Conversando
nos conocemos |
Tema de hoy : “Cuando me sentí un yogur embolsado” |
No es fácil lo del título, pero sí se podría entender, si son capaces de llegar al punto final de mi historia de hoy. Situémonos en el tiempo. Año 83, un hijo de 1 año y medio y un viaje en el horizonte después de haber aterrizado de otros previos. Destino: Venezuela. Ahora que miro hacia atrás recuerdo que yo, que viajaba muy pocas veces a Montevideo y que cuando lo hacía lloraba…con 18 años cumplidos…y mis tías debían ponerme en el ómnibus para que volviera con mamá, ahora estaba armando valijas para irme otra vez de Salto. Pero lo que pasó es que “un buen día conocí a un italiano que entre spaghettis y pizzas me alzó de París…”, perdón de Salto. Por suerte no me fue como el tango y dejé también de llorar porque mi vida desde ese momento fue un subir y bajar de aviones, como quien lo hace de un colectivo…hasta con bebé y todo. |
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Lejos
llevóme mi periplo, pero hay una anécdota que está relacionada
justamente con mi llegada a Venezuela: nos cruzaron a mi niñito de un año
y a mí de contrabando. Sí, como un vulgar yogur metido en un bolso, con
otros yogures, viniendo de otra frontera. Pero claro, la cosa no fue ni en
una bolsa ni mucho menos. Previa llegada a Bogotá, tomamos un avión
hasta Cúcuta y al llegar nos esperaba un chofer para cruzar el puente que
une esta ciudad caliente con la venezolana de San Cristóbal. En esos
autos americanos, hoy antiguos, inmensos, íbamos mi
vástago y yo atrás y en el asiento de adelante el padre de la
criatura y el otro chofer. Al pasar la aduana todo bien. Ni nos miraron (
a mi hijo y a mí). Se sentirá así un yogur que pasa de contrabando?.... Vamos subiendo la cuesta Luego de soportar todo aquél calor, aún en medio de las montañas tropicales (yo, veterana de las húmedas alturas ecuatorianas, había llevado todo ropa invernal), fuimos a un hermoso hotel en San Cristóbal donde un jerarca de la empresa nos dio una linda bienvenida y después de un descanso partimos para la obra. Ésta se hallaba en un lugar llamado La Trampa, por una batalla histórica en los tiempos independentistas. Mi niño, sudando a más no poder dentro de su vaquero frisado y camisa de franela, tuvo el buen tino de dormirse en la camioneta y así varios documentos de estado…de estado de la obra, que llevaba su padre llegaron sanos y salvos a la nueva casa. Pero el niño mío no quiso pasar desapercibido y apenas se bajó de la camioneta vomitó hasta el último ñoqui que jamás hubiese comido… Vida de cuervos La casa que se nos adjudicó era preciosa, un chalet de tejas rojas, bha…eran todas así, sólo que ésta estaba al final de una de las tantas montañas que componían la villa o villaggio (es más elegante non li pare?)…Y tan al final estaba y tan alta, que en el patio nos visitaban todas las tardes una docena de …hermosos cuervos, bichos feos si los hay! Teníamos teléfono, pero sólo sonaba para la empleada que era conocida por todo el personal masculino de la obra. Y a Uruguay no se podía llamar, es decir en aquél entonces, las llamadas llegaban desde allí, desde Venezuela, sólo hasta Montevideo. En venganza me ponía a disertar con mi eterna amiga Rita…que vivía en Roma, Italia, ya que ahí si entraban las llamadas lo más bien. A Salto me comunicaba…por radio. Allí conocimos a una pareja de chilenos encantadores con un niñito de la misma edad del mío. Esta madre era muy diplomática porque miraba para otro lado cuando el futuro ingeniero lo comía a mordiscones a su vástago. Mi mente de maestra me llevaba a los libros de