La caja mágica |
La familia Andrópulos, vivía en Grecia, en la ciudad de Atenas precisamente Allí crecieron junto a sus padres, Athina y Glorius. Los gemelos más idénticos que alguien pueda imaginar. Cuando se produjo el nacimiento, Eliana la madre y Osiris, su padre, fueron sorprendidos por aquel milagro de vida de esos dos pequeños maravillosos. Nunca pensaron que serían los niños más revoltosos, curiosos e inquietos de aquella ciudad. Se formaron en esa ciudad llena de encanto y misticismo, la misma que inspiró a poetas por su colorido paisaje, su cielo límpido y azul, su mar sereno y transparente. Athina y Glorius, pasaban todo el día correteando por los alrededores de la casona blanca, propiedad de sus abuelos y en la cual vivían todos juntos. Pero un día, como en otras ocasiones, el lugar de trabajo de su padre, sería cambiado nuevamente y lo trasladarían a América Latina, por dos o tres años, tal vez, como en otras oportunidades, conocerían nuevas costumbres, diferentes ciudades y por lo tanto, nuevos amigos amigos. - Sí – dijo el padre – me enviarán a Uruguay, es un país pequeño, pero por lo que he oído es muy hermoso y está rodeado de fabulosas playas. Los gemelos de inmediato saltaron de rabia, no querían dejar nuevamente su país, su ciudad, y mucho menos a sus amigos. La madre trató de explicarles: - Ustedes también van a poder disfrutar de ese país, porque aunque es muy pequeño, tiene una rambla maravillosa, unas playas deslumbrantes, un clima regularmente bueno y la gente, según me he informado, es gentil y amable, como ustedes son muy sociables, no tendrán problema alguno en hacer nuevos amigos. Athina miró a su madre y le preguntó: - ¿Qué idioma se habla allí, mami? - Su idioma es el español, ustedes ya conocen algo, de todas maneras deberemos repasarlo un poco, ¿recuerdan que papá les enseñó algunas frases cuando estuvimos en Chile?, bueno ahora podrán aprender un poco más. - No sé, creo que no me gustará – dijo Glorius - Veremos – dijo la madre, ahora nos dedicaremos a preparar nuestro equipaje. De cierta manera los niños estaban acostumbrados a cambiar de país por el trabajo de su padre, pero nunca habían oído hablar justamente de ése. - Eliana - comentó el padre – ya nos adjudicaron la casa y el vehículo que usaremos, pero me gustaría que entre los dos, observemos el mapa en Internet, ¿qué te parece? - Por supuesto, eso haremos. Los gemelos se sentían algo nerviosos e inseguros de semejante cambio, adoraban esa tierra, sus bailes, su gente, pero debían resignarse al nuevo emprendimiento de papá. En unos días aprontaron las valijas, se despidieron de los abuelos y se dirigieron al aeropuerto, algo temerosos, pero firmes en su nuevo destino. El viaje fue un poco largo. Al llegar al Aeropuerto de Carrasco, los esperaba un joven con un cartel que mostraba el nombre de la familia “ANDRÓPULOS” se dirigieron hacia él, quien los condujo hasta un vehículo azul que los conduciría hacia la nueva casa, muy cerca del aeropuerto, en un barrio de Carrasco. La casa era muy hermosa, tenía todas las comodidades, y un sol que penetraba por los cuatro costados de las paredes de vidrio, desde allí podía divisarse un hermoso jardín muy cuidado, una piscina y un parque con juegos para los niños. El casero que cuidaba de la residencia, los recibió amablemente y les dijo, que por el momento, no debían subir a la bohardilla, ya que el dueño anterior, un señor muy especial, vendría a retirar unos objetos que dejó en depósito. Eso fue suficiente para que los gemelos inquietos y curiosos, en cuanto quedaron relativamente solos, se dirigieran a la famosa bohardilla de la casona. Los padres recorrían cada habitación para familiarizarse, sin