Adriana PUIGGRÓS EDUCAR ENTRE EL ACUERDO Y LA LIBERTAD. Propuestas para la educación del siglo XXI Ariel, Grupo Editorial Planeta. Buenos Aires, 1999, 233 p. Por Lic. Miguel A. Cabrera |
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Adriana Puiggrós es doctora en Pedagogía de la Universidad Nacional Autónoma de México y Master en Ciencias. Es investigadora del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) y profesora titular de Historia de la Educación en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Tiene una extensa obra escrita (catorce libros, y es coautora de más de treinta) especialmente en historia de la Educación y en políticas educativas. No hay que dejar de mencionar su monumental Historia de la Educación en Argentina. En 1974 fue decana de la Facultad y tuvo que exiliarse perseguida por la Triple A. Fue convencional en la Asamblea Constituyente Argentina de 1994 y asesora del gobierno de la ciudad de Rosario. En 1997 A. Puiggrós ocupó una banca como diputada de la Alianza-Frepaso y fue presidenta de la Comisión de Ciencia y Técnica. En 2001 el Presidente de la República la nombró al frente de la Secretaría para la Tecnología, la Ciencia y la Innovación Productiva. Educar entre el acuerdo y la libertad fue escrito entre febrero y mayo de 1999, simplemente al correr de la pluma, nos dice su autora. El objetivo de este libro es compartir con los lectores las dificultades y las ideas que surgen donde se producen los programas político-educativos y las leyes (p.11) y poner en discusión una manera de enfocar la educación" (p.17). El libro está dividido en diez capítulos, agrupados en cuatro partes que no llevan títulos. En la primera parte (páginas 21-92) describe y comenta la situación de la educación en Argentina. Hace suyas interrogantes planteadas por Carlos Fuentes y en particular la siguiente: ante los problemas de educación, alimentación y trabajo de las grandes mayorías ¿estamos dispuestos a relegarlas al olvido, conceder que hay dos Méxicos y que debemos aportarle sólo al México adelantado, integrado al comercio y a la tecnología mundiales, y clausurar para siempre el segundo México, el México de la pobreza, la enfermedad y la ignorancia (p.28). A. Puiggrós analiza las leyes para la minoridad y su evolución en la Argentina del siglo XX, hasta llegar a la Ley de Protección Integral del Niño y el Adolescente, que al momento de escribir el libro había recibido media sanción. Sintetiza lo importante de esa Ley en los siguiente términos: deroga la figura del Patronato y considera niños y jóvenes sujetos de derecho; establece garantías procesales para los menores, se elimina la posibilidad de penalizar la miseria quitando la patria potestad a las familias pobres, pone a disposición del juez una serie amplia de medidas socioeducativas y socialmente reparatorias. No fue la mejor ley pero sí, el resultado posible del consenso de todos los partidos políticos (p. 85). En la segunda parte (páginas 93-150) A. Puiggrós estudia la distribución de responsabilidades entre el Estado y otras instituciones sociales (p. 93). Desde el inicio aclara que decir "responsabilidad principal del Estado" es distinto que decir "monopolio estatal de la educación" (p. 96). A. Puiggrós analiza la propuesta de Friedman, aplicada en Chile, Suecia, Escocia: el sistema de vouchers o bonos escuela, que se entregan directamente a los beneficiarios de la educación, considerados clientes. Llega a la conclusión de que si se pretende mantener la equidad social, el financiamiento de la educación de cada individuo en forma directa, sólo puede ser asumido por el Estado como excepción, pero acotando que acciones compensatorias por parte del Estado pertenecen a una estrategia de planeamiento, que choca con la ortodoxia del mercado. En esa situación son incompatibles con el concepto de voucher (p. 105). En cuanto a la tercerización la autora observa que en la actualidad los capitales aplicados a la educación se desplazan hacia los servicios complementarios, como aplicación de pruebas de evaluación, capacitación docente, la educación preescolar; la salud escolar; las vacaciones útiles y la alimentación de los alumnos, que no son contempladas como acciones centrales del sistema de educación publica (p. 121). Y concluye: el negocio privado de la educación no ha podido sustituir al Estado (p. 122). En este relacionamiento de Estado y emprendimientos privados el modelo "charter school" reclama la atención de A. Puiggrós. Una experiencia interesante para Estados Unidos, pero no totalmente novedosa para nuestra realidad (p.131). Las escuelas charter son públicas, gratuitas, de libre acceso para quien quiera concurrir o enseñar en ellas. Tienen en común que es la sociedad civil y no el Estado quien propone su creación y las administra pero es el gobierno quien las financia (p. 