Pabellón |
Personajes:
Los
locos: ALFA9
- DELTA5 -EPSILON4. Las
locas: BETA11
- GAMA9. Los
vigilantes: El
Sr. UNO - El Sr. DOS. Los
funcionarios: LA
Sra. A - El Sr. L - La Srta. CH. Los
auxiliares: EL
SICÓLOGO - EL FORENSE. Evocaciones: PADRE
Y MADRE DE DELTA5. Entre
el público: LA
CHICA.
Acto
único
La
obra se desarrolla en un pabellón de manicomio. Al subirse el telón se
ve la sala vacía de objetos, excepto dos sillas puestas una frente a
otra, que solo son usadas cuando se indica. La sala tiene una ventana, que
da al final del escenario, y detrás, mirando por ella hacia dentro, se
encuentran el Sr. Uno y el Sr. Dos. Están serios, inmovilizados, con
aspecto de viejos decrépitos. Permanecen allí durante toda la obra, y,
cuando no les toca intervenir, están siempre en la misma posición.
Cuando hablan lo hacen en forma totalmente monótona. Escena
1ª.
Segundos
después de abrirse el telón entra la Srta. Beta11 caminando
sigilosamente, como temiendo ser vista,
y se dirige al centro del pabellón. Trae una llave en la mano: Beta11.
(Hablando despacito) ¡Mi amor, querido! ¿Dónde estás? ¡La conseguí!
¡La conseguí! Entra el Sr. Alfa9. Alfa9.
¿Qué encontraste? Beta11.
¡La llave! ¡Mirá! ¡Conseguí la llave! ¡Somos
libres! ¿Te das cuenta? ¡Somos libres! Alfa9.
No entiendo. ¿Qué es eso? Beta11.
¿Cómo que es? ¡Es la llave para salir de acá! Se la robé al
cuidador. ¡Ahora nos podemos ir de este lugar para siempre! Alfa9.
(Simulando interés) ¡Ah, qué bueno! ¡La tenemos! ¡Te felicito, mi
amor, ahora sí somos libres! (Tira lejos la llave) Beta11.
¿Qué hiciste? ¡La tiraste! ¡Ahora no podemos salir de acá! Alfa9.
¿Salir de acá? ¡No! ¡Yo no quiero que me encierren! ¡No! ¡No! Beta11.
¡Pero qué decís! ¡Si ya estamos encerrado, mijo! Alfa9.
¡No, no estamos encerrados! ¡Ellos están encerrados! (Señala a la
ventana que da hacia fuera) Nosotros somos libres. Este es el lado de
afuera, y aquel es el lado de adentro. Beta11.
¿Pero qué estás diciendo? Esta es una celda para locos. ¡No podemos
salir de acá! ¿No entendés? Alfa9.
¡No! ¡Vos no entendés! ¡Esta es la parte de afuera! ¡Vos, yo, todos
los que estamos acá somos libres! ¡Libres! Acá podemos hacer lo que
queramos: amar, volar, fumar, coger, darnos todas las falopas que
queramos, ¿te das cuenta? ¡Lo que queramos! Somos libres, ¡libres! Beta11. ¡Pero cómo podemos estar libres si estamos encerrados! Alfa9.
¡Seguís con eso! ¡Ya te dije que son ellos los que están encerrados! Beta11.
¡Ah, sí! Entonces si no estás encerrado, ¿por qué no podés salir
de acá? Alfa9.
¿Salir de acá? ¿Vos estás borracha? ¿Querés que me encierren allá
dentro? Beta11.
¿Que te encierren allá dentro? ¿Qué decís? ¿Estás loco? Alfa9.
¡Claro! ¿Por qué te creés que estoy acá? Beta11.
(Pensativa) Sí, claro... entonces ¿yo también estoy loca? Alfa9.
Obviously! Beta11.
Pero...
¡yo no quiero estar loca! Alfa9.
¿Cómo que no? ¿Vos estás loca? Beta11.
No sé, ¿en qué quedamos al final? Alfa9.
En que estás loca, me parece. Beta11.
Ah, entonces sí. Alfa9.
(Suspirando feliz) ¡Ah!, ¿no sentís la apacible brisa de la libertad
en tu piel? Beta11.
¿De qué libertad me hablás? ¡Yo estoy encerrada y vos también! Alfa9.
¡La que tenemos dentro, pazguata! Beta11.
¿Por qué me decís “pazguata”? Alfa9.
¡Porque sos una pazguata! Beta11.
Ah, sí, claro... (Se sonríe) Me parecía que por ahí venía la mano. Alfa9.
¡Ah, esto sí que es vida! Un libro, una mujer, un vino, y estaría así
eternamente. (Abre los brazos, se distiende, se tira hacia atrás, se lo
ve delirando de placer) El
Sr. Uno dispara al Alfa9 en la cabeza y éste cae muerto. Beta11 se queda
unos segundos paralizada del horror. Sr.
Dos. (Mientras Beta11 está paralizada, al Sr. Uno) No debiste haberlo hecho. Sr.
Uno. Me equivoqué. Beta11
reacciona dando un aullido. Beta11.
¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! Escena
2ª.
Entran
la Sra. A, corriendo asustada. Sra. A. ¡¿Qué
pasó?! Beta11. (Al
verla entrar) ¡Está muerto! Sra. A. (Suspirando
aliviada) ¡Ah, qué susto me diste! Beta11.
(Nerviosa, lagrimeando) No sé qué pasó... yo.. estaba... ahí... y él...
(habla trancado). Sra. A. Bueno, bueno, no dramaticemos tampoco. Ayer echaron a Natalia
de “Gran Hermano” y nadie
hizo tanto escándalo... (Aparte. Grita) A ver... el forense ¡llamen al
forense y saquen esta mugre de acá! (refiriéndose al muerto). Escena
3ª.
Entra el forense. Forense.
¿Cuál es el muerto? Sra.
A. Pregúntele a la chica, que fue la que lo vio. Beta11.
(Señalando al muerto, histérica) ¡Ese es el muerto! ¡Cuál va a ser!
¿Ve otro muerto por acá? Forense. (Fanfarronea) Y... alguno que otro se ve. No seré como el pendejo de
Sexto sentido, pero me defiendo. (Aparte) Bueno, vamos a ver, amigo, qué
tenemos con usted (Comienza a inspeccionarlo, lo da vuelta para uno y otro
lado de forma un tanto brusca)... El joven murió de muerte natural...
(Toma una libreta para anotar). Beta11.
(Gritando) ¡Cómo que murió de muerte natural! ¿No ve que tiene una
bala en la cabeza? Forense.
Por eso mismo. Con semejante bala en la cabeza es natural que se haya
muerto... Así que vamos a anotar por acá... y listo. Beta11.
Pero, ¿cómo? ¿No van a investigar quién fue el asesino? Forense.
(Levantando la voz) ¿Pero usted escucha cuando uno habla? ¿No le dije
que murió de muerte natural? Entonces... ¿qué asesino quiere que
investiguemos? Beta11.
(Pensativa) Sí, bueno...claro, sí... su argumento es extrañamente lógico. Forense.
Claro que sí. Todo lo es. (Hablándole ahora a la Sra. A) Y tú, Jane,
dile a nuestros hijos Bart y Lisa que se porten bien, que su papá se va a
navegar. (Se retira, como Popeye) Este consejo les doy porque Popeye el
marino soy, ¡tú tú! La
Sra. A. retira arrastrando bruscamente el cadáver, mientras conteste al
forense. Sra.
A. ¡Sí, mi amor, no tardes! (Se dirige al cadáver) ¡Cómo pesás,
cretino! (Sale con él). Beta11.
(Siguiendo al cadáver, y mirando hacia arriba, hablándole a Dios) ¡Oh,
Dios! ¡Dime, ¿por qué te lo llevaste? ¡Por favor, Dios mío, dame una
respuesta! Una
computadora. (Con
voz humana, igual que en las demás intervenciones. No aparece nunca en
escena) El mensaje no pudo ser enviado. ¿Desea: reintentar, anular o
cancelar? Beta11.
Andate a la puta que te parió. (Sale) Una
computadora.. ¿Eso
lo interpretamos como un “cancelar”? Escena
4ª.
Entra
Delta5. Camina despacio, mira hacia arriba, girando constantemente la
cabeza, como buscando a Dios en lo alto del pabellón. Delta5.
Dios, ¿estás aquí? Dios... dame una respuesta... Por favor, la
necesito. (Se queda quieto al llegar al centro de la sala). ¿Dónde estás?
Respóndeme. ¡Dios! ¡Dime! ¿Qué ocurre? ¿Por qué me siento tan
desgraciado? ¿Eh? ¿Por qué acaso no puedo ser feliz? Si tengo todo para
serlo: Una novia hermosa y retrasada mental; una suegra muerta; una amante
ninfómana... ¿qué más me falta? Y sin embargo... ¡soy tan infeliz!
Pensar... pensar que hace algunos años yo no estaba aquí... Y vivía
radiante de júbilo. Hasta que un día... ¿Te acuerdas, Señor, de aquel
día? ¿Fuiste tú quien me dio la idea? Pero... ¡¿Cómo pudiste ser tan
bestia?! ¡Ellos jamás iban a entenderme! Recuerdo ese día como si fuera
hoy. Llegué a casa, estaban los dos, y entonces mi madre me preguntó... Escena
5ª.
Entran
la madre y el padre de Delta5, uno por cada extremo de la sala. Permanecen
uno en cada esquina del escenario. Delta5 en el centro mirando hacia el público.
Nunca mira a sus padres. La
madre. ¿Cómo te fue, mi amor? ¿Aprendiste algo interesante en el liceo? Delta5. (Con voz juvenil) ¡Sí, mamá! ¡Aprendí algo muy interesante!
Empezamos a dar un poema nuevo. Uno que dice: “Caminante no hay camino,
se hace camino al andar”. La
madre. (Preocupada) Pero, nene, si el camino está ahí afuera. El
padre. ¿No estarás necesitando lentes? La
madre. (Enseñándole a Delta5 sus dedos pulgar, índice y mayor) ¿Cuántos
dedos ves acá?. Delta5. (Fastidiado) ¡Tres dedos! ¡Tres dedos veo! La
madre. (Perpleja) Entonces no entiendo. ¿Ves estos tres dedos de mierda y no
ves ese tamaño camino que está ahí afuera? Delta5. (Gritando enojado) ¡Claro que lo veo! ¡Cómo no lo voy a ver! La
madre. (Alarmada) ¿Entonces por qué decís que no hay camino si lo estás
viendo? Delta5. ¡Es una metáfora! La
madre. (Al padre) ¿De qué habla? El
padre. ¿Vos te drogás, Agustín? La
madre. (Angustiada) Son esos chicos con los que andás, ¿no? Te están
metiendo ideas raras en la cabeza. Sobre todo el muchacho ese, el que
tiene aritos por todo el cuerpo. El
padre. Tiene aritos hasta en el bulbo raquídeo. La
madre. ¡O esa chica con la que salís! ¡Esa que se sale a vender hostias en
la puerta de las iglesias para comprar anfetaminas! El
padre. ¡Esas juntas te están lavando el cerebro! La
madre. (Al padre) ¿No estará en alguna secta satánica? El
padre. (Nervioso) ¿Te parece? ¿No habremos engendrado... ¿¿el
anticristo??!! La
madre. (Desesperada) ¡Noooooo!!! Delta5. Pero papá, mamá, no es para tanto... yo solo dije un alegoría. La
madre. (Perpleja) ¿Lo qué? El
padre. ¿Un gorila, dijo?. La
madre. Creo que desvaría. Delta5. (Gritando) ¡No, no desvarío nada! (Pausa. Ahora gritando menos, y más
apasionado) ¡Simplemente... creo que hay otra manera de ver el mundo! Ya
lo decía William Blake, el célebre poeta, “¿Cómo puedes saber que
cada pájaro que surca el camino etéreo es todo un mundo de deleite,
encerrado como estás por tus cinco sentidos?” El
padre. (A la madre) ¿De qué carajo habla? La
madre. (Insegura) De un pájaro, creo. Delta5. (Ahora como narrador, volviendo a su voz original) Entonces mi papá le
dijo algo al oído a mamá, y luego mamá me dijo... La
madre. (Fingiendo) Sí, mi amor, sabés que ahora que lo pienso tenés razón.
No hay ningún camino allá fuera. (Al padre) ¿Verdad, querido? ¿Vos ves
algún camino? El
padre. (Fingiendo) Qué voy a ver. Siempre igual. El gobierno dice que va a
hacer carreteras, y después no hace nada. La
madre. Bien, mi amor. Ahora vamos a dormir que es tarde, y mañana hay que
levantarse temprano Delta5.
(Mientras el padre y la madre salen. De aquí en más
habla siempre con su voz original) Entonces me fui a dormir. Cuando
desperté estaba acá encerrado, y aquí estoy desde hace nueve años.
