Yuyero

 
Florencio era yuyero. Los yuyeros son pobres, se sabe, pero Florencio era muy pobre. Ni caballo ni carro tenía.
Le habían prestado un galpón abandonado y allí vivía, y secaba los yuyos. Porque los yuyos hay que secarlos:
-¡No los va a vender comoquiera!
De los bañados traía la lucera en ataditos. De la marcela la flor, que la pagan muy bien en las boticas.
Muy apreciado es el mburucuyá para los nervios. ¿Y la zarzaparrilla para la sangre? ¿Y el cambará para los catarros?
-Hay yuyos que ni yo los conozco - me dijo un día: ¡Mire que hay yuyos!
Y hay que conocer, porque hay yuyos venenosos:
-La manzanilla que sirve es la perfumada.
Conocía Florencio para qué servían "la suelda con suelda", "la pezuña'e vaca", "la yerba'el pollo", "la carqueja blanca", "la congorosa".
-Hay macho y hembra en los yuyos; y tienen "tiempo"; ahora en junio se da la malva: ¡Es muy importante la malva!
El sabía las proporciones y hacer las mezclas. La anacahuita es especial para la tos, le dijo a una vecina, y ante la incredulidad de ésta, afirmó:
-¡No hay nada mejor que los yuyos! ¿De qué se cree que se hacen los remedios?
¡Pobre Florencio! Si veía una herida abierta ya traía apio que cicatriza enseguida.
-¡Es que son un misterio los yuyos!

Lo llevaron enfermo a Florencio. Dicen que es delicado. Sin vuelta.
Cuando el temporal grande, el viento desparramó el galpón y los yuyos. Y muchos yuyos que Florencio traía de las sierras ahora nacen junto al camino.

Juan Capagorry
Hombres y oficios
Ediciones de la Banda Oriental
Montevideo, junio de 1973

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