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A Renzo Pi Hugarte, in memoriam: Nada de lo humano le fue ajeno Marcia
Collazo Ibáñez
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pérdida física; pero seguiremos gozando de su presencia intelectual, espiritual y académica.
Todas las personas suelen destacarse en
algo, así sea en un rasgo aparentemente velado, nimio, casi
desapercibido. Renzo descollaba o sobresalía en dos grandes virtudes que
no siempre van juntas: la brillantez de su despejada inteligencia y la
generosa calidez de su condición humana. En un mundo intelectual en el
que no pocas veces campean las más variadas formas de la vanidad y el
narcisismo, Renzo andaba por los caminos de la vida con su
característica sencillez y cordialidad a cuestas. Y por eso es más
grande aún su ejemplo y su legado. Y por eso también, vale para él el
dictum rodoniano, puesto en boca de Gorgias: “Por quien me venza con
honor en vosotros”, entendiendo por verdadero honor la superación, no en
el intelecto por el intelecto mismo, sino en el hacerse y el gestarse
del ser humano desde sus propias y viscerales raíces, en búsqueda de la
verdad y del bien. Porque, en definitiva, el más hondo mensaje de un
auténtico humanista, como lo era Renzo, es el de convertirse (y
contribuir a convertir a otros) en un haz de humanidad pensante cuya
finalidad última es la tan anhelada eudaimonía, felicidad o como quiera
llamársele, de los hombres y mujeres de buena voluntad en esta sufrida
tierra.
Desde la disciplina Historia de las Ideas
en América, y más precisamente, desde la antropología filosófica,
lindante a su vez con la historia, quiero referirme a la producción
intelectual de Renzo Pi. Aristóteles definía así a la verdad (y, por
ende, a la realidad): “Lo que es, y lo que no es, no es”. Palabras son
estas que parecen tan demasiado simples, a primera vista, como para
sospechar que se trata de una tautología, como cuando alguien dice: un
perro es un perro. Y sin embargo, son palabras profundamente sabias, en
su hondura de rotunda y radical evidencia.
Traigo dicha cuestión a modo de mero
ejemplo, sin pretender entrar en polémica alguna, con el único fin de
demostrar la rigurosidad metodológica del pensamiento de Renzo Pi, que
actuaba —repito- como verdadero científico comprometido con la causa de
la búsqueda de la verdad, sea cual sea la misma y caiga quien caiga.
Renzo defendió siempre la necesidad ineludible e indiscutible de llevar
hasta sus últimas consecuencias los procedimientos científicos que deben
orientar cualquier estudio etnográfico e histórico que pretenda
inscribirse en el sentido de la objetividad. Por eso nos alertó más de
una vez contra los peligros que suelen rondar las tiendas de la
antropología, intentando introducir planteos pseudo científicos, las más
de las veces delirantes y fundamentalistas. No se trata, ni siquiera, de
intentos de introducir al mythos en el territorio del logos, dado que
del mythos y sus variadas manifestaciones también se ocupa la
antropología (al igual que la filosofía); se trata de la simple y llana
confusión, casi siempre burda y no pocas veces manipuladora, entre la
ciencia y lo que no es ni será nunca ciencia. Una cosa es lo que existe
en el área de la ciencia, bajo la forma de hallazgos, descubrimientos,
datos, indicios o hipótesis racionalmente fundadas; y otra cosa es lo
que nos gustaría que existiera en tal terreno. Podemos, si lo deseamos,
crear un sistema normativo para introducir el deber ser en el mundo del
ser, y decir, por ejemplo, que “a partir de hoy se decreta que tal o
cual comunidad indígena del pasado practicaba tal o cual ritual,
afirmación que devendrá en indiscutible”; ya que, a falta de pan, buenas
son tortas; pero no podemos pretender hacer pasar por dato o hipótesis
científica a lo que no es dato o hipótesis científica, porque un perro
es un perro y nunca será un gato (lo que es, y lo que no es, no es.). En
tal sentido, Renzo habló más de una vez, de esa especie de nuevos
inquisidores que han aparecido, no solamente en nuestro país sino en el
mundo entero, dispuestos a silenciar a quienes no acepten “sus
veleidades”, y empeñados en imponer un nuevo sistema de creencias sin
asidero científico alguno. Vale la pena recordar aquí a Herder, el
pensador alemán del siglo XIX que dio origen, junto a otros como Goethe,
Schiller, Schelling, a la primera generación romántica de cuño
historicista que hizo germinar una nueva rama de la filosofía, la que
desembocará en la hermenéutica y en el existencialismo, centrados en el
hombre y en sus formas de comprensión del mundo. Denunciaba Herder la
tendencia a presentar el pasado, desde una pseudo ciencia, como si se
tratara de una novela dotada de un personaje narrativo central, al que
denominaba “Progreso” (y existen, como es obvio, quienes confunden la
novela con la ciencia, creyendo que la narración del mundo puede
sustituir a la realidad fenoménica del mundo). El autor de la novela
(léase grupo social, político, cultural o académico empeñado en poner de
relieve determinada visión del mundo), en su afán de mostrar las
excelencias de su protagonista, construye e inventa hechos, y oculta o
deforma otros, idealizando determinados hitos, figuras y momentos,
existentes o no. Es cierto, repetimos, que desde el enfoque
hermenéutico, todos narramos o interpretamos el mundo, y es imposible no
hacerlo, desde el momento en que poseemos un lenguaje y con ese lenguaje
designamos las cosas y describimos acontecimientos. Sin embargo, la toma
de postura ante hechos singulares, propios de las ciencias humanas, debe
encauzarse siempre dentro de los estrictos márgenes de la racionalidad,
en una visión libre de fanatismos, so pena de degenerar en algo que
podrá asumir las más variadas formas de la expresión humana (como la
literatura, la mística, la metafísica), pero que ya no será ciencia. La
antropología contemporánea se nutre, en buena medida, en estos grandes
conceptos filosóficos.