Como parte del tratamiento me obligan a memorizar los nombres de todas las
calles de Montevideo, y luego que las repito uno por una en voz alta me
preguntan: “Ahora bien, ¿te parece que el Estado gastaría dinero en
imprimir guías y planos con calles que jamás existieron?” (Grita) ¿Te
das cuenta, Dios mío? ¿Cómo les hago entender mi verdad? ¿Acaso
merezco este destino? ¿Cuál fue mi pecado? ¿Concebir la vida como un
arte en sí mismo? ¿Ese es mi pecado? ¡Dios! ¡Por favor! ¡Dios! ¡Dame
una respuesta! ¡Por favor, Señor, respóndeme! Una
computadora. Congestión
en la red. Inténtelo más tarde. Delta5.
No, pero... ¡no me puedes hacer esto! ¡Dios! ¡Dios! ¡Por favor, la
duda me apremia, la infelicidad me mata! ¡Cuál es la clave! ¡Dime cuál
es la clave! Escena
6ª.
Entra
la Srta. Gama9, corriendo eufórica. Gama9.
¡Ya lo tengo! ¡Ya lo tengo! ¡Papá me lo contó todo! Delta5.
¿Lo qué te contó? Gama9.
¡Eso! Lo de la felicidad. Me dijo todo. Es facilísimo. Delta5.
(Entusiasmado) ¿Ah sí? ¡Dale, contame, dale! Gama9.
(Sigue denotando entusiasmo mientras cuenta) Es re fácil, mirá.
Primero conseguís semillas, semillas ponele... de naranjas. Entonces
plantás muchos naranjos. Cuando tenés los naranjos le sacás las
naranjas y salís a venderlas. Esto es lo más jodido. Tenés que ir casa
por casa. La mayoría te saca a patadas. Pero unos pesos hacés. Entonces
eso lo ahorrás, ¿entendés? Y mientras tanto vas plantando manzanos,
perales, plátanos, bueno, todo eso. Entonces vas a la feria y las vendés.
Te hacés unos pesos. Ahorrás. Eso dice mi papá que es esencial. Porque
con eso que ahorrás después ponés una verdulería. Si la cosa va bien más
adelante podés poner un almacén, pero eso no termina ahí. Vos lo que
ganás lo ahorrás, ¿tá? No te lo gastes. Entonces después ponés un
minimarket. Cuando tenés plata suficiente agarrás y ponés un
supermercado. Y después se pone bueno porque podés poner más
supermercados, aquí y allá, por todos lados. Porque vas ganando más y más
y con lo que ahorrás ponés supermercados en todos los países, y después... Delta5.
Te morís. Gama9.
¡Ah, pero vos sos el típico uruguayo negativo y criticón! Delta5.
¡Pero si ya vas a tener como 150 años! Gama9.
(Pensativa) Sin embargo, mi papá me dijo... Delta5.
(Preocupado) No, eso no va. Hay que pensar en otra cosa. (Se pone a
caminar sin rumbo, pensativo). Por algún lado tiene que haber una clave,
una pista... Hay que buscar, hay que buscar... (de pronto se detiene y ve
la llave que había tirado Alfa9. Se exalta). ¡Acá! ¡La encontré! ¡Mirá,
acá está! Gama9.
(Yendo hacia él) ¿Qué encontraste? Delta5.
¡La llave de la felicidad! ¡Acá está! ¡Sabía que la encontraría!
¡Mis ruegos dieron resultado! ¡La tenemos! Gama9.
Pero ¿cómo sabés que es esa? Delta5.
¡Porque lo siento! ¡Lo siento acá! (Se toca el pecho) Y corre por
todo mi cuerpo esa excitación que significa que es ella, ¡esta es la
llave, no puede ser otra! Gama9.
Bueno, pero ¿dónde está la cerradura? Delta5.
(Pensando) La cerradura... ¡Eso! Tiene que estar por acá... Esta es
una pista, no puede estar lejos. (Se pone a buscar por todo el escenario) Gama9.
Pero, ¡es como buscar una aguja en el pajar! Delta5.
No, no, no debe ser difícil. Tiene que encajar acá (Señalando la
punta de la llave). Tenemos que buscar algo que encaje aquí. Gama9.
Yo tengo un agujerito acá... no sé si será, pero... Delta5.
¿Dónde? Gama9.
Acá. (Señala su vagina) Delta5.
¿Te parece que será allí? Gama9.
Y... con probar... Delta5.
A ver... (Introduce la llave por debajo de la pollera, naturalmente no
se alcanza a ver nada). Gama9.
(Cada vez más excitada) ¡Ah, ah, sí, es! ¡Es la llave! ¡Es esta! ¡Ay,
ay, sí, sí! ¡La encontramos, esta es... ah, ah, ah... la llave... de la
felicidad... ay, sí, más... (sigue jadeando). El
Sr. Uno dispara a la Srta. Gama9 quien cae muerta. Sr.
Dos. (Al Sr. Uno) No debiste haberlo hecho. Sr. Uno. Me equivoqué. Escena
7ª.
El
Sr. Delta5 llora estrepitosamente. Entra el sicólogo. Sicólogo.
A ver, a ver, cuénteme, por qué está así. ¿Qué le pasó? Delta5.
Se murió. Sicólogo. A mí no me engaña. A usted hay algo que lo tiene mal. Vamos, confíe
en mí. Delta5.
¡No le digo que se murió! Sicólogo. ¡Sí, sí, se murió y a usted le dio la excusa justa para ocultar el
verdadero mal que lo aqueja! Vamos, vamos, cuénteme, ¿qué le pasó? Delta5.
¿Es que no entiende? ¡Es la chica que amo! ¡La chica con la que
pensaba casarme! Sicólogo. ¡Ah, ahí está el tema! Usted siente atracción por la necrofilia, y
eso le ha planteado importantes dilemas de orden moral que han generado
una grave confusión, un choque entre sus instintos básicos... y lo que
Freud denominaría su super yo... lo cual ha... Delta5.
¡Pero qué dice! ¡Yo la quería viva, no muerta! Sicólogo. Entonces no entiendo. ¿Por qué se angustia tanto por alguien a quien
ha dejado de querer? Delta5.
(Gritando) ¡Quién dijo que la dejé de querer! Sicólogo. (Gritando a su vez) ¿No dijo que la quería viva, no muerta? Delta5.
¡Pero yo la sigo queriendo igual! Sicólogo. ¿Aunque esté muerta? Delta5.
¡Sí! Sicólogo. Bueno, vamos a ver... Necesito más información para elaborar un
cuadro de su estado actual. ¿Alguna vez ha tenido relaciones sexuales
con... digamos... cadáveres? Delta5.
¿Pero qué dice? Sicólogo. Me refiero a sí alguna vez ha llevado a la realidad ese tipo de
conducta sexual, o si no ha pasado de ser una mera fantasía. Delta5.
¡Usted está loco! ¡Yo no...! Sicólogo. Esto va a quedar entre nosotros, se lo prometo... Pero necesito
saberlo... Usted... ¿profanó alguna tumba alguna vez? Delta5.
¡Basta! ¿No se da cuenta del momento por el que estoy pasando? ¿No se
da cuenta que estoy sufriendo? Sicólogo. (Enojado) ¡Estoy tratando de ayudarlo, pero si usted no colabora! (el
Sr. Delta5 no le presta atención, sigue llorando) Dígame... ¿ha tenido
alguna vez... relaciones sadomasoquistas? (el Sr. Delta5 sigue sin
escucharlo). Está bien, está bien, vamos a terminar la terapia por hoy.
Usted está demasiado perturbado. Mejor intentaré levantarle el ánimo...
¿Le gustan los chistes? Tengo algunos muy graciosos... el de los ñoquis,
es viejo pero está bueno... ¡Mami, los ñoquis se están pegando,
dejalos que se maten, vos no te metas! (se ríe a carcajadas, el Sr.
Delta5, sin escucharlo, sigue llorando)... Porque la tipa se creía que
los ñoquis se estaban pegando (hace movimientos de boxeo con las
manos)... de agarrarse a las piñas, ¿entendés?... cuando en realidad no
era eso, sino que... Delta5.
No sé cómo pudo haber pasado. Sicólogo. ¡Bueno, eso no es importante! ¡Se pegaron y listo! ¡No vamos a hacer
un análisis literario de un chiste, viejo! Delta5.
¡Me gustaba tanto! Sicólogo. (Cada vez más enfadado y desesperado) ¡Entonces si le gustó porque
no se ríe, carajo! ¿Yo sabe qué hago cuando me cuentan un buen chiste?
Me río así, mire... (Se ríe estruendosamente)... me descostillo de la
risa... Delta5.
No entiendo, no entiendo... Sicólogo. (Con el máximo de desesperación) ¡Pero no es tan difícil, hombre!
No le recité la Fábula de Polifemo y Galatea. Le hice un chiste boludo
en que el nene le dice a la madre “Mami, los ñoquis se están
pegando... PEGANDO”. (Enfatiza esta palabra). Y la mamá se piensa que
los ñoquis se están cagando a trompadas, entonces le dice “dejalos que
se maten”, pero los ñoquis se están pegando, de pegar, como cuando uno
pega algo con cascola, ¿viste? Delta5.
No puedo quedarme acá. Ver el cadáver de mi amada me hace más daño.
(Comienza a caminar hacia la salida) Sicólogo.
(Angustiado, comenzando a llorar, va detrás del Sr. Delta5) ¡Pero, por
favor! ¡No estropee mi sueño de ser cómico! ¡No me haga fracasar otra
vez! (Llora cada vez más fuerte) ¡Es bueno, lo conté con gracia, le di
emoción! ¿Qué fue lo que falló? (Se van juntos, los dos llorando a
mares). El
escenario se pone a oscuras. Mientras tanto retiran el cuerpo de la Srta.
Gama9. Desde otro pabellón se escucha de una radio frases del tipo de “¡O
están con nosotros o están con el terrorismo!”, “Son todos una manga
de ladrones del primero al último” y “Lo que ocurrió solo una vez
puede no volver a ocurrir. Pero lo que ocurrió dos veces seguramente
volverá a ocurrir”. dichas por sus protagonistas: George Bush (en inglés,
luego con la traducción), Jorge Batlle y Carlos Menem (estas frases
pueden sustituirse por otras del mismo estilo). Luego se oye la voz de
alguien que grita “¡Está bien! ¡Está bien! ¡Lo confieso! ¡Soy
Napoleón! ¡Soy Napoleóooooooonnn!”. Escena
8ª.
Se
encienden las luces. Entra Beta11. Afligida, nuevamente se dirige a Dios
desde el centro del escenario. Beta11.
¡Por favor, Dios, respóndeme! ¡Necesito una razón! ¡Era muy joven
para morir! Dime por qué ocurrió! Una
computadora.
El programa ha efectuado una operación no permitida y se cerrará... Beta11.
¿Acaso tendré un virus? Escena
9ª.
Entra
Alfa9, sigilosamente, a escondidas. Beta11 lo ve. Beta11.
(Sobresaltada) ¡Alfa9! ¿Sos un fantasma? ¡Lo que me faltaba! ¡Ver
fantasmas! Alfa9. Sí, fantasma, pero con un trozo así de grande. (Ejemplifica con las
manos) Beta11. ¿POR QUÉ? ¿ POR QUÉ ENTONCES EN VIDA LA TENIA TAN CHIQUITA? ¿POR
QUÉ? Alfa9.
¡Pero qué decís! ¡Si vos me decías que era como un burro! Beta11.
¡Pero no por eso, mi amor! ¡No por eso! Alfa9. Bueno, pero... bien que te gustaba, ¿eh? (Con voz de degenerado) ¡Dale,
vení que te hago ver las estrellitas! Beta11.
(horrorizada) ¡Estás loco! ¿Cómo lo voy a hacer con un fantasma? Alfa9. ¿Pero de qué fantasma me hablás, nena?¡Estoy vivo! ¡Tocame! ¡No
ves que estoy vivo! (Beta lo toca). Beta11. Pero ¿no te habían matado? Alfa9. ¡Shhhh! ¡Callate que si se enteran que me mataron me van a obligar a
morirme! Beta11.
Pero, mi amor... me parte el alma, pero... si te mataron... tenés que
morirte. Alfa9. (Arrogante) Ah, sí, ¿y por qué? Beta11.
