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Miranda y Bolívar
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Bajo su cielo ecuatorial ardiente, En sus hermosas y floridas vegas, Entro sus bosques de gigantes cedros Y de rojos granados; En las salvajes cimas de sus cerros,
Al tronar de sus mares, Lucha la heroica Venezuela, y lucha Sin ventaja ni tregua, Como si el mártir del romano circo Con las garras del tigre combatiera.
Un día ese pueblo cuya sangre arde Como los fuegos que en la noche brillan, Sobro las crestas del altivo Duida, Mirando a sus señores frente a frente, ¡Quiero ser libre! dijo.... Al no humillante Que hirió su corazón en lo más sacro, Rompe sus fierros, como rompe el potro El fuerte lazo quo al corral lo ata, Monta de un brinco su corcel de guerra, Enristra denodado De libertad la poderosa lanza, Y el Omnímodo Rey de medio globo El duelo acepta, y a la arena baja.
Al fragor de la guerra So estrellan iracundas en sus peñas Del mar de las Antillas y el Atlántico Las encrespadas olas; Hincha su seno el Maracaibo airado, Y en su furente curso el Orinoco, Parece inmensa boa quo tragara Los bosques do su orilla temblorosos. ¡Infeliz Venezuela! En vano, en vano La mejor sangre de tus hijos corre; Tus ligeros jinetes, tus peones, Tus amados caudillos Van cayendo en la lid, y sobre ellos Seguras marchan, victoriosas siempre, Del Monarca insultado las banderas, Buscando aún los restos do tus héroes En la insegura sombra do tus sierras.
En vano el gran Miranda, Tu ardiente apóstol, tu primer caudillo, El austero repúblico sublime, El orador vehemente, el espartano, Por la virtud, la abnegación y audacia; Aquel que recibiera su bautismo De sangre y fuego y libertad y gloria Combatiendo abnegado En las legiones del divino "Washington; Aquel que de París el pueblo hirviente Tuvo por pedestal en días eternos, Y cuyo nombro agradecida grava En el arco triunfal de sus victorias La veneranda Francia; En vano, digo, en el soldado infunde El desprecio a la muerte, el amor santo Á la anhelada independencia, el odio Al opresor altivo, la esperanza Dulce y consoladora Del triunfo final para la patria.
¡Ay! para dar la libertad á un pueblo, Arrancándola audaz de entre los brazos Airados y potentes . Do la augusta Señora de dos mundos, No basta abnegación, valor, talento; No bastan héroes, so precisa un genio. El genio! el genio! sólo con tal nombre El corazón del orbe se estremece! En prolongado y repetido trueno Retumba de Caracas el asiento; Con ondulante convulsión se agita Cual la espalda de un monstruo agigantado, En cuya entraña ardiera El ciclópeo calor del Chimborazo; Como débiles mimbres so doblegan Las altas torres del sagrado templo, Estrellándose en polvo y en escombros Como lanzadas por el brazo inmenso Del dios de las tormentas; Rásganse las murallas, caen los fuertes, Mil moles de granito brota el suelo, Ó se abre en surcos de azulado fuego; Y desde el seno que revienta en ira De las espesas nubes Flagela el rayo la ciudad caída.
De en medio a esa catástrofe espantosa El fantasma se irguió del fanatismo Y al aterrado pueblo amenazaba: —De rodillas, mortales; vuestros rostros Cubrid de polvo, y suplicad al cielo Perdón a vuestro crimen ¡parricidas! A vuestro Rey rebeldes insultasteis, Y el Dios del Sinaí os aniquila! Y aquel pueblo temblando y consternado, Agrupándose en masas convulsivas, Vacilantes, llorosas y humilladas, Su grande causa, su misión hermosa Implorando clemencia abandonaba, Y la nube del miedo ante sus ojos El luminoso porvenir apaga. Mas ¡nó! quo de repente, cual si fuera Del terremoto el genio, Una visión surgió sobro aquel cuadro De terrores y penas.
De pié sobre las moles De la arruinada catedral, y altivo, Y ardiente y majestuoso Como el sublimo Spartaco En las quemadas rocas del Vesubio, Un joven se levanta. Enreda el huracán su cabellera Con el silbido de feroz serpiente; Bajo sus plantas crujen Las hacinadas ruinas; Fulgura ante sus ojos la centolla, Y desgarra su alma Un terrible clamor, un ¡ay! terrible, Ultimo adiós do la ciudad amada.
