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Bolero paraíso
Cuque Sclavo

 

Ha vuelto el bolero y no es casualidad. Las mujeres lo necesitaban. Es el paraíso perdido, solamente habitado por Adán y Eva. Allí lo único que tienen que hacer las mujeres es amar. Todo el tiempo, eso sí. Porque el amor es eterno. Allí se vive en una eterna luna de miel. En el bolero no hay hijos y nadie tiene que trabajar. El bolero es un gran teleteatro de esos en los que lo único que se toma son whiskies y aviones. Con la ventaja adicional de que allí las mujeres no tienen rivales (no hay madrecitas, ni noviecitas). Y además, el bolero es democrático. Todos sufren por igual. Es el único gasto vital que hacen y, como siempre sucede en la pantalla chica, nunca envejecen.

 

Las mujeres encuentran en el bolero la defensa de sus derechos humanos. A diferencia de lo que les ocurre en el tango. Por otra parte, es preferible que a una la describan como: Muñequita linda, de cabellos de oro, dientes de perla, labios de rubí (una joya como quien dice) a que la llamen: flaca, fané y descangallada, te vi

la madrugada salir del cabaré. En el bolero no hay que romperse el espinazo lavando ropa al pie del piletón ni se corre el riesgo de encontrarse con la pobre fea que, procurando que el mundo no la vea, va camino del taller. En el bolero sólo hay gente linda. Allí, la mujer solamente debe ser soñadora coqueta y ardiente. Y para ella lo único que debe hacer es darse al amor con frenesí y ardor. Ese es el dogma. No importa si se da al cantor o a todo el mundo.

 

Lo que ella decida no nos concierne. El bolero respeta sus derechos. Nada que ver con esos resentidos arrabaleros que gritan: Matala, matala si ya no te quiere, aúllan mil voces de odio y rencor. De repente, también, habrá algún desubicado, como Rosamel Araya que le cante: Para que sepan todos a quien tú perteneces, con sangre de mis venas te marcaré en la frente. Para que te respeten, aún con la mirada y sepan que tú eres mi propiedad privada. Y bueno, inadaptados siempre hubo y habrá. ¡Qué se le va a hacer! Pero para compensar a éste, también está Julio Jaramillo que le hace este Juramento y allí el hombre se juega entero: Si tú mueres primero yo te prometo que escribiré la historia de nuestro amor. La escribiré con sangre, con tinta sangre del corazón.

 

Señora, señorita, debo aclararle que si bien en el bolero no tendrá que toser por las noches como la obrerita ni sufrir por el cruel presentimiento, no obstante, en el bolero no va a tener descanso nocturno tampoco, pero por otras razones. En el tango, el cantor va al "boliche" a cantar los tangos, se topa con milongueras, se atora con copetines y, cuando vuelve, duerme la mona toda la noche. En el bolero no sucede lo mismo. El hombre no vuelve cansado a la casita de los viejos, sino a la suya Sra. o Srita. Y, ¡ojo!, vuelve excitadísimo y gritando: acércate más y más y más y bésame así, así, así como besas tú. Y cuidadito con que Ud. le diga: Espera, negrito a que se duerman los nenes. No, ¡jamás!, porque enseguida él le va a espetar: Estás perdiendo el tiempo, pensando, pensando, por lo que más tu quieras, hasta cuándo, hasta cuándo.

 

Y, se los prevengo, Sra. o Srita., en el bolero o se es amante full-time o no se es. Las van a exigir a fondo: Quiero que vivas sola para mí, quiero que vayas por donde yo voy. ¡Qué narcisón!

 

Aguántelo, si bien es cierto que un mal día este loco ardoroso la va a perchar y la va a mandar al banco diciéndole: Nosotros que nos queremos tanto, debemos separarnos, no me preguntes más. No es falta de cariño, te quiero con el alma, te juro que te adoro y en nombre de este amor, y por tu bien, te digo adiós.

 

Le dio el olivo. Es cierto, pero, ¿vio con qué delicadeza?

 

O es que acaso, Sra., Srita., Ud. prefiere volver al tango y que su hijo se entere que a su madre, en una noche de Reyes, por falsa y por cobarde su padre la matóóóóóó? ¿Se da cuenta qué regalito para el nene que le dejen en los zapatitos una madre acuchillada? El pobre chiquilín no va a ganar para pagar psiquiatras. Por eso le digo, piénselo bien, Sra. o Srita.
 

Cuque Sclavo

Cuque contraataca
Colección Humores - editorial Fin de Siglo
Montevideo, 1994

 

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