Varias son las contribuciones que, con
ayuda de la metodología científica, realizó en tal sentido Renzo Pi
Hugarte. En primer lugar, el sujeto del que se ocupa en su obra, es muy
variado: unas veces aborda el problema de los trabajadores colombianos
en Ecuador; otras, los cultos de posesión en el Uruguay; otras, la
cuestión indígena y la tan debatida orientación “charruística”; ello
demuestra que, en definitiva, su material de trabajo no es otro que el
ser humano a secas, ya sea indígena, europeo, afrodescendiente, o
mestizo (en sus múltiples y ricos cruces étnicos). Ser humano al que la
filosofía ha pretendido categorizar, por lo menos desde la Epoca
Moderna, dentro del concepto nuclear de sujeto.
Para Foucault, en el terreno de las
disciplinas humanas no hay sujeto u “hombre” propiamente dicho, lo que
no significa que no existan individuos, éstos sí de carne y hueso, éstos
sí seres pensantes y actuantes; es que el hombre no se ha ocupado nunca
del hombre en tanto hombre, sino de las estructuras políticas,
culturales, económicas y sociales en las que ese o esos hombres actúan.
No habría, pues, un sujeto dador de sentido, tal como expresa el
pensador mexicano Carlos Pérez Zavala . Y esto es así porque el hombre,
en tanto sujeto, “es sólo una invención reciente, una figura que no
tiene ni dos siglos, un simple pliegue en nuestro saber y que
desaparecerá en cuanto éste encuentre una forma nueva”. El sujeto es,
así, sólo un desgarrón en el orden de las cosas, en todo caso una
configuración trazada por la nueva disposición que ha tomado
recientemente en el saber. Cruz, F., R., El hombre pregunta: hacia una antropología metafísica, México, Universidad Iberoamericana, 1994. Ferrater Mora, J., El hombre en la encrucijada, Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1965. Foucault, Michel. Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas. Siglo XXI. 1967 Pérez Zavala, Carlos. Arturo A. Roig. La filosofía latinoamericana como compromiso. Río Cuarto: Universidad Nacional de Río Cuarto y Ediciones del ICALA, 1998 Pi Hugarte, Renzo. Historias de aquella “gente gandul”. Ed. Fin de Siglo. 1999. - Revelaciones de la literatura a la antropología. Anuario de Antropología Social y Cultural en Uruguay, v.: 1, p.: 46 - 57, 2007 - Sobre el charruismo. La antropología en el sarao de las seudociencias. Unesco. Anuario 2002-2003:103-121. - Asimilación cultural de los inmigrantes siriolibaneses y sus descendientes en Uruguay. Anuario de Antropología Social y Cultural en Uruguay, v.: 1, p.: 53 - 58, 2005 - Elementos de la cultura italiana del Uruguay. Anuario de Antropología Social y Cultural en Uruguay, v.: 1, p.: 56 - 75, 2002 - La presencia del terruño en los nombres de comercio. Anuario del Centro de Estudios Gallegos, v.: 1, p.: 227 - 242, 1998 - Las sorpresas de la asimilación: una mae - de - santo gallega. Anuario del Centro de Estudios Gallegos, v.: 1, p.: 75 - 92, 1997 - Los cultos de Posesión en el Uruguay. Antropología e historia. Banda Oriental. 1998 - Los indios del Uruguay. Banda Oriental. 1993, y muchas otras que se describen en las referencias bibliográficas. Tani, Ruben. La antropología filosófica de Arturo Ardao: sujeto, espacio y tiempo. Anuario de Antropología social y cultural enel Uruguay. 2004. Unamuno, Miguel. Del sentimiento trágico de la vida. Editorial Biblioteca Nueva. 1999.
Valverde, C., Antropología filosófica,
Valencia, Edicep, 2000. |
Marcia Collazo
collazomarcia@gmail.com
Publicado, originalmente, en "Bitácora", de la Agencia Uruguaya de Noticias Uy.press - Montevideo
30 de enero de 2014
http://www.uypress.net/uc_32014_1.html
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