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Reportaje a Aníbal Sampayo[1] |
EL INDIO FLORO -¿Cómo hizo el indio Floro para vivir tantos años? _ Zafó de la matanza de Rivera en 1831, pasó con su tribu por el Queguay y allí frente a Entre Ríos se fueron escondiendo, y más adelante Urquiza los mandó al Paraná, a la altura de Diamante. Cuando los sacan de Entre Ríos, Floro, que era un indiecito se perdió en el monte. Tenía ocho años entonces, y lo encuentra un peón de campo que lo lleva a la estancia y lo empezó a criar el patrón, y pasó de patrón en patrón. -¿Y con los que se fueron al Paraná que pasó? ¿se quedaron allí? ¿se volvieron? ¿o se fueron al Chaco?, porque hace poco encontramos Charrúas conviviendo con los Tobas en el Chaco? -Sí, sí, Charrúas en el Chaco hay sí; pero de éstos que fueron al Paraná, se perdió un poco el rastro. Se fueron al delta, una isla del delta, se tuvieron que refugiar ahí. La cuestión es que el indio Floro quedó allí en esa estancia. Un día arrancamos a verlo con Raota, que era un amigo de ahí, después se caso con una alemana y se fue para Europa y se llevó todas las fotos que le sacamos al indio. Y el indio murió cuando yo estaba preso en (el penal de) Libertad. Recuerdo que la revista (argentina) Siete Días apareció en el penal, y un milico la estaba mirando, yo estaba barriendo un celdario y yo veo una foto y digo, "Ah, mirá el indio Floro en la revista ¿que será ésto?". Y le digo al milico, "a ese hombre lo conozco yo", pero no pasó nada, "ah, si", me dijo y nada más. Yo tratando de ver si me dejaba mirar, pero no, no te daban nada; además tenían miedo de contactarse con nosotros, al cuete nomás, porque estábamos re-encerrados ahí. O sea que se había muerto el indio ¿no? Pude captar eso y que habían llevado el cadáver a Buenos Aires para estudiarlo y esas cosas. Mucho después me encontré con el hijo de Raota, un muy buen fotógrafo el también, en Entre Ríos, ya muerto el padre en Alemania, y le dije, "a ver si me conseguís las fotos del indio, que les sacó tu padre", -¿En vida lo frecuentó seguido o lo vio esa única vez? -Yo anduve por ahí en el 63, cuando hacía giras. Después de eso no lo vi más al indio. -Y esas historias que quedó en el monte y eso ¿se lo contaba él? -Sí, sí, sí; él me lo contó. Él estaba viviendo en esa estancia, un hombre muy, de a caballo. El día ese que nosotros llegamos estaba comiendo, él sólo nomás, medio cordero. Ah, sí, comía bien el hombre. -¿Manejaba algunas palabras de la lengua charrúa? -Hablaba un poquito sí, pero por lo general en castellano, aunque era muy parco el hombre. Después lo presentaron como el último charrúa, y sí; te imaginás que en el 63 faltaban muchos datos, ya andaban algunos historiadores, pero no se sabía mucho ¿no? SOLEDAD Y LOS DERECHOS DE GARZAS VIAJERAS *En el espectáculo de la noche anterior, don Aníbal, al despedirse cerrando su actuación con Garzas Viajeras, denunció que en el exitoso disco de Soledad Pastoruti, este tema figuraba a nombre de otros autores: "...Garzas Viajeras, es un tema muy viejo, yo no se si Soledad soñó y creyó que era de ella, al otro día al despertarse se levantó y se fue a SADAIC y lo apuntó como de ella. Me dijo mi gran amigo que es Alfredo Miranda que parece que el hombre de la grabadora no quiere pagar, parece que para ellos fue un jueguito que no molestó a nadie, pero a mí me embromó bastante..." (aplausos). -¿Y cómo vivió anoche el Homenaje que se le tributó a Usted en el Florencio? -Bien, muy