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Navegó durante la II Guerra en convoyes, tripuló barcos uruguayos, fue empresario

 
 

Luís Aragón: de niño rebelde a marino aventurero
Emilio Cazalá

 

Después de numerosos y fallidos intentos, un día logramos entrevistarnos con Luis Aragón (83) un hombre con una rica y legendaria historia marinera, que todo lo hizo desde la modestia de su posición llegando al cargo de contramaestre del barco "Carrasco" perteneciente a la ANP y de muchos otros. Eran los tiempos que el Estado compraba barcos para ahorrar fletes en lugar de ir a ganarlos, algo así como comprarse un taxi para esquivar el gasto de un viaje del centro al Parque Rodó.

Este niño rebelde que fue Luis Aragón, contado por el mismo, "sus padres no sabían que hacer con el' se había escapado del Don Bosco y a los 11 años debieron internarlo en la Escuela de Marineros en la calle Washington hasta que un día con 17 años salió por las buenas y entro a navegar con barcos de Mihanovich, más tarde en barcos uruguayos, en barcos extranjeros, fue a la pesca de la ballena, cruzó el Atlántico en convoyes en plena II Guerra Mundial, trajo de las Malvinas un dique para la ANP y su historia no termina aquí, pues además fue empresario. Después de la entrevista nos cruzamos alguna vez en la ciudad vieja, él con la inquietud de su reportaje y nosotros con la promesa de su publicación. Hace pocas semanas nos enteramos de su fallecimiento ocurrido meses pasados. La verdad que lo sentimos porque era un hombre bueno, humilde, de conversación muy amena y siempre tenía una nueva y atrapante anécdota de vida. Lo importante de Aragón no era sin embargo su prioridad marinera, sino su azarosa vida de nauta con sus sorprendentes actos a lo largo de una prolongada y provecta vida. En su tercera edad lo vimos entusiasta, lleno de vida, optimista, y sobre todo un hombre bueno y por cierto ajeno a sus triunfos si así se le puede decir porque no se sentía un héroe sino un hombre que había hecho muchas cosas en la vida.
Vivía últimamente en la calle Cerrito pero la zona portuaria fue su hábitat natural e incluso su esposa había residido en la calle La Marsellaise y era conocido y apreciado por todo el mundo marítimo y portuario por su actividad empresarial relativa a los barcos.

Nuestra historia comienza un día cuando nos encontramos casi accidentalmente en las oficinas una agencia marítima y la primera pregunta fue cómo y porqué se comprometió tan peligrosamente en la II Guerra Mundial.

 

Partida

Mi espíritu aventurero hizo que un día me fuera de Montevideo en un barco griego, el "Leonidas" de la Cía. George E. Kulucundis y al llegar a Glasgow, en Inglaterra, desembarqué. El barco venia de Rosario con trigo e hizo escala en Montevideo para reaprovisionarse de carbón ya que era un navío a vapor. Tenia una altísima chimenea con tiro forzado y cuando el barco avanzaba era tanto el humo que lanzaba por esa chimenea que creo nuestro barco podía detectarse del otro lado del mundo. Era el tiempo que los productos para consumo de la tripulación se conservaban en barras de hielo y llevábamos animales en pie para nuestra alimentación. Mire, en aquel tiempo había "fast convoy" y "slow convoy". Nosotros nos metimos en el "slow convoy" y fíjese si seríamos lentos, que no sólo perdimos el convoy de unos 100 barcos, sino que llegamos al puerto de Glasgow 45 días más tarde, ante la mirada atónita de las autoridades marítimas porque nos creían perdidos. La tripulación era griega pero había de todo, hasta uruguayos.

 

John Wiss

Luego me enrolé en un barco que hacía nada menos que la travesía entre la costa inglesa y la costa francesa para llevar suministros a los barcos en plena guerra: era el barco americano "John Wiss, y eso fue aproximadamente en 1941, jamás tuvimos ninguna dificultad, pero fue un área de enorme peligro aunque por nuestra juventud no nos dábamos cuenta.

