Sobre "Pregúntale al polvo" de John Fante, Anagrama, Barcelona, 2001 (205 pág.)

Por Leonardo de León

John Fante y la literatura del limbo

Hablaré del libro "Pregúntale al polvo" del escritor John Fante; escritor bastante relegado por los lectores pero que merece una más detallada observación. El solo hecho de aventurar mis limitadas ideas a la construcción del comentario de una obra tan vasta, me resulta abrumador. De alguna manera, ciertos textos nos superan. Los lectores, seres por lo general frágiles y dotados de una sensibilidad agudizada, solemos experimentar un sentimiento de subordinación ante algunas obras; un estado sensible que no se deslinda de la congoja, pero que, sin embargo, resulta extraordinariamente próspero. Debo decir que he sentido profundamente esa congoja y ese goce al leer este libro.

La obra en cuestión forma parte de una tetralogía constituida además por las novelas "Espera la primavera, Bandini", "Camino de los Ángeles", y "Sueños de Bunker Hill". Los cuatro trabajos novelísticos circundan sobre un mismo personaje que se reitera en las plurales ficciones que cada libro exhibe. Arturo Bandini es un adolescente con pretensiones literarias, una psicología compleja que concentra sus proyectos hacia la posteridad de la fama y a la consolidación del amor. El alcance de estos objetivos, que pretenden aparentar simpleza, demandan exigencias y frustraciones constantes en el protagonista; lo que promueve un estado de alerta que se aproxima a la paranoia.

En "Pregúntale al polvo" Bandini cuenta veinte años, y ha publicado una breve narración en una ignorada revista. La sutil aparición de este cuento gesta un enaltecimiento artístico desmedido en Arturo, y este acumula un grado tal de estímulo y ansiedad, que da lugar a imaginaciones incoherentes, inapropiadas; propias de la mentalidad adolescente. Todo el libro transitará por ese sendero psicológico que experimenta una persistente autopotenciación de la fantasía; y que sirve de elemento vital para el sentimiento de aventura del personaje.

El libro comienza con un Bandini dispuesto a perder su virginidad. Estos proyectos harto entendibles en una persona de su edad no se deben a un mero afán de concreción; sino a una aproximación hacia lo femenino que el personaje considera de relevancia para su escritura. Pues, Arturo vive la peripecia por excelencia de los escritores: la hoja en blanco. Sus ideas se encuentran obstaculizadas por algún motivo que su confundida conciencia no logra desentrañar con cabalidad; sus tentativas artísticas sufren la obnubilación característica del arte escrito, sus meditaciones estéticas solo encuentran el vacío Es por esta razón que pretende experimentar las dichas del amor y, de esa manera, destruir ese muro ideológico que lo asila de las áreas creativas. La aventura de esa búsqueda hace a la novela, y como no pretendo asesinar anhelos, detendré por ahora mis comentarios sobre las anécdotas narradas.

La prosa de Fante goza de la simpleza que solo los entendidos en el lenguaje dominan. Los párrafos presentan el don de la medida justa; del significado cristalino y refulgente que todo lector ansía. En ningún momento el discurso eclipsa los significados; más bien se produce lo apuesto, y lo lingüístico resulta un efectivo vínculo que aporta textura y elevación a la historia. La manera en la que Fante elabora la tensión de las atmósferas es fascinante, concomitante a un hipnotismo ineludible. Los escenarios se ven acosados por una niebla omnipresente, espesa, que interrumpe las miradas.

La presencia de la bruma incluso puede admitir interpretaciones simbólicas. La niebla es para Snorri Sturluson el elemento iniciador del universo; una idea que la ciencia ficción de Olaf Stapledon tampoco ignoró. La otra acepción simbólica se asocia al "polvo" expresado en el título; pues ambos componentes, "polvo" y "niebla", se inscriben en el sistema de lo evanescente, de lo corpóreo pero sin forma, de lo material pero inútil. De alguna forma, esa nube que todo lo acosa representa la búsqueda ciega del ser humano creador; un rastreo que subordina al ser ante sus instintos. Así, al fusionar las dos posturas precedentes, podríamos considerar a la novela "Pregúntale al polvo" como una suerte de "Odisea" del génesis; donde el hombre busca la inspiración en un terreno solo accesible por la aventura, y que se resiste a la revelación apenas iniciada del arte.

Alessandro Baricco, autor de la exquisita novela "Seda", destaca la independencia que exhibe la prosa de Fante: "(...)queda claro que no se está leyendo a Faulkner. Ni siquiera a Chandler (carecía de esa sobriedad), ni a Saroyan (no tenía ese humor), a Steinbeck (seguramente más ambicioso), o a Hemingway (difícil, incluso para él, poner en las primeras líneas todo ese humor). La afirmación de Baricco resulta sugerente; pues una escritura que no admite comparaciones con otros estilos incurre en una dificultad de definición. La ausencia de parámetros comparativos subscribe a la narrativa de Fante en un limbo, en un espacio elevado y por momentos inaccesible para la crítica o las clasificaciones. Estas facultades solo son dignas de un cerebro atento.

Leonardo de León
Semanario Minuano.

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