lindo, muy bien... La presencia de todos ustedes que vinieron. Hoy se fue Alfredo Miranda, un gran muchacho. -Es quién le está moviendo todo este lío que tiene con esta muchacha, Soledad -Sí, él tiene un amigo allá, que es muy buen abogado y me invitó para ir allá. Y fuimos y movimos todo eso en SADAIC, yo justo pertenezco a SADAIC desde hace años. -¿Hay manera de recuperar algo de esa pérdida tan tremenda, dejando de lado lo afectivo, por lo menos por el lado económico? -No creo; pero en eso estamos ¿no? Las nuevas ediciones están saliendo ya a mi nombre. Antes lo habían metido a Larralde. Larralde también les quiso hacer un juicio, él no tenía nada que ver. Y yo les caí, en los diarios argentinos, a estos de la SONY que son grandes bandidos; y también se complicó porque la SONY la compraron otros gringos que son más vivos que ellos, y ahí perdieron mucha plata. Los locos le retiraron todos los discos de todo Buenos Aires... Lo que estaba distribuido -Y César Isella, que sabe bien que Usted es el autor, ¿no hizo nada? -Y lo que pasa que él esta medio de representante de la Soledad. La última vez que estuve, había un expediente de más de un metro de alto de todo lo que debe la SONY. El problema es que además de mí, le deben a todo el mundo. Hay un pleito tremendo. LAS COPLAS EN LA CABEZA -Cambiando de tema, ¿anda creando algo, más o menos seguido, don Aníbal? -Yo tengo muchos momentos para crear. Está lo histórico, lo demás son poemas. Yo soy muy caminador, muy observador y así se van dando mis coplas. Puede ser desde un pájaro, hasta gente que encuentro por el camino; todo inspira. Por ejemplo, allá en La Matanza, frente al Paraná, un lugar hermoso, ahí mismo creé esa canción. Pero a veces... una vuelta iba caminando, y una persona me para, alguien conocido ¿no?, "Y cómo le fue don Aníbal", me dice; yo venía con las coplas en la cabeza y él me preguntaba, "Y allá en Suecia como está la cosa, el trabajo y todo lo demás"; preguntaba cosas el hombre, pero yo iba caminando, y le respondí, pero él seguía preguntando y yo le digo, "Mirá hermano, te dejo porque llevo unas coplas en la cabeza". "Pa", me dice, "se te está cayendo el pelo" (risas). "No", le digo, "es que las llevo allí, se que la tengo azul la cabeza". Y me dice "Che, y no te hiciste ver con el médico" (risas). "Azul la cabeza -le digo- porque las coplas andan por allá arriba". Que se yo, el tipo ya no sabía qué decirme, habrá pensado que estaba loco. En fin, yo tuve muchas épocas, también. ME DESPEONÉ En primer lugar me despeoné de los ingleses del ferrocarril, acá en Paysandú. Tenía 16 años cuando salí de la escuela industrial, fui elegido porque era buen mecánico, aprendí bien en la UTU. Entonces trabajando para los gringos, un día me corté este dedo con la máquina, me dolió muchísimo, me anulaba dos dedos, y seguí tocando igual con tres, me puse una cuestión de cuero y seguí para no perder la agilidad en la guitarra, porque yo tocaba desde los doce años, en la radio y todo eso. Trataba de ganarme algunos mangos, seguro, y cruzaba a la Argentina. Entonces los gringos supieron que yo andaba en eso, no podía ir a trabajar por el corte, estaba en el seguro y me iba a tocar. Y cuando fui a cobrar el seguro, los gringos no me querían pagar. "Ya le pagar mucho a usted", me dijo el gringo, y yo le salté por encima del mostrador, yo andaba con un inflador de bicicleta... y bueno me echaron. Entonces no quería saber más nada, y me fui al campo. Mis padres querían que yo