Sade,
el divino marqués |
Autor: ANDRES CARO BERTARegistrado en AGADU |
-Existe una cuota de terror a la que todos somos afines... ¿No le parece? El límite, la frontera con el horror es tan endeble... Y sin embargo, tan delimitado... El asco, el terror viene de lo vulgar, de lo ordinario, de todo aquello que deja de lado, ya, el juego. El jugador pasa a perder la noción de lo que es, y el personaje invade y sustituye a la persona... No crea en lo que dicen de mí... Eso sí, témame... Si yo como victimario no tengo resistencia suya... Si usted no me ofrece una respuesta acorde a mis actos... imposible que disfrutemos ambos de lo que hacemos... Yo soy el que debe sostener el límite, no puedo trasgredirlo teniendo todo a mi disposición para hacerlo... Y usted... Usted debe entregarse hasta el infinito... Usted tiene que darme su ser para que pueda hacer con él lo que quiera, y me contenga. No es fácil lo nuestro. Somos complementarios... ¿Ve este cuchillo? Podría insertarlo en alguna parte de su cuerpo, pero se acabaría el acto... No habría suspenso, magia... No escucharía su miedo trasmutándose en terror... No vería el sudor frío, la mirada extraviada, sus manos no bailarían en el aire buscando lo imposible, la libertad... Su cuerpo no se contorsionaría al extremo, reclamando escapar aunque... Aunque quizás quiera quedarse... Esa es la historia, mi adorada víctima... Yo soy por un instante el dueño de su vida y su muerte... Yo soy el que pongo el pulso, el que marca el tiempo, el creador del juego, quien dice cuándo termina, o quien lo prolonga con otros juegos... Pero usted, usted es mi argamasa, mi barro con el que elaboro las fantasías para que los dos gocemos... Los de afuera no lo entienden... Me consideran bárbaro, asesino, loco, y en algo soy responsable de esa idea que tienen de mí. ¿No cree que hablo demasiado? Es que me quitan la razón con tantas mentiras... ¿Siente sobre la piel el afilado del cuchillo? Es posible que esté preparándose para no solo estar sobre usted, cortarle la piel tan dulce y tersa que tiene, arrancarle gotas de sangre para saborear entre mis dientes, para luego introducirse en ese cuerpo rollizo y maravilloso, mientras yo me permito abusar de su cautiverio... Pero no tema, quizás diga estas cosas tan solo para asustarle... ¿Toma vino? Ah, claro, no puede... La mordaza... ¿Aprieta? A ver... Mmm... Esa saliva que le sale por la comisura de los labios... Permítame lamérsela... Tengo los labios secos... ¡Qué sabroso es este vino mezclado con su líquido!... ¿Ve esta soga? Dentro de un rato estará bordeando y jerarquizando el par de senos gigantes que posee... ¿No es extraño que a usted le crezcan senos tan grandes? Parecen montañas... Le aseguro que crecerán más con la presión... Y arriba de las colinas, como dos faros, los pezones quedarán más erectos que nunca... Ah, se moja... Está mojado, mi ser cautivo... Está asustado y excitado... No, no, ¿qué dice? No, no... dentro suyo, no... Quizás después, ahora no... (le mira detenidamente) ¿Qué puedo hacerle con placer y dolor que no hayan hecho ya, antes solo con dolor, a la humanidad? Éstos bárbaros han llevado a la muerte a miles por estúpidas guerras, han probado medicamentos adulterados, fomentado la tortura para sacar datos a través de la misma, han mutilado, asesinado, todo por dioses que no existen, dioses creados por ellos mismos para tener más Poder... O para luchar con alguien que se oculta y otro al que no pueden derrocar... Me acusan de tirar por un balcón a una pobre infeliz, dar veneno a otra, violar a una tercera... Se dicen cosas horribles de mí, una caricatura de quien está frente suyo... ¿Para qué? Para silenciarme, porque soy el espejo en el que no quieren mirarse, son ellos quienes hacen lo que yo apenas me animo a escribir, o representar con gente como usted... Sé que luego de nuestros encuentros, si no le satisfago, o si lo hago... es posible que usted salga corriendo, en busca de recompensa y perdón, gritando a quien quiera escucharle, los horrores a los que le he sometido... No sería la primera vez... No me importa... Usted es fuente de inspiración... Estará en alguna página de mis libros... Mi adorable víctima, se verá reconocida en alguna de las heroínas, claro que con detalles exagerados, cambiados para preservar su intimidad... ¡Ja! Pero, ha llegado la hora, juguemos ya... Usted la presa, y yo la fiera que le atrapa, violenta, le excita... A ver, tiemble, sí, tiemble, caramba... ¡Qué sudoroso que