El grito |
El
grito nació en las entrañas. Fue
un grito terco, abarcativo, lleno de contenidos. Ahogado.
Emocionado. Mitológico. Arquetípico.
Ancestral. Tremendo. Nació
en las entrañas de
padres conocidos. El
Terror, o “Pánico”, y
la Angustia, o “ Impotencia”. El
grito nacido de las entrañas, trepó. Reptó
como el salmón, contra
la corriente, por las tripas, y
llegó a las cuerdas vocales totalmente saturadas de sonido
y emoción, las
que se apretaron al paso del grito y
contribuyeron a que el volumen, cargado de afectos, fuera
mayor. Como
enorme caja de resonancia, con
el aire contenido, caliente, enviciado
de los pulmones, la
cavidad bucal contribuyó a un mayor dramatismo; y
el grito, haciendo temblar los dientes y las muelas, la
lengua y los labios salió
del cuerpo, despedido, expulsado, emitido e
invadió el aire que fue golpeado por
el grito nacido en las entrañas. Y
el grito, al
encontrar el espacio para desarrollarse, libre, se
expandió hacia delante, y
hacia los costados. Y
fue tan grande que los ecos rebotaron
en la gente, los edificios, los árboles que
retransmitieron su sonido enorme,
agudo y grave, lleno
de contenidos, y
hubo quienes se sintieron heridos, perros
que encogieron el lomo y mostraron los dientes. Gastos
que crisparon sus pelos, íconos
que se cayeron y edificios
que temblaron. El
grito atravesó campos y ciudades, océanos
y glaciares. Cruzó
los continentes, los
canguros se asustaron y
los lamas hicieron un mandala. Los
osos polares se levantaron en dos patas, y
los tigres atrapados en las jaulas quisieron
romper las barreras infranqueables que
impedían el regreso a casa. Y
el grito volvió, dando
vuelta a la Tierra. y
regresó hasta el hombre que lo había emitido. Sus
oídos se taparon por el aire que arrastraba, su
cuerpo se sacudió y
el grito volvió a su lugar. Al
papel del que nunca se emitió. |
Andrés Caro Berta
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