Carta a mis compañeras |
Hubo
un día en que el cielo estaba azul y el sol calentaba como rabioso el
aire en pleno invierno. Así
era para todos, así era para los demás, pero no para mi. Ese
día para mi era rojo furioso, negro, deprimente, frustrante,
desesperante. Sentía
el calor pero no del sol, sino de la rabia contenida que tenía hacia el
mundo, hacia la gente, hacia mi. "EL
MUNDO CONTRA MI", como la película. Entonces,
con bronca y todo, salí a hacerle un favor a alguien a quien detestaba, a
una de esas personas que yo sentía que me atacaba y me degradaba. Caminé
como alma que lleva el diablo hasta el lugar donde tenía que llevar la
encomienda y dije: "ésta, seguro, es una vieja cheta, en el edificio
que vive..." Pero...
¡SORPRESA...! La señora era una simple anciana agradable y sencillamente
vestida. Eso
fue como una leve cachetada que me sacó un poco del tornado que me había
llevado hasta ahí. "A
veces no todo es lo que parece..." y así me di media vuelta y me fui
de aquel lugar. Al
estar en la calle me esperaba nuevamente el viaje de regreso, pero ahora
un poco más calmada. Me paré en la esquina, empecé a buscar el camino a
seguir y me dije:" ya que estoy por acá tendría que aprovechar el
viaje y sacarle provecho". Así que me largué y por el camino pasé
por las puertas de ese lugar llamado MIDES, donde otras tantas personas
venían a buscar ayuda, la cual a mí ya me la habían dado. Entré
y, simplemente, saqué número. Me senté sin tener ni la más mínima
idea de lo que iba a pedir, ni para qué estaba ahí. Sólo estaba... Miré
a las personas una a una y luego comencé a escuchar sus pedidos, y reparé
en una muchacha joven, que preguntaba sobre una especie de bolsa de
trabajo que este lugar supuestamente ofrecía. La
anotaron en una lista y se fue algo cabizbaja por no haber obtenido buenas
noticias; sólo le tocaba esperar. Al
irse la chica, escuché una conversación que tuvieron dos de las
asistentes que atienden ahí, que decían algo así: "¿por qué no
la mandaste a tal lugar, que aún necesitan gente?". Así
que aproveché la información y dije: "cuando me llamen voy a
preguntar por algún trabajo y quién sabe, tal vez a mi sí me
salga..." Me
llamaron, hice mi pedido y obtuve una respuesta afirmativa; no de un
laburo. Era una especie de curso que preparaba mujeres para cierto tipo de
trabajo. Así
que tomé la dirección y cuando salí sentía el calor del sol en mi
rostro, y toda esa bronca y frustración se estaba desvaneciendo, y una
repentina esperanza de bienestar se plantó en mi corazón, y cuanto más
me acercaba a este lugar, más me alegraba, más sentía que estaba en el
camino correcto. Pero
iba para una esquina he iba para la otra y no lo veía, no encontraba ese
lugar, el que yo imaginaba de puertas enormes y entrada destacable,
seguramente como un portal Eso
estaba siendo para mí... un portal, era mi futuro, un portal de
esperanza. Pero
el número no coincidía con la puerta que yo esperaba. Era una pequeña entrada casi escondida, sin pompas ni
nada, sólo una simple y pequeña entrada. Así
que nuevamente la realidad me golpeaba y me bajaba a tierra como si fuera
una cometa que de pronto pierde el viento. Lentamente
subí la escalera y temblaba, y dudaba, y otra vez comenzaba a nublarse mi
mente. Pero una voz en el aparato de entrada hizo que decidiera, de
improviso, subir. La
puerta se abrió y terminé por pasar. Una chica muy amable me atendió,
se presentó y dijo su nombre, el cual no recuerdo, pese a que trabaja a
diario en la oficina. Luego
conocí a Magda, una chica joven, dulce, agradable, que me tomó los datos
y dijo que viniera al otro día para hablar con la psicóloga y hacer un
test de aprobación. Ese día salí de ahí como loca, contenta, esperanzada y a la vez preocupada. Cuestionándome todas las actitudes que había tenido en el día y en mi vida, puesto que eso es lo que harían al siguiente día conmigo. Al menos eso creí. Al
siguiente día volví, preguntándome de qué manera y por qué motivo
iban a tomar o capacitar a una tipa loca y trastornada como yo. Peleada
con la vida y odiando existir, pero a la vez rezando para que apareciera
una simple luz que iluminara mi ruta de escape de todo lo negativo que me
rodeaba. Tenía
ganas de luchar, puesto que todos los días, cual Quijote, peleaba contra
molinos de viento, defendiéndome de monstruos que me atormentaban. Cada
uno tenía su nombre: "Inseguridad","Desesperación","Incertidumbre","Violencia","
Dolor", "Temor","Tristeza", y otros más... Así
que a diario luchaba contra ellos, con sólo una defensa: el AMOR, el amor
a mis hijos, el deseo de demostrar y demostrarme que no me iba a dejar
vencer por la vida. Pero
la duda me asaltaba al hacer cada prueba que la señora psicóloga me
mostraba. Yo
sabía que estaba siendo analizada, y en cierto modo, esa tortura me daba
placer, porque al fin sabría qué tan loca estaba. Si,
es gracioso, pero triste a la vez. Luego,
ese volver a donde vivo y esperar la respuesta de si estaba preparada para
aspirar a un futuro decente para mis hijos. "¡LO
LOGRÉ...!!!". Mi
locura, mi raye, mi impulsividad y el simple tortazo que me dio la
anciana, cambiaron mi ruta hacia acá. Al
fin la vida me dio la oportunidad de progresar. Como si hubiera andado por
un camino seco, árido y solitario y, de repente, apareciera un árbol con
el fruto más dulce, jugoso y delicioso, dejado solo para mí. Para que su
dulzura aplaque mi amargura, para que su jugo sacie mi sed, y para que su
sabor me llene de satisfacción. Así
que... ¡ACÁ ESTOY! Terminando esta batalla con la vida que ha sido,
mantenerme en este curso en donde he obtenido las armas y me he entrenado
para pelear las próximas batallas y así ganar esta guerra con la vida. Porque
es ahora cuando empieza lo más duro: probar y probarme que soy un buen
soldado, y que con el entrenamiento que he recibido y mi voluntad bien
puedo ser capitán. Pero
tengo un as bajo la manga, que no me lo dieron acá. Mi
as es el amor de mis hijos, que aunque uno lo niegue, porque suene
"cursi", mueve el mundo y es real. Es mi historia, es mi verdad... Tal vez se parezca a la tuya, tal vez tú, un día me la quieras contar. |
Clara
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