está su cuerpo!... Mmmm... ¿Se acuerda cuando le colgué de la cuerda sujeta al techo, boca abajo y usted introducía su boca en este aparato mío, totalmente erecto? Caramba... Me caliento de pensarlo... Sí, mi pecado es hablar y escribir de más... Todos tenemos esas fantasías... Algunos poseemos el privilegio de llevarlas a la práctica... Otros sueñan con ellas, pero no se animan... Ja... No se animan... Temen que la frontera se les torne peligrosa, que traspasen el límite y no puedan volver... Tontos... Los todopoderosos lo hacen todo el tiempo, pero tan encubiertos, tan protegidos... Tan ocultos a la mirada de los otros, que nadie se da cuenta, nadie los conoce, o les perdona por miedo, por interés, por sumisión, por respeto, por prostitución... Pero no me quejo... ¿Sabe por qué escribo? Para cubrir mi estado de pobreza... Mis hijos están refugiados en Alemania, fui prisionero político del antiguo régimen, de los revolucionarios, ahora de ese payaso de Napoleón... Se han enterado, han descubierto que soy el escritor anónimo que corrompe los pensamientos de quienes saben leer... ¡Vaya! ¡Pecado! Cuando el viejo Güttemberg inventó esa máquina maravillosa llamada imprenta no sabía que mis libros iban a ser más leídos que la Biblia... Sí, escuchó bien... ¡Mis libros son más leídos que La Biblia! ¡Y son esos hijos míos quienes han tenido más ediciones! ¡Pero no puedo figurar públicamente como su autor, como el padre que los parió...! ¡Me acusan por Justine, la hermana Juliette, Los crímenes del amor, la filosofía del tocador... Sospechan que soy yo quien las ha escrito... ¿Ud. qué diría? ¿Mmmm? Ah, tiemble, mi adorable confidente, tiemble... Los pocos amigos que me quedan me piden que huya nuevamente a Italia... ¿Otra vez? No, no, basta... Me anuncian que pesa sobre mí la sentencia de ir a un hospital de locos, o la muerte... Muerte... Cuando muera quiero que pongan en mi tumba este epitafio: Aquí yace “Donatien Alphonse François de Sade arrestado por todos los regímenes”... ¿Qué le parece? Sí, mi querida, sí, soy un libertino... He sido el autor de todas esas terribles fantasías, pero pocas de ellas he cumplido... No soy un criminal... Quisiera que aquellos que me acusan fueran honestos consigo mismos y confesaran sus propios crímenes... Mi primera detención, ¿sabe por qué fue? Porque contraté a una prostituta y más allá de castigarla con el látigo, le hice pisar un crucifijo, estábamos borrachos, puse una hostia en la entrada, dijimos gritando palabras prohibidas... “¡Sacrilegio!”, dijeron. No importaban las marcas en la piel provocadas por las cuerdas, las cadenas utilizadas... ¿Sabe de qué me acusaron? Me acusaron de hereje... El cura se persignaba ante mi presencia... Ese mismo cura que violaba niños en su iglesia... Sí, algunas prostitutas sufrieron más que otras, pero a todas les pagué, como le pago a usted, y todas aceptaron como lo hace usted... No fueron forzadas a hacerlo... Lo que ocurre es que se hizo público... ¿Usted sabe cuántas fiestas se hacen en los castillos de nuestros gobernantes? Se asombraría... Es que tienen una vida aburrida y cuando aparece alguien con una propuesta de ese tipo, se excitan, entregan a sus hijas e hijos, las mujeres se prestan gustosas a violentos encuentros y muchas de ellas, nueve meses después... Pero todo es olvidado, para eso existen los orfanatos... Dejan el niño en la puerta, golpean y ya está... Los poderosos son gente despreciable pero gozan de la protección... Una vez, cuando practicaba con una joven el amor violento y apasionado que acostumbramos usted y yo, fui detenido y encarcelado... La prensa disfrutó y vendió más ejemplares gracias al escarnio público al que fui sometido... Recuerdo que tomé un periódico y leyendo lo que publicaban de mí, dije asombrado: “Pero, ¿todo esto hice yo?” Buscan que yo me humille y pida clemencia... ¡Jamás lo lograrán! ¡Yo he nacido en un hogar importante! Una vez el rey me obligó a permanecer en su residencia dada mi cuna de alcurnia, cosa que yo aborrecía... Cuando pude, gracias a dos circunstancias, el nacimiento de mi hijo y el cuidado al que debía someterme por mis malditas hemorroides, pude salir de allí... Y no volví... En Holanda me alisté al ejército pero eso no es para mí... Todo rodaba tranquilamente hasta que tuve la mala idea de pedirle a mi criado que contratara a varias prostitutas para una fiesta... Una fiesta privada... Todo era muy divertido para todos, un poco de fusta, varios tipos de penetración, pero