siguiera, estuvieron hablando en otro taller, pero no hubo caso. El gringo ése, estaba acostumbrado a correr a la gurisada y yo era medio peleagudo, y el tipo me vino a retar. "Mirá", le digo, "yo ya tuve problemas y acá has echado a muchos guríses, pero a mí no vas a echar así nomás, porque te voy a matar a fierrazos, sabés"; andaba con los marrones y unos fierros calientes; y ya no fui más, seguro, que iba a ir. Le tuve que pedir a mi padre, "Andá y cobrale a ese gringo, todo lo que me debe, porque si voy yo va a ser fea la cosa, lo voy a liquidar". Se apretó el gringo y pagó. Y me fui al campo. Mi tío estaba en la estancia Elorza, era capataz él ahí; y me fui a un puesto, allí cerca, a unas cuatro leguas de Young, haciendo trabajo de campo. Fui abriendo lecheras, ayudaba a ordeñar a mi tía, que hacía pan para los primos, y bueno todos los jueves, me encaramaba para allá a caballo. Y también les llevaba la ropa, que lavaba y planchaba mi tía. Y con otros gurises de Young, que eran medio baqueanos, teníamos loco a un ruso. Cruzábamos el alambrado y le robábamos los melones y entonces nos tiraba con una escopeta con sal. Y yo les había enseñado a todos ellos, seguro eran un paisanitos, "Ahora cuando nos corran, vos tenés que meterle a los caballos a todo lo que da. Vos no viste en la películas". "No, no, nunca vi", seguro que van a ver; y yo les decía, "Hay que darle así y así alas riendas". Y claro, un día fuimos a dar allá bien lejos y andaba mi tío por ahí, apartando ganado y me vio y se armó un lío, y ya me despioné de mi tío también. Me fui. Andaba el viejo Elorza que había venido de Montevideo y vio a esa gente corriendo y ta... Además, a mi gustaba bolear "ñanduses", los esperaba cerquita de la portera, y ahí tenía una yeguita gateada que la montaba y los agarraba de cerca. Boleaba bien yo, las boleadoras esas de plomo... Y ahí también me vio el tío, boleando "ñanduses", y el sábado vino a la casa y me dijo que como iba a andar haciendo eso y que se yo. Y "Bueno tío", le digo, "si no le gusta a usted yo me voy mañana mismo nomá". Yo ya era conocido en la radio, incluso. Un día, todavía en esa estancia con mi tío, me invitan a ir cantar donde estaban los rusos, los campos de ellos, y yo no quería ir. Unos tal Sischí y otros. "Éste me va conocer" pensaba yo, era el que le robábamos los melones y nos tiraba con la escopeta. Me vestí bien de traje y todo, prendí el sulki, y nos fuimos a cantarle a los rusos. "Con esto no me va conocer el tipo" pensaba yo; bien trajeado y todo, y bien peinado pa' tras, gomina... Y bueh, yo estaba sentado ahí y venía el ruso y me miraba che, y me miraba, y yo decía "pa', me estará conociendo éste". Y bueno, no pasó nada al final. Y me vine de la estancia, era medio "retobao" yo, no siempre; sino cuando tenía razón, no me gustaba que me agarraran... como estos gringos, que se aprovechaban que teníamos 16 años y nos pagaban poco y todavía nos prepoteaban. CORRENTINADA Yo tocaba la guitarra y cuando cruzaba pal otro lado del río, ganaba mucho más y ayudaba bastante a mis padres. Yo en una noche, en Entre Ríos y Corrientes, en las bailantas con pista de hormigón y todo, iba y sacaba plata. Cuando yo ganaba en esos tiempos ochenta pesos, que estaba casi como el dólar, mi padre cobraba setenta por mes, trabajando como un burro, y yo traía plata dulce y se las daba a ellos. Y ya me había endulzado yo también pa' seguir la guitarra, si me iba bien; y me gustaba mucho. -¿Ya hacía temas propios? -Había de