percatarse de la falta de los niños. Athina y Glorius, subieron cuidadosamente la escalera que los conducía al lugar prohibido, allí casi sin luz se vieron sorprendidos por todos aquellos objetos extraños que existían en cada rincón de la habitación. - Mirá Glorius, mirá esto, ¿qué es? - Cuidado Athina, no rompas nada. Parece una caja de madera, pero mirá, hay una palanca que parece girar para abrirla, como si fuera una llave. - No la toques – dijo Glorius. - Quiero ver qué pasa si la abrimos. - Cuidado Athina, no lo hagas Ya no había tiempo, cuando Athina giró esa palanca, la caja se abrió y la habitación se llenó de luces y los dos comenzaron a volar sin poder controlarse, la ventana se abrió y un viento fuerte los arrojó afuera. - ¿Qué es esto, dónde estamos? Hay mucha niebla, está oscuro y no veo nuestra nueva casa. - Athina, te dije que no tocaras nada. - Tengo mucho miedo, ¿dónde están nuestros padres? - No lo sé, ya es casi de noche y no vamos a poder salir de aquí. - Bueno – dijo Glorius – ahora no llores, ya veremos, por allá hay un camino y tendremos que ver si por él llegamos a nuestra casa. - Glorius, parece que estamos en otro país, esto es una selva. ¿Qué haremos ahora? - Lo que haremos es llegar hasta ese camino que se abre allá, ¿lo ves? Trataremos de buscar ayuda., aunque no parece que haya gente por estos alrededores. - Quiero volver a casa, quiero volver a casa. - Dame la mano y sigamos caminando. - Se hizo la noche y la selva era espesa, la niebla se hacía cada vez más intensa, no se veía nada, los dos caminaron y caminaron hasta un lugar que decía prohibida la entrada a extraños. “La casa del loco Abelardo”. - No podemos entrar, no podemos. - Sin embargo tenemos que hacerlo porque si no moriremos de frío. Al llegar a ese lugar, se abrazaron con mucho miedo y muertos de frío, pero debían protegerse, por lo menos esa noche. La puerta de entrada estaba cubierta de telarañas, al costado había una campana con la cuerda al alcance de ellos y la hicieron sonar. Desde el fondo se oyó una voz gigantesca y furiosa - ¿Quién va? ¿Quién me busca? - ¿Qué hacemos Glorius? - Vamos a responderle, claro, debemos entrar - ¿Y si nos mata? - Paciencia, vos nos metiste en esto y ahora estamos jugados hermana. La puerta se abrió y un monstruo de dos cabezas se asomó envuelto en una capa de pieles de oso. - Por favor no entremos, Glorius, tengo mucho miedo. En ese preciso instante apareció ante los ojos de los gemelos, un bello carruaje tirado por seis magníficos caballos azules y dentro de él, una hermosa mujer de cabellos dorados y ojos azules y penetrantes, era una señora muy simpática y sonreía sin parar, su cuerpo estaba envuelto en una capa azul con lentejuelas plateadas. - No entren, chicos, el monstruo no los dejará vivos, si entran los convertirá en hielo y así los mantendrá hasta el final de sus vidas. - ¿Qué haremos entonces, señora? - Suban a mi carruaje y los conduciré al paraíso de las frutas más bellas que jamás hayan visto. - No, sólo queremos regresar a nuestra casa, somos nuevos aquí y no conocemos el lugar – Dijo Glorius. - Por eso mismo, suban e irán a conocer algunos lugares de mis condominios. - ¿Y después qué haremos? - Si les gusta podrán vivir conmigo en las rocas transparentes y cuevas cubiertas de diamantes cuidadas por mis pajes y duendes, si se quedan conmigo vivirán felices por siempre en el país de los cuentos. - No, no, sólo queremos regresar. - Chiquillos, eso será imposible, pues ustedes abrieron la caja mágica que se escondía con mucho cuidado, en un lugar de este país y por lo tanto ya no hay regreso. - ¿Cómo podríamos cambiar eso? – preguntó Athina. - Sólo encontrando la caja mágica, cerrarla para