me equivoqué en la proporción de cantárida... Usted la conoce... Crece la excitación, su ano se dilata, le quema y usted quiere que lo calmen penetrándolo... Ah, ¡Cómo se pone el culo!, pero me equivoqué y terminé denunciado porque se sintieron mal y dijeron cosas horribles que nunca ocurrieron... ¡Me acusaron de querer matarlas! No les di tiempo... Huí... Una vez más... Luego me enteré que a los pocos días ya estaban recuperadas... ¡¿Quiénes son los jueces para meterse en la vida privada de la gente?! Todos tenemos derecho a placeres dentro de nuestras casas... ¡¿Quiénes son ellos para impedirlo?! ¡Ellos que lo hacen aprovechándose de sus cargos! Los nobles, mi dulce animal en cautiverio, practicamos la fusta, el látigo, la vara... Es la plebe la que abofetea o tira de las orejas... ¿O me equivoco? Entonces, ¿cuál es mi pecado? ¿Cómo tratan los maestros a sus alumnos...? ¿Y las relaciones de sodomía...? Están más extendidas de lo que se dice... Los niños ya las conocen por sus maestros, en los colegios... Pero me acusan de practicarlas, cuando pago para ello y doy placer... Mire esas nalgas hermosas que tiene, muéstreme ese palpitante agujero trasero que tiene... ¡Hermoso! Es injusto, nunca crea a los ministros, ni los jueces ni los clérigos... Son los peores... Pero no son los únicos... Además de ellos, arrastro la maldición de mi suegra, la Presidenta... Ella me quiere ver preso... Inventa... Cometí un error gravísimo. Confié en ella mi amor apasionado, creyendo que me iba a apoyar ante todos los que buscan encarcelarme... Fue peor. Me acosa, me persigue... Su propia hija está contra de ella, pero esta mujer no se detiene ante nada... Mi esposa sabe de lo que digo... No siempre lo acepta, pero me respeta... Sí, soy un libertino... ¿Quién no? Aunque sea en la fantasía... Se detienen en mis novelas... Y se olvidan de las obras de teatro que he escrito... Mis poemas... Dicen que no están mal, pero prefiere el público las otras, las escandalosas... Esas que no puedo gritar que son mías ya que pertenecen a un “autor desconocido”... Pero me dan el dinero necesario para no caer en la pobreza, y para que usted y yo, mi amado barro, podamos hacer lo que hacemos... ¿La mesa está dura? ¿Fría? ¿Tiene frío? Ah, qué pena... Pero no podría arroparle justo ahora... Deberá esperar un poco... ¿Quién es el esclavo?, ¿Usted o yo? ¿Es el amo el que pasea al perro, o es el perro el que obliga a pasear al amo? Sí, sí, ya voy a satisfacer sus deseos... y los míos... Estoy preparando el juego, y quería que participara de ello... Siempre viene cuando tengo todo pronto... Es un egoísmo suyo disfrutar, mientras yo... No, no es cierto... También me agrada prepararle los objetos que le van a dar placer... Este látigo está sin estrenar... Lo compré por monedas a unos mercaderes que pensaron que era para mi caballo... No, les dije, ja, ja, “es para mi yegua, o mi caballo...” Y ellos asentían con la cabeza... Sin saberlo... Ja, ja... Sin saberlo... Es muy divertido hablar con la gente, sin que sepan el verdadero sentido de lo que uno dice... Mi yegua, mi caballo, mi potro salvaje que hay que domesticar... ¿No se ríe? ¿No es divertido que no conozcan los códigos en los que uno se mueve? ¿Cómo están las correas? ¿Aprietan de más? ¿No? Bien... Mmm... Sí, me gusta arañar ese vientre hasta llegar a lo que tiene entre las piernas... Yegua, caballo... Mi adorada yegua, mi adorado caballo... El abate ese violó la semana pasada dos monjas, con el pretexto que estaban poseídas y debía fornicar con el diablo para sacarlo del cuerpo de ellas... Notable, me supera largamente... Él lo hace, yo lo digo, y lo escribo... Pudo hacerlo públicamente, ante todos y luego le agradecieron... Y yo... Pongo en mis libros lo mismo, claro, describiendo los mínimos detalles para que mis lectores, ávidos de vivir a través mío aventuras inconfesadas, puedan gozar y... me encarcelan... Es ingrato, mi adorada presa, es ingrato... ¿Y el Juez? Condenó a tres hombres al tormento... porque habían robado las gallinas al vecino influyente... Tres gallinas... No, no miento... Tres... Los infelices clamaban por el perdón, y eso, al canalla, lo excitaba aún más... Sentado a la sombra, mientras torturaban a los muchachos, con sus manos ocultas a los demás, en la penumbra del calabozo, tapado por amplios ropajes, se masturbaba una y otra vez... Tuvo muchas eyaculaciones a medida que avanzaban los castigos... Pero él es un ser respetable... Terminado el acto, medio