¡Porque es una ley natural! Alfa9. ¿Ah sí? Bueno, ¡la violo! Beta11. (Con una repentina felicidad) Ay... bueno... este... puede tutearme. Alfa9. ¡Me estaba refiriendo a la ley natural! Beta11. (Desilusionada) ¡Ah, esa! (Luego) Pero, ¿qué vas a hacer si te
descubren? Alfa9. ¡Ahhhhh! Si me descubren ¡soy hombre muerto! ¡Pero no quiero pensar
en eso ahora! ¡Porque ahora me siento más vivo que nunca! Eso sí, nadie
más tiene que saberlo, ¿tá? La única manera de seguir vivo es que
todos crean que estoy muerto. Beta11. Sí, sí, pero... (Le toca el corazón) Sí, lo siento... Me cuesta
creerlo, pero ¡es verdad! ¡Es verdad, mi amor! ¡Estás vivo! ¡Estás
vivo! Alfa9. ¡Obvio que estoy vivo! Si estuviera muerto te lo diría... ¿O no
quedamos en que no habría secretos entre nosotros? Beta11. (Dubitativa) Sí, entiendo... pero lo que sigo sin entender es... si te
mataron... ¿por qué entonces estás vivo? Alfa9. (Recitando) Porque soy como el árbol talado, que retoño, y aún
tengo la vida. Beta11. (Entusiasmada) ¡Ay, qué lindo eso! ¿Se te ocurrió a vos? Alfa9. No. Es de Miguel Hernández. Beta11. ¡Ahhh! ¡Qué hermoso! ¿Y qué hay de este hombre? Contame ¿Qué es
de su vida? Alfa9. Está muerto. Beta11. ¿Cómo? No entiendo. ¡Dice que tiene la vida y está muerto! Alfa9. Bueno. Yo que sé. Debe ser un artilugio comercial. Beta11. ¡Pero qué tarado! ¿Acaso no sabe que lo más rentable económicamente
en estos casos es estar muerto? ¡La gente quiere féretros, cadáveres! Alfa9. ¿Pero no te das cuenta de que el tipo finge estar vivo para seguir
cobrando los derechos de autor? Beta11. ¡Ah! Pero... ¿nunca lo descubrieron? Alfa9. Bueno... sí... Es más, lo procesaron por el delito de “Usurpación
de cuerpos vivos por fiambres”. Beta11. ¡Pobre hombre! Alfa9. Y sí... fue terrible. Lo sometieron a horribles torturas para
obligarlo a confesar que estaba muerto... pero no pudieron sacarle una
sola palabra. Beta11. ¡Bien! Alfa9. Sí, pero viste cómo es la justicia acá... Digas lo que digas te
cagan igual. El fiscal alegó que la razón por la que no confesó estar
muerto es porque se lo impedía su propia calidad de muerto. Beta11. ¡No! Pero, ¿no fue a ver a un abogado? Alfa9. Sí, claro. A raíz de eso decidió asesorarse. Y el abogado le aconsejó
que se presentara ante el juez y confesara que estaba muerto... Beta11.
¿Y? ¿Confesó? Alfa9. Claro. Y después que lo hizo el abogado alegó que el hecho de que su
cliente hubiese confesado que estaba muerto era una prueba irrefutable de
que estaba vivo, ya que de lo contrario no hubiese podido confesar, ni eso
ni ninguna otra cosa. Beta11. ¡Qué buena estrategia! Alfa9. Sí, pero el juez no le aceptó la prueba porque dijo que era
inadmisible que alguien pretendiera probar algo diciendo exactamente lo
contrario. Beta11. (pensativa) Sí, bueno... suena lógico. Alfa9. Sí, claro. Es como querer probar que sos mujer rascándote las bolas. Beta11. Claro. (Aparte) O sea que ese tipo es igual que vos, pero al revés. El
quiere que la gente crea que está vivo; y vos querés que todo el mundo
piense que estás muerto. Alfa9. Sí, pero la verdad es que él está muerto y yo estoy vivo. Beta11. (Apasionándose gradualmente a lo largo de este discurso) ¡No! ¡Ese
tipo no está muerto! ¡Ese hombre está vivo! ¡Lo veo! ¡Lo veo
caminando entre miles de cadáveres que corren de aquí para allá, con
sus cuellos ahorcados por los nudos de sus corbatas, los sesos podridos
por largos años de inactividad cubiertos en mechones de pelo engominado!
¡Sí, lo veo! ¡Lo veo recorrer los oscuros cementerios desde dónde, de
todos lados, llegan elegantísimos fiambres montados en sus BMW, y arriban
hacia lujosos féretros donde pasan sus horas más tranquilas de soledad y
tedio de alta tecnología, hasta que a la mañana se esconden en sus
hermosos trajes satinados, y tras alimentar con “Paco Rabanne” los
gusanos de sus inanimados cuerpos esbeltos gracias a la cama solar y el
gimnasio, vuelven a sus cargos de alto rango en esplendorosas necrópolis
donde los balances al cierre del ejercicio demuestran que, a pesar de su
estrepitosa muerte interior, sus vidas pueden presentar aún un superávit
del 3,5 % que si es reinvertido de acuerdo a acertadas estrategias de
mercado pueden depararles una prosperidad nominal futura de hasta un 14, 9
% del valor de la felicidad nominal invertida! ¡Sí, lo veo!
¡Lo veo tan vivo como muertos están los otros! Lo veo entre los
muertos... ¡pero pobres! ¡Están tan muertos que siquiera pueden verlo! Alfa9.
Pero... ¿no me escuchás cuando te hablo? Te dije que el tipo está
muerto... ¿me entendés? ¡Está muerto! Beta11. ¡Pero...! ¿Cómo alguien que trasmite vida puede estar muerto? Alfa9
se queda pensativo. Beta11. ¿Acaso no está ese tipo, como tantos de su estirpe, más vivos que
millones de muertos que solo han tenido la suerte de que les siga latiendo
el corazón? Alfa9. (Piensa; luego se entusiasma) Sí... ahora que lo pienso... cuando leo
una obra suya... siento que algo en mí se despierta y me dice: ¡Viví,
pelotudo! ¡No dejes que esos fuckin’ muertos te maten! Y ahora que lo
veo... sí, los vivos dan vida... los muertos matan... a mí vinieron a
matarme los muertos, y cuando estaba por morir los vivos vinieron a
rescatarme. Beta11. ¡Claro! ¡Los vivos nunca mueren; y los muertos nacieron muertos! Alfa9.
(Encantado) ¡Ah, los vivos! ¡Los vivos que nunca mueren! ¡Sin ustedes
estaría muerto! ¡Y ahora, en cambio, estoy tan vivo que siento que puedo
volar, volar ¡volaaaaaarrrrrrrrrrrr! (levanta con los brazos como si
fueran altas y se siente volar) El
Sr. Uno dispara a Alfa9 en la cabeza y lo mata. Beta11.
(Fastidiada) ¡Pero la puta madre! ¡Nunca se me murió un novio y ahora
éste se muere a cada rato! (Piensa) ¿O se habrá salido con la suya otra
vez? (Le susurra al oído) Mi amor... mi amor... ¿me escuchás? Ay. Me
parece que está vez palmó en serio... y esto está muy peligroso, mejor
me voy porque yo puedo ser la próxima... (Sale, temerosa). Sr. Uno. ¡Estaba loco ese tipo! ¡Quería volar! Sr. Dos. ¿Quién se creía que era, Superman? Sr. Uno. Pobre chiflado... Sr. Dos. Si Superman sos vos... Sr. Uno. Seguro. Sr. Dos. Y no pueden haber dos Superman... Sr. Uno. Pst. Pero hacéselo entender... Escena
10ª.
El
escenario está totalmente a oscuras. Entra el sicólogo. Sicólogo.
¡Tengo otro! ¡Está está buenísimo! “¡Mami, los vidrios se están
rajando!”, “¡Dejalos, ya van a volver!”. (Se ríe a carcajadas)
(Pausa). Porque pensaba que los vidrios se habían ido, ¿cazás, che? Es
un juego de palabras fundada en los diferentes conceptos que alberga el
verbo “rajar”... (se comienza a desesperar). ¿Acaso prefieren chistes
verdes? ¡Yo hago humor para toda la familia, lo que pasa! (se desespera
cada vez más) ¡Qué tiene Gasalla que no tenga yo, ehhhh! (se encienden
las luces y se ve al sicólogo agarrando del pescuezo el cuerpo muerto de
Alfa9). ¿Querés uno de gallegos? Tengo uno buenísimo... ¿Me estás
prestando atención, viejo? ¡Pero qué le pasa al mundo! ¡Parece que ya
nadie quiere divertirse! Bueno, también estos tipos... ¡están todos
locos! (Pausa. Mira hacia el público. Se entristece bruscamente). Pero,
¿a quién engaño? ¿A quién voy a hacer reír si ya siquiera puedo reírme
de mí mismo? (Llora) Pensar... Pensar que me gano la vida atendiendo las
frustraciones... ¿y las mías? ¿Quién cura las mías? (Llora más
fuerte). Escena
11.
Entra
la Sra. A. Se la ve preocupada. Sra.
A. Disculpe... Sicólogo. (Disimula. Finge enfado. Al hablar señala el cadáver de Alfa9) ¡¿No
ve que estoy atendiendo? ¿Cuántas veces tengo que decirle que no me
gusta que me interrumpan cuando estoy trabajando?! Sra. A. Perdón, es que... como lo vi llorando... Sicólogo. ¡Ah, como me vio llorando...! ¡Claro! ¿Y qué esperaba usted, acaso?
Cada paciente viene, me cuenta sus problemas, sus traumas, sus conflictos,
sus tristezas, sus complejos, sus angustias, sus trastornos, y usted qué
quiere ¿qué me cague de risa?¿Quiere que le diga: (Finge risa fuerte)
“¡Ja, ja, ja, ja, usted sí que está cagado, mi amigo!”? ¿Eso
quiere? Sra. A. (Luego de mirar detenidamente el cuerpo de Alfa9) Pero... si
su paciente... está muerto... Sicólogo. (Llora) ¡No me lo diga, por favor, no me lo diga! (Pausa) El nunca
habló de su problema... Era una tumba. Siempre pensé que no se animaba a
exteriorizar lo que le pasaba. Pero ahora entiendo. Claro. Era que estaba
muerto. Sra. A. (Tomando al sicólogo del hombro, consolándolo) Bueno,
bueno, no se ponga así. Piense que por cada pelmazo como este que expira
hay otro que está por nacer en alguna parte. Sicólogo. Si, pero... aunque tuviera dos... yo solo quiero aquel. (Pausa. Llora más
fuerte) Usted no entiende... fracasé con este paciente, no lo pude
ayudar... y eso me hace acordar que en mi vida no he hecho más que
fracasar. Sra. A. ¡No diga eso! Sicólogo. (Grita) ¡Sí! ¡Fracasé! ¿No ve la frustración en mi cara? ¡Yo
nunca quise esto para mí! Hubo un tiempo, en cambio, en que era feliz.
Era libre. (Se embriaga de recuerdos) Soñaba con ser un artista cómico.
Y hasta tenía un alma de roquero... Bueno, eso aún lo tengo... aunque,
mirándolo bien, lo único que me queda de mi alma de roquero... es la
espalda llena de tatuajes. Sra. A. (Entusiasmada) ¡No me diga que tiene la espalda llena de
tatuajes! ¡Eso sí que es roquero! Sicólogo. Seguro. ¿Quiere ver? Sra. A. ¡Por supuesto! (El sicólogo muestra su espalda en la que
tiene cuatro tatuajes: uno del ratón Mickey, otro del pato Donald, otro
de Piolín y otro de Winnie Poh. La Sra. A. titubea) Sí... son lindos...
pero... ¿por qué no se hizo algún tatuaje... digamos... más roquero? Sicólogo. (Con un dejo de aflicción) Porque mi mamá no me dejó. (Pausa. Vuelve
a llorar) ¿Se da cuenta de lo que soy? Un fracaso andante. Sra. A. Tranquilícese, hombre. ¿Por qué no consulta a un sicólogo?
Eso lo puede ayudar. Sicólogo. (Piensa) Sí... Podría... Pero ¿a quién? No tengo a quién recurrir. Sra. A. Déjeme ver si lo puedo ayudar... La Sra. A. saca un celular, marca un número.
Suena el celular del sicólogo, quien atiende. Sicólogo.
(Sin rastros de llanto, con voz seria) Oigo. Sra. A. Hola. ¿Habla el sicólogo José Paz? Sicólogo. El mismo. Sra. A. Le habla la Sra. A, del hospital. Sicólogo. ¡Oh, qué gusto! ¿Cómo está usted? Sra. A. Bien, gracias. ¿Y usted? Sicólogo.
Bárbaro, por suerte. ¿Cómo andan sus cosas? Sra.
A. Ahí marchando. ¿Las suyas? Sicólogo. Bien, todo tranquilo. Sra.
A. ¿La familia? Sicólogo. Muy bien, por suerte. ¿La suya? Sra. A. Todo bien. Sicólogo. ¿Qué es de su vida? Sra. A. Ahí, marchando. Sicólogo.
Me alegro. Sra.
A. ¿Usted qué cuenta? Sicólogo. Nada nuevo. ¿Y usted? ¿Alguna novedad? Sra.
A. No. Todo tranqui. ¿Usted qué ha hecho? Sicólogo. Nada importante. Lo de siempre. Sra.
A. Bueno; pero todo bien entonces... Sicólogo. Sí; sí, la verdad que no me quejo. Sra.
A. Bueno, mejor así. Sicólogo. ¿Y usted? Sra. A. ¿Yo qué? Sicólogo. ¿Cómo se encuentra usted? Sra. A. Bien... ¿o le cuento? Sicólogo. Cuénteme. Sra.
