Historia de vida |
Hace
un año que vivo en esta zona de Pinamar. No
dejo de agradecer al destino haber llegado a este lugar. Cuando salgo a
caminar por la playa encuentro pescadores que con gran paciencia esperan
el fruto del mar. Pinamar…
sus calles son para mí un laberinto sin fin, con típicas casas que
tienen techos de dos aguas adornados con tejas. Jardines muy bien cuidados
donde predominan olorosos romeros y fragantes lavandas. Ese
aroma especial de los pinos que dan al aire una frescura inigualable. Me
llama la atención un anciano que viene en una moto llevando de tiro un
carrito, y sobre éste veo una cortadora de césped. Lo
miro con tal curiosidad que él sonriente para y saluda con franca
sonrisa. Dice:
caminando? Contesto:
salgo todos los días por la costa y recorro, luego subo por el camino. ¡Lindo
lugar! dice, el que viene aquí no se va más; esto es un edén; y
prosigue yo vine hace sesenta años, no había nada, ni casa ni árboles,
era un desierto. Habla con gran entusiasmo. Sus pequeños ojos casi
cerrados por el peso de los años; con su voz cascada y haciendo
exagerados ademanes. Mirando
con picardía continúa: éstos pinos que ve lo plantaron estas manos,
mostrando sus manitos enjutas y arrugadas. ¡Si señor! Vinimos con una
cuadrilla, me parece ver uno por uno llenando el lugar. Yo
vine de Cerro Largo, me gustó tanto este lugar que cuando pude comprar un
terrenito, con ayuda de mis compañeros
poco a poco levanté mi casa. Así como el hornero vió? Cuando
quedó lista traje la familia. Muchos
hicieron lo mismo, algunos ya no están, me ganaron en el viaje sin
regreso. Porque
morir es irse de viaje para mí, aquí estamos de paso. Bajando
el tono de su cansada voz dice: hoy estamos solos con la vieja, los hijos
están en el exterior, crecieron y se fueron, aquí no había mucho para
ellos. Su
voz es apenas un susurro, los hijos no son de uno, son de la vida; como
los pájaros vio? Uno los cría y cuando se pueden defender en la vida
emprenden vuelo. ¡Bueno,
no me voy a poner melancólico! Con
este día soleado que merece ser disfrutado haciendo algo por la vida. Yo
me entretengo con mi trabajo, soy jubilado, pero cuando me sale algo para hacer no digo que no, soy
jardinero, sabe? Poniendo
su cuerpo derecho me pregunta cuantos años me da usted? Lo
miro no sabiendo que contestar, pues por lo que cuenta debe tener muchos. Sonriendo
agrega, ochenta y seis tengo y me sobran las fuerzas para hacer cosas. Dándome
un fuerte apretón de manos se despide, y cuando sube a la moto grita ¡disfrute
este paisaje, aspire el aroma de los árboles y no olvide que el que viene
aquí no se va más…! Esto es un regalo que nos da la vida y no cuesta
nada, que le parece? Seguí
mi camino pensando en que tiene razón, hay que caminar observando la
naturaleza, el hermoso río, inmenso, y bravo a veces. En
mis momentos de meditación viene a mi mente el recuerdo de aquella
personita ingenua y simpática que habla sin cesar. Personaje de las
playas digo yo. Qué historia de vida!, que fortaleza de carácter. En
cada pino se vera plasmado su vivir y cuando ya no esté más aquí algo
de el quedará. Vivirá en el canto de los pájaros que habitan en los árboles que con tanto amor plantó. |
Josefina Camacho
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