sicología donde decía: mordisco: falta de amor. Ahí mismito los tiré al tacho de la basura, mi hijo era único, re amado, re adorado, re de re de todo!!!! Fue mi primera gran pelea con Freud. La vuelta a Colombia Por esas cosas tipo “ ¡o conseguís otra casa o me voy!”, ya estábamos por mudarnos a otra casa más cerca de la gente y de mi amiga chilena cuando llegó la orden de arriba, de “vuelta pa’ tras” a Colombia, otra vez tipo yogur argentino en bolsa de bagayero, sin ánimo de ofender vea... Con el mismo chofer, con las mismas montañas, el vómito del heredero sobre mi ropa nueva y todo. Recordando las recomendaciones leídas en Bogotá sobre la delincuencia, que AHORA no serían nada extraño ponerlas en los hoteles de Salto, (captó la indirecta?) , una vez llegados a Cúcuta, Colombia, caminando un poco por las calles coloridas el chofer, mi nene y su padre y yo atrás y cerrando el círculo mi miedo aterrador. Allí llenamos papeles , esperamos y volvimos al mismo puente otra vez. Esta vez con una sonrisa de oreja a oreja. Ya teníamos visa venezolana. Otra cosa fue tramitar la cédula, eso lo dejo para otra ocasión…Abajo, en el puente con un río bastante angosto, una hilera de gente con bolsos lo cruzaba en hilera : “es el contrabando hormiga”- dijo el chofer muy entendido. Yo miré aquello muy sorprendida. Era peor que ser transportada en auto de aquí para allá. Es que hacerlo de esta manera nos transformaba en elefantes? Peppino y las arañas Ya en la nueva casa, mi niño siempre mordisqueando al amigo chileno y ya éramos dos las que mirábamos para otro lado cuando eso ocurría, conocemos también a otro señor, italiano, Peppino, que pobre tenía el gran pecado de haber nacido en el sur de la bota itálica. No es fácil de entender, pero si Italia pudiera hacer una guerra de secesión, como EEUU una vez, lo hubiera hecho hace rato, porque los ítalo-spaghettis del nord no aman precisamente a los ítalo –macarroni del sur. Pero en esa vía van yo creo, porque hace tiempo que surgió nuevamente la Segunda lega Lombarda, que otro día con más tiempo podré explicar, si se cuadra, si no, me preguntan, total, Salto es un pañuelo… Pero Peppino era Peppino, un encanto mire, iba siempre a cenar con nosotros hasta aquél día que me contó de la araña. Casado con una peruana, me decía que tal araña era mortal su mordedura y que se encontraba también en esta región. Mirarlo con terror y tomar a mi retoño en brazos para encerrarme en el dormitorio con él a upa fue todo una cosa sola, junto con el grito de “de aquí me voy YA!!!!”. Al final recuperé el juicio, pero no la calma. Al final el nene dormiría entre los dos porque toda la casa estaba ya llena de alacranes y escorpiones chicos. “Que me piquen a mí”- decía yo mientras con un ojo dormía y con el otro vigilaba…Madre coraje si las hay… El adiós Con la promesa nunca cumplida de ir a Yaciretá,( nos mandaron a dos obras en la Patagonia y luego a Turquía) y aprovechando el sueño de la temprana madrugada, que hacía que mi vestido llegase intacto de vómito hasta el aereopuerto de San Critóbal, nos tomamos un avión los tres, que nos llevó a Maracaibo, a Caracas y al final a Bs. As. Y luego al aereopuerto de Concordia donde la familia esperaba, feliz. Habíamos estado ausentes un año y medio y como decía mi hermana, (que no está más con nosotros desde antes de cumplir los 30), estábamos en casa, comiendo comida de mamá!!!!... y con nuestro indefensos, hasta esa época por lo menos, bichitos uruguayos. Hasta la próxima aventura. Lilian |
Lilián Caligari
Diario Cambio - Revista “Tuya”
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