A. No hay mucho para contar. Sicólogo. ¿No? Sra. A. No. ¿Usted? ¿Alguna novedad? Sicólogo. No, lo de siempre. Sra. A. ¿Cómo ha pasado? Sicólogo. Bien, tranquilo. ¿Y usted? Sra. A. Bien, por suerte. (Pausa) ¿Y usted? Cuénteme algo. Sicólogo.
¿Qué quiere que le cuente? Sra. A. No sé. ¿Cómo anda? Sicólogo. Tuto bem. Sra.
A. ¿Qué ha estado haciendo? Sicólogo. No mucho. ¿Por qué? Sra. A. Curiosidad, nomás. Sicólogo. ¿Usted qué ha hecho? Sra. A. Nada. Nada importante. Sicólogo. ¿Sus cosas bien? Sra. A. Bien, ¿las suyas? Sicólogo. Ahí. Tirando... ¿Usted en qué anda? Sra.
A. Ahí. En la lucha, como siempre. ¿Y usted? ¿Qué es de su vida? Sicólogo. Bien. Disfrutándola con salud. Sra. A. Eso es importante. Sicólogo. Sí. Sra.
A. Así que todo bien. Sicólogo. Por acá bárbaro. ¿Usted cómo se encuentra? Sra. A. Yo bien. Sicólogo. Me alegro. Sra. A. ¿Usted? Sicólogo.
Bien... Espéreme un segundo. (Quita el teléfono de su
oreja, y tapa el micrófono con la mano. Vuelve a mostrarse angustiado
como antes de iniciar la conversación telefónica. Se dirige
personalmente a la Sra. A) ¡¿Y señora?! ¿Tiene para mucho? Por
favor... dígale que lo necesito. Sra.
A. (Bajito). Ya va, ya va. Sicólogo.
(Volviendo al teléfono, y nuevamente serio y sin rastros de angustia)
Disculpe... ¿en qué estábamos? Sra. A. Le preguntaba cómo está usted. Sicólogo. Yo muy bien. ¿Usted? Sra. A. Todo lindo. Sicólogo. ¿En qué anda? Sra. A. Aquí, marchando. ¿Y usted? Sicólogo. Ahí, en la vuelta. ¿Sus cosas bien? Sra. A. Muy bien, gracias. ¿Sabe por qué lo llamo? Sicólogo. (Cambiando súbitamente su humor) ¡Cómo quiere que lo
sepa, vieja estúpida! Sra.
A. (Intimidándose) Disculpe... Lo llamo para solicitar sus servicios... Sicólogo.
¿Se refiere a mis servicios terapéuticos o... a mis servicios
sexuales? Sra. A. No sabía que también ofreciera servicios sexuales. Sicólogo. Ah sí; a mí cualquier bondi me deja bien. Sra.
A. No, no; lo llamo por sus servicios terapéuticos. Es para un compañero
de trabajo. Está un poquito angustiado. Pobre, anda con problemas. Yo no
sé si usted lo puede atender. Sicólogo. ¿Cuándo? Sra. A. ¿Puede ser... ahora? Sicólogo. No. Ahora no. Estoy sumamente ocupado. Sra. A. Pero ¿no puede hacerse un tiempito? Sicólogo. Imposible. A la hora de mi teleteatro favorito no
atiendo ni a mi vieja. Sra.
A. ¿No puede hacer una excepción? Sicólogo. Lo siento, pero no. Sra.
A. ¿Y si a cambio le ofrezco mis encantos? Sicólogo. Ah, bueno, ahí la cosa cambia. Sra. A. ¿Lo va a atender, entonces? Sicólogo. Está bien. ¿Dónde está él? Sra.
A. Acá. En el Pabellón 11. Pero mire que no está loco. Es un prestigioso
funcionario de nuestra honorable institución. Solo que... bueno... a
veces siente nostalgia de su época de colifato, y viene a visitar el
pabellón donde estuvo recluido. Sicólogo.
Bueno. Dígale que ya voy. Y usted vaya yendo a comprar los forros. Sra.
A. ¡Muchas gracias! ¡Sabía que entendería! Sicólogo. De nada. A las órdenes. Sra.
A. Bueno, nos estamos viendo. Sicólogo. Cómo no. Estamos en contacto. Sra.
A. Que tenga suerte. Sicólogo.
Igualmente. Le mando un beso. Sra. A. Otro para usted. Sicólogo.
Gracias, que lo pase bien. Sra. A. También usted. Sicólogo. Que tenga un buen día. Sra. A. Muchas gracias. Cualquier cosa que precise llámeme. Sicólogo. Cómo no. Lo mismo digo. Sra.
A. Bueno, quedamos “in touch”. Sicólogo. Dele. Suerte. Sra. A. Bye. Sicólogo.
Chaucito. Sra. A. Pasarlo bien. Sicólogo.
Gracias, igualmente. Sra. A. Nos vemos. Sicólogo.
Genial, quedamos así. Sra. A. Saludos. Sicólogo. Igualmente. Sra. A. Hasta pronto. Sicólogo. Hasta la vista, baby. Sra. A. Adiós. Que tenga un buen día. Sicólogo. Espere. Sra. A. ¿Qué pasa? Sicólogo. Nada. Solo me quería despedir. Sra. A. Despídase, nomás. Sicólogo. Chau. Sra. A. Chau. Cortan
ambos. El sicólogo vuelve a mirar a la Sra. A.) Sicólogo.
(Expectante) ¿Y? ¿Consiguió algo? Sra.
A. (Fanfarronea) ¿Cuándo no consigo algo yo, eh? Estaba reacio el hombre,
pero por suerte lo pude convencer. Sicólogo. ¡Usted es una genia! ¿Cómo hizo para convencerlo? Sra. A. Le ofrecí mis encantos. Sicólogo. ¡Ah! ¿Y aceptó? Digo... porque... yo a usted no me la morfo ni con
anestesia. Sra. A. ¡Ah! Usted porque no sabe de lo que soy capaz cuando me
ponen droga en la bebida... (Aparte) Espere aquí que ya viene. Sicólogo. Muchas gracias, señora. Realmente le estoy sumamente agradecido por lo
que ha hecho por mí. Sra. A. Por favor, no es nada. Se
despiden. La Sra. A. sale. El sicólogo se sienta en la silla que está más
a la derecha del escenario. Espera unos segundos. Consulta su reloj. Sale.
Enseguida vuelve a entrar con un portafolios. Sicólogo. (Parado, frente a la silla donde él estaba antes, y que, naturalmente,
ahora está vacía). Disculpe la demora. Soy José Paz, sicólogo–siquiatra,
y andamáis. ¿Es usted el paciente de que me habló la Sra. A? (Deja el
portafolios. Da la vuelta. Se sienta en la silla de la derecha. Luego se
para, mira hacia donde estaba antes). Sí, Mucho gusto. (Tira la mano
abierta para saludar. Da la vuelta. Le da la mano al aire, hacia donde él
estaba antes). Siéntese, por favor. (Da la vuelta y se sienta en la silla
de la derecha. Enseguida se para y se sienta en la de la izquierda. Señala
el cuerpo de Alfa9). ¿Le molesta que el señor presencie la sesión? (Se
levanta. Se sienta en la silla de la derecha). No. Si total está muerto.
(Se levanta. Se sienta en la silla de la derecha) Muy bien. Cuénteme, ¿cuál
es su problema? (Se levanta. Se sienta en la silla de la derecha) Verá...
creo que... lo mío es un problema de doble personalidad. (Se levanta. Se
sienta en la silla de la izquierda. Se ríe a carcajadas) Ja, ja, ja, ja.
¡Usted sí que está cagado, mi amigo! (Se levanta y se sienta a la
derecha) ¡No diga eso, señor, estoy... sufriendo...! (Va a la izquierda)
Discúlpeme. Solo quise desdramatizar un poco... Siga... me decía que
usted sufre de doble personalidad. (A la derecha) Sí. Y no solo eso... (A
la izquierda) ¿Qué más? (A la derecha) Cada una de mis dos
personalidades sufre a su vez de doble personalidad. (A la izquierda) ¡Cáspita!
(A la derecha) Y eso no es todo... (A la izquierda) ¿No? ¿Y qué más
hay? (A la derecha) Que cada una de las personalidades que se derivan de
esas dos personalidades tienen también el mismo problema. (A la
izquierda) ¿Cuál? (A la derecha) Sufren de doble personalidad. (A la
izquierda) ¿Hasta el infinito? (A la derecha) Hasta el infinito. (A la
izquierda) ¡Pero pamplinas! (A la derecha) ¡¿Qué puedo hacer?! (A la
izquierda. Piensa) En resumen, tenemos un caso de doble personalidad
potenciada. (A la derecha) Sí. (A la izquierda) Por lo que a los efectos
terapéuticos interpretaremos que usted tiene solo dos personalidades, y
que las otras no son más que derivaciones de ellas... si no me duermo
escuchándolo. (Pausa. Piensa) ¿Y qué puede decirme de esas dos
personalidades? ¿Es posible compatibilizarlas de manera de hacer con
ellas una sola? (A la derecha) Imposible... Porque mientras una tiende a
afirmar los cimientos de esta sociedad la otra intenta hacerlos saltar
desde su raíz. (A la izquierda) ¡Recórcholis! (Pausa. Piensa) Vayamos
hacia atrás. ¿Cómo esas dos personalidades tan distintas llegaron a
formar parte de usted? (A la derecha. Pausa. Piensa. Se entusiasma al
hablar) Hace algunos años era un hombre libre. Era joven, estaba lleno de
vida. Vivía en la periferia, con los locos y los delirantes, con los utópicos,
con los soñadores. Creíamos en el delirio como forma de vida. Mientras
vivíamos en los alrededores de la sociedad nadie sabía de nuestra
existencia. Pero un día invadimos la sociedad: con nuestro arte y una
bandera que decía “Libertad o te cagamos a trompadas”. Una vez
hicimos una obra. La hicimos en la calle. Por el vino o por la satisfacción
de hacerla, lo que fuera. Era una obra sobre locos y delirantes.
Reivindicamos ante la sociedad el derecho al delirio. El derecho a vivir
así... porque sí... por vivir, nomás. Nada más que eso. Y terminamos
todos en este loquero. No hubo exámenes psiquiátricos ni nada. Nada más
que la burda lógica de que solo un puñado de locos puede reivindicar la
locura como forma de vida. (A la izquierda) ¡Pero caracoles! (A la
derecha) Y aquí llegamos. Todos nosotros. Con nuestro arte deshecho y una
bandera que decía “Libertad, con suerte”. Pero le voy a hablar de mí,
porque los otros son otra historia. Había tipos como usted, que se
arrogaban falsos títulos, y, con el pretexto de darme la vida, me fueron
matando de a poquito. (A la izquierda. Molesto) ¿Cómo es eso de “que
se arrogaban falsos títulos”? ¿Qué es lo que pretende insinuar? (A la
derecha) ¿Insinuar? No hay nada que insinuar. ¿Acaso usted no fraguó
todos sus títulos? Usted no es nada de lo que ostenta. Jamás pisó una
facultad. No tiene más diplomas que los que escaneó en su propia
computadora. Un día llegó hasta aquí y nunca más salió. Entró como
carcelario, terminó como carcelero. Sin embargo, nunca estuvo tan
prisionero como ahora. Ofrece vida. Inyecta muerte. Es lógico. Nadie
puede dar más de lo que tiene. (A la izquierda) ¿Y si usted piensa eso
por qué vino a atenderse conmigo? (A la derecha) Porque una parte de mi
todavía cree que usted es de verdad. (A la izquierda. Se ríe a
carcajadas) ¡Ja, ja, ja; hay que ser gilún! (A la derecha) ¡No voy a
responder a ese comentario! La cuestión es que había tipos como usted
que me fueron matando de a poquito. Tipos como usted que a su vez tenían
otros tipos como usted que los iban matando de a poquito, y que a su
vez... Y si no lo lograban venían otros muertos que te limpiaban a
pistoletazo limpio, nomás. No olvide que en este lugar todos somos
Chasman y Chirolita. Así fui muerto y borrado del mapa de un plumazo, y
alguien se apoderó de mi cuerpo. Y ese alguien con el tiempo se convirtió
en un Chasman que creaba sus propios Chirolitas. Esa era su misión. Y
sigue siéndolo hasta hoy. Claro que él nunca fue libre de hacer con sus
Chirolitas lo que quisiera, ya que tenía a su vez su propio Chasman, el que a su vez tenía el suyo, quien también
tenía el suyo, que a su vez... (A la izquierda) ¡Diablillos! (Pronuncia
“Diablilios”) (A la derecha) Pero un día el muerto regresó. Y reclamó
su lugar dentro de mí. Y allí está, disputando su lugar con el otro.
Pero naturalmente ¡ya no es el mismo! Aquel joven delirante, rebelde, con
alma de roquero, el artista que se reía de la idiotez de cada idiota de
esos que, día a día, se empeñan en perfeccionar su propia idiotez hasta
alcanzar, no ya el superhombre, sino el superidiota... aquel delirante que
se mofaba de los que no se animaban a delirar... hoy es solo un payaso que
se ríe de sus propios fracasos, y que ya ni eso puede... (A la izquierda)
¡Por Júpiter! (A la derecha) ¿Entiende? ¿Entiende el sentimiento de
frustración que me invade? (A la izquierda) ¡Demonios! (A la derecha)
Pero... ¿no me va a dar una respuesta? (A la izquierda) ¡Patarrápate!
