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En mitad del refugio de mi apariencia
y de un ardiente cinturón de sombras,
elegido como centro mortuorio de las luces,
ungido por las ondas de voz y de sonido,
permanezco erguido como un sueño
lleno de voces perdidas,
temblando, hoja verde, aguardando
de las aguas sonoras,
de los cargados mundos relampagueantes
el fruto de velar las aguas.
Oh agua tanto venida,
Oh amor hecho de gota a gota,
Oh pequeña carne que arrima
mi peregrino amor al mundo,
mi membrana cerosa
al cinturón de sombras
que aprieta su ojal amargo
que llama con su viento de verano
mientras ya por la carne rumorosa
única verdadera de los sueños
viene el otoño pasado de amarillas
luces, de pastos fríos,
de piedras cadavéricas.
Sueño feraz, oh campana
oh espacio estremecido por los cuerpos,
Oh tiempo perseguido
por tu amor la memoria,
cuya vidriada forma transparente
lleva mi corazón y su amenaza.
Hoja feliz, oh vientre opulento
preñado de otra vida,
de su pulpa feliz, de su elocuente
savia subiente y emancipadora,
llamo por todos
llamo por una luz
por una aguda acomodación
para poblar los ojos persistentes
con un mito de vida.
Acaso entonces,
Acaso demasiado,
adonde estremecido,
caen a mí como una espiga seca
los hombres, los sutiles
hilos de la apariencia moribunda
y me pueblan entonces
acaso demasiado lentamente,
hojas, el viento, el sueño,
los gigantes tomates de vida escondida,
la esfera hueca
de humana carne
que recoge mi asombro
cambiando, deshaciéndose.
Hundido en sombra,
hendido en la viva madera
y en los ladrillos muertos
miro el mundo y su cola
su río, su enriquecido enigma
su porquesí sufriente.
Hundido en sombra,
centrado en círculos de angustia
enredado en afectos
lúcido sin embargo, entre
los sueños y apartando el vaho
de las musarañas y las amapolas pestíferas,
veo mi mundo en el tiempo
y desde no sé donde por perderlo
y hasta ya no sé cuando por salvarlo. |