Kamasutra[1] |
El muchacho jamás olvidaría aquella ocasión,
cuando con dinamismo descuidado ingresó al despacho del jefe y se abrió
ante sus ojos el libro del amor en la oficina. El
jefe y la rubia de contornos fascinantes de la oficina contigua estaban en
pleno romance. Apoyada en el escritorio, la mujer tenía la cara
congestionada y toda ella parecía vibrar. Él, un cincuentón feliz, de
espaldas a la puerta, la manoseaba descaradamente y la besaba en el
cuello. Ella miraba sin ver. Sus brasas, como dos ojos, atravesaron al
intruso, sin desengancharse siquiera por un instante de la alucinante
artesanía. La indiferencia de los amantes ante la presencia del muchacho
fue llamativa: acaso desvergüenza, gloriosa impunidad, exhibicionismo o
una fuerte capacidad de abstracción al ambiente. O todo ello a la vez. Lo cierto es que la actitud de los enamorados
hacía presagiar que los lances lúbricos continuarían desarrollándose.
Así fue, y tal como la vez relatada fueron encontrados de nuevo en
situación amatoria. Pero, en esta oportunidad, por otro testigo, y con
peor suerte. Denunciados, se les instruyó un sumario administrativo. Es proverbial la sutileza de los abogados en sus informes. El letrado sumariante, en sus conclusiones, al referirse a las actividades denunciadas, sostuvo que habían sido encontrados “¡en tan bajos menesteres!” y, lo más comprometedor, “¡en horario de oficina!”. |
[1] Relato publicado en el libro “La Empresa Inefable. Fragmentos de una historia apócrifa”, 2003, edición del autor. Desde una perspectiva uruguaya, los relatos de La Empresa Inefable articulan y recrean, mediante una narración irónica y antojadiza, un repertorio de anécdotas provenientes del mundo de lo cotidiano en las empresas. |
por
Héctor de Souza
“La Empresa Inefable. Fragmentos de una historia apócrifa”, 2003,
edición del autor, 152 páginas. (Impreso en Uruguay, ISBN: 9974-39-511-9)
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