¡Arriba caraqueños! grita ardiendo En esa misteriosa, interna llama Que en Mirabeau produce la elocuencia, Furores en Danton y en Marat saña: —Dejad para los niños el espanto; Solo ante Dios se quiebra vuestra espada; Sólo ante él se dobla vuestra frente; Si á nuestra causa la natura ciega Sus horrendos fenómenos opone, Con ella lucharemos; Es de los libres la final victoria! ¡Arriba caraqueños! ¡Oh sublimo Bolívar! sí, tú fuiste Quien tronando severo en eso día De amarguras y duelo, De pasiones voraces y de engaño, De sus abismos levantaste un pueblo Con el genial arranque do tu alma, Debelando a sus ojos conturbados Del opresor la trama.
Desde entonces Caracas, foco ardiente De la revolución, volcán activo Quo esparciendo sus llamas creadoras Incendiaria cien pueblos, En el joven Bolívar vio su genio, Su corazón, su brazo, De su destino el dueño. En esos días ¡ay! héroe abnegado De la anhelada redención do América, Caía Miranda por doquier vencido, Perdiendo para siempre La encantadora faz do Venezuela, Su maternal ambiente, Y de su sol los amorosos rayos, Para morir al fin entro las sombras De una prisión cruel, aherrojado A la muralla de empapada roca.
Desde entonces Bolívar, Sintiendo sobre él, sobre él tan sólo La sagrada misión, la obra titánica De hacer naciones de colonias simples, Y vencer al león de las Españas, De un puñado de mártires rodeado, A muerte acepta la cruel batalla Con veteranas huestes Vencedoras temibles de Miranda.
España! España! ¿quién sobre tus ojos Ligó la venda del orgullo insano ? ¿Quién en tu noble corazón de madre Vertió el veneno de nefandos odios ? ¿No ves que si la leona en fiera rabia De aire y de luz á sus cachorros priva Ellos acabarán por devorarla?
No niegues, no, a tus hijos Esa tan justa libertad que piden; Ese celeste don que tú, cual nadie, Con tanto amor, con heroísmo tanto, Contra el romano defender supiste, Contra el cartaginés y contra el moro, Contra el águila franca, en cuyas garras Suspensos estuvieron Leyes, altares, pueblos y monarcas.
Recuerda, sí, recuerda Que el ardor de tu sangre en la pelea Lo apaga sólo de Numancia el fuego, Las furias de Lepanto, El heroico suicidio de Sagunto, De Trafalgar el sanguinoso Océano. Qué vas á castigar? tu misma audacia? Tu instinto noble y grande De preferir la muerte al menor yugo?
Demuestra, heroica España, al orbe entero, Que si has podido conquistar un mundo
Y llevar á él tu sangre, tus costumbres, Tas dioses, y tus leyes, y tus glorias, Sabes también crear naciones libres,
Como tú libres, y cual tú grandiosas.
Pero es en vano ya! Cuando los pueblos Víctimas son de inveterados vicios, De atrasadas pasiones y creencias, Anhelando alcanzar mayor renombre, Toman por ascensión a altos destinos El descenso fatal de su grandeza.
Todo es inútil ya! Desde el Atlántico Hasta los pies de los soberbios Andes, Del Amazona al mar de las Antillas, Nueva Granada, Quito, Venezuela, Del gran caudillo á la palabra ardiente Océanos son de furibunda guerra.
En mil cadalsos se alzan Altares a la muerte, Y al concluir el batallar furioso, El demonio feroz del exterminio Sobre el sangriento campo Ultima los vencidos.
Sucédense los triunfos y derrotas; Los cantos de alegría en la mañana Son ayes de dolor al caer la tarde: Ya las grandes victorias De Búrbula, Cucuta, San Mateo, Horcones, Magdalena, Se oscurecen y olvidan Ante el desastre horrible de La Puerta. Pero entonces Bolívar, aun más grande En la desgracia que en el mismo triunfo, Cubierto aún del polvo de la guerra, Ante el Congreso de Granada exclama: —No soy ya vuestro genio.. .. Sucumbe Venezuela... . estoy vencido....