todo un poco, correntinada y todo eso. Mucho chamamé. A mi me gustaba mucho, y yo seguía, lo que hacían Los Trovadores de Cuyo, La Tropilla Guachipampa; Tormo, primera voz en esos tiempos. Esa música me atraía mucho, y algo que pasaba por el litoral. Ahí me fui formando. Y cuando voy al Paraguay, me junte con esos músicos, aprendí el arpa, anduve tres años por el Paraguay, por el Chaco, todo eso me recorrí. Me integré con ellos y en el año cincuenta, ganamos el primer premio de Miscelánea Criolla. Los traje yo especialmente. Actuamos también en los carnavales con dos arpas, ocho guitarras, zapateadores, de todo. Y ahí conocí, de los negros de acá, a Marta Gularte; éramos muy amigos. Y en un conjunto que se llamaba Brindis de Sala, actuó Lágrima Ríos. Había un bar grande, frente a la ONDA en la Plaza Libertad, el Sorocabana creo, y ahí actuábamos, estaba Roberto Barry también, casi todas las noches, subíamos a un palco grande que tenían allí. Y ahí los traje, y ya arrancamos otra gira más por Paraguay. Ellos eran gente del campo y yo ayudé, en la caña de azúcar. Hacía de carretero yo para cargar la caña de azúcar en el Paraguay. Van los trapiche; andaba un gurisito con el látigo, metiéndole a los bueyes, y ahí venía la caña, y traía también un tacho grande donde se hacía -en Nicaragua donde estuve mucho tiempo, le decían igual- "el guaro", la melaza que sale de la caña. Era una explotación bastante brava también, pagaban bien poco la melaza para un litro de caña ahí en Paraguay. TORERO Y TRAPECISTA Y después entre de torero. Por un lugar que se llama Zapucay, andaban los toreros, cantaba en la primera parte y después hacía de torero. Primero de cómico, nos pintábamos las caras y esperábamos los toros... ¡unos toros que!... se agarraban en el monte... tremendos salvajes. Ahí tenía un amigo, un tal Gómez, que era domador y todo eso y a mi gustaba toda esa cosa y me fui con él. Con un lazo patero, nos metíamos en el monte, eran una bestias bárbaras y después los llevábamos a los toriles. Vos te arrimabas a los corrales y pegaban cada salto, se ponían parado así, y bufaban; después los soltaban y nosotros nos hacíamos los bobos, con otro paraguayito. Ahí sí que nos peleábamos con él, quién quedaba de espalda (risas). Y hacíamos de cómicos, nos dábamos una cachetadas y saltaban los bichos, el paraguayo medía como dos metros, grandote una fuerza bárbara. "Vo, uruguaio", dice, "cuando el toro venga vos quedáte así nomás chamigo, que él te va a levantar y cuando caigas, te ponés las manos aquí, en la oreja, (risas) y cuando yo te diga ¡ahhh!, vo lenvantáte nomá". Y ahí había que ir a lo seguro (risas). La gente que venía y pagaba las entradas -el toril era todo con palos a pique- arriba hacían una especie de palco, toda la gente miraba de parado, los toreos, y había un lugar donde se esconden los toreros y bueno nosotros rajábamos para ahí. En eso me sale una propuesta de ZP1, la Radio Nacional de Paraguay para ir a cantar allí, y no querían que me fuera. "Che vo, andás bien che vo, uruguaio", me decía el paraguayo. "Tas los más bien chamigo, vas a ser buen torero, che vo; para que te vas a ir". Me probaban con una carretilla con guampas y tenía la capa y todo eso ya. "No", le digo, "pero yo tengo que seguir mi camino, me sale esto en Radio Nacional, tengo que aprovechar", además lo que nos pagaban ellos... eran unos mangos ahí... Así que hice de torero, lo que venía me metía yo. Era joven... -¿Anduvo en un circo también? -Sí, de Posadas