134 ). Las charter schools tienen elementos del sistema privado subsidiado argentino y también de la experiencia de los Consejos de Escuela. En estas escuelas públicas los padres y los propios alumnos integraban órganos consultivos. Los Consejos de Escuela nunca cuestionaron las atribuciones del Estado ni los derechos sindicales de los docentes. En cambio las charter casi siempre incluyen cambios radicales en las formas de contratación de los docentes, en muchos casos con pérdida de los derechos adquiridos como trabajadores (pp. 137-139). En la tercera parte (p. 153-185) está el capítulo 8, que presta el nombre al libro, Educar entre el acuerdo y la libertad. A. Puiggrós sostiene que conquistada la batalla legal que concibe al niño y al adolescente como sujetos de derechos, es necesario responder cuáles son las áreas, los temas, los problemas, las situaciones en las cuales su deseo y su voluntad deben estar presentes (p. 155). El problema está en que hay síntomas de que existe un abismo entre los chicos y nosotros. Una de las urgencias que surge de esa evidencia es la de establecer puentes, formas de comunicación y finalmente acuerdos (p. 156). El capítulo noveno trata de la construcción de un sistema educativo democrático. Esto requiere múltiples formas de participación. Por un lado, formas de participación directa, y por otro, formas de representación variadas, que no siempre se complementan sino que frecuentemente antagonizan en sus intereses y en sus mecanismos (p. 177). En esta profunda crisis en la cual están sumidas la sociedad y la educación algunos piensan que es necesario cambiar fundamentalmente las instituciones que gobiernan la educación. Otros, que basta con eliminarlas y dejar jugar libremente a las escuelas públicas y privadas. Un nuevo gobierno, decidido a mejorar la enseñanza deberá hacer un recuento de las instituciones que tenemos, de los programas que están en marcha, de los recursos humanos y materiales, y reordenar antes que eliminar, y menos aún, salir a buscar otro modelo mágico para aplicar en lugar del actual. (p. 182) Hay que empezar por lo que tenemos. Pero la condición para que todo esto sea posible es que se acuerden principios democráticos para la toma de decisiones y que se generen mecanismo de consulta, participación y representación para todos los sectores implicados (pp. 184-185). En la cuarta y última parte del libro (p. 187-213), A. Puiggrós se pregunta sobre los nuevos horizontes pedagógicos y recurre para fundamentar el trabajo educativo al concepto de voluntad general de Rousseau. Voluntad general que no es lo mismo que unánime. Lo general es una composición de opiniones diferentes; en clara oposición al pensamiento de Hobbes, según el cual los ciudadanos debían "reducir" todas las voluntades a una voluntad. Esta voluntad general es necesaria para organizar la sociedad y se expresa en la voluntad de asociarse. Por otro lado, el sistema escolar, heredado de la modernidad, con sus tiempos y espacios cuadriculados a la manera de la sociedad industrial de fines del siglo XIX, es un enclave dentro de la sociedad que vivimos y una antigüedad en la perspectiva del futuro que se aproxima (p.192). A. Puiggrós le dedica muchas páginas a la inscripción del trabajo en la educación. El capital y la cultura, la organización social y la producción estética son trabajo acumulado, como también lo es la revolución informática. (p.198) Advierte que no hay que reducir trabajo a empleo. Observa por otra parte, que la mayoría de la población está accediendo a la tecnología por la puerta del consumo y no de la producción (p.202). Hay que evitar que la introducción de la educación para el trabajo subordine la pedagogía al economismo. El problema más grave es que millones de jóvenes no solamente estarán excluidos del empleo sino también del trabajo (p. 206). Debido a los cambios constantes no solo hay que formar trabajadores autoprogramables, como habla M. Castels (La era de la información. Economía, Sociedad y Cultura), sino que integrando contenidos ético-democráticos y solidarios, debemos hablar de "trabajador autoprogramable solidario" (pp. 207-208). En síntesis, ambiente, ciudadanía, trabajo, cultura, creatividad son algunas de las categorías de un orden básico en el cual inscribir la educación (p. 213). En la actual coyuntura uruguaya, de un nuevo gobierno, progresista y de cambio, este libro de A. Puiggrós puede ser una fuente muy valiosa para todos aquellos dedicados a repensar el sistema educativo, teniendo siempre en cuenta que la situación uruguaya y sus potencialidades no son totalmente asimilables a las de Argentina, de las cuales trata el libro. |
Lic.
Miguel A. Cabrera
Recensión publicada en Conversación,
Revista Interdisciplinaria de Reflexión y Experiencia Educativa, Nº 10
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