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Eutermia |
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-Cuénteme algo bello.- -¿Por qué?- -Porque creo que es usted un hombre triste.- -¿Y qué le hace suponer tal cosa?- -Habla poco de sí mismo.- |
-Puede que sea, solo, reservado.- -Puede.- -Quizá no tenga mucho que decir...- -Quizás... Pero aún no me ha contado nada bello.- -¿Un prado sobre el que camina descalza una mujer hermosa?- -No está mal. Continúe, por favor.- -¿Un hombre sonríe bajo la garúa?- -¿Qué tipo de hombre?- -Emm... Espere... Un hombre triste.- -Esto está mejor. ¿Por qué sonríe, si es un hombre triste?- -La clave está en la lluvia.- -...¡Oh!... Comprendo.- -¿De verdad? ... Genial... Es un hombre pobre...- -Sí. Sí, definitivamente me gustan más los hombres tristes y pobres que sonríen bajo la lluvia... - -Es como un regalo del cielo...- -Lo es.- -Pero este hombre vuelve del trabajo. Un trabajo rutinario. Tedioso. Y él vuelve a su casa... O a lo que podríamos llamar su casa...- -Es prometedor... ¡Continúe!- -Y allí tiene, únicamente, un poco de pan. Quizás un sobrecito de té usado... No tiene azúcar.- -¿Por qué se empeña en condenarlo, no ha sido suficiente?... ¡Ahora, además está mojado!- -Lo está. Pero es parte del asunto, porque lo bello, lo verdaderamente bello, siempre es triste.- -No estoy seguro de pensar como usted.- -No vamos a empezar a discutir ahora sobre la belleza, teniendo a ese hombre pobre y triste, parado allí, bajo la lluvia...- -A él no le importa...- -Bueno, pero no seamos demasiado crueles.- -Está bien. ...¡Déjeme pensar!... Ya... ¡Alguien lo espera!.- -¡Maravilloso, eso sí que es bello!- -¿Verdad?- -¿Y de quién se trata? No me deje usted en la incertidumbre.- -Pues... Eh... La mujer que caminaba descalza por el prado.- -¿La mujer hermosa?- -Sí.- -¡Vaya! No es un hombre tan pobre... Ahora no entiendo que esté triste.- -Es que ella está loca.- -¡Oh, pero es usted muy cruel!- -Sí.- -Y supongo que él la ama profundamente, y ella ni siquiera lo reconoce...- -No. Ella lo conoce, y está agradecida.- -¿Es su esposa, su hermana, su hija?- -No. Es sólo una mujer hermosa y loca, que encontró un día de lluvia mientras volvía, él de su trabajo, a su paupérrima casa. La vio caminando descalza, hermosa, sobre un prado de tréboles tiernos. Le preguntó si tenía a donde ir. Ella respondió que no, y él la invitó a ir con él. Sólo eso.- -¿No la deseaba, no quería yacer con ella, tener algún tipo de romance?- -Uno de los mejores. Pero nunca la ha tocado.- -¡Me está tomando el pelo!- -¿Por qué? Estas cosas suceden... - -Sí. Pero no son reales.- -Si usted no lo cree, no puede comprender lo que es bello.- -¿Pero, mi amigo, que tiene de bello, un hombre que se encuentra a una loca un día lluvioso y se la lleva para su casa? ¡No me embrome!- -Es que cuando llueve, y él vuelve a su casa, de camino de su trabajo, recuerda aquel día, y eso le hace sonreír.- -¿Por?- -Porque ahora tiene alguien que lo espera.- -Que está loca.- -Le ha dado una razón para vivir.- -¡Sí, pero no la conocía, y además ella está loca!- -¿Y qué? Usted me pidió que le contara algo bello, no perfecto.- -Usted es un tramposo.- -Quizás sea usted un ingenuo.- -Quizás. Y usted un desorbitado romántico.- -Quizás....- -.....Ahora... Este.... ¿Cómo se llamaba la mujer?- -¿Importa eso?- -Es que... Bueno no creo que usted se moleste por eso, pero me gustaría tener un motivo, a mí también.- |
Juan Ramón Cabrera
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