(A la derecha. Con desesperación) ¿Eso es todo lo que me va a decir? ¡Necesito
ayuda! ¡Por favor; ayúdeme! (A la izquierda. Pensativo) Caramba,
carambilla. (Pronuncia “carambilia”) (Pausa. Abre su portafolios y
saca un recetario. Escribe algo. Luego a la derecha). ¿Qué hace? (A la
izquierda) Le voy a recetar un medicamento. Aquí se lo anoto. Tiene que
tomar una pastilla a la mañana, otra a la tarde y otra a la noche. (A la
derecha) Pero ¿para qué sirve eso? (A la izquierda) Le va a aliviar el
sentimiento de frustración que le invade. (A la derecha. Ilusionado) ¿Dice
que... me va a quitar esta frustración? (A la izquierda) No. Le va a
quitar el sentimiento de frustración. La frustración no se la va a sacar
nadie. (A la derecha. Pausa. Piensa) Excepto que...
(A la izquierda) ¿Excepto qué...? (A la derecha) Excepto que mate
al intruso. (A la izquierda) ¿Al intruso? (A la izquierda) ¡Sí! ¡Eso
es lo que voy a hacer! Voy a matar a ese farsante. Voy a ejecutar al
intruso que se apoderó de mí. (A la izquierda. Nervioso). Espere... no
se precipite... Yo creo que estoy hay que pensarlo un poco más... (A la
derecha. Con repentina decisión y furia) ¿Más? ¡Ya esperé demasiado!
¡Voy a matar a ese imbécil! De todos modos no es más que un maldito
gusano... Lo voy a matar ahora mismo. (Se levanta. Saca un revolver de
entre su ropa, apunta hacia donde estaba él antes y dispara dos tiros. Va
a la izquierda. Se toma el corazón y cae muerto). Se
apagan las luces, y en la oscuridad se escuchan, desde otro pabellón,
frases del tipo “Esto es parte de la embestida baguala...”, dicho por
Lacalle, u otras frases por el estilo. Luego una voz de mujer que grita
“¡Está bien, confieso, soy Cleopatra, soy Cleopatra, Cleo, Cleopatra,
la reina del Nilo, Cleo, Cleopatra, la reina del twist!”. (Esto último
lo dice cantando el tema de los Twist). En la oscuridad retiran los
cuerpos de Alfa9 y el sicólogo. Escena
12ª.
Se
encienden las luces. Entra Epsilon4. Nervioso, da vueltas por todo el
escenario. Epsilon4.
¡Es la hora! ¡El programa tiene que salir! Pero, ¿con quién? Ya casi
no queda nadie. ¡Cada día son más los que abandonan! ¡Pero si no
salimos al aire estamos rendidos! ¡No! ¡Hay que resistir! ¡La radio es
lo único que queda! Pero, ¿con quién salgo? Si al menos encontrara
alguien... (Mira hacia el público con la mano como pantalla, como si el público
estuviera más lejos) (Gritando) ¿Hay alguien allí? ¿Hay alguien que
quiera salir? ¿Alguien que todavía crea en la rebeldía? Una
chica,
que está sentada entre el público, se levanta. Tiene peinado punk, un
signo de Anarquía pintado en la cara, campera de cuero negra con las
siguientes insignias pintadas en sus mangas con colores que resalten:
“Muera el sistema” en una manga y “Me cago en ustedes” en la otra.
Bajo la campera tiene un buzo con el dibujo de una mano con el dedo mayor
extendido y una insignia que dice “Fuck you, establishment”. Tiene un
vaquero gastado con la siguiente leyenda: “Odio esta sociedad”. Tiene
una petaca de whisky en la mano. La
chica. (Desde donde está) Yo te puedo dar una mano, loco. Pero no te
pienses que soy una fanática, porque ni ahí. Epsilon4.
(Eufórico) ¡Sí! ¡Lo conseguí! ¡Hay alguien que aún cree! ¡Vení;
vení! ¡La radio vive; la radio vive! La
chica se dirige al escenario. La
chica. (A alguien del público) Dejame pasar, pibe. Entra
al escenario. Epsilon4.
(Acelerado) ¡Dale, vení, tomá las hojas; acá tenés las preguntas!
¡Vamos a empezar que no tenemos tiempo! La
chica. (Luego de leer las primeras líneas) Pará, pará... Esto es una
grasada. ¿Y si mejor ponemo’ una bomba y volamo’ todo a la mierda? Epsilon4.
¡No, no, no es así! ¡Hagámoslo a mi manera! ¡Así fue como logré
defender la soberanía de mi nación durante mucho tiempo, y así es como
voy a recuperarla! ¡Y la radio tiene un papel crucial en esta
resistencia! ¡Así que dale, sentate, y vamos a arrancar, que estamos
atrasados! La
chica. (Sentándose en una de las sillas) ¿Pero no hay grabadores, no hay
equipos, no hay nada, cuál es? Epsilon4.
¿Para qué? Si no tenemos público. La
chica. ¿Y entonces pa’ qué salimos? Epsilon4.
Porque si no salimos ¡estamos rendidos! ¡Chau resistencia! ¡Chau país
imaginario! ¡Chau todo! La
chica. Pero ¿no vamo’ a tirar un tiro siquiera? Epsilon4. Solo en defensa propia. La
chica. Eso no tiene chiste. Epsilon4.
¡No es un chiste! ¡Venimos a recuperar el lugar que perdimos en este
mundo! La
chica. Sí; pero si no le volamo’ lo’ seso’ a alguien es un embole. Epsilon4. ¡No
venimos a divertirnos! Venimos a enviar un mensaje de resistencia a
nuestro pueblo. (Sentándose en la otra silla) Bueno, ¡salimos! La
chica. (Bajando las revoluciones y poniendo voz de locutora) Y, como le habíamos
prometido, en este último bloque de nuestro programa pirata de la radio
pirata que todos escuchan en esta sociedad pirata, lo que ustedes tanto
esperan: la primera entrevista desde su derrocamiento con el Doctor Juan
De los Palotes. ¿Cómo le va, Doctor? Un gusto tenerlo en nuestro
programa. Epsilon4. El gusto es mío. Estoy muy agradecido por la posibilidad que me brinda
de dirigirle a mi pueblo un nuevo mensaje de resistencia. La
chica. Desde que su gobierno fue derrocado la gente ha comenzado a interesarse
por su país. Sin embargo, poco conocemos acerca de él. ¿Qué nos puede
contar usted, que ha sido su fundador y el único presidente democrático
que ha tenido? Epsilon4. Que fue, sin lugar a dudas, el único país libre que hubo en la
Tierra. La
chica. Hace aproximadamente 8 años nació a la vida independiente. Cuénteme
como fue el proceso. Epsilon4. (Piensa) Simplemente... estaba buscando mi lugar. Recorrí muchos
lugares durante años buscando un sitio donde la vida no fuera más que un
preámbulo de la muerte, una sala de espera frente al sepulcro. En esos
viajes conocí mucha gente. Mucha más gente. Me di cuenta de que no
estaba solo en la búsqueda. Nos unimos en el camino. Cuando nos dimos
cuenta de que ese lugar que estábamos buscando no existía decidimos
crear nuestro propio país imaginario. La
chica. ¿Su propio país imaginario? Epsilon4. Exacto. Nuestro propio país imaginario. Un país donde todo estaba
permitido... todo excepto la estupidez. Al principio no éramos más que
unos pocos descastados. Pero luego la población empezó a crecer
vertiginosamente. De todos lados llegaba gente seducida por la energía
que este pequeño gran país irradiaba. ¡Porque era la energía de la
vida! De pronto ya éramos cientos, miles, decenas de miles habitando ese
paraíso artificial que habíamos construido. Hasta que llegó la
estupidez... La
chica. ¿La estupidez? ¿Cómo fue eso? Epsilon4. (Con aire de lamento) Su crecimiento fue su condena. Nuestro país
empezó a crecer, como le dije, demográficamente. La sociedad
internacional decidió reconocernos la calidad de Estado independiente.
Quedamos, sin querer, insertados en el mundo globalizado. Insertados y
ensartados. Y llegaron las multinacionales. Y trataron de imponer sus
canales de TV descerebrada, sus desfiles de barbies descerebradas, sus
marcas de ropa “fashion” que realza el plástico y obstruye el
cerebro... Pero en un país que ha sido declarado por la OMS como “libre
de estupidez sin vacunación” es estúpido creer que eso pudiera
funcionar. Entonces llegó una misión del FMI a ofrecernos plata en un
desesperado intento por agarrarnos de las pelotas. Como los sacamos del
culo fueron y dijeron que nuestro país albergaba terroristas. Y que teníamos
armas químicas. Mandaron inspectores de la ONU, pero solo encontraron el
único arma que teníamos: un par de boleadoras, propiedad de nuestro héroe
nacional: el Cacique Patoruzú. La
chica. ¡¿El cacique Patoruzú?! Epsilon4. Sí; yo sé que era flor de palomo; pero tenía buen corazón. Y cuando
nos pusimos a decidir a quién nombraríamos prócer nacional estábamos
todos piradísimos y elegimos al primer paparulo que se nos vino a la
mente. (Pausa. Sigue) Bueno, pero le sigo contando. Encontraron el único
arma que teníamos: un par de boleadoras. Y como no supieron qué era,
acostumbrados como estaban a esos modernos aparatos que uno aprieta un botón
y explota el Universo, consideraron que ese extraño instrumento podría
causar a la humanidad un daño incalculable, ya que nadie sabía qué puta
era, y así, sin más, nos invadieron en defensa de la paz y atacaron con
todo su armamento nuestro país imaginario, derrocaron el gobierno que
presidía, pusieron su propio gobierno títere, las multinacionales
volvieron, y la estupidez reinó entre los escombros sobre la población
que llegaba desde sus países títeres. En cuanto a mí, me capturaron.
Pero en lugar de matarme me declararon insano y me trajeron acá. No saben
que voy a dar lucha, ¡voy a dar lucha! ¿QUE NO? ¡Ya estoy preparando la
nueva revolución! (Se para, mira al público; se enfervoriza) Y por este
medio ¡llamo a todos a recuperar nuestra república soberana! ¡Liberaremos
nuestra tierra! ¡No nos detendremos hasta alzarnos con la victoria! El
Sr. Uno se prepara para dispararle. Epsilon4 lo ve de reojo y cuando el
Sr. Uno dispara él se tira rápidamente al piso. Desde el piso saca un
revólver y dispara a su vez. Erra. Se levanta, se dirige a La chica y la
protege. La chica. (Como
un niño pidiendo un juguete) ¡Dame la pistola; dame la pistola! Epsilon4. (Apartando
el revólver de la chica, quien intenta agarrarlo) ¡No, que vos sos un
peligro! (La arrastra hacia la salida) ¡Vení; vamos! Ambos
van hacia la salida pero atento a los Sres. Uno y Dos. El Sr. Uno vuelve a
disparar, pero Epsilon4 esquiva el tiro, dispara a La chica y erra.
Epsilon4 sale. La chica permanece en un extremo, sin salir. Se dirige a
los Sres. Uno y Dos. La chica. ¿Creen
que me van a agarrar? (Les muestra su dedo mayor) ¡Esta me van a agarrar!
¡Nunca voy a pertenecer a su mundo, imbéciles! (Burlona) Es una lástima;
porque me divierte verlos así, tan patéticos. (Desafiante) ¿Me quieren
matar? A ver, disparen, a ver... Los espero. (Toma whisky de su petaca. Se
le chorrea, y se mancha la ropa. Se molesta). ¡Mierda, me manché otra
vez! ¡Tengo que cambiarme, un baño, dónde hay un baño! (Sale). Escena
13ª.
Entra
Delta5. Desesperado. Se dirige al centro del escenario. Habla para sí,
pero en voz alta. Delta5.
¡Tengo que salir de acá! ¡Tengo que escapar! ¡En este lugar, con
excepción de los locos, todos los demás están completamente locos!
(Piensa) ¡Ya sé! La única manera que tengo de salir de acá es
convertirme en un loco de verdad... y eso es lo que voy a hacer. (Actúa.
Llama a gritos a la Sra. A). ¡A ver, señora A, señora A! ¿Dónde está?
¡Esto es un atropello! ¿Quiere hacerme el favor de venir para acá, señora
A? Escena
14ª.
Entra
la Sra. A. Sra.
A. (Molesta) ¿Qué pasa? ¿Qué es este alboroto? Delta5. ¡Cómo qué es este alboroto! ¡Qué es este atropello, pregunto yo!
¿O acaso no sabe quién soy yo! Sra. A. (Preocupada) No, ¿quién es? Delta5. (Simulando estar molesto por no ser reconocido) ¡Cómo que quién soy!
