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Las alas errantes trasuntan
los espacios vacíos, callados
adormecidos casi
por la quietud naciente.
Los soles no las rozan y hace frío
en el costado de la tarde
Trás el cristal, la vida
las tumultuosas almas
que transitan y esperan
siempre esperan, con las manos
abiertas de rocío, los ojos
sedientos de poesía, el cuerpo
hambriento y miserable.
Sólo las vemos pasar por esas calles
ausentes de soles y de flores nuevas
cayendo en delirio a cada paso
buscando la sombra del día
en los árboles desnudos de sueños.
Hay olor a polvo y ceniza en el aire
y ellas caminan, caminan . . .
Las calles tiritan sin nombres, vacías.
La esquina las mira . . .
sus muecas, sus máscaras
ocultan la herida que va supurando
en cada caricia manchada de noches
palabras ausentes en los labios rojos
de aquellas que pasan . . . |