pa' delante. Andaba con los Hermanos Baldovino. Empezamos cantando y después anduve ensayando el alambre, me metí de alambrista. También querían que me quedara. Después de cantar ayudábamos en todo un poco. Me estaban enseñando trapecio también. Miedo no le tenía y después había que aprender nomás. PARAGUAY -¿Buscavidas o aventurero? -No, ni lo uno ni lo otro, como me dijo un paisano que encontramos una vez en Corrientes. El tipo venía a todo trapo a caballo. Y medio que lo paro y le pregunto: "Dígame amigo ¿éste es el camino a Curuzú Cuatiá?". "Ni lo uno ni lo otro che", me dice el hombre, "Ni yo soy tu amigo ni este camino va a Curuzú", y ahí mismo le prendió espuelas (risas). Lo cuento siempre porque al final, bueno tenía razón el hombre ¿no? Me gustaba conocer nada más. Otra vez, sin querer, crucé al Brasil, no tenía papeles y me metí con una gente y para el alto Uruguay me fui. Con dos tipos íbamos prendido arriba de los troncos. Salimos de mañana temprano y yo los miraba a los tipos... -¿En un camión? -En un camión que llevaba los troncos y de ahí para el río Uruguay y después los mandaban para abajo en jangada. Los tipos no decían nada, yo iba montado en los troncos y la guitarra atada allá adelante. Llevaba los diarios, El Telégrafo, todo eso, ya me habían hecho notas de mis actuaciones; yo acá en Paysandú ya era conocido. "Buen día", le digo, a la salida del sol. "Buen día", me dice, quieto nomás. "Yo soy uruguayo", le digo, "voy para el alto Uruguay". Eran dos hermanos, Alderete, que a uno de ellos, mucho después, lo ametrallaron. Yo me fui arrimando, buscando algo de confianza, "Ando con la guitarra", le digo, "voy rumbeando al Paraguay", y le empecé a mostrar el álbum que traía, para que viera que yo no era cualquiera, porque ahí te pegaban un tiro en cualquier lado; además la milicada estaba del otro lado, de Argentina. El río Uruguay es muy corto allí, tendrá una cuadra en unos lugares barrancosos y yo quería cruzar por ahí y ahí habían contrabandistas y la milicada tenía setenta hombres armados en la Barra. Contrabandeaban la goma, en el año 48 por ahí pasaban las cubiertas para Argentina y la milicada les metía bala, meta tiro nomás. A las seis de la tarde ya no te podías bañar ahí en el río, bulto que venía del otro lado, el ejército le prendía. Y ahí estuve también y en un altillo que tenía un gringo, ahí dormía yo, muy macanudo el tipo, aguantando porque yo quería pasar para el otro lado, de San Javier para arriba, hasta que un día me pasaron los contrabandistas; más de dos meses estuve con ellos. Y bueno, cada serenata hacíamos con el tal Alderete ese. "Vamo chamigo, yo tengo unos amigos", me decía; con él salíamos a la noche con la guitarra y me presentaba a los tipos que estaban en unos benditos, unas casitas de ramas. Yo iba les daba la mano y ni sabía, nunca los conocía tampoco, porque había un candilito apenas. Era una vida linda, yo tuve muchos amigos en el Paraguay. Había un grupo de uruguayos también, y me iba con ellos a cazar. -¿Por qué lo fascina tanto el mundo paraguayo, que lo llevó hasta ahí, el río, el idioma guaraní, que fue? -Sí, sí, todo eso; pero primero Artigas, fui a conocer el lugar donde había muerto Artigas; y la música. Aprendí a tocar el arpa ahí. Me quedaba con las familias de mis amigos paraguayos, yo vivía con ellos. Íbamos a los bailes. Jiménez, que yo me quedaba en su casa, me decía "Vamos al baile chamigo". Los bailes de campaña, también. Siempre descalzo, él se ponía un