Al río nombrado oscuramente

Era tal vez imposible divisar el río
desde la nublada orilla del naufragio
donde vetados ojos han de llorar el barco ido
porque cada luto tiene su tiempo inquebrantable
cada caricia su olvido
cada labio su adiós o su desdén
cada cielo la traición de un ángel
con la cual termina la ilusión
y empieza el relato de la historia...

Y sin embargo el río estaba
Transcurría y pasaba en la aparente
indiferencia de un paisaje perfecto
donde sólo tus ojos ausentaban
y no hacían realidad lo contemplado
Corría el río y tú desesperabas
procurando a ciegas sorprender el curso rumoroso
cuya existencia empieza indefectiblemente
donde expira el ansia
Corría el río y no lo divisabas.

Era imposible tal vez prever su rostro
la fatigada huella de su voz
oscilando en el umbral de la renuncia

Y era imposible poder adivinar
la jugada final el tiro conclusivo
el acierto total
el trivio y el cuadrivio
donde finales suspendidos de historias inconexas
se resumen en uno
todos los cabos se ligan en un nudo
la derrota es la luz
la ventana abierta es igual a la campana que dobla
el puñado de tierra es aire aliento vuelo y sol
el río lava las piedras
y su ronco mugido es tu canto
En él te reconoces.

Martha L. Canfield
El viaje de Orfeo
Signos - 1990

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