálidas mañanas recibí un llamado de Daniel comunicándome que una dama
argentina, una de las dueñas de las poderosas librerías Ateneo, iniciaba esta línea editorial y que mi suma poética Papeles salvajes había sido propuesta y aceptada para esas ediciones. Se iniciarán esmeradamente y con miras a una muy amplia difusión, dentro y fuera de Argentina
Marosa en Salto, entre las magnolias, Marosa en Montevideo, la del
Sorocabana, o Marosa, la que edita libros en Buenos Aires, sigue siendo
Marosa: una mujer solitaria, de pelo rojo, que escribe sus relatos a mano con una caligrafía casi “antigua”. La misma que toma café con palomitas de maíz, recuerda vívidamente a su madre y se enamora como si tuviera quince años.
Triunfar en el exterior
LA PRIMERA edición de Papeles salvajes estuvo a cargo de Angel Rama. La segunda (Arca, 1991) fue ampliada por Alberto Oreggioni y Wilfredo Penco. La que se editará ahora en Buenos Aires incluye Poemas, Humo, Druida, Historial de las violetas, Magnolia, La guerra de los huertos, Está en llamas el jardín natal, Clavel y Tenebrario, La liebre de marzo, Mesa es esmeralda, La falena, Membrillo de Lusana y Diamelas a Clementina Médici.
La primen publicación de Marosa en el extranjero fue en Caracas, en la
colección Lírica Hispana. En Argentina, Ultimo Reino publicó varios poemas en una separata que reunía poetas uruguayos y el Diario de Poesía, editó un
dossier. En México, participó en la antología Barrocos del Río de la Plata (Editorial Tucán de Virginia) y publicó Medusario (Editorial Cultural Económica). Ambas publicaciones fueron coordinadas por el poeta uruguayo Roberto
Echavarren. En Francia, se publicó Misales (Editorial Arcane 17, 1994) en edición bilingüe, traducida por Gabriel
Saad.
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