saco blanco, una corbata colorada y en pata. Con el calor y todo no era fácil andar con zapatos. Y yo también. Ya tenía los talones gruesos de andar en pata por las espinas y por todo eso. Siempre los embromo a los muchachos, tenía que ponerme una media suela de cuero, con los callos blancos. Era una linda vida. -Así que ellos le enseñan el arpa. -Sí, sí, aprendí ahí. -¿Le costó mucho? -No; había arpistas; en el conjunto éramos cuatro, los hermanos Arroyo, Cristino Báez Monje. Y él me empezó a enseñar. Otro arpista bueno que después se fue a Europa y andaba con Luis Alberto del Paraná, hicieron una campaña bárbara. Los primeros discos los grabaron en Holanda. En Asunción también, con este muchacho Luis Bordón, que después hizo una campaña en Brasil y ahora tiene una churrasquería y canta ahí. Lorenzo Leguizamón, ya lo conocía de ese tiempo también. LA GUITARRA DEL PARÍS-LONDRES -La actuación de anoche en el Florencio Sánchez, si la comparamos con la que fue su debut en el mismo teatro, hace más de cincuenta años, ¿debió ser muy distinta no? -Sí. Fue en el cuarenta, con un maestro que me enseñó la guitarra desde la escuela, yo se lo había pedido. Incluso yo no tenía guitarra, mis viejos eran pobres y no tenían para comprarme una guitarra. Después me compré una en el París-Londres. Seis pesos me costó, con mi padre fuimos ahí. Viste como es, había un tipo ahí, "Mire esta guitarra señor", le decía a mi padre, "vio la boca que tiene esta guitarra, toda encadenada, el Mago tocaba con esa guitarra", le insistía no?. "A no", dijo mi padre, "a mi no me gusta Gardel, me gusta Magaldi" (risas). Él era hincha de Magaldi en serio; y bueno, me compró esa guitarra más barata; y empecé a darle con esa guitarrita. -¿Qué se hizo esa guitarra? -Ahh, la vendí, y me compré una de doce pesos. Me la compró un peluquero, puse unos pesos más, y empecé a andar mucho por Entre Ríos, ahí en el Frigorífico Liebigs, se juntaba toda la correntinada, y ahí íbamos y cantábamos en las carreras de caballos, de modo que fui haciendo unos pesitos más. Yo andaba con unos payadores, Carró entre ellos. Él me llevaba allá, mis padres me daban permiso, yo era menor y él me llevaba. Me iba con esos indios grandes de payadores, yo tocaba bien la guitarra y los acompañaba, y cantábamos y andábamos en las carreras. Ahí había buena plata y que macana; un día íbamos para ahí, y justo se murió Berreta, el Presidente y bueh, hicieron duelo y no pudimos actuar. Y terminamos actuando igual en unos ranchos que conocían esos payadores y sacamos algo de plata en una pulpería. Claro, nosotros en el campo, no sabíamos que se había muerto el Presidente. *Tomás Berreta falleció el 2 de agosto de 1947. -Y en el Florencio entonces, ¿cómo estuvo la cosa en el cuarenta? -Y ese día eran puras guitarras, veinte guitarras y entre esas estaba yo. Había mucha gente porque antes hubo una obra de teatro y todo. Ese fue el inicio de la cosa ¿no?. Hasta hace poco todavía vivían acá, unos de esos guitarristas, que eran mayores, yo tenía 12 años. Andaba de pantalones cortos y ya le dije al Viejo, "Mirá yo tengo que ponerme pantalones largos, ando en los teatros, cómo voy a andar de pantalones cortos". En la radio también, tengo fotos de pantalones cortos. Íbamos a la radio 35 y cómo la plaza estaba cerca nos sacábamos fotos ahí. -Usted trabajó también en radio. -Eso ya en el 47, trabajé sí, era locutor. EL MONO CANTOR Mucha, mucha cosa. Acompañamos al mono, "el orangután cantor", que se yo... Como