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Desde sus
primeros trabajos, Leopoldo Zea ha ido elaborando los materiales para
formar una conciencia histórica de Hispanoamérica. Comenzó por estudiar
la historia de las ideas en México y luego en toda Hispanoamérica de un
modo minucioso y humilde; su obra se orienta mes tarde hacia la
determinación de la conciencia actual de América. Recientemente, tres
libros suyos dan cima a su labor y completan el cuadro de su temática y
de sus conclusiones[1]. Formado en la
corriente historicista, habiendo sentido la influencia de Ortega y de Gaos,
el existencialismo —sobre todo en una de sus versiones francesas, la de
Sartre— ha completado últimamente su trasfondo filosófico, sin hacerlo
abandonar, a nuestro juicio, su primera formación historicista. La tarea de describir el modo de ser de nuestros pueblos tiene ilustres predecesores; pero la contribución de Zea —aparte de la labor de historiador de las ideas— consiste en una descripción objetiva de nuestra situación como pueblos concretos, esto es, en una descripción objetiva y sistemática de nuestros caracteres, en realizar lo que hemos denominado una fenomenología de Hispanoamérica. Por esta ordenada exposición y por reducir al mínimo la interpretación metafísica, la obra de Zea es un ejemplo de honestidad y |
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de prudencia.
Sin caer en las riesgosas trascendentalizaciones de un Martínez Estrada ni en la especulación de
intenciones políticas de un Belaúnde, este mexicano intenta con una
cartesiana fundamentación filosófica determinar nuestra conciencia.
Desde sus
primeros trabajos, Leopoldo Zea ha ido elaborando los materiales para
formar una conciencia histórica de Hispanoamérica. Comenzó por estudiar
la historia de las ideas en México y luego en toda Hispanoamérica de un
modo minucioso y humilde; su obra se orienta mes tarde hacia la
determinación de la conciencia actual de América. Recientemente, tres
libros suyos dan cima a su labor y completan el cuadro de su temática y
de sus conclusiones[1]. Formado en la
corriente historicista, habiendo sentido la influencia de Ortega y de Gaos,
el existencialismo —sobre todo en una de sus versiones francesas, la de
Sartre— ha completado últimamente su trasfondo filosófico, sin hacerlo
abandonar, a nuestro juicio, su primera formación historicista. La tarea de
describir el modo de ser de nuestros pueblos tiene ilustres predecesores;
pero la contribución de Zea —aparte de la labor de historiador de las
ideas— consiste en una descripción objetiva de nuestra situación
como pueblos concretos, esto es, en una descripción objetiva y
sistemática de nuestros caracteres, en realizar lo que hemos denominado
una fenomenología de Hispanoamérica. Por esta ordenada exposición y por
reducir al mínimo la interpretación metafísica, la obra de Zea es un
ejemplo de honestidad y de prudencia. Sin caer en las riesgosas
trascendentalizaciones de un Martínez Estrada ni en la especulación de
intenciones políticas de un Belaúnde, este mexicano intenta con una
cartesiana fundamentación filosófica determinar nuestra conciencia.
Situación
existencial del hispanoamericano. Es función
primordial de la filosofía hacernos tomar conciencia de la realidad, y ésta
se nos manifiesta ante todo como historia y como sociedad. Es decir, la
filosofía debe hacernos conscientes de nuestra situación en el mundo.