muertos los delincuentes, todos los presentes le miraron buscando saber cómo continuaba eso... Y él, pálido por el agotamiento de la acción de sus manos, dictó clemencia, y todos se agacharon respetuosamente a sus pies, agradeciéndole su conmiseración... Hasta los propios reos... Ja, es un maestro... En cambio yo... Pero es que no puedo cambiar... Trato de contar al mundo que los verdaderos villanos son ellos y no yo... Pero no me creen, mi dulce placer, no me creen... Sí, sí, estoy hablando demasiado... Me ha resultado una persona egoísta... Por eso he tapado su boca con ese esparadrapo, para que no hable, para no escucharle... ¡No solo estoy a su servicio! ¡Yo también tengo derecho a disfrutar de lo que hago! ¡Mierda! ¡Tengo ganas de... de... de...! ¡Me gustaría...! ¡Traspasaría esa frontera...! ¡No me provoque, no me provoque, no hay nada que más desee que me provoque para poder hacerlo! ¡Alguna vez lo he hecho! ¡Y no me arrepiento! ¡Aquella prostituta me había desafiado! No lograba abatirla. Recuerdo que desde temprano comía los diablotines que yo le había dado. Parecía tener tanta energía que nada le hacían mis castigos... Yo estaba exhausto, quería terminar, quería dejarla en la calle, de donde la había recogido, pero ella insistía en provocarme, no tenía control de sí misma, se revolcaba gritándome que la cogiera... Ella misma se pegaba, se tiraba encima mío, se hería con las tijeras que tenía en la mesa... Se tocaba lascivamente con sus manos llenas de sangre, quería quitarse trozos de su cuerpo... Sus gritos se elevaban a todo el barrio... Temía que golpeara la puerta la inoportuna policía... Entonces, le tapé la boca, le tomé los cabellos y puse su cabeza dentro de la tina llena de agua, mientras la penetraba... Fue magnífico... Controlé su ahogo hasta que largué todo el semen que tenía acumulado... Entonces, solté su cuerpo que casi vació ese recipiente... Pero era tarde... Ya la gente había alertado a los cancerberos... Como buitres, deseosos de compartir mi delirio, rompieron la puerta y me encontraron semi desnudo, agotado, sin poder oponer resistencia. Fue así que me llevaron una vez más, preso... Fue así... ¿Usted quiere que pase eso? No dice nada, eh... Es mejor callar... (Reflexiona para sí mismo) Ya estoy viejo... Las cosas que antes me divertían ahora me cansan... Por momentos soy un autómata... Un autómata que necesita repetir sus actos para no perder la memoria... Si es que los autómatas tienen memoria... El rey mandó hacer un calabozo con los objetos más terribles y extraños de todo el mundo... Salieron sus lacayos a buscarlos, pagando fortunas que no le pertenecen a la Corona... Trajeron barcos llenos de cosas que no sirven para nada... Todos en la corte murmuraban y agigantaban los servicios que cumplían los adminículos depositados en los sótanos... Nadie osaba bajar a los mismos, aunque se dejaban seducir por los dichos de pícaros guardianes que inventaban mecanismos que quizás no existieran... Alguna doncella perdió la vida en esas travesuras, pero nadie se dio por enterado... Y el rey siguió impartiendo justicia... Era un individuo que recibía a los diplomáticos, comía con los viajeros, conversaba de arte con pintores y escultores, y no descansaba de hablar mal de un servidor, aduciendo maldades mías que podían desestabilizar el reino... ¿Y el Cardenal? Ese viejo camarada de lujurias, asentía con la cabeza cada vez que el rey insistía en atraparme y torturarme hasta la muerte, diciendo que era mejor que me pudriera entre las ratas, antes de que siguiera cometiendo atrocidades... ¿Con usted cometo atrocidades, querida levadura mía? Bueno, claro, en cierto sentido... pero son compartidas, aceptadas, permitidas... He estado en las cárceles... No se lo recomiendo... Bestias con el ropaje de guardias, haciendo lo que imagine a pobres infelices que aún no se sabe si eran los culpables de lo que se les acusaba... Un joven que había venido de lejos, una noche se emborrachó y quedó tendido en la calle, justo cerca de donde se había cometido un crimen... Los soldados buscaban un culpable para terminar pronto y calmar a la gente, y encontraron su víctima durmiendo y eructando... Y lo llevaron rápidamente al juez, y éste con verlo ya supo que él era el asesino y por eso, el casi niño fue llevado al calabozo, junto con dos piratas que buscaban carne fresca para aliviar el aburrimiento de la cárcel... Mediante un pago, los guardias lo dejaron con ellos. Y abusaron de todas formas de