Persisto destruyéndome
poema de Sarandy Cabrera

 

  Delgado aceite avanzas y entre aromas de tilo
y entre el aire cargado de marcela
te abres camino, rompes
las tablas circundantes de los hábitos,
de las oscuras telas encendidas pegadas,
y te apareces delgado aceite
y corres en el tiempo.

Has recibido de mi olvido acoso tanto
y tú y yo muerto paralelamente,
pagados con los treinta dineros cotidianos
en la movida rueda, en la expectante corona
de fuego y tiempo.

Mientras tanto
venían floraciones, acababan los días
su oscuro, y claro manto
de medallón ambiguo,
su acabable cordón enrarecido,
y soltaba la lluvia su collar y su hilo
con un inacabable rodar de cuentas frías.

Y más aun y más y sin embargo
delgado aceite avanzas, impregnas,
tomas tu exacto día, tu minuto explosivo
e iluminas voladamente,
entre la resignada tristeza de las cosas
dos tiempos confundidos bisecados,
unidos hoy en mi eje ardiente y orientado.

Y mas aun y apenas,
agua flotante, espejo solitario, bujía,
me llamas, me abandonas, y apartas
los opios, las maderas, el retorcido hierro del planeta
levemente con cruces de mujeres
con corredores sucios, con amantes rincones de memoria
y llenas todo, todo,
y presientes y acabas cayendo y acabando,
sin cesar renacido, renacida.

Has sabido, has llegado a la orilla marcada del silencio,
esperando la voz, confiando acaso tu párpado imposible,
tu voz de débil gota en el diario silencio de la noche
con su tic tac metálico y distinto, con su ruido de tiempo;

y has llegado no obstante frágil aceite,
fe contra el frío, vívida esperanza,
relámpago entrevisto,
para salvarnos todos del naufragio,
para llevar un día salvado estremecido
al día inexistente que te espera
a aquel seguro día que te aguarda,
que llama a esta redonda y a esta tibia simpleza
y a esta virgen fruta mordida,
y que pasando cae
para siempre y acaso para siempre.

Delgado aceite,
vano rumor de días y de retratos muertos,
de moribundas horas con árboles exactos,
tu angustia permanece, tu ligero
rincón soporta el golpe de las voces amargas,
los gritos, los sollozos, las oscuras palabras,
y permanece estando
mientras cae la hora sonando y destruyendo.

poema de Sarandy Cabrera
Número Nº 1
Montevideo marzo - abril 1949

Editado por el editor de Letras Uruguay 

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