Esta interpretación ya aparecía en los últimos escritos de Husserl2,
y las filosofías de la existencia la han acentuado y desarrollado. El
hombre tiene que situarse en la realidad para ser plenamente consciente y,
por lo tanto, responsable. Luego queda el otro aspecto del filosofar, el
propiamente metafísica, que era el que había destacado la filosofía
tradicional. Si el hombre
contemporáneo es un desorientado en un mundo en crisis, más lo es en
Hispanoamérica, en donde la diversidad de razas y de culturas hace difícil
el situarse inequívocamente. Urge situarnos lo más lúcidamente posible,
porque nos urge la acción y estamos actuando sin ser plenamente
responsables. Esa es para nosotros tarea primordial. Durante mucho
tiempo hemos vacilado entre un europeísmo falso y estéril, que no es
expresión de nuestra realidad ni sirve para comprenderla ni dominarla, un
nacionalismo o indigenismo, también falso y estéril, y un hispanismo
arbitrario y nefasto. Lo mejor que
podemos hacer es contemplar a Hispanoamérica, observarla en su historia y
en su realidad presente, sin prejuicios ni prevenciones, y extraer de esta
observación las normas para actuar. En la formación
de la conciencia hispanoamericana se puede distinguir diversos factores:
1) América como realidad geográfica, étnica y cultural; 2) Europa, con
todas las implicaciones de la cultura occidental; 3) España, con sus
aportes étnico, idiomático y religioso; 4) Norteamérica. Es en función
de estos elementos que se va a determinar la conciencia de Hispanoamérica. Desde su
descubrimiento, América tratará de hallar su propio ser, a través de un
desenvolvimiento dialéctico. Primero, al querer ser asimilada sin más a
lo español, lucha contra ello en sus dos aspectos: el político, que
culmina con los distintos actos de la Independencia, y luego en lo
cultural, en lo que se ha llamado la emancipación mental de Hispanoamérica.
Buscó entonces en Europa y en Norteamérica un ideal para realizar. Así
se fue constituyendo en su aspecto institucional y en su realidad jurídica.
Más tarde vendrán los movimientos de reivindicación de lo propiamente
hispanoamericano, hasta llegar a la situación actual, a la que Alfonso
Reyes ha llamado mayoría de edad americana. En cierta
medida formamos parte de la cultura occidental, pero nada más que en la
cierta medida. Hay otras realidades, culturales, étnicas, que hacen que
la cultura occidental no nos exprese totalmente. Esta situación
existencial del sudamericano tiene dos aspectos: uno con respecto a la
historia, y otro con respecto a las formas culturales en las que está
obligado a expresarse. Con respecto a
éstas últimas se ha descrito la situación de la conciencia del hombre
hispanoamericano como un sentimiento de inadaptación. No nos
sentimos totalmente expresados en las formas culturales que usamos (lo que
ha dado lugar, a veces, a la creación de formas propias: el tango, por
ej.). Entre nosotros lo ha apuntado precisamente Roberto Fabregat Cúneo
en su libro Caracteres Sudamericanos. Esta inadaptación ha
generado un sentimiento de inferioridad o insuficiencia, que al no poderse
comprender bien ha hecho anhelar a Europa como un ideal y sentir lo
sudamericano como una disminución. (Samuel Ramos, H. A. Murena, Emilio
Uranga lo han descrito acertadamente[3]) Esta inadaptación
nos hace permanecer fijados en un eterno presente, adscriptos al hoy como
única forma del tiempo o nos proyecta, en la inevitable dinámica de la
existencia, hacia futuros imposibles, que hallan su expresión
precisamente en los infinitos proyectos del hombre sudamericano que quedan
a medio realizar o nose realizan jamás. (Seria interesante cotejar los
innumerables proyectos legislativos que yacen en los archivos de las Cámaras
hispanoamericanas con las realizaciones de esos mismos gobiernos.) Con respecto a
la historia, a pesar de los siglos que llevamos de existencia, parece que
no tenemos historia, que nuestra historia comienza a lo más en el siglo
pasado, o hace unos años, o mejor, que nuestra historia comienza o puede
comenzar mañana. (Esta es una de las palabras sudamericanas más
significativas, palabra que llama la atención a los europeos en cuanto
llegan. Aquí todo se resuelve o se hace mañana, y ese mañana es casi
siempre, nunca.) Lo que pasa es que no hemos asimilado el proceso histórico.
No hacemos más que negar simplemente el pasado, porque queremos
eliminarlo. Pero el pasado no desaparece porque nosotros queramos; aunque no
seamos conscientes de él, somos en parte él y él actúa en nosotros.