yo era guitarrista, me contrataban para acompañar a los cantores que venían de otros lados a Paysandú y no sólo de folklore, también tangueros ya muy conocidos, entre ellos Julio Sosa. Y bueno, de repente, leo en la propaganda: "Será mono, será hombre. Es un mono de la selva pero canta como los hombres". Y bueno, un día me llaman a la radio, querían conseguir guitarristas. "Para quién es",digo. Y me dice: "Es para acompañar al orangután cantor". "Pa", digo, "¿qué será esto? Y mi amigo que era mecánico dental, tenía un taller, le digo: "Mirá che, nos quieren pagar ahí para acompañar al mono ese que canta". "¿Y quién es ése?", me pregunta, "Y mirá yo tampoco lo se. Me habló el representante, un porteño me parece que es". Y como él tenía mucho trabajo, yo le digo, "Dejá que yo voy a ver al mono ése a ver como es la cosa y nos vemos luego en el teatro". Y voy al hotel Concordia para un ensayo, con la guitarrita, de trajecito. Estaba lleno de gente el hall y un porteño ahí, medio rubión, me dice: "¿Usté es el guitarrista?". "Sí", le digo. "Tenga cuidado eh", me dice fuerte delante de la gente para que escucharan. Y digo: "No importa, yo traigo un cuchillo acá". Claro, el tipo me dice "Si me mata el mono nos vamo a pelear". "Bueno", le digo, "yo no vengo con esa intención". Y al rato pasa él mismo con el mono, y saltaba y grrrrraa, hacía el mono. "¡Tengan cuidado, tengan cuidado!", decía el tipo. ¡Me quería impresionar el porteño! (risas). Le digo: "Bueno a qué hora ensayamos" y el mono seguía saltando y gritando, una fuerza tenía, y se lo llevó para arriba. Subió la escalera desde el segundo piso y me dice "Venga" y yo iba subiendo ¿no? Y me dice: "Mire le voy a pedir silencio para que no se ponga nervioso el mono". Y yo digo "La puta, que bravo, qué será esto", y le reitero al tipo: "No, no; yo traigo el cuchillo y yo me voy a defender". "No, no, no", dice el porteño, "es manso pero cuando ve gente así...". Me quería impresionar este desgraciado... (risas). Voy allá, le traían la comida y el roncaba, grrrr y grrrr, hacía el mono. Y yo decía de vuelta "Pero la puta como será esta cosa". No tenía miedo pero ya estaba en el asunto. En ese tiempo atropellaba cualquier cosa yo. Abrieron la puerta, le estaban trayendo la comida. "Tomá, tomá", le gritaba el porteño desde afuera; "grrrr, grrrr" le hacía el otro desde adentro. Saqué la guitarra, que no me la fuera a joder el mono, si se armaba una pelea me iban a romper la guitarra, con la plata que me había costado... (risas). Se abre la puerta y me hace pasar y pa' che; había un tipo ahí, ojos celestes, quieto ¿no?, y al lado estaba la máscara. En fin, una cuestión tragicómica. ¿Sabés quién era?, yo lo conocía de escucharlo cantar. Cantaba muy bien. Alejandro Torino. Yo lo había escuchado en Radio Belgrano. Tenía una voz bárbara. Era canillita. Se iba a bajar del tranvía, viste como se tiraban antes del tranvía, cayó y le cortaron las dos piernas... Entonces se hizo hacer esa máscara y así se ganaba la vida. Cantaba muy bien. Y empezamos a ensayar: "Máma viejaaaaa". Cantaba en serio. Y Melano, que era el otro guitarrista, me dice "Y ¿qué pasó?". Y le digo "Vo andáte allá nomás, yo voy a estar ahí atrás". Llegué al teatro y digo "Yo vengo a acompañar al mono", y bueno ya me conocía, y fui al fondo del cine Astor, viejo. Y llego che, y el pobre hombre estaba sentado, pobrecito, siempre me acuerdo de eso yo, que trágico también eh; porque estaba sólo, sentado contra una columna y bueno