Madre de nosotros que nos diste tu pan

y que la oblea bendita del sueño alimentaste

mira cómo esta muerte castiga sobre los cuerpos

su blancura, su sueño indolente
su rabia perdida para siempre.
Mira madre cómo castiga el viejo dolor
cómo reduce, cómo entra por la casa
cómo recorre hurgando, tú lo sabes
cómo revisa la cuba de pan y su madera gastada
y cómo vela al sueño
lleno de soledad, lleno de miedo,
y cómo recoge su agrio cordón
y juega interminablemente con nosotros.

Madre vienen sus olas a la alta tierra

a la isla desasida en que permanecemos,

a lamer el punto de nuestros ácidos, a olvidar apenas

la más nueva carne, más fragante.

Olvido, olvido, olvido, tiempo perdido

y largos bellos días por perderse y perdernos

con horas aguardadas interminablemente

y sueños ya por siempre reemplazados,

todo del viejo y suntuoso dolor emana y gime.
Mira cual viene como
un lento barco lleno de personas
que velan que no duermen que se duelen
de sus costras de pena de espanto de miseria
y de las densas algas del mar abandonado
siempre presente.

Madre mira cual pega,
atiende cómo azota el dolor sobre los cuerpos

y cómo caen sus formas

y cómo me lastiman.

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