siempre, luego enterrarla en una tierra donde no haya gente. Este lugar me pertenece y ahora, ustedes también. - Señora, juro que la encontraremos, volveremos a nuestra casa y cerraremos definitivamente esa caja – dijo Glorius - Permítanos regresar, por favor – dijo Athina - Por ser tan curiosos no debiera hacer esto, pero como sé que no la encontrarán voy a darles cuatro horas nada más, para cerrar esa caja, pero antes de llegar a ella, deberán pasar por los cuatro caminos del diablo, allí recogerán cuatro plumas azules del ave de los cuatro caminos y la colocarán en la cima de un cerro, el primero que encuentren. - ¿Cómo haremos para llegar allí? – interrogó Glorius - Eso no me incumbe – dijo la señora que subió al carruaje y se marchó riendo estrepitosamente, dejando a los niños perdidos en ese campo de selva y niebla. - Glorius tenemos que encontrar la casa. - Pero antes deberemos encontrar los cuatro caminos del diablo. La niebla era espesa y los gemelos sentían sus pies helados, pero no se intimidaron y continuaron su camino. . . Caminaron y caminaron sin detenerse. - Mirá Glorius, allá lejos se ven cuatro líneas, parecen ser los caminos que buscamos. - Debemos ir con mucho cuidado, no olvidarnos que son los cuatro caminos del diablo. - ¿Crees que habrá fuego? - No lo sé, tal vez algunas fogatas encendidas, pero eso nos ayudará a buscar las cuatro plumas, si no, no veremos nada. Los muchachos siguieron y siguieron hasta que por fin llegaron a un lugar donde cuatro caminos, se juntaban en una especie de círculo, en cuyo centro se podía divisar una estatua roja, similar a un diablo. - ¡Son estos los cuatro caminos, Glorius! - Ya lo sé, ¿pero cuál será el que nos lleve a encontrar las cuatro plumas azules? Cuando los chicos miraron los cuatro caminos, pudieron observar que en uno de ellos había pequeñas antorchas encendidas que lo delineaban perfectamente. - ¡Es ése, es ése! - exclamó Athina. - Vayamos por ahí entonces y encontraremos el pájaro de plumas azules. A lo lejos del camino, se podía observar algunos pequeños árboles y una especie de bosque bastante cuidado. - No creo que haya pájaros aquí – dijo Glorius - Ni yo. Siguieron caminando por el sendero iluminado y a los costados observaron unas casuchas agrupadas, terribles, tan terribles que parecían habitadas por el propio diablo. De pronto se oyó un chillido extraño una enorme rana se les apareció con una corona de oro sobre su cabeza. Los gemelos apretados uno contra otro, temblaron de miedo. - ¿Quién eres? – preguntó Glorius - ¿No me conocen? Tal vez porque nunca han estado por aquí. Pues les diré que yo soy el rey del pantano más horrendo que existe, pero aunque no lo crean soy un rey, una bruja me hechizó y desde entonces vivo aquí – dijo y echó a reír burlonamente. - Basta – dijo Glorius – No estamos jugando, queremos encontrar al pájaro que nos dará las cuatro plumas azules. - A ver, a ver, - dijo la rana – y comenzó a girar y girar sin parar hasta desaparecer. - ¿Qué haremos ahora Glorius? - No lo sé hermanita, tendremos que seguir nuestro camino. Caminaron otro poco, ya estaban cansados y hambrientos, casi sin esperanzas de encontrar a aquel famoso pájaro, cuando de pronto se apareció ante ellos un pequeño duende de color azul, muy risueño y con un cascabel que hacía sonar permanentemente. - ¡Hola! ¿Por qué están en nuestro territorio? Tienen que marcharse, pues el diablo está cerca y nada bueno sucederá, yo nada sé. – dijo mientras corría fuera del alcance de los niños. Tan pronto como se fue se apareció ante ellos una enorme planta carnívora que se balanceaba de un lado al otro, como para impedir la entrada al lugar. Glorius tomó una piedra y la lanzó al centro de aquella