Ese curioso invento al
que llaman radio |
"¡Hola, hola! Pedirnos a toda persona que oiga esta estación a la distancia que sea que quiera tener la oportunidad de avisarnos como nos oyen a Casa Paradizábal, 18 de julio 853, Montevideo. Hoy habrá audición de 9 a 10 y 30 de la noche. Mañana, audición de 7 de la tarde. Gracias." Este anuncio, escuchado solamente por el montoncito de familias que poseía radios a galena, fue lanzado al aire hace alrededor de ochenta años por don Claudio Sapelli, desde un estudio improvisado en los altos del Hotel Florida. No era estrictamente comercial, no anunciaba ningún producto. Mucho más que eso, estaba echando a volar en el Uruguay a uno de los más prodigiosos inventos de este siglo: la radiotelefonía. Tiempo es que se recuerde a sus pioneros, los técnicos Esteban Elena y Claudio Sapelli y a la primera persona que invirtió su dinero para imponer en el mercado estos extraños aparatos, un hombre de negocios de buen ojo llamado Sebastián Paradizábal. Justo es también reconocer que para la concreción de los primeros pasos, incidieron circunstancias fortuitas, burocracias y desconfianzas ajenas. La historia arranca en 1921, cuando las autoridades brasileñas decidieron organizar una formidable exposición industrial internacional a la cual concurrió la importante compañía estadounidense General Electric para mostrar el invento que desde pocos meses antes estaba revolucionando a los Estados Unidos. Se llamaba radio y quienes la habían escuchado decían que tenía mucho de milagroso. Sin embargo curiosos recelos que tuvieron que ver con la soberanía impidieron a Brasil ser testigo del nuevo prodigio: los militares entendieron con una visión muy cortita, que no bien se divulgaran, estos aparatos estarían en condiciones de emitir informaciones y por lo tanto también de transferir secretos de Estado. Prohibieron en consecuencia su exhibición y eso facilitó que el invento pasara de largo recalando en la Argentina. Pero los empresarios norteamericanos desconocían el lento caminar de la burocracia. Cuando meses después, todo seguía en los galpones de la aduana porteña, decidieron trasladarlo a Montevideo. Hicieon sus exhibiciones y antes de irse vendieron el aparato transmisor en algo más de once mil dólares al comerciante Paradizábah que estaba muy interesado en el tema. Éste contrató a Claudio Sapelli y a Emilio Elena, dos egresados de la Escuela de Electrotecnia para armar los circuitos comerciales. La radio Paradizábal comenzó a salir al aire en 1922, tenía un solo kilowatt y fue la primera de América Latina. Quienes la escucharon, fueron los cincuenta propietarios de radios a galena y sus allegados que en las horas acordadas, pudieron en adelante disfrutar auricular mediante y entre distorsiones de voz, carraspeos y descargas eléctricas, noticias, comentarios y hasta alguna pieza musical. Los primeros avisos con estructura de tales que se pudieron oír fueron el de los cigarrillos Spinet y el del refresco Trinaranjus que según la publicidad que ya había comenzado su loca carrera hacia la exageración, incluía el jugo de tres naranjas dentro de cada botella. Ni la radio salvó de su desaparición a esos dos productos, de cuyos nombres nadie se acuerda ya. En octubre de aquél mismo año, se realizó el quinto Campeonato Sudamericano de Fútbol en Río de Janeiro y don Claudio Sapelli añadió a sus experiencias una absolutamente insólita. En aquellos años, las descripciones de los partidos eran muy fragmentadas y llegaban a los diarios de Montevideo por teletipo. Lo que se recibía en las redacciones no era precisamente un estimulante de las pasiones deportivas. "Está dominando Brasil, Uruguay cede un corner." Y un rato después "tiro libre en el centro del campo a favor de Uruguay" El diario El Plata trasmitía mediante altoparlantes esos mensajes a la multitud que se agolpaba al costado del teatro Solís. Con ellos, en aquel mundo lleno de tiempo, la gente imaginaba el desarrollo de los encuentros. En el campeonato mencionado hubo una variante: una copia de lo que brindaban las teletipos iba a manos de Claudio Sapelli quien de este modo, llenando los huecos a pura imaginación, "transmitía" por la radio cada partido a su medio centenar de oyentes. Muy pronto la radio habría de mostrar otras utilidades. "En noviembre de 1922" -dice el libro de Jacinto Duarte "Dos siglos de Publicidad en la Historia del Uruguay", del cual hemos obtenido material para esta nota- "Radio Paradizábal transmitió por primera vez propaganda política y fue para el Partido Colorado." Después del año 30, la radio creció casi incontrolablemente. Irrumpieron implacables los episodios, los comentaristas, las audiciones musicales, los programas cómicos, los análisis, los espacios gauchescos, las charlas partidarias, los informes internacionales, los cuentos políticos de los chinos y los cuentos chinos de los políticos. ¿Alguien recuerda hoy a aquellos pioneros? En la guía de calles correspondiente al año 99 no existe en Montevideo ninguna que homenajee a don Claudio Sapelli ni a Emilio Elena ni a Sebastián Paradizábal. En cambio hay veinte llamadas Pasaje A, quince denominadas Pasaje B y diez bautizadas Pasaje C. Las radios tampoco los nombran. |
cuento de César Di Candia
El País de los Domingos
8 de octubre de 2000
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