¿No ve quién soy? ¡Soy Cristóbal Colón! ¡Quién voy a hacer! Sra. A. (Nerviosa, lo agasaja) ¡Ay, este...! Disculpe Sr. Colón...
no lo había reconocido... le queda mejor el pelo corto... Este... dígame...
¿qué lo trae por acá? Delta5. (Simulando estar muy furioso) ¡Y me pregunta qué me trajo hasta acá!
¡Pregúntele a la flaquita esa de lentes, la petisa esa con cara de estúpida
que me trajo hasta acá! ¡Vergüenza debería darles! ¡Con todos los
continentes que me quedan por descubrir y colonizar, y ustedes me hacen
perder el tiempo acá! Sra. A. (Avergonzada) Le pido perdón en su nombre, señor Colón...
es una enfermera nueva. Pero ya lo arreglamos... (Gritando) ¡Señorita CH,
Señorita CH! ¡Diríjase inmediatamente al Pabellón 11! Escena
15ª.
Entra
apresurada la Srta. CH. Srta.
CH. (Nerviosa) ¿Qué pasa, Sra. A? Sra. A. ¿Vos ordenaste la internación de este paciente? Srta. CH. (Titubeando) Este... sí... fui yo... Sra. A. (Se le acerca y le habla bajito). ¡Metiste la pata, querida!
¿Sabés quién es el señor? ¡Cristóbal Colón! Srta. CH. (Emocionada) ¡Usted es... ¡ ¡Ay, qué emoción! ¿Me
firma un autógrafo? Sra. A. (Más nerviosa) ¡Qué autógrafo ni autógrafo! ¡No te das
cuenta del lío que se nos arma si se enteran que tenemos encerrados al
mismísimo Cristóbal Colón! Srta.
CH. (Dirigiéndose a Delta5). Disculpe, señor Colón... hubo un
malentendido; pero ya mismo arreglamos su situación. Delta5. ¡Rapidito que no tengo todo el día! A propósito, ¿dónde hay un
almacén, que me quedé sin huevos? Escena
16ª.
Entra
el Sr. L. Sr.
L. (Gritando)
¡Paren, paren! ¡Ese hombre es un impostor! (todos lo quedan mirando,
sorprendidos). ¡Ese hombre no es Cristóbal Colón! Sra.
A. y Srta. CH. (Conjuntamente)
¡Cómo! Delta5.
¡Pero por favor! ¿A quién le van a creer? ¿A un pobre tipo como éste
o a Cristóbal Colon? Srta.
CH. A Cristóbal Colon, naturalmente. Sra.
A. Obvio... Si el propio Cristóbal Colón dice que es Cristóbal
Colón es porque debe serlo... Srta.
CH. Claro. ¿Quién mejor que él mismo para saber quién es él? Sr.
L.¿Ah, sí? Entonces, ¿qué me dicen de esto? (saca una foto y se
la muestra a la Sra. A y a la Srta. CH). Sra.
A. ¿Qué es eso? Sr.
L. Una foto de Cristóbal Colón... el verdadero... la saqué de
una “Playboy” del 17 de marzo de 1489... Sra
A. ¿Ya
existía “Playboy” en aquella época? Sr.
L. Claro. Y también “Interview”, “Playgirl”, “Ratos de
cama”... El bisabuelo del abuelo del tatarabuelo de mi bisabuelo... el
prestigioso navegante español José Méndez Nariz De Perro, autor de
numerosas expediciones hacia el nuevo continente y hombre de insaciable
espíritu aventurero, (se entusiasma) heroico luchador de interminables
batallas, valiente conquistador de quimeras y sueños imposibles, corajudo
ser que, ante todos, y como nadie, dejó la vida en cada lucha, en cada
ocasión, empapándose en sangre y sudor en su eterno camino hacia la
victoria... bueno, ese, se hacía cada pajas con esas revistas... (Luego
de decir esto y mientras la Srta. CH realiza el siguiente parlamento se da
vuelta disimuladamente quedando de espaldas a todos –público y
restantes personajes-. De reojo mira a la Srta. CH. quien viste un pantalón
ajustado. La ve de atrás). Srta.
CH. (Emocionada)
¡Ay, no lo puedo creer! ¡Se imaginan cuando les cuente a mis amigas que
conocí al bisnieto del tataranieto del nieto del bisnieto de un
explorador conquistador y genocida... y al mismísimo Cristóbal Colón!
¡Qué alucinante! (Se dirige ahora al Sr. L) Y decime ¿usted heredó
algo de ese valiente caballero? Sr.
L. (Nervioso, se da vuelta subiéndose rápidamente la bragueta de
su pantalón). Y... algunas cosas heredé, sí. Delta5.
¡Bueno,
terminemos de una vez con esto que me tengo que ir a descubrir las
Guayanas alemanas! Sra.
A. ¿Cómo? Pero no existen las Guayanas alemanas. Delta5.
¡Y si todavía no las
descubrí, boluda! Sr.
L. ¡Está
bien, vamos a terminar de una vez con esto! ¿Ven esta foto? (les muestra
el recorte de revista a los demás) Observen acá... (señala algo en la
foto) ¿ven? ¡Tiene un lunar en la espalda! ¡Ahora miren la espalda de
este hombre y van a ver que no tiene ningún lunar! Delta5.
(Desesperado,
sintiéndose acorralado) ¡Está bien, está bien, me descubrieron! No
hace falta que me miren la espalda... confieso, no soy Cristóbal Colón...
solo quería... solo quería... ¡salir de acáaaaaaaa! (intenta escapar
corriendo). Sr.
L. ¡Escapa! (lo agarran entre todos) ¡Hay que atarlo, para que no
vuelva a intentar escapar! ¡Rápido, cuerdas! (Rápidamente
lo atan de pies y manos entre el Sr. L., la Sra. A. y la Srta. CH. y lo
dejan allí, tirado en el centro del escenario. Se van yendo). Sra.
A. (Al
Sr. L.). Decime, ¿cómo sabés que este tipo no tiene también un lunar
en su espalda? Sr.
L. La verdad que no sé si tiene o no tiene. Lo que sí sé es que
no tiene nada que ver con Cristóbal Colón. (Pausa. Aparte. Fanfarronea)
¿Viste cómo paré el huevo el otro día? ¡La dejé de cara a la reina! Srta.
CH. ¡Sí, ya lo contaste como diez veces! (salen los tres). Escena
17ª.
Delta5
intenta desatarse, sin éxito. Delta5.
¡Sáquenme de acá! ¡Auxilio, déjenme salir! ¡Ratas, eso es lo que
son! ¡Son todos unas ratas! ¡Este lugar está infestado de ratas! ¡Tengo
que salir! Si pudiera... arghhh... (intenta desatarse)... Tengo que salir
de este nido de ratas... Pero, ¿y si salgo? ¿A dónde? ¿Afuera? ¡Afuera
hay más ratas todavía! ¡Ratas por todos lados! En la televisión (todo
lo que está entre comillas, como burlándose) “El Dr. Rata deberá
explicar ante el senador interpelante, el Cr. Rata, los logros del nuevo
plan de convertibilidad ratera”. En los diarios “El Juez Rata decidió
la absolución del Coronel Rata acusado de crímenes de lesa humanidad”.
¡Ratas, ratas por todas partes! “‘No pienso debatir con una rata’,
dijo el Licenciado Rata cuando le preguntaron si debatirá sobre el nuevo
sistema de ajuste fiscal con el Ministro Rata”. ¡No hay caso! ¡No
tengo a dónde ir! ¡Ratas adentro y afuera! Pero... debe haber algún
lugar... ¡Ya sé! ¿Y si me voy a la Antártida! ¡Sí! ¡Allí hay pingüinitos!
¡Sí, ni una sola rata! Pero... ¿cómo hago para salir de acá? (vuelve
a intentar, con más fuerza que antes, zafarse) ¡Si pudiera... si pudiera
romper estas cuerdas! Pero no... no hay caso ¡ya no tengo salida! Y
tampoco puedo vivir aquí... no soporto más las ratas, así que ¡quiero
morir! (grita) ¡Quiero morir! ¡Este lugar está lleno de ratas, no las
resisto más! ¡Mátenme! (Mira hacia atrás. Luego grita más fuerte) ¡Mátenme,
no quiero vivir más! (Espera unos segundos. Los Sres. Uno y Dos
permanecen impasibles). ¡Está bien, quiero vivir! ¡Amo la vida! ¡Estoy
ávido de vivir y quiero vivir mil años, quiero vivir eternamente! (El
Sr. Uno le pega un disparo en la cabeza y cae muerto). Sr.
Uno. Ya me tenía las pelotas por el piso. Sr.
Dos. ¡Ratas, ratas! Así no va a conseguir nada. Sr.
Uno. Seguro... Hay que usar raticida. Sr.
Dos. Claro. (Luego) ¿Querés que lo vaya a buscar? Sr.
Uno. Dale, ¿te animás? Sr.
Dos. Cómo no. (Sale) Escena
18ª.
La
escena permanece con el Sr. Uno, sin hacer absolutamente nada, esperando
al Sr. Dos. Nada más ocurre. Esto debe durar hasta que la situación se
torne desquiciante. Luego entra el Sr. Dos. Sr.
Dos. No lo encontré. Sr.
Uno. A ver, dejá que yo lo busco.
(Sale) Escena
19ª.
La
escena permanece con el Sr. Dos, sin hacer absolutamente nada, esperando
al Sr. Uno. Nada más ocurre. Esto debe durar hasta que la situación se
torne desquiciante. Luego entra el Sr. Uno con el raticida. Naturalmente,
ni hubo ni hay ninguna rata. Sr.
Dos. ¿Y? ¿Lo encontraste? Sr.
Uno. Sí, acá está. (Comienza a echar raticida por todos lados)
(Luego) ¿Queda alguna todavía? Sr.
Dos. (Luego de mirar detenidamente) No. Creo que ya acabaste con
todas. Segundos
después, el Sr. Uno canta la siguiente estrofa de la canción “Rat in
the kitchen”, de UB40. A partir del tercer verso se le uno el Sr. Dos.
Ambos lo hacen con la misma monotonía que los ha venido caracterizando: There’s
a rat in the kitchen what am I gonna do? There’s
a rat in the kitchen what am I gonna do? I’m
gonna fix that rat that’s what I’m gonna do, I’m
gonna fix that rat. Escena
20ª.
Entra
la Sra. CH. Se dirige hacia el cuerpo de Delta5, y tras asegurarse que no
entra nadie, le habla bajito. Srta.
CH. Ahora
que estamos solos, tengo que contarte un secreto... El otro día... hice
algo malo. No se lo vayas a contar a nadie, ¿tá? (Nerviosa, vuelve a
mirar hacia los costados) El otro día... tuve relaciones con un chico...
(se sonroja). Me da vergüenza decírtelo, porque... no estamos casados...
(Pausa) Ni somos novios tampoco (va perdiendo la vergüenza de a poco)...
Yo no tengo novio. Tengo novia. La otra vez hicimos una partuza con mi
novia y el pibe aquel... ah, había un travesti también. (Ya no le queda
nada de vergüenza). El pibe le daba al travesti, el travesti me curtía a
mí y yo me transaba a mi novia. Sí. Yo sé que estuve mal. Por eso, al
otro día fui a la iglesia a confesarme. Después me quedé a misa. (Se
exalta cada vez más al hablar). ¡No sabés! Cuando el cura se tomó el
vino y dijo “Esta es la sangre de Cristo” yo cacé un par de rosados
de la mochila y le grité “¡Vení, mirá que flor de transfusión nos
vamo’ a hacer con esto!”. ¡Pa, pero no sabés lo que fue! ¡Pa colmo
me tomé un ácido, y me pegó mal! ¡No sabés qué mal me pegó, flaco!
¡Se me aparecieron cuatro reptiles gigantes! ¡Agarré las botellas y les
empecé a dar con todo! ¡Maté uno, maté otro, y otro, y otro...”
Entonces vino la cana, y me llevó... ¡Todo mal! Me acusaron de hacer una
ensalada de cráneo de vieja... ¡Parece que les partí el marote a cuatro
viejitas! ¡Yo que sé! ¡Yo estaba matando reptiles! Si las viejas se
metieron en el medio, qué quieren que haga. ¡Un bajón, loco! Por suerte
la cana encontró mi cuerpo... digamos... bastante apetecible, viste... y
tá, zafé... bah, no solo que zafé... ¡no sabés las cachiporras que
tenían! (de golpe mira hacia el público y se percata de su presencia. Se
pone nerviosa. Se dirige a él). ¿Eh? Ah... Este... ¿Y ustedes... qué...
qué hacen acá? Eh, bueno... este... no se habrán creído lo que... ¿esto?