horrorosa y gigantesca planta, la cual preparó sus hojas cerrándose sobre sí misma y tragándola luego. - He podido ver que es muy peligrosa, Athina, no debemos acercarnos y tendremos que valernos de nuestro ingenio para sortearla. - Glorius – dijo Athina – nos quedan sólo dos horas para encontrar el pájaro y luego tendremos que llegar al cerro ¿Qué haremos? - Por lo pronto tomaremos el pequeño sendero contra esas rocas para evitar pasar por la planta carnívora – dijo Glorius Caminaron y caminaron hasta encontrar un valle muy bonito donde los pájaros cantaban y allá a lo lejos se podía ver, que en la rama más alta de uno de sus árboles, un pájaro azul desplegaba sus alas y las agitaba con fuerza. - Allá, allá Glorius, mirá, es el pájaro que buscamos. - Sí ya lo veo, pero ¿cómo llegaremos a él? - Yo puedo proporcionarles una escalera de espinas que los conducirá al pájaro, pero sólo deben subir sin pincharse ni un solo pedazo de su piel. – dijo un fauno que recorría los bosques con su flauta dorada y una sonrisa irónica en su rostro. - Por favor, ¿cómo puedes pedirnos eso? – preguntó Glorius – estamos cansados, con frío y hambre y sólo queremos regresar a nuestra casa. - Lo lamento pequeños, aquí no se juega, no nos divertimos usando cosas de otros, no descubrimos secretos ajenos y por lo tanto ustedes deberán pagar por haber husmeado en la caja mágica de nuestro mundo. - Pero ¿por qué en el mundo de ustedes guardan tantos secretos? – preguntó Athina - Porque nuestro mundo está lleno de fantasía, magia, misterio, es un mundo donde sólo puede encontrarnos aquellos que nos busquen y deseen ser nuestros amigos, aquí cada uno tiene su lugar y respeta el lugar del otro, este valle está habitado por princesas, brujas, hechiceros, duendes, hadas y dragones, todos somos felices en este mundo de alegría. - ¡Así! Entonces ¿porque tienen los caminos que conducen al diablo? – preguntó Athina - El diablo no existe, sólo en la imaginación de ustedes, como sabemos que le tienen miedo, le pusimos ese nombre a los caminos, sólo para que ustedes no puedan modificar nuestra vida, para que no nos abandone la fantasía, porque bien sabemos todos aquí que ustedes nos han abandonado por esas máquinas que juegan y juegan todo el tiempo, a nuestros personajes, los han olvidado en alguna biblioteca fantasma, que tienen en vuestras casas y que jamás abren las páginas de nuestros cuentos. - No, no, eso es mentira, a nosotros nos encantan los cuentos, la magia de sus personajes, es más, nuestro abuelo siempre nos habla de historias de reyes y princesas convertidas en sapos y príncipes destronados por sus esclavos y muchas cosas más, pero nos gusta la computadora, ella nos brinda un lugar para demostrar nuestro ingenio. - Bueno entonces – dijo el fauno – usen vuestro ingenio para salir de este mundo y volver al mundo chiquito que les han dado. - No, nuestro mundo es grande, está inmerso en bosques, océanos, nosotros no queremos olvidarlos, pero debemos renunciar a muchas cosas para vivir como ustedes – dijo Athina El fauno contestó – No es necesario renunciar, hagamos un trato, yo les consigo las cuatro plumas azules, les ayudo a buscar el cerro más cercano y ustedes se comprometen a visitarnos y a jugar con nosotros cada vez que necesiten encontrar a un amigo. - ¿Pero cómo haremos eso? – preguntó Glorius - Muy fácil – respondió el fauno – sólo tendrán que poner sus pequeñas manos detrás de los libros apilados de sus bibliotecas y una puerta dorada se abrirá a nuestro mundo de fantasía. - ¿Nada más que eso? – preguntaron los niños. - Nada más. - Trato hecho, ahora sólo falta que nos consigas las plumas y nos lleves al cerro más cercano.