Juzgadme y castigad: soy vuestro reo. Mas no lo juzgareis, no, granadinos: Ese hombre excepcional, rayo en la guerra, Humilde ante la Ley, cuya constancia En su admirable corazón se afirma, Con más poder quo el gigante Sorata Sobro su eterna base de granito, En su cabeza poderosa lleva La libertad de América, Y antes faltara al sol de Venezuela Su inmensa luz creadora Que el renunciar a su potente idea. ************ Cae de nuevo Caracas bajo el yugo, Y más tarde también Nueva Granada; Luego la hermosa y desgraciada Quito... Ya todo sucumbía Ante las armas del feroz Morillo. ¡Ah! Bolívar entonces encerrando En su afligido pecho La idolatrada imagen do su patria, Y llevando al destierro De libertad la sacrosanta llama, Con más ahínco, con mayor constancia Bienes, salud, placeres y familia Á su imperiosa idea consagraba.
Viuda de su caudillo Venezuela, En paz de tumbas llora subyugada. ¿Quién a su paso alumbrará amoroso La nueva senda de anhelada lucha? ¿No volverá á volar sobre sus campos La tricolor bandera, Ni brillará jamás sobro sus playas, En sus montes y vegas La espada do Araure y Santa Marta? No, Venezuela, no; los tiempos llegan De heroica redención y de victoria. Ya la cruz funeral de tu Calvario Cual esplendente sol se enciende, brilla, Y hasta las nieves de tus altos picos Con poderosos rayos ilumina.
Para la audaz, valiente profecía Que al rostro de los Reyes En las temblantes ruinas de Caracas Bolívar arrojó, la época viene.
¿No sientes ya de su bridón de guerra El delirante relinchar, y al golpe Del fuerte casco en la carrera ardiente, No vos surgir tus hijos De libertad resucitados Lázaros A la voz del caudillo?
¡Escucha, Venezuela! A tus montañas Los ecos llegan del canon tonanto... Es Boyacá quo marca En el cuadrante eterno do los siglos Nueva Granada como pueblo libre, Dueña y señora de su gran destino.
Pero más cerca aún, cual si en tu seno Celestiales acordes resonasen, ¿No sientes esa voz potente, altiva, Como la voz del Niágara, Consoladora y dulce como el eco Do tus vegas y playas ?
Levanta, Venezuela, y visto pronto De pueblo rey tus relucientes galas, Quo ya la libertad sus himnos canta Sobre el campo inmortal de Carabobo.
Mas ¡no! demora tu alegría anhelada Pues nuevo batallar tu alma atribula. Espera !,.. . escucha!.... entona, Entona al fin tu cántico do gracias,
Quo ya se irgue de su atroz martirio En Bombona y Pichincha Libre por siempre la valiente Quito. Y de esas cuatro homéricas jornadas Surge grande Colombia, nombre excelso Conque el genio de América triunfante Repara la injusticia Que Europa hizo al genio de los mares. ¿Del gran Bolívar la epopeya acaba? ¿Tanto laurel para su frente alcanza? Mil veces no; porque del mártir Inca La patria libertada Por el Gran Capitán de Chacabuco Se ve en peligro y á Bolívar llama. Llega, combate, vence, Y de Junin el eco al mundo pasma. Junin! Junin! Esplendorosa página De los fastos do América; Desesperada guerra de titanes, Espantoso bramar do león que lucha, Batalla griega en campo americano, Donde espadas y lanzas despreciaron Los rayos del canon, y cuya gloria Vencedor y vencido se disputan.
Y después do Junin, allá, más lejos, El campo do Ayacucho, De el último Virrey rinde su espada A la sombra gloriosa De la bandera que flameó Miranda. Y después más allá, allá en las faldas Del soberbio Ulimani, Una nueva nación, Bolivia hermosa, Con sus entrañas de fulgente oro, Sus legiones do cerros, Sus ríos como mares,
Su perfumada flora Y la rojiza luz de sus volcanes. ¡Basta, Bolívar, basta! Que ya para un mortal tu gloria sobra; Los Andes acumula, Titán de libertad, escala el cielo, Que solo allí la encontrarás más grande En este mundo sublunar ninguna.
Titán de libertad, escala el cielo, Que sólo allí la encontrarás más grande; En este mundo sublunar ninguna. |
poema de Don Ramón de Santiago
Anales del Ateneo del Uruguay
Año II - Tomo V - Nº 24
Montevideo, 6 de agosto de 1883
Texto digitalizado y editado por mi, Carlos Echinope, editor de Letras Uruguay. Se agrega imagen. echinope@gmail.com - https://twitter.com/echinope fb https://www.facebook.com/carlos.echinopearce
Inédito en el cyber espacio mundial al 21 de noviembre de 2016.
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