"Hemos sido —dice Zea— conquistadores y conquistados,
coloniales, ilustrados, liberales, conservadores y revolucionarios"[4] Pero aún lo
seguimos siendo, aún tenemos en nuestra epidermis estos tipos históricos.
Y los problemas que se plantearon en las diversas etapas de nuestra
historia son los mismos que se nos plantean a nosotros; "En vez de
tratar de resolver nuestros problemas por el camino dialéctico, los
hispanoamericanos no hemos hecho otra cosa que acumularlos"[5].
Procedemos acumulativamente, por yuxtaposición. Sólo siendo conscientes
de todo nuestro pasado complejo y contradictorio, de nuestra situación
actual y de las realidades que la integran, sin mutilar ninguna, asumiéndolas,
podremos resolver nuestros problemas definitivamente y enfrentar con
responsabilidad nuestra acción.
Tarea
de una filosofía americana. Hispanoamérica
llega a su mayoría de edad en un momento difícil de la historia, cuando
los fundamentos mismos de la civilización occidental están en crisis y
es necesario un retorno a lo esencial para salvar al hombre. El problema
de la filosofía en Hispanoamérica (y en América toda) está relacionado
con el de la cultura en general, ya que la filosofía es, sino la más
alta, una de las formas superiores de la cultura. De modo que el hecho de
que no haya habido una filosofía original en América obedece a las
mismas causas por las que no ha habido una cultura original. (Las causas
de estos hechos son varias y de difícil determinación. Se puede apuntar,
de paso, la falta de tradición cultural en general, la influencia española
—muy significativa en lo que respecta a la ausencia de filosofía— y
la urgencia de la acción que ha hecho que los mejores espíritus sean
absorbidos por ella.) Zea interpreta la preocupación cada día mayor por
la filosofía y su incremento en Hispanoamérica como correspondiendo a
una necesidad de filosofía en el hombre americano. Para Zea las
tareas de la filosofía son fundamentalmente dos: 1) la continuación de
los temas de la filosofía tradicional y 2) los temas propios de la
circunstancia. Zea pasa revista a las principales concepciones y adhiere a
la que considera a la filosofía como verdad circunstancial absoluta;
,es decir, que el hombre puede conocer la verdad dentro de su
circunstancia, y dentro de ésta, aquella es absoluta[6]. Es en
la segunda concepción de la filosofía donde Zea pone el acento y cifra
su preocupación. Dentro de las tareas de nuestra circunstancia, la
primera es la que él mismo realiza: la toma de conciencia de la realidad;
de ahí que destaque la responsabilidad del intelectual en Hispanoamérica
y entienda fundamentalmente la filosofía no como mera concepción teórica
sino como compromiso, como compromiso del hombre con su situación en su
totalidad, y sobre todo en lo histórico y en lo social[7]. Esta
manera de entender y de realizar la filosofía constituye lo que podríamos
llamar el alberdismo de Zea, que permanece así fiel, a lo largo del
tiempo, a la concepción historicista.[8] En este afán
de conocimiento, de determinación, de deslinde de nuestro propio ser, se
ha llegado a determinar como centro de la preocupación filosófica la
Esencia del Ser del Mexicano. "La filosofía es saber de lo universal;
pero a lo universal, afirma Zea, no se llega por lo
abstracto —como pretendía el racionalismo— sino por lo concreto"[9]
y lo concreto son la historia, la cultura y la antropología
del hombre. A esta orientación pertenece el Grupo Filosófico Hiperión,
fundado en México en el año 1948, y del cual Zea es la figura más
conocida. Ya había en México una tradición de esta temática y cuyos
nombres más salientes son los de Antonio Caso, Samuel Ramos, José
Vasconcelos. Pero este nuevo grupo precisa netamente esta tendencia y
posee todo un programa. A su iniciativa se debe la serie de conferencias
sobre México y que culmina con la colección México y lo mexicano
en la que diversos autores abordan el problema en todos sus aspectos.[10] Surgido bajo la
doble influencia del historicismo y del existencialismo, es la influencia
de éste último la que predomina. Entienden el existencialismo no como un
sistema —que no lo es— sino como una actitud, como un método. Si,
como el mismo Zea afirma, ninguna filosofía importada escapó a una
interpretación mexicana, lo mismo ha sucedido con la filosofía de la
existencia ya que este grupo se inclina a una antropología, expresamente
rechazada por Heidegger[11]. A pesar de que se ha objetado que
la filosofía de la existencia es fruto de una determinada circunstancia
histórica, en este caso la europea, y que no corresponde a nuestra
situación, comprendemos perfectamente las intenciones de este grupo. Lo
que nos parece mal es e! descuido con que expresa esta relación. No es el
existencialismo, no son las varias filosofías de la existencia las usadas
como método, sino el método de éstas —es decir, la analítica
existencial— lo que vincula a este grupo con esas corrientes. Hemos tratado de desentrañar las líneas esenciales de la varia y rica temática que preocupa a Zea desde sus primeros trabajos en la tarea de determinar una conciencia de Hispanoamérica, creyendo contribuir así a los mismos fines. De este tipo de actitud ha de salir la futura filosofía hispanoamericana y es a partir de ella que podemos iniciar una acción responsable, y, como ha dicho el poeta, encontrarnos con nuestro destino sudamericano. Notas
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[1]. La
bibliografía de Zea es la siguiente: En tomo a una filosofía
Americana (1942), El Positivismo en México (1943), Apogeo y Decadencia
del positivismo en México (1944), Ensayos sobre Filosofía en la Historia
(1948). Dos etapas del Pensamiento en Hispanoamérica (1949). Los tres últimos
libros son: La filosofía como compromiso y otros ensayos (1952),
Conciencia y Posibilidad del mexicano (1952) y América como
conciencia (1953). Hay que agregar El Occidente y la conciencia de México
(1953) y La conciencia del hombre en la filosofía (1952). Todas las
ediciones son mexicanas. [2]. La philosophie como prise de conscience de l´Humanité. Texto establecido
por Walter Biemel. Trad. de Paul Ricoeur. En Deucalión, N° 3, París,
195O. [3]. Roberto Fabregat Cúneo: Caracteres sudamericanos, México, 1950; Samuel Ramos: El
perfil del hombre y la cultura en México, México, 1934 (Espasa Calpe, 3ª
ed., 1951) ; H. A. Murena: Reflexiones sobre el pecado original de América,
en Verbum, Nº 90, Bs.As., 1948; Emilio Uranga: Análisis del Ser del
Mexicano, México, 1952. [4]. Dos etapas ....pág.
17. [5]. Ibidem, pág.
18. [6]. América
como Conciencia, págs. 157 y sigs. y pág. 41 y sigs. [7]. La Filosofía
como Compromiso, en el volumen homónimo. [8]. Véase, J.
B. Alberdi: Ideas para presidir la confección del curso de filosofía
contemporánea (Montevideo, 1842), exhumado por Arturo Ardao en Filosofía
Pre-universitaria en el Uruguay (Montevideo, 1944) y reproducido por José
Gaos en Antología del pensamiento de lengua española, México, 1945, p.
305. [9]. La Filosofía
como Compromiso, pág. 213. [10]. Ya se han
editado 17 tomos y están proyectados 39 en total. Son edit. por
Porrúa y Obregón, S. A., México. [11]. El Ser y El Tiempo, Primera Parte, Cap. I, Parág. 10, F. de Cultura Económica, México, 1951. |
Manuel Arturo Claps.
Número
Año 5 Nº 23 - 24
abril - setiembre 1953
Texto recopilado, escaneado y editado por mi, Carlos Echinope, editor de Letras Uruguay, sin apoyo alguno y sin trabajo rentado. Si me apoyan haré mucho más. Gracias. Métodos para apoyar a Letras-Uruguay echinope@gmail.com - @echinope
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