No... Ja, ja... ¿se creyeron que hablaba en serio? No... es... (piensa)
¡Es una obra de teatro! Sí... estamos ensayando una obra, (se dirige al
cuerpo de Delta5) ¿no verdad? (se pone más nerviosa por la lógica
impasividad del cuerpo de Delta, quien, naturalmente, sigue muerto; vuelve
a dirigirse al público)... Es que... cuando se mete en el personaje ¡nadie
lo saca de él! (Pausa). Este... ¿me creen, no? Acaso no pensarán que yo
soy así... ¿no? (Cambiando súbitamente de tono) ¡Bueno, sí, soy así,
y qué! ¿Algún problema? ¡Estoy harta de vivir con un software
instalado en la cabeza que me diga lo que tengo que hacer! ¡A mí no me
programa nadie! (Grita) ¿Me entendieron? Esa tarada que vivía con un
balde en la cabeza para encajar en el establishment (dice
“establishment” en forma burlona)... esa tarada ¡no existe! ¡Es una
fachada! Yo soy una mujer pensante... tengo individualidad... ¡Les guste
o no! ¡Pienso, luego existo! Escena
21ª.
Entra
la Sra. A, en forma presurosa, y denotando nerviosismo. Sra
A. ¡Hija, por Dios! ¿Qué estoy escuchando? Quiero creer que oí mal... Srta.
CH. No, mamá... Oíste bien... ¡Es hora de que lo sepas! ¡Todo el mundo
tiene que saberlo! Sra.
A. (Angustiada) Jamás pensé que mi propia hija... (Pausa) Porque que
existas vaya y pase... pero... ¡lo otro! Srta.
CH. Bueno, mamá... no dramaticemos... a fin de cuenta es solo una frase:
“Cogito, ergo sum”[1]. Sra.
A. (Escandalizada) ¡Ah, pero lo que faltaba! ¡Piensa, y encima coge! ¿Qué
otro acto de libertinaje tenés para ofrecernos, eh? Srta.
CH. ¡Pero mamá, entendeme! ¡Yo quiero ser yo! Sra.
A. (Irónica) ¡Ahhh! ¡La nena quiere ser ella! ¡YO quiero ser YO! ¡Qué
bien! ¡Entonces vos sos vos, yo soy yo, los demás son los demás, y cada
uno es cada uno... claro... total! ¡Cada uno es lo que se le canta! ¡¿Qué
es lo que querés?! ¿El caos universal? ¿La tercera guerra mundial? ¡Ehhhhh!
¿La guerra de todos contra todos? ¡Claro, porque la nena quiere ser
ella! ¡QUE EL MUNDO SE CAIGA EN PEDAZOS SOLO PORQUE A LA NENA SE LE
ANTOJO QUE AHORA QUIERE SER ELLA! Srta.
CH. (Llorando arrepentida) Perdoname, mamá, perdoname. Srta.
A. (Llorando también). ¿En qué fallé, hija mía, en qué fallé? Te
grabé todos los capítulos de “Gran hermano”. Te hice miembro del
club de fans de Chrsitina Aguilera. Te compré todos los discos de Hanson...
¿qué más querías que hiciera? ¿Acaso tendré que llevarte a una clínica
de rehabilitación? ¿A “Pensadores anónimos”, por ejemplo? ¡Vos
necesitás una madre como la Clota! ¡Cómo la envidio! ¡Tiene un hijo
tarado y una hija estúpida! Y eso que las pobres criaturas, cuando
nacieron, tenían el coeficiente intelectual de un genio... Pero la Clota
no se resignó... y con mucho esfuerzo logró revertir la enfermedad congénita
que padecían sus pobres hijitos y convertirlos en dos perfectos salames
sin rasgos de autodeterminación... Srta.
CH. (Abraza a la Sra. A) Perdoname, mamá, perdoname... Sra.
A. (Abrazándola a su vez). ¡Claro que te perdono, hija! Yo me preocupo
por vos porque te quiero... Srta.
CH. Yo también te quiero. (Van saliendo. Comienzan a bajar las luces. Antes
de terminar el diálogo las luces se apagan por completo) Sra.
A. Si te portás bien hoy te leo el cuentito de Caperucita Roja. Srta.
CH. Ya me lo leíste veinticuatro veces, mamá. Sra.
A. Siempre se le puede descubrir cosas nuevas. Srta.
CH. Ah sí, me gustó la parte en que Caperucita inicia al lobo en el
consumo de alucinógenos, y éste, confundiendo a la abuelita con un árbol,
la mata de un hachazo. Srta.
A. (Sorprendida) ¿De qué estás hablando? Srta.
CH. Ups.
Disculpá, mami. Es otra
versión. (Salen) En
la oscuridad quitan el cuerpo de Delta5. Escena
22ª.
Se
encienden las luces. Entra Epsilon4. Se para en el centro mirando al público
a quien se dirige como un orador político. Epsilon4. (Enérgico) ¡Compañeros, estamos unidos en esta cruzada libertaria!
¡Y no descansaremos hasta recuperar lo que nos han robado: nuestra
patria! (Se detiene. Piensa. Se diluye su energía inicial. Ahora como
decepcionado) Bah. De qué cruzada estoy hablando. La resignación impera
en todas partes. Pero, por suerte... por suerte todavía alguien queda...
¿Dónde está? (Busca a La chica entre el público). ¿Dónde está;
dónde está mi compañera de programa? La
chica. (Levantándose desde su asiento, el mismo de antes. Ahora tiene un
peinado “fashion”, no tiene más el símbolo de Anarquía, luce ropa
de moda, y en su buzo tiene estampada una foto de un artista de música
pop liviana. Habla con voz de tonta). ¡Acá estoy, señor, acá estoy! Epsilon4.
(Sorprendido) Pero ¿y la campera de cuero, y el buzo con las insignias,
y el pantalón, y...? La
chica. ¡Se me mancharon, no viste! ¡Me tuve que cambiar! Pero esto está re
fashion, ¿no? Epsilon4.
(Desesperado) ¡Pero...! ¿Y el peinado punk? La
chica. Ay, ¿te gustaba? ¡No era top! Epsilon4.
(Pegando un alarido, y elevando su grito al cielo) ¡¡¡¡¡¡¡¡NNNNoooooooooooooo!!!!!!!!
(Calmándose. Desalentado) No. hay caso. Es el fin. Ya todos se rindieron.
No queda nadie. La revolución terminó. Mejor olvidarme. No puedo
siquiera pasar por mi país imaginario y ver en lo que quedó convertido.
¡Ah, mi país! (Recuerda emocionado) ¡Ahí sí que reinaba el amor! ¡Eso
era! ¡Todo amor...! Y con tanto amor alguna minita siempre te ensartabas,
claro. ¡Qué placer! ¡Allí a nadie le dolía la cabeza, nadie se
confundía, nadie necesitaba tiempo! El sexo pintaba por todas partes. En
el ascensor. En la playa. En la vereda. En el ómnibus. (Actúa un diálogo)
“¡Boletus!” “¡Pará, hermano, que me cortás el polvo!”. ¡Ah!
¡En la sala de espera del dentista! (Lo mismo) “Disculpe, señor, ¿me
podría decir por qué número van?” “Hoy por el segundo recién. Pero
el otro día me mandé seis al hilo, ¿qué me cuenta?” ¡Sí, eso sí
que era vida! Cualquier minita entraba en una carnicería y decía: (Lo
mismo) “¿A cuánto tiene el chorizo?” “Unos 20 centímetros más o
menos”. “Bárbaro, métamelo todo”. Y sin embargo ahora... ¡desde
que estoy acá que no la coloco siquiera! ¡Estoy desesperado! (Grita con
desesperación) ¡Desesperado! No sé qué hacer. Veo un cascarudo culeándose
a una cucaracha y me eyaculo. (Pausa. Pensativo) ¿Cómo hace una
cucaracha hembra para decirle al macho que le duele la cabeza? El otro día
me lo estaba preguntando. ¿Cómo le dice la ardilla hembra a la ardilla
macho (con voz femenina) “No estoy preparada. Necesitao tiempo”? ¡O
están siempre alzadas esas turras! ¡Ah, por qué no habré nacido
ardilla! O yo que sé... ratón, langosta, bicho peludo... ¡Ah, si yo
fuera bicho peludo! ¡No habría bicha peluda que se me resistiera! (Actúa
un diálogo) “Hola, preciosa, ¿cómo estás?” (Como coqueteando)
“Hola. Muy bien. Gracias”. “Pero ¿cómo puede ser que una bicha
peluda tan hermosa como usted esté solita?”. “Bueno, es que... me
peleé con mi novio”. “¡No me diga! ¿Qué pasó?” Lo descubrí
transándose una babosa”. “¡Una babosa!” “Sí... Me dijo que quería
probar algo nuevo”. “Bueno. Bueno. No se preocupe. Usted se merece
otra cosa. Usted se merece un bicho peludo que la proteja, que la ame de
verdad, que le sea fiel”. “¡Si son todos iguales! Primero se hacen
los dulces y sentimentales y después te largan por cualquier bicharraca
prostituída”. “Usted dice eso porque está dolida, pero le aseguro
que no todos somos así”. (Con voz pícara) “Hmmm. A ver, demuéstremelo”.
“¿Quiere? Venga que se lo demuestro”. (Hace el gesto de un beso
duradero) “¡Ay, qué dulce!” “Me encantaría hacerle el amor”.
“Ay sí, hágamelo. ¡Rápido! ¡Sí! ¡Métamela toda! (Con voz de
excitación) ¡Ay, sí, sí, ah, ah! ¡Más, sí, ah, ah. Ahhhh!”. (Se
detiene. Vuelve en sí) ¡Ah! Y después cuando vengan los bichos peludos
de la barra y me digan: (Vuelve a actuar) “¿Y? ¿Qué pasó con la
bicha peluda aquella? ¿Te la transaste al final? (Con voz irónica)
“No, si estuvimos comentando la obra de Plutarco. ¡Más bien que me la
trancé, loco!” (Con voz de festejo: Luego con acento brasilero) “¡Pero
qué winner! ¡O terror de las bichas peludas!” (Vuelve en sí. Con
amargura.) Pero no... aquí estoy. Solo y a punto de readquirir la
virginidad por prescripción. (Con desesperación) ¡Necesito una mujer,
no aguanto más, no aguanto más!!!! Escena
23ª.
Entra
Beta11, desnuda. Camina temerosa, mirando hacia todos lados, como temiendo
que alguien la vea. Aún no ve a Epsilon4. Epsilon4.
(Alarmado) ¡Yo sabía que esto iba a pasar! Tanto tiempo sin ver un par
de tetas siquiera, ¡yo sabía que iba empezar a tener visiones! ¡Ah, qué
desgracia la mía! Pero... ¡qué me importa! Yo igual la parto en cuatro,
aunque sea una alucinación, cuál es. (Se abalanza sobre Beta). Beta11. (Asustada) ¡Ayyy! ¡Pero...! ¿¿Qué pasa?? ¡Por favor, no me viole!
(Pausa) O por lo menos dígame su nombre, así sé como llamarlo cuando se
lo cuente a mis amigas. Epsilon4.
(Reaccionando, y apartándose de Beta) ¡Soy yo, soy yo!
Creía que... eras una alucinación... Beta11. (Aliviada. Hablando bajito) ¡Ah! ¡Me asustaste! Epsilon4. Pero... ¿ qué hacés así? Beta11.
(Nerviosa) Me disfracé. Para que no me descubran. Creo que me quieren
matar. Epsilon4. ¡Ah! ¿Y de qué te disfrazaste? Beta11. ¡De puta! ¿No ves? Epsilon4. (Como alzado) Ah... este... y... qué te parece si... digo... ya que
estamos... no me ofrecés tus... servicios... Beta11. ¡Ay, ché, esto es un disfraz! ¡Yo no soy de esas! Epsilon4. ¿Pero cómo? ¡Si hace un minuto te bastaba con que te dijera el
nombre! Beta11. ¡Eso era antes! Ahora cambié. Epsilon4.