él, hasta que a los meses, cansados de hacerlo siempre con el mismo, lo dejaron desangrarse mientras jugaban a las cartas. Y dicen que soy el enemigo número uno... Ja... La mujer del Jefe de Policía, ¿sabe que recibe en su casa a las presas que atrapa su esposo? Ella es peor que él... Quienes saben que van a caer en sus garras prefieren la muerte... Pocas han escapado... Los vecinos ponen pesadas alfombras en las ventanas, tratando de amortiguar los gritos desgarradores de esas infelices... Una vez, cuando aún no me temían tanto, y creían que era apenas un escritor afiebrado, me invitaron a una de sus fiestas. Habían contratado a una puta de Venecia, pulposa y atrevida, de voz chillona y hermoso cuerpo... También a un hermafrodita que era el centro de atención de los que concurrimos... A ella la presentaron montada en una góndola que arrastraban por el salón, presurosos criados. Venía vestida con una enorme capa y una máscara del carnaval de su tierra... Cuando estuvo en el centro, se bajó lentamente y comenzó a chupar los pedazos de todos los que hacían fila para ello... Pronto otros aprovecharon el descuido y se empujaban entre sí para penetrarla por sus agujeros... ¡Tenía que ver a nuestro rey, semi desnudo y borracho, dando latigazos a los intrépidos que, en su mayoría, como machos cabríos soportaban el castigo con tal de culminar la tarea! Y el hermafrodita entró a donde estábamos, dentro de un paquete adornado que fue roto por la reina. Estaba totalmente desnudo, con un miembro flácido y senos inflados... Y nuestra señora le pegaba con sus inmaculadas manos en todas partes del cuerpo, para que se excitara, pero el pobre tenía mucho miedo... Entonces, fue sujeto por criados, colgado por las manos al techo, y todas las damas de la corte pudieron acercarse sin peligro, y manosear eso que con la tensión comenzaba a crecer peligrosamente... Algunas hasta se atrevieron a besarlo... También vinieron afeminados y sobaron los pechos y el culo, hasta que la reina se puso un falo artificial y lo sodomizó ante el aplauso general... Yo me mantenía en un rincón atesorando lo que ocurría para luego inmortalizar a toda esa gente, para mostrarlas a la Historia tal cual son. Claro que no dejaba de excitarme lo que veía... En determinado momento tomé una criada que estaba tan sofocada como yo y la monté mientras no me perdía detalle. Pero fue con tan mala suerte que la pobre levantó la cabeza, yo presioné su rostro y sin proponérmelo le quebré el cuello. Y ahí cayó muerta. Y las que estaban a mi alrededor gritaron y gritaron, y todos pararon la orgía que venían haciendo y sudorosos, chorreando líquido, babeando me rodearon y viendo a la sirvienta en el piso me señalaron con sus infectas manos y llamaron a los guardias, que tuvieron que ocultar sus miembros duros, y me acusaron de asesino, y allí mismo me juzgaron frente al juez que se resistía a soltar a un infante que aún no había llegado a la adolescencia... Y fui condenado, una vez más... Pero como no querían perder la noche por culpa de un imbécil, me dejaron encadenado mientras continuaron con lo que venían haciendo... Hasta que ya hartos, se acordaron de un servidor y me llevaron arrastrando a los infectos calabozos... Así se cuenta la historia... Y juro que no estoy mintiendo... Soy inocente... Las cosas que he hecho son juegos de niños... Pero he cometido el pecado de escribirlas... agrandándolas, haciéndolas excitantes, como un tonto... Si contara mis experiencias en La Bastilla... Ah, ¿no sabía que su maestro estuvo encerrado en La Bastilla? Trataba de mitigar el aislamiento, escribiendo... ¿Cómo? Con el hollín hacía tinta... Sí, hollín mezclado con vino... A veces, cuando se enteraban me lo negaban y debía usar mi propia sangre para poder escribir... A falta de plumas, me convertí en un experto en el arte de cortar huesos con los que podía luego narrar mis alucinaciones... Contar al mundo las atrocidades de quienes me habían encerrado... Usaba tirillas de papel que luego ponía entre los huecos de las paredes... Si van allí, entre las ruinas es posible que aún encuentren manuscritos míos... No, mejor no decir nada porque irían a destruirlos... Allí escribí mi mayor obra que la he perdido para siempre. Se llamaba “Las ciento veinte jornadas de Sodoma”... La hice en una banda enrollada de papel... La inicié, lo recuerdo, el 22 de octubre de 1785 y me llevó un mes y un día pero cuando se produjo la Revolución, desapareció... Es la mayor desgracia que el