lo saludé, a mí me conoció; pero claro, llega Melano y en cuanto entra, "grrrrr", le hace el mono, bien fuerte y saltaba y reventaba la columna. Melano se fue a la mierda, salió para afuera (risas). Lo fui a buscar, le digo "Vení que vamos a ensayar". "No se, no se" me decía Melano. Entonces lo hago entrar conmigo, y le digo al mono, "Éste es un compañero mío, guitarrista". "Grurrr., mucho gusto, grrr", le dijo el mono. Y me dice Melano "Y habla también". "Cómo no", le digo, "Si canta, como no va a hablar" (risas). Y subimos. Y el porteño andaba haciendo bulla, hizo venir unas chiquilinas, todas lindas, las había engatusado el tipo, que iban a filmar en Norteamérica con el mono. Y yo me hacía el capo, seguro, para lucirme también. Subimos arriba, el mono nos pasa las dos manos por encima, un jedor a cuero y nos aprieta; y Melano que estaba cagado hasta el pelo, pero disimulaba, como la gurisada miraba. Y el mono le dice a Melano, "grurrr, toca bien, grurr, que te voy a reventar una oreja, grurrr, acompañá bien, grurrr, hace fa, hace fa, grrrr". Melano estaba duro. Y bueno, cuando el teatro estaba lleno, yo también aproveché, le digo bien fuerte: "Portáte bien eh, ya sabés..." y le di un cachetazo al mono. Estaba arriba de una mesa que parecía que la iba a deshacer. "Quedáte quieto, quedáte quietito que estas muchachas van filmar con vos, quietito que no se asusten"; seguro yo estaba de capo ahí y también me hacía ver. Y bueno, y cantamos, hicimos todo el repertorio con el mono; y Melano se fue sin saber qué era. Comimos un asado enseguida que terminamos de tocar. Tuvo un cagazo bárbaro y en un boliche que hay en Ocho de Octubre allá abajo, estábamos comiendo y me dice "Che, y quién es...". Y ahí le digo yo a Melano "Es un hombre así y así, vos no vayas a decir nada, que solamente lo acompañaste y nada más". Y bueno el porteño nos dice "No digan nada de lo que han visto, nosotros vamos a Salto mañana, que no se vaya a desparramar". "No, no, quédese tranquilo",le digo, "yo voy a respetar todo eso". Y bueno, después la gente nos preguntaba "Y era mono o no era mono". "Y yo que sé, yo lo vi como un mono", decía. Cantaba muy bien, tenía una voz preciosa. Pobrecito ¿no? Siempre me acuerdo porque tenía que ganarse la vida así al quedar invalido de las piernas, hacía de mono; y eso lo utilizaba el tipo, seguro, estos porteños son terribles. Y nosotros no le íbamos a reventar la campaña, ellos seguían en gira, que se corriera la voz que era un tipo disfrazado, no lo iba a ver nadie. -Don Aníbal por este regalo y por el de anoche, muchas gracias. -Gracias a vos que estuviste muy bien anoche y dijiste cosas que me emocionaron, me engrandeciste vo (risas). Y bueno yo te acepto porque sos un amigo además y un gran escritor y bueno, andamos en la misma, siempre detrás de los pasos de Artigas. El espectáculo estuvo muy bien y gustó mucho a la gente y yo creo que habrá estado lindo para vos también porque los muchachos todos cantaron bien y bueno manoteé el arpa, como decía una vieja "Es muy difícil eso Sampayo", "No", le digo, "no ve que tiene muchas cuerdas, y yo alguna agarro siempre" (risas). [1]Reportaje realizado en el domicilio de Paysandú de Aníbal Sampayo, al otro día del lanzamiento de su último libro "Desde Paysandú, canto y poesía", el 20 de setiembre de 2001, que tuve el inigualable honor de presentar, junto a músicos sanduceros y otros invitados. Nelson Caula. |
Nelson Caula
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