- dijo Glorius. - Muy bien – dijo el fauno – pero antes les recordaré, que si no cumplen con la promesa, jamás podrán escapar de los cuatro caminos. - No te preocupes, fauno, hoy mismo regresaremos a nuestra casa y volveremos a encontrarnos con ustedes en cualquier momento. Rápido como la luz, el fauno trepó al árbol y arrancó las cuatro plumas azules al pájaro, que desplegó sus grandes alas para ayudar, con las plumas en la mano se dirigió a los niños, que asombrados veían al pájaro convertido en una hermosa fruta dorada y que esa fruta llenaba las ramas de aquel árbol haciéndolo brillar en todo su esplendor, como una verdadera magia. - Debemos irnos ya, se hace tarde – dijo el fauno – nos queda poco tiempo, iremos hacia el cerro y allí colocarán las cuatro plumas. Los chicos lo siguieron hasta el cerro, pero éste era muy alto. - ¿Cómo llegaremos hasta la cima? – Preguntó Athina. - Muy fácil, tomaré a cada uno de mis manos y juntos volaremos hasta allí – dijo el fauno - Eso es imposible, ¿volar, no sabemos volar? - Conmigo todo es posible – dijo el fauno – y como si fuera las hélices de un helicóptero Los tres juntos giraron y giraron hasta permanecer flotando en el aire y alcanzar la cima del cerro, allí los chicos colocaron las cuatro plumas azules y de la mano del fauno regresaron al pie del cerro, pero al mirar cómo quedaron las plumas vieron surgir del cerro, cuatro enormes pájaros azules que revoloteaban en lo más alto. - Gracias amigo, tú has sido un verdadero amigo, no lo olvidaremos nunca – Dijo Glorius. - Es hora que regresen a su casa, la fantasía aquí termina, pero no olviden vuestra promesa, nos volveremos a ver muy pronto – dijo el fauno y se esfumó, sólo se oía su dulce flauta alejarse, hasta perderse entre los bosques. - Athina, Glorius, están dormidos justo aquí donde el casero nos dijo que no deberíamos entrar, nos pusimos muy nerviosos y los buscamos por toda la casa – dijo la madre. - Perdón mamá, perdón, vinimos a curiosear y nos quedamos dormidos, en realidad no estábamos dormidos, paseamos por un lugar maravilloso y encontramos un monstruo de dos cabezas, una rana gigante, un fauno. . . - Basta, ya basta de tantas mentiras, quiero que bajen inmediatamente, se den un baño y los esperaremos para cenar, no quiero que esto vuelva a repetirse. Los gemelos se miraron, se entendieron y pensaron que todavía no habían terminado su aventura, debían cumplir con los mandatos de la señora del carruaje, por lo tanto tenían que enterrar la caja, esa misma noche. Bajaron en silencio, llevaban consigo la famosa caja y a escapadas de sus padres corrieron al parque y haciendo un pozo en el fondo, escondieron la cajita. Sorpresa fue la que se llevaron cuando al poner la caja en la tierra, esta se transformó en un polvo dorado que se esparció por todo el parque e iluminó la noche. Corrieron despavoridos del lugar y pensaron. . . - Mañana vamos a mirar desde nuestro cuarto cómo quedó el pozo. Llegaron limpios y perfumados a cenar, bajo la mirada severa de los padres que se sentían algo molestos por la conducta y el mal rato que habían pasado. Hubo un silencio profundo, luego de cenar los niños estaban apurados por marcharse a dormir, se despidieron de sus padres y corrieron a sus habitaciones. - Athina, vamos a probar detrás de los libros, si es realmente verdad lo que nos dijo el fauno. - Vamos. Apagaron la luz de la habitación y con sus manitas prolijamente colocadas detrás de los libros, empujaron y empujaron hasta que una hermosa puerta dorada se abrió ante sus ojos, el primero en aparecer fue el fauno que los esperaba con los brazos abiertos. - Veo que cumplieron su promesa, amigos. |
Zunilda Borsani
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