cielo podía reservarme... ¡Se perdió! La he intentado volver a escribir pero es imposible... Además es un viaje al infierno que no quiero repetir... Hablando de infiernos, el primer día que llegué, lo recuerdo como si fuera hoy, cuando me depositaron en la celda me costó largo rato acostumbrar mi vista a tanta oscuridad. En esa mugrienta sala, a la que se llegaba a través de terribles túneles que recorrían el fondo de la tierra, solo había una cama con un infecto colchón, una almohada y una colcha ambos saturados de orín... una mesa de mármol muy sucia y tres sillas a punto de destruirse. Las paredes permanecían negras de tanto hollín... Cuando quedé solo, recuerdo, me dediqué a leer las inscripciones de anteriores prisioneros... Una decía “La viuda Lally y O’Driscol, su hija fueron traídas a este infierno el 27 de setiembre de 1701... A quien sí conocí fue a Mauclere, de Chalon-sur- Saone, uno de los vencedores del 14 de julio... Cuando salió publicó “El lenguaje de los muros o los calabozos de la Bastilla, lanzando al viento sus secretos”... Si habré visto y escuchado atrocidades... Me acusan de jugar con gente como ustedes, penetrarles por atrás, oh, sacrilegio compartido por los clérigos que depositan su líquido en tiernos jóvenes entregados por sus padres... ¡Vamos! El primer día preso, los carceleros, un tal Mayor y el guarda llaves, un individuo detestable, vestido apenas con una camisa larga y en calzoncillos y sin sombrero me trajeron una mesa plegable, una jarra grande llena de agua, una copa, un orinal, dos servilletas blancas, una silla de madera, un salero, una cuchara, un tenedor de estaño, ¡un insulto!, ¿por qué no podía tener uno de plata?, un cuchillito, un pan de libra y una botella de vino de tres cuartos litros... Lo recuerdo claramente... Luego de un rato de tironear conmigo, haciéndose los cómplices me dijeron que podía introducir otros muebles siempre y cuando... tuviese la orden expresa del señor ministro, lo cual era prácticamente imposible... Me dijeron que este era el mejor cuarto y la mejor cama, y que por eso debía pagarles seis francos por su alquiler... Conocí a un capellán más terrible que todos los carceleros... Nunca le vi dar consuelo a los prisioneros. Pero sí visitaba a las mujeres presas, en especial aquellas que se destacaban por su belleza, y si no aceptaban sus torturas y abusos las encerraba en las celdas más humillantes hasta que finalmente accedían... Entonces recibían las mejores comidas, las ropas más caras, nada les faltaba pero a cambio, debían convertirse en las putas más requeridas de los nobles que como moscas venían a La Bastilla a saciar sus deseos... Allí se practicaba diariamente la tortura... Los gritos eran insoportables... Nos llevaban a una gran sala, más profunda que las otras, y frente a un ejército de hujieres, lacayos, oficiales y otra gente, los jueces permanecían sentados en sus sillones, con sus ropas color escarlata y sus grandes pelucas... Allí sus empleados nos relataban nuestras maldades por las que estábamos prisioneros y nos extorsionaban para que confesáramos lo que ellos querían que fuera cierto... Y siempre estaba el capellán, disfrutando del espectáculo... Y el Escribano, sentado frente a una mesa rodeado de carceleros con mazas prontas para usar... ¿Y las ratas? Las verdaderas. Según quien gobernara esa cárcel, permanecíamos en celdas decorosas o en terribles cuevas invadidas por las ratas y ratones... Combatíamos frente a ellos que nos devoraban la comida, los papeles, intentaban mordernos, nos comían nuestra ropa, hasta mi gorro de dormir destruyeron... Pero yo era privilegiado... Vi prisioneros en estado lamentable... Espaldas encarnadas, trozos de piel colgando... La cárcel nunca es útil para cualquier ciudadano que cometa una falta... La historia ha demostrado que las vejaciones a las que se le somete sólo sirven para empeorarlo... La prisión es el más perverso y peligroso de los castigos, es apenas un abuso de la justicia que el despotismo y la tiranía convirtieron en costumbre... Fue un invento para mantener encerrados los que debían ser juzgados por jueces que por distintas causas son omisos con su deber... Eso les permite tranquilizar su conciencia al no determinar la libertad o la muerte del reo. Si un hombre es culpable debe ser eliminado... Si es inocente, absuelto... Claro, lo único que se puede aducir es la esperanza en encontrarle libre de culpa, finalmente, de pecados... Pero no es posible corregir a un