El de las yemas de huevo |
Una vez por semana, aparecía por mi negocio, siempre en horas de la mañana. Era un hombre modesto, limpiamente vestido, muy amable y de unos treinta y cinco años. Tomaba un vinito seco y esperaba que viniera una meretriz amiga para ocuparse con ella. Yo nunca le había preguntado nada, pero como habíamos hecho la amistad corriente de boliche, me contaba que siempre iba con la misma porque era amiga de años. Como había cambiado de burdel, y ahora trabajaba en el Bajo, mientras ella llegaba hacía tiempo charlando conmigo. Cuando veía llegar a su preferida, iba hasta el prostíbulo y en los minutos necesarios volvía al negocio y se tomaba dos yemas de huevo con vino seco. Todas las semanas repetía la misma operación demostrando ser un hombre metódico. A mi me hacía gracia lo de las yemas de huevo y viendo una mañana que yo me sonreía al servirlas me dijo: "¿Sabe que pasa? Hay que reponer las energías perdidas ... ". Yo no pude aguantar la risa y le pregunté: "¿Usted en el burdel levanta pesas?" En menos que canta un gallo se tomó las dos yemas, pagó y se mandó a mudar. A partir de ese día cambió de boliche. |
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