Introducción
a "Por mar y por tierras" de "Por mar y por tierras" |
En el muro empapelado de azul con lises blancas de la salita de costura de nuestra antigua casa familiar de la calle Arapey 44 (hoy Río Branco), había colgado un espejo de marco dorado a la hoja y una luna traslúcida, llena de profundidad y misterio. Solían contar en la familia que allí aparecían y desaparecían, según la ocasión, paisajes nítidos de parques y jardines desconocidos, o brumosos escenarios vivos de mares y tempestades, o la figura llena de encanto de una jovencita delicada, o la imagen algo desvaída de un viejo marinero. Nadie dudaba en la familia de que era un espejo mágico. Porque sólo por arte de altísima magia era posible reflejar con nitidez tan impresionante las más vívidas historias, ocurridas en tiempos pasados y protagonizadas por algún pariente antecesor. Nunca conocimos el origen preciso del espejo prodigioso, ni supimos cómo pudo haber llegado hasta nuestras familias. Lo cierto es que, después de inesperados vaivenes y recorridos, el espejo vino a parar a mi casa de hoy, un apartamento en la Plaza de Cagancha. De ese modo lo tengo ante mí noche y día, y con frecuencia me miro, arrobada, en su luna límpida. Me busco a mí misma, o busco algo que no sé. Y entonces muchas veces comienzan a manar, si las convoco, historias de mis gentes pasadas, ocultas en las honduras de esa perfecta transparencia.
Mi nombre completo es Celia Calcagno Picardo Oddone Falco. Las que voy a contar aquí son historias conservadas por estas cuatro familias oriundas de Italia, como tantísimas que formaron la sustancia humana de nuestro Uruguay. Son "cuentos de verdad" que como tales relataron y trasmitieron nuestros mayores, y que a mí me llegaron desde que era chica. Crecí escuchando estas lindas historias, algunas originarias de la Italia remota, otras del Uruguay del siglo pasado, cuando esas cuatro familias se fueron afincando en nuestro territorio. Aunque no faltan campesinos, artesanos, religiosos, en su mayoría son historias de marineros y pescadores. Las voy a ir relatando mezcladas, porque así se agolpan en mi memoria: como una ensalada de frutti di mare (frutos de mar) que puede contener velas desplegadas, remos, pescados, peces, estrellas, hipocampos, medusas, botes pintados de amarillo y azul; y en ocasiones, unas presencias extrañas, invisibles pero por cierto actuantes, que se llaman Ángeles o Arcángeles. Porque en esa ensalada, los Ángeles son como las aceitunas, que dan gusto y sabor, entreveradas con el atún y las sardinas, el huevo duro y las papas, las remolachas y zanahorias, las alcaparras (capari) y los filetes de anchoas. De fondo, poner galleta marina remojada en agua y vinagre, y por encima unos líricos chorritos de aceite -de oliva, por supuesto-. Sin querer, acabo de darles la receta de la Caponada, el típico plato ligure de fin de año (Capo d'anno, de donde le viene el nombre). Pero cuando la preparen no le pongan ni velas, ni remos, ni caballitos de mar, ni medusas, ni botes. Adórnenlas más bien con estrellas color oro, que se hacen recortando zanahorias hervidas y en rodajas; y estrellas coloradas que se fabrican recortando remolachas en forma dentada para parecerse a las luces del cielo nocturno. Y si lo prefieren de día, con trocitos de huevo duro pueden dibujar el sol...
De esas cuatro ramas familiares que convergen en mí, quizás la que menos historias contaba era la de los Oddone, pero en cambio era la que más abundaba en cuentistas – o cuenteros-, porque sus narraciones eran estrafalarias, con germanos, ligures e irlandeses entreverados. Unos decían que el apellido Oddone era en realidad O’ Donne, originario de Irlanda; pero otros retrucaban que era un nombre perfectamente italiano, como que provenía de una mujer genovesa que iba por las calles vendiendo tortas, y cuyo pregón en dialecto decía: "iO donne, o donne, porta u piat!" ("Mujeres, mujeres, traigan el plato"), sobre el cual la vendedora colocaba la torta, que era por supuesto la clásica figaza. No faltaron quienes quisieran mezclar el origen del apellido con la nobleza de sangre, y hablaban de condes o duques que habrían llevado orgullosamente el nombre. Y hasta algunos -los más alocados, sin duda- llegaron a afirmar que los itálicos Oddone eran descendientes nada menos que del rey Otón 1 (Oddone primo, en italiano), aunque éste haya sido, claro está, un monarca germano. Y relataban la historia que va a seguir. |
Por mar y por tierras
Celia Calcagno
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