malhechor aislándolo de sus semejantes. Es de la Sociedad que debe recibir diariamente el castigo... ¿De qué sirve mantenerlo en solitario, sin hacer nada, abandonado, aumentando sus vicios, con su cabeza y su sangre hirviendo, rodeado de quienes lo van a corromper aún más? Cuando sale de la cárcel es más peligroso que cuando ingresó. Las jaulas y las cadenas son para las bestias feroces, o para jugar como lo hacemos nosotros, ¿verdad?... Si le hablara de mis pensamientos utópicos... De la sociedad que he visualizado en sueños donde las cosas pertenecen al Estado, y los hombres disfrutan en préstamo de los bienes, donde los jóvenes ayudan a los viejos, sabiendo que cuando lleguen a esa edad serán los beneficiarios de los que les siguen, una sociedad justa donde el peso está en el trabajo y donde la igualdad de los bienes materiales termina con los robos... Los niños deben ser alejados del hogar paterno para terminar con los incestos... Educados cuidadosamente por responsables maestros honrados, desaparecen las violaciones, mientras al existir el divorcio, se acaba con los adulterios. ¿Y los suicidios? Para qué cometerlos si la felicidad es patrimonio de todos... Debo reconocer que para terminar totalmente con el crimen en la tierra sería preciso que fuéramos dioses y no trabajáramos sobre un material tan corrupto como el hombre... Pero basta, basta... Dediquémonos a lo nuestro... Debo haberle asustado con tanta violencia... A ver, ¿qué podemos hacer?... ¿A qué podemos jugar?... Ya sé... Tengo unas pinzas que pueden concentrar la sangre de una manera deliciosa... ¿Nunca las ha probado...? No tema, yo le excitaré tocando esa carne tan hermosa que tiene entre las piernas y esa mezcla de dolor y placer le resultará exquisita... Son las pinzas para colgar la ropa de mi vecina... Ella jamás sabrá dónde fueron a parar cuando encuentre sus vestidos prolijamente depositados en el piso de su azotea... Ja... A ver... Su piel es tan deliciosa... Podríamos empezar por las piernas, los muslos... Esos muslos pulposos... Ah, qué ganas de penetrarle por detrás, sodomizarle como si se tratara de domar un potro salvaje, ¿ve cómo me calienta su cuerpo? Sí, veo que también pasan cosas por usted ... No, mejor colocaría las pinzas... ¿Dónde?... Acá, en sus pezones... ¡Qué rojos que están! ¡Y qué erectos! ¡Toque mi miembro, verá qué grande que se ha puesto! ¡Ah, qué tonto! ¡Si es que no puede hacerlo por sus ataduras... No importa... Ya va a poder saborearlo largamente... Pero como con el buen vino, este juego necesita de los tiempos, mi querido tormento, nada puede ser impulsivo... Todo tiene que ir dándose paso a paso... Pero las imágenes me perturban... ¡¿Para qué le habré contado lo de La Bastilla?! Ahora se agolpan los recuerdos en mi cabeza... Es que eso no pertenece sólo a la cárcel... Es el propio ser humano... vaya paradoja... Somos nosotros los que traemos en nuestra esencia la destrucción... Somos salvajes contenidos... Y esto que hacemos usted y yo es un ritual que otros confunden con el acto en sí... Usted nunca pasó por una escuela, y menos salió de esta ciudad, pero acepte como cierto lo que un amigo me contaba... Más allá del océano hay un nuevo mundo... Le dicen así... Fueron los españoles quienes lo invadieron por primera vez... Llevaron la resaca que les infectaba las cárceles y con ellos conquistaron a quienes estaban allí... Que no eran mejores que ellos... En el rito de la cosecha, el sacerdote de un lugar magnífico, lleno de oro y demás riquezas, se subía a una enorme pirámide y frente al pueblo que aullaba de placer, hacía traer a una doncella que sumisa aceptaba ser sacrificada... Sin matarla, le cortaba la piel, con tan precisión que luego de arrancada a la infeliz quedaba como una bolsa flácida, entonces introducía su cuerpo, su propio cuerpo en ella llenándose de sangre recién liberada y mojaba una canasta llena de cereales que así bendecía, para que la próxima cosecha fuera buena... Mientras la gente deliraba en trance, la sacrificada sufría los estertores en carne viva, y sin la protección de su piel, roja, gritaba y finalmente moría o arrojándose ella misma al vacío, o siendo muerta por los guardias, preparados para ello. ¿Y hablan de mí? Pero no hay que ir tan lejos, mi confidente, la Iglesia o el Estado, si el individuo no es cristiano o ha cometido algún sacrilegio frente al Poder están autorizados a ponerle en el potro, desollarle, quemarle con aceite hirviendo, cortarle en pedazos... ¿Sabe