¿Y ahora qué querés? ¿La cédula? Beta11. ¡No, nada! ¡No voy a hacer eso por nada del mundo! Epsilon4. ¡¿Pero por qué?! Beta11. ¿Cómo por qué? ¡Es inmoral! Epsilon4. ¡Nada que ver! Que va a hacer inmoral, mirá... Beta11. ¡Sí! No pienso hacer eso... ¡Y menos si tenés SIDA! Epsilon4. ¡Qué decís! ¡Tengo el test de HIV negativo al día! ¿Te lo
muestro? (Sacá un papel y le muestra) ¡Mirá, acá está! Beta11. Bueno, está bien... pero igual no lo voy a hacer. Epsilon4. ¡Dale! ¡Qué te pasa! Beta11. ¿No te das cuenta de que no es ético? Epsilon4. ¡Pero si nunca te importó eso! Beta11. Pero cambié. ¡No insistas! Ya te dije que no. ¡Y menos si tenés
ladillas! Epsilon4. ¿Estás borracha? ¡Yo no tengo ladillas! Beta11. Bueno... como sea... no lo puedo hacer... ¡Es políticamente
incorrecto! Epsilon4. ¡De qué estás hablando! Beta11. ¡Lo que oíste! Y menos si no te bañás. Epsilon4. ¡Qué decís! ¡Me baño todos los días que terminan en “a”! Beta11. ¡Ningún día termina en “a”! Epsilon4. ¡No es mi culpa! Beta11. Bueno, tá... igual no lo puedo hacer, no insistas... Epsilon4. ¡Pero sigo sin entender por qué! Beta11. ¡Es inconstitucional! Epsilon4. ¿Qué? Beta11. ¡Sí! ¡Y aparte daña la capa de ozono! Epsilon4. ¡Estás pirada! Beta11. Bueno, basta... no voy a hacer esa ordinariez. Epsilon4. Pero... te hacés la santita y hace no sé cuanto que estás en bolas
delante de cualquiera que quiera verte... Beta11. (Nerviosa, titubeando) Ay... ¿vos creés que se darán cuenta de que
soy REALMENTE una puta? Epsilon4. (Piensa) No... cualquier cosa deciles que te estás bañando. Beta11. ¡Ah tá! (Comienzan a abrazarse. El Sr. Uno dispara a Beta quien cae
muerta. Epsilon4 queda unos
segundos paralizado). Sr. Dos. (Al Sr. Uno) No debiste haberlo hecho. Sr. Uno. Me equivoqué. Epsilon4. (Desesperado) ¡No... no... no puede... no puede ser...! ¡Hablame! ¡Decime
algo! No hay caso... han muerto todos... yo soy el único que queda... ¿qué
puedo hacer... solo... entre esta podredumbre? Y con mi país imaginario
hecho pedazos. No lo voy a resistir... Me voy con ustedes... ¡Amigos, espérenme...
allá voy! (Saca un revólver y se lo coloca en la sien). Sr. Uno. (Alarmado, igual que el Sr. Dos) ¡Pero qué hace! ¡Está
loco! Sr. Dos. ¡Se va a matar! ¡Hay que hacer algo! Sr. Uno. (Busca su revólver) ¡Sí, ya va, ya va! ¡Dios, que no
llegue tarde! Sr. Dos. ¡Va a cometer una
locura! ¡Mirá, lo va a hacer nomás! El
Sr. Uno dispara a Epsilon4 en la cabeza, quien cae muerto. Sr.
Uno. ¡Uff! Te juro que creí que no llegaba. Sr. Dos. Llegaste
justo. Sr.
Uno. ¡Menos mal! Sr. Dos. Evitaste un suicidio... fue muy osado lo que hiciste...
(Las luces van bajando de a poco y antes que termine el diálogo oscurece
del todo). Sr. Uno. Bah, no fue nada. Sr. Dos. ¡Claro que sí! Hoy en día son pocos los que se la juegan
por el prójimo. Sr. Uno. Yo si puedo hacer algo por los demás... qué querés que
te diga... yo no dudo. Siempre
a oscuras se escucha el tema “Mentiroso”, de Enrique Iglesias, o
alguno por el estilo, y la misma voz que antes decía que era Cleopatra
ahora dice: “¡Está bien, me trancé a la serpiente! ¿Qué más
quieren? ¡Ya tienen pruebas suficientes para internarme, pero, por favor,
no me torturen más! O por lo menos traigan la picana. Escena
24ª.
Se
encienden las luces. Entran Alfa9 y Beta11 de un lado del escenario, y
Gama9, Delta5 y Epsilon4 del otro. Visten ropa formal. Ingresan corriendo
eufóricos, excepto Alfa9 que viene caminando atrás, serio. Hablan
“fashion”, salvo Alfa9. Gama9.
(Hablando por ella, Delta5 y Epsilon4, gritando contenta). ¡Nos dieron
el alta! Beta11.
(Hablando por ella y por Alfa9) ¡A nosotros también! (Se reúnen todos
en el centro del escenario). Delta5.
¡Ay, qué emoción! ¡Estoy curado, no lo puedo creer! Epsilon4. ¡Yo creí que jamás saldría de acá! Beta11. Igual vamos a tener que hacer unos meses de tratamiento para completar
la rehabilitación... ¡pero es fácil! Nos dieron estas pastillas
anticonceptivas de ideas. Con una por día dicen que está bien. Delta5.
¡Sí, a nosotros también! Y también nos dieron este aparatito de
idiotización calibrada... (Muestra un pequeño aparato). Beta11. ¡Ah, sí, está bárbaro! Detecta cualquier comportamiento
“out”... al toque. Gama9. ¿Ay, no se sienten como... más liberados? Epsilon4. El director dijo una frase buenísima... Dijo “la cabeza es como una
maleta; cuanto más vacía más fácil de llevar”. Beta11.
¡Claro; es re lógico! Delta5. ¡Estoy tan contento! ¡Por fin me voy a poder transar a mi vecinita a
la que nunca me pude curtir porque no bancaba las boludeces que dice! Gama9. ¡Ay sí, y yo me voy a sacar el gusto... y me voy a comprar.. vieron
todas esas cosas que salen un huevo y que son al re pedo porque no sirven
para nada... pero que son re fashion...! ¿Vieron? Beta11. ¡Ay, sí! ¡Y yo me voy a comprar la obra completa de Shakespeare! Alfa9.
(Entusiasmado, por primera en esta escena) ¡Ah, yo hace poco leí un
libro suyo! ¡Está bárbaro! (Suena su aparato de idiotización
calibrada; se sorprende). ¿Qué pasó? Epsilon4.
Sonó la alarma del detector de conducta out. Alfa9. ¿Pero cómo? ¿Me sonó a mí y a ella no? ¿No se supone que es
“in” comprar libros de Shakespeare? (Dice “in” en tono irónico). Beta11. ¡Sí, mi amor! Comprar libros de Shakespeare es “in”... Lo que es
“out” es leerlos. Alfa9. Pero entonces ¿para qué...? (Vuelve a sonar su aparato). Tá, nada. Delta5.
Yo me voy a comprar todos los compacts de... ¡Los Sabuesos del Mambo!
(Suena la alarma de su aparato de idiotización calibrada). ¡Ay, bueno,
eso era lo “in” cuando entré acá! Epsilon4. ¡Sí, pero ya fue! A ver, pará que te busco... “Catálogo virtual
de bandas ‘in’”... ¡Ah! Este aparato es lo último... Mirá... acá
apareció algo... ¡Los Nietos de Pitágoras! Beta11. ¡Ay, me encanta esa banda! ¡Tengo que averiguar el teléfono del club
de fans! Delta5. ¡Pero si nunca la escuchaste! Beta11. ¡Ay, bueno, no seamos detallistas, che! ¿Hay un Todo Música por acá
cerca? Alfa9. ¿Te vas a comprar un disco de una banda que nunca escuchaste solo
porque es “in”... ¡Eso es absurdo! (Suena la alarma de su aparato de
idiotización calibrada). Beta11. ¡Viste, querido! ¡Vos no sabés lo que es ser “in”! Suena
la alarma del aparato de idiotización calibrada de Delta5. Delta5.
¡Qué pasa conmigo! Epsilon4. No sé, ¿qué hiciste? Delta5. ¡Nada, solo me guardé el aparatito en el bolsillo de mi pantalón! Gama9
le mira el pantalón a Delta5, y enseguida retrocede precipitadamente. Gama9. (Como escandalizada) ¡Este pantalón no tiene marca! Delta5. ¡Y bueno, qué querés! ¡Yo soy pobre! (Vuelve a sonar su aparato). Gama9. ¡Ay, flaco, apestás de lo “out” que sos! (Suena su aparato). Epsilon4. ¡Eso de “apestás” está re “out”! Delta5. ¡Sí, no existe! (Suena su aparato). Beta11. ¡No se dice que no existe, se dice que es “out”! Delta5. ¡Es lo mismo! (Vuelve a sonar su aparato). Gama9. ¡No ves que no es lo mismo! Beta11. (a Alfa9) Estás callado, mi amor... ¿te pasa algo? Alfa9. No... estaba pensando... (Suena su aparato más fuerte que las otras
veces). Bueno, quiero decir que estaba... como te puedo decir...
meditando... (Suelve a sonar su aparato; se fastidia)... Ok, estaba con la
mente en otro lado... (Vuelve a sonar, se fastidia aún más)... Estaba
tratando de pensar pero enseguida me di cuenta de que, afortunadamente, mi
cabeza está completamente vacía, entonces desistí del intento. Delta5. (A Beta) ¡Che, tu novio está de la nuca! (Suena su aparato)... digo,
de la cabeza... (Vuelve a sonar)... digo que está... crazy. Epsilon4. Che, cuando salgamos ¿qué les parece si vamos a jugar al paddle?
(Suena su aparato). Beta11. ¡Ay, estás re out! ¡El paddle recontra fue! Epsilon4.
¡Bueno, yo que sabía! ¡Hace años que estoy acá encerrado! Beta11.
Sí, bueno, yo lo sé por mi hermano. El jugaba al paddle, pero cuando
era “in”, aclaro. A propósito, ¿saben por qué yo tengo el culo tan
grande? Porque a mi hermano no le entraban las dos paletas en el suyo. (Se
ríen todos, excepto Alfa9 que solo sonríe). Delta5.
¡Ahora lo “in” es ir al gimnasio! (Suena su aparato). Beta11. ¡Se dice “gym”! Delta5. ¡Pero carajo! (Suena su aparato). Gama9. ¡Decir “carajo” es re out! (Suena su aparato). ¡Pero yo dije
“carajo” solo para decir que es “out” decir “carajo”! (Vuelve
a sonar las dos veces que dice “carajo” en la frase) ¡Bueno, tá, ya
entendí! Epsilon4.
Che, gente, ¿están todos listos, no? Miren que está por venir el ómnibus. Gama9.
¿Ya? ¡No lo puedo creer! Delta5.
Pero ¿cabremos todos sentados? Epsilon4. ¡Claro! Si tiene una capacidad para tres millones de pasajeros
sentados. Alfa9. Ahora, ¿alguien sabe para dónde se supone que va ese ómnibus? Beta11. ¡Ay, yo que sé! ¡Vos preguntás cada cosa! Alfa9. ¡Cómo que pregunto cada cosa! Creo que tengo derecho a saber para dónde
va el ómnibus que me voy a tomar, ¿no? (Suena su aparato; pone cara de
no tolerar más dicho aparato). Beta11. (Se ríe) ¡Querido, estás re “out”! Alfa9. (Burlonamente) ¡Ah, porque la nena es “in”! Beta11. ¡Por supuesto que soy “in”! ¿Acaso no te parezco “in”? Alfa9. ¡Pero decime! ¿No te das cuenta que ser “in” es lo más “out”
que existe? Beta11. (Riendo) ¡Pero qué decís! ¡Ser “in” es re “in”! Alfa9. (Suplicando) ¡Dios, Satán, o el que esté de turno! ¡Apiádate de
ella! Beta
aparta a Alfa9 del resto del grupo. Mientras, los demás siguen hablando
entre ellos pero no se escucha lo que dicen. Beta11. Mi amor... ¿cómo hiciste para aprobar el examen psiquiátrico? Alfa9. Muy fácil. Por un momento me creí Britney Spears, y actué en
consecuencia. Beta11. Pero ¿te creyeron? Alfa9. ¿Lo qué? Beta. El truco. Alfa9. Qué no me van a creer. Es más, me dijeron que estoy divina. Beta11. (Titubea) Ah, bueno, pero... no entiendo. ¿Para qué hiciste eso? ¿No
decías que acá eras libre, y que no te querías ir? Alfa9. (Piensa) Sí... Al principio no me quería ir. Pero ahora... Yo que sé.
Acá te matan por cualquier cosa. Y la verdad... si tengo que volver a
andar entre los muertos... que me quede, al menos, un poquito de vida. Beta11. (Con gesto de no entender nada) ¡Querido! ¿De qué hablás? Alfa9. ¿Cómo de qué hablo? ¿No te acordás? Lo que hablábamos. Miguel
Hernández... Beta11. No, pero... ¿es mejor que Christian Dior? (Alfa9 suspira) Suenan
las bocinas del ómnibus que los viene a buscar. Epsilon4.
¡Ahí llegó! Delta5. ¡Vamos, apúrense que se va! Corren
todos hacia el costado de la sala por donde se van a ir. Cuando llegan al
borde quedan allí como esperando para subir. El ómnibus no se ve, pero
ellos permanecen visibles al público. Todos están eufóricos y apurados
por subir, excepto Alfa9, a quien poco parece importarle. Gama9.
¡Ay, qué emoción! Beta11. ¡Delen, che! ¡Suban rápido! Delta5.
¡Estoy tan nervioso! ¿A dónde nos llevará? Epsilon4. (Entre risas) ¡Che, más confianza en el conductor! Comienzan
a subir al ómnibus, por lo que van desapareciendo de la escena). Gama9. ¡Esto sí que va a estar bueno! Delta5. ¡Qué bueno! ¡Buenísimo! Epsilon4. ¡Sí, va a estar de la puta madre! Alfa9. (Muy serio) ...que lo recontra mil parió. Salen
todos y durante unos pocos segundos se ve el pabellón vacío y detrás de
la ventana a los Sres. Uno y Dos igual que como estaban al comienzo de la
obra. Se cierra el telón.
[1] En latín “Pienso, luego existo”. |
Álvaro Dell´Acqua (2005)
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