 

Tanques de guerra

En otra parte de sus recuerdos Luis Aragón revela - que al año siguiente de Inglaterra se fue a Canadá. "Hicimos un viaje a Canadá donde fuimos a cargar tanques de guerra que estibamos en la parte inferior de la bodega y cubrimos después con una especie de nylon y arriba le pusimos varios miles de toneladas de trigo, así que nuestra carga era armas para combatir y para comer. Y eso iba para Inglaterra que no estaba lejos, midiéndolo desde Canadá pero mediaba un peligroso océano Atlántico repleto de submarinos y corsarios alemanes. "En este cruce Atlántico íbamos en convoy. La parte peligrosa de los convoy era la parte exterior, donde estaban ubicados los petroleros, los que llevaban explosivos, los que llevaban municiones, etc. Estos barcos por sus cargas se ponían en la periferia del convoy. En cambio por la naturaleza de nuestra carga íbamos en el centro del convoy y bien protegidos. La hora critica para el ataque de los submarinos alemanes era entre la medianoche y las 8 de la mañana, o sea en los cambios de guardia. Los barcos de carga llevaban soldados como tripulantes extras para manejar los cañones instalados a popa y a proa y las ametralladoras antiaéreas colocadas sobre las bandas del barco. Eran barcos de unas 10 mil toneladas para que valiera la pena integrar el convoy. La base de los americanos estaba en Liverpool y Cardiff y así llegamos finalmente luego de una azarosa travesía los 80 y tantos barcos del convoy.

 

Hacia Murmansk

Después me enrolé en otro barco y fuimos a Murmansk en Rusia e integramos aquellos recordados convoyes que si bien es cierto que tenia el mayor porcentaje de hundimientos eran los convoyes mas protegidos lo que nos daba mayor seguridad, pero claro, las perdidas eran altas. Había que llegar o llegar y llegamos a Murmansnk donde los rusos no nos dejaban bajar al puerto, estaba prohibido pisar tierra. Después nos fuimos con carga a Danzig y allí atracamos frente a lo que parecía ser un campo de concentración para prisioneros, que supongo eran alemanes. Vi que las mujeres estaban demoliendo las casas que habían sido bombardeadas y observamos que no había hombres; las operaciones portuarias las hacían las mujeres que cargaban los camiones, manejaban los guinches de a bordo y de tierra.

 

Don Bosco

Aún recuerdo a mi padre en su lecho de moribundo cuando le aconsejo a mi madre encerrarme porque iba a ser un "bandido", y en ese momento yo le traía medicamentos del hospital y tenía menos de 10 años. Bueno me internaron en los talleres don Bosco, y comencé a trabajar en la sección cromados pero yo me escapaba. Le dijeron a mi madre que yo echaba a perder todo el colegio y me expulsaron. Entonces ml madre fue a hablar con el Mayor Bustos y entré en la llamada Escuela de Marineros en la calle Washington y allí estuve 3 años, era un barco viejo. La peor conducta era la mía, no podía salir nunca y tenia como castigo subir a las jarcias dos horas, todos los días de 8 a 10 de la noche. Me fui con la peor nota de conducta pero salí con la mejor nota de marino.

Aquí arranca mi vida de marinero porque fui derecho a embarcar en el remolcador "Águila", cuando solo tenia 16 años. Después vino todo lo que le dije: Cuando la famosa compañía marítima Mihanovich estaba en un monumental edificio en la esquina de Piedras y Solís, ahora un terreno baldío, yo vivía en la mitad de la cuadra al lado de Fotofilm que estaba sobre la calle Piedras. Al principio trabajé en barcos de Mihanovich. Así comencé en la embarcación "Airosa", por el año 1934 y después pasé al remolcador el "Aguila", al "Paraná" y al petrolero "Juncal" con el que íbamos a Curazao a buscar petróleo para Buenos Aires y solíamos ir también a puertos del Paraná.

Estuve en muchos barcos uruguayos. Cuando estaba de sereno en el "Colonia" uno de los barcos incautados durante la guerra por el gobierno uruguayo, fue cuando decidí enrolarme en el barco ballenero-factoría "Ernesto Torquist" durante 6 meses. Estuve en Finlandia. Después fui a buscar al "Carrasco" y el "Punta del Este". Un día el capitán Luís Alberto Martínez de la ANP, en nombre del capitán Queheille, me dijo que al día siguiente salíamos a buscar al "Carrasco" pero con el cargo de contramaestre y a partir de ahí dejé de ser marinero raso. Después estuve en todos los barcos uruguayos".

Emilio Cazalá
El País
24 de abril de 2000

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