la tortura que habían inventado los romanos a quienes mataban a sus hijos? Le llamaban Culeus y consistía en poner a los infelices en una bolsa de cuero, junto a un perro, una mona, un grillo y una víbora. El saco era cocido y (con toda su carga) tirado al mar... ¿Qué le parece? Y se espantan cuando cuento nuestras fiestas... Bueno, cuando exagero sobre nuestros encuentros... Pero basta de charla, ahora dediquémonos al placer nuestro... Tenemos una noche muy larga por delante... Espere... ¿Qué son esos golpes? Golpean la puerta... ¿A esta hora? Debe ser la cargosa de mi esposa... Ella siempre espera que cambie mis hábitos... ¿Y si la invitamos a participar? No, mejor, no... Nos arruinaría la diversión... Vengo enseguida, no se vaya... Disculpe, es una broma... ¡¿Quién es?! (Desaparece. Luego de unos segundos se escucha) ¡Ustedes no pueden entrar así porque sí! ¡No me toque! ¡No, estaba habitación, no! ¡Este cuarto es reservado! (Entra con la cara desencajada) ¡Déjenme!... No tienen derecho a invadir mi casa... (Es empujado contra la pared) ¡¿Qué quieren?! ¡¿Esa carta de quién es?! ¡Suéltenme! ¡Me lastima las muñecas! ¡¿Eh?! (Queda mirando a quien le pregunta) ¿Esa persona? ¡No es lo que ustedes creen...! ¡Déjenle ir, no tiene nada que ver con esto...! No, no, aceptó por el pago de un dinero... No, no es una víctima mía... ¡Basta de tonterías sobre mi persona! Sí, soy yo, el Marqués de Sade... ¿Qué es lo que quieren? (Le habla a quien le sujeta las manos a la espalda) ¡Saque esas manos mugrientas de mí! ¡Le puedo explicar todo! (Mira al principal del grupo) Usted que parece una persona inteligente... ¿Qué está pasando? ¿Por qué este atropello? ¡¿Quién es usted, por favor?! ¿Un Juez...? Un juez... ¡¿Quién firma ese papel indigno?! ¡Quiero saber! ¡Por favor, señor Juez, dígale a esta gente que puedo explicar lo que está sucediendo...! ¡Sí, yo le contraté...! ¡Sí, ejerce la prostitución...! ¡No, no le iba a hacer nada, sólo... nos divertíamos...! ¡Sólo un pacto, un acuerdo entre ambos...! ¡No, no, no ironice...! ¡Soy un noble...! ¡Me debe respeto...! ¿Eso arriba de la mesa? Todo lo que está ahí no es más que... para jugar... ¡No, ¿cómo puede imaginar?!, ¡No pensaba usarlo con...! Sé que es difícil de entender... ¡No, suéltenle...! ¡No le toquen, permítanme a mí sacarle las...! ¡Señores! ¡Señor Juez! ¡Por favor! ¡Quítenle el trapo de la boca y verán como les cuenta lo que estábamos haciendo...! ¡Señor Juez! ¡Le exijo, está bien, disculpe, le ruego que...! ¡Señor Juez! ¡Qué hace! ¡No, sus hombres no pueden lastimarle! ¡No, no pueden tocarle! ¡No, no tienen porqué torturarle! ¡Quítenle las manos de encima! ¡Dejen eso! ¡No le peguen con el látigo! ¡Le están hiriendo! ¡Le sale sangre! ¡Es un abuso! ¡No! ¡No! ¡Señor Juez, ¿Qué hace? ¡No es de su dignidad hacerlo! ¡Escúcheme! ¿Por qué se baja los...? No, no le penetre! ¡Por ahí no! ¡Por ahí no! ¡Tenga piedad! ¡No, no, no siga! ¡Le está lastimando! ¡Ay, mis muñecas! ¡No, el cuchillo, no! ¡No, señor Juez! ¡No, no, no tiene porque matarle, por favor! ¡No mate, señor Juez! ¡Era un juego, señor Juez! ¡Era un juego! ¡Escuche sus gritos! ¡Escuche sus gritos! ¡Con su boca tapada, escuche cómo grita! ¡¿No le perfora sus oídos?! ¡Tenga piedad! ¡Está sangrando! ¡No, deténgase, en su pecho, no! ¡No tiene derecho! ¡No tiene derecho! ¡Noooooooooooooo! ¡Usted...! ¡Máteme a mí! ¡Tortúreme a mí! ¡¿Por qué no a mí, eh?! ¡¿Por qué no a mí?! ¡¿Por qué?!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! ¡Socorro! ¡Que alguien me escuche! (Ve como se retiran rápidamente) ¡No, ¿ahora qué pasa? no se vayan! (le sueltan y cae al piso) ¡No se vayan...! ¡Cobardes...! ¡Se amparan en su Poder! (Llora. Queda caído). ¡Han desbaratado mi obra! ¡Imbéciles! ¡Mediocres! ¡Han cometido un sacrilegio! ¡Bestias! (se arrastra hasta la persona que permanece atada) ¡Dígame algo! ¡Espere, le libero los labios! ¡Mire, ya no tiene la mordaza! ¡¡Por favor, dígame algo! ¡Contésteme! ¡Se lo ordeno! ¡Diga algo! (Silencio) Es inútil...¡Ha muerto! (Espantado, va gateando hacia la pared) ¡Le han asesinado! ¡Tiempo enseñándole, jugando...! ¡No puede ser! ¡La historia se repite...! ¡¡¡Otra vez más no, por favor!!! (Silencio mirándole. Lentamente se va incorporando y queda contra el muro. Poco a poco se recompone) ¡Se lo juro..., conmigo no van a poder! (grita) ¡Conmigo no van a poder! (Se apagan las luces) |